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De contingencias y desarrollo urbano

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Hace unos días aterricé de madrugada en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Cuando salí en taxi de la Terminal 2, al amanecer, me encontré con la habitual procesión de vehículos que recorren el Viaducto Miguel Alemán para llegar a su trabajo en el Poniente. En la mayoría de los casos, con una persona abordo por coche.

Inevitablemente, el chofer me habló de la contingencia ambiental que estábamos viviendo (y que hasta el cierre de esta edición seguimos padeciendo), debido a la confluencia de emisiones producidas por el transporte con una situación atmosférica particular. El taxista estaba preocupado porque las autoridades modificaron de nuevo el programa Hoy No Circula y, de seguir así, debería invertir en un auto nuevo.

Con la conversación, y en medio del océano de vehículos, me pareció clara la idea de que por más que se limite el acceso de vehículos a la circulación, será muy difícil resolver la necesidad diaria de desplazamiento de millones de personas con el transporte público actual… Por tanto, la situación debe atacarse desde una visión más radical. Explico por qué.

El área metropolitana de la Ciudad de México es una de las cuatro mayores concentraciones urbanas del mundo, en la que habitan más de 20 millones de habitantes. El crecimiento de la ciudad se desarrolló de forma acelerada en los años 60, provocando la aparición de numerosos suburbios; algunos, precarios e informales. Por la magnitud y rapidez del proceso, las autoridades fueron incapaces de establecer una planificación adecuada, y muchas de estas colonias hoy siguen sin servicios básicos, como agua y saneamiento, energía o transporte… Los tres pilares fundamentales de cualquier urbe.

Desde entonces, la CDMX ha seguido un patrón de suburbanización, en el que las funciones básicas de la metrópoliempleo, servicios sanitarios, ocio y recreación— se concentran en unas cuantas zonas centrales, mientras que la población sale a vivir al extrarradio; ahí, el suelo es más barato, aunque el vehículo se hace indispensable dado el déficit de transporte público.

De esta forma, se emula a ciertas ciudades de Estados Unidos, donde mayor energía por persona se consume en el mundo, y también donde mayores emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se producen. Aunque otros factores justifican dichos patrones, tales como el poder adquisitivo o los hábitos de consumo de sus habitantes, existe una clara relación entre emisiones contaminantes y densidad urbana: a menor densidad, mayores emisiones per cápita.

Una persona que vive en el centro de una gran ciudad contamina mucho menos que una que vive en los suburbios.

Una persona que vive en el centro de una gran ciudad contamina mucho menos que una que vive en los suburbios. Si debe ir a trabajar, probablemente sea más rápido y mucho más barato transportarse en bicicleta, metro o metrobús que en su coche particular. En cambio, estas son opciones poco viables para alguien que vive en la periferia.

Sin embargo, debido a los costos precios del suelo en los centros de las ciudades, donde el ciudadano debe competir con las tarifas que pagan los comercios u oficinas, vivir en el centro está fuera del alcance de un gran porcentaje de ciudadanos. Por eso, las políticas urbanas deben estar encaminadas hacia tres estrategias fundamentales:

La densificación de los espacios urbanos donde se concentra el empleo y los servicios, a través de una mejora en las infraestructuras y sistemas de captación de plusvalías del valor del suelo, para permitir edificaciones más eficientes en la ocupación del suelo; es decir, para edificar en altura.

La promoción de nuevos centros urbanos en las áreas de expansión de la ciudad, que permitan a sus residentes el acceso a empleos y servicios de calidad, facilitando el uso del transporte público y haciendo menos necesario el uso del vehículo.

La contención del crecimiento de la ciudad y del consumo de nuevo suelo. Es necesario proteger las áreas en los perímetros de las ciudades para evitar que las urbes sigan creciendo como manchas de aceite por el territorio.

La creación de zonas de reserva natural o agrológica son acciones muy comunes en las ciudades donde se promueven estas políticas.

Por supuesto, programas como el Hoy no Circula, las tecnologías como el vehículo eléctrico, el uso de energías limpias, o aquellas que permiten el teletrabajo, y la conciencia ciudadana puesta en práctica a través de un consumo más responsable ayudan a mitigar el problema. Pero la raíz del mismo no está tanto en las emisiones que pueda producir cada vehículo en particular, sino en el número de desplazamientos diarios que son necesarios para que las personas puedan desarrollar sus actividades y satisfacer sus necesidades cotidianas.

Hacer más denso el centro de la ciudad es una tarea de largo plazo, frente a la inmediata amenaza de la contaminación atmosférica. Sin embargo, para evitar que dentro de 10 o 15 años la “posibilidad de que suceda o no” otra situación de crisis ambiental, sería necesario comenzar a replantear ahora nuestra ciudad, a fin de generar un modelo urbano policéntrico y denso: crear nuevos centros de empleo y servicios para desincentivar el movimiento masivo de personas, a la vez que se promueve el transporte colectivo y se introducen las tecnologías necesarias para que cada vez contaminemos menos.

Fuente: Crónica Ambiental
Edición: (Abril 2016)
Página: 32/ 33

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