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El mayor comedor escolar del mundo reparte 1,2 millones de comidas al día

Es mediodía en la ciudad sagrada de Vrindavan, en el norte de la India, y la campana anunciando la hora de la comida acaba de repicar en la escuela de primaria de Poorva Madhyamik Vidyalaya. Sentada en su oficina, Rajendra Chandel, la directora, da instrucciones a través del megáfono: «Todos los estudiantes pueden salir de sus aulas, sentarse en fila para recibir su almuerzo y rezar a Dios antes de comer. Coman sus alimentos con amor y, una vez terminado, dejen sus platos a un lado».

Los pasillos tiemblan cuando niños y niñas corren a sentarse en el mismo pabellón de entrada de la escuela. Hoy se sirve pan hindú caliente –chapatis– con garbanzos, patatas, verduras cocinadas, zanahorias y soja. Inmediatamente se hace el silencio cuando los niños, profundamente concentrados, empiezan a comer.

«¿Les gusta la comida?». Tímidamente, asienten con la cabeza. «¿Cuál es su preferida?» «Kheer [arroz con leche]», dicen unos pocos. Y a la pregunta de quién les trae la comida, todos responden al unísono: «Ak-sh-ay-a Pa-tra!». Akshaya Patra es una organización caritativa que distribuye gratuitamente comidas en las escuelas. En hindi, Akshaya Patra significa «el cuenco de comida que nunca se acaba». La organización está inspirada en las ideas de Swami Prabhupada, fundador del movimiento internacional Hare Krishna.

Niños contra perros por la basura

La historia comenzó cuando, en los años 70, él estaba inaugurando un templo en Mayapur, a orillas del Ganges, y vio a unos niños peleando con unos perros por restos de comida. «Inmediatamente, sus ojos se llenaron de lágrimas», dice Narasimha Dasa, directora de la cocina y del templo de Vrindavan, seguidora de Krishna y que ha participado en la organización desde que se fundó en junio de 2000. «Él dijo –continúa Narashima– que los niños no deberían pelear con lo perros por comida en esas condiciones. Debemos trabajar en todos nuestros centros para que ninguna persona pase hambre en un radio de 10 millas».

El hambre sigue afectando a casi la mitad de los niños de la India. Se calcula que 55 millones de niños menores de cinco años tienen bajo peso, según Save the Children, lo que coloca la malnutrición infantil por encima de la mayoría de países subsaharianos.

En este contexto desalentador, Akshaya Patra ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos cinco años, pasando de servir comidas calientes y nutritivas a 1.500 niños en Bangalore, a los más de 1,2 millones de niños en toda la India. Prevé llegar a cinco millones de niños en 2020.

Trabajando con el gobierno indio

La entidad mezcla fervor misionero, innovación tecnológica, algo de recursos gubernamentales y eficiencia del sector privado, todo ello aderezado con una fe inspirada en la compasión. Entre el personal de la entidad hay 250 devotos de Krishna, incluida Chanchalapathi Dasa, de 47 años y vicepresidente de Akshaya Patra. Dasa dice que una de las razones por las que han podido crecer sin perder de vista su misión es el enfoque de «trabajar con el gobierno más que criticarlo».

La Fundación Akshaya Patra es el mayor proveedor de servicios del Modelo de Almuerzos gubernamental, que beneficia a unos 120 millones de niños, convirtiéndolo en el mayor programa de comidas escolares del mundo. La asociación recibe casi el 60% de su presupuesto de fondos gubernamentales, aparte de un suministro adicional gratuito de cereales.

El Modelo de Almuerzos del gobierno se puso en marcha 60, pero no fue hasta 2001 que empezó a generalizarse en el país. Por la presión de la opinión pública y los medios de comunicación, el Tribunal Supremo de la India declaró que todos los niños que estudiaban en escuelas públicas tenían derecho al almuerzo. El modelo dispuesto, sin embargo, sufrió problemas de corrupción y de una precaria calidad del servicio.

«El suministro es realmente un reto», dice Dasa, ingeniero y devoto de Krishna. «El gobierno solía dar tres kilos de arroz al mes por niño, siempre que éste acudiera, al menos, al 60% de las clases. Lo que vimos era que el niño se llevaba el arroz a casa y que el padre lo vendía para comprar alcohol. Ante esta realidad, la única solución era fortalecer la participación de la sociedad civil, uniendo esfuerzos con el gobierno y trabajando con el espíritu de construir una nación.” La falta de presupuesto de Akshaya Patra la cubren donaciones particulares y de empresas. «Debemos avanzar hacia un modelo autosostenible», dice Lalit Saraswat, de 27 años, uno de los administradores, añadiendo que cuando «los cereales del gobierno se demoran o disminuyen, tenemos un plan B para que los niños siempre tengan su comida a la misma hora».

Rigor en el trabajo

El fervor misionero se siente en los directivos de Akshaya Patra, la mayoría de ellos devotos de Krishna, con formaciones en ingeniería, medicina y otras profesiones especializadas. El resultado es el uso de tecnologías autóctonas junto a maquinaria de última generación en las cocinas industriales que la asociación tiene en toda la India.

Aparte de cortar las guarniciones, todo está automatizado en las cocinas centralizadas. De madrugada, hacia las tres de la mañana, cinco docenas de personas se ponen a trabajar en la cocina de Vrindavan. Encima de la cocina, los trabajadores manipulan las máquinas para el lavado, corte y pelado de verduras. Éstas se ponen en ollas gigantes a fuego lento. Abajo, una panificadora amasa unas tortas lisas y perfectamente redondas. Saca unas 35.000 ‘chapatis’ (pan hindú) cada hora. Por la mañana, habrán elaborado una comida caliente y estrictamente vegetariana para 150.000 niños y niñas de más de 1.500 escuelas en el distrito de Mathura, en Uttar Pradesh.

Balwinder Singh, un sikh de barba blanca, es quien ha construido, hace funcionar y mantiene la panificadora de la cocina de Vrindaban. Antes de hacerlo para Akshaya Patra, trabajó para ‘Om Engineering’, una fábrica punjabi que fabrica galletas y aperitivos indios. «Esta máquina traga tanta harina como le pongas», dice orgullosamente. Tiene 55 años, es analfabeto pero ha trabajado con maquinaria desde que tenía 13. «Su jefe es Dios,», añade con reverencia.

«Pocos trabajos te dan la oportunidad de servir a Dios, ganarte la vida y hacer algo bueno como es alimentar a los niños», dice Amit Kumar, que ha trabajado en el turno de noche en los últimos cuatro años.

Vrindavan es una de las 16 cocinas centralizadas de esta asociación que atiende a más de 8.300 escuelas de todo el país. Hay otras tres cocinas autónomas para servir a las áreas más remotas y marginales. La asociación ha recogido numerosos premios, entre ellos el Tech Laureate Award del Tech Museum de California por «poner la tecnología en beneficio de la humanidad». En 2007, la Escuela de Negocios de Harvard utilizó a Akshay Patra como un caso de estudio para ilustrar la gestión precisa del tiempo.

Efectos positivos

En 2010, la asociación encargó a la agencia de mercadotecnia, AC Nielsen, una valoración de su impacto. El estudio llegó a la conclusión de que si bien se habían incrementado en un 10% las inscripciones y la asistencia en las escuelas atendidas por Akshaya Patra, apenas hubo mejoras en la reducción de la deserción escolar o en el éxito de los alumnos. Y sólo se percibió una discreta mejora en la situación nutricional. El estudio, que se realizó en cuatro localidades –que no incluía Vrindaban,- también destacó que un abrumador 98% de los estudiantes se declaraban hinduistas.

A pesar de que oficialmente se trata de un programa secular, en Vrindaban rezan para que Krishna bendiga la comida y los niños recitan un mantra al dios Krishna antes de comer. La escasa presencia de otras confesiones indica que algunas escuelas públicas no se sienten cómodas con el programa de la asociación Hare Krishna. Pero, por su parte, los maestros de las escuelas públicas donde se sirven las comidas de Akshaya Patra, no dudan en reconocer sus efectos positivos en los niños. Como por ejemplo que los niños se quedan en la escuela después del almuerzo y que están mejor alimentados.

Fuente: Elmundo.es
Por: Divya Gupta.
Publicada: 23 de agosto de 2011.

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