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Arriba ayuda a Haití, pero no se distribuye

A dos días del sismo de 7 grados Richter que sacudió esta ciudad persisten el caos y el drama.

El caos porque pese al arribo de ayuda humanitaria de distintos países, además de equipos y brigadas de búsqueda y rescate, éstas no pueden ser canalizadas a las zonas de desastre.

«Es un caos. No hay transporte, no hay luz y ya hay desesperación por comida y agua», advierte Charles Mascary, un oficial de la Policía Nacional de Haití.

Ayer arribaron 37 vuelos con despensas, medicamentos, colchonetas y agua, pero esto se fue acumulando a lo largo del Aeropuerto Internacional Toussaint-Louverture ante la falta de personal para descargar los bienes y distribuirlos.

Un grupo importante de personas abarrota los principales accesos de la terminal aérea. La gente está desesperada para conseguir un vuelo que los saque de Haití.

Son extranjeros y algunos residentes que perdieron sus hogares. No hay vuelos comerciales. El aeropuerto presenta daños del terremoto a simple vista.

Los traductores son otro dolor de cabeza. A las brigadas que arriban a la isla se les complica la comunicación, pues muy pocos haitianos dominan el inglés y los que lo saben son acaparados por las distintas delegaciones humanitarias.

La molestia se observa en los rostros, principalmente de los militares de distintos países adscritos a la ONU, los Cascos Azules.

«Así no se puede. Todo mundo corre, todo mundo grita, pero la gente se está muriendo en las zonas populares porque no llegan médicos ni maquinaria para rescatar a los que todavía pudieran estar vivos», dice un militar de apellido Rodríguez, de origen guatemalteco.

La terminal aérea se encuentra a unos 7 kilómetros de las principales zonas de desastre y a unos 15 de una zona llamada Carrefour, donde se ubicó el epicentro del sismo.

Las zonas al norte y al noroeste de Puerto Príncipe, que se caracterizan por estar asentadas en cerros, lucen devastadas.

«Hay casa sobre casa y cadáveres aún tendidos debido a la falta de manos y de equipo para el rescate», relata Gvence Valin, uno de los habitantes.

Las autoridades haitianas advierten un brote de violencia. Además de que en distintos supermercados destruidos por el sismo ya se detectó rapiña.

La Policía Nacional alerta a los extranjeros que se abstengan de salir por la noche ante la desesperación de los damnificados que no han recibido ayuda.

El llamado se realiza por radio, pero también se corre la voz entre los Cascos Azules.

Puerto Príncipe es un laberinto; no hay calles principales, la mayoría es de doble sentido, algunas están en barrancas y otras son cerradas.

Todo esto dificulta la distribución de ayuda humanitaria y el traslado de las brigadas de rescate.

Además, en distintas zonas de la ciudad hay cortes de energía eléctrica, lo que hace más complicadas las tareas de rescate en las áreas populares donde se presume se registró el mayor número de víctimas.

En las calles se puede observar el éxodo de los sobrevivientes que carga con sus pocas pertenencias hacia la zona del aeropuerto donde llega la ayuda internacional.

Algunos cargan incluso con los cuerpos de sus familiares o a personas heridas, ante la falta de respuesta de las cuadrillas extranjeras.

Sobre la calle Delmar los cuerpos de dos personas yacen sobre la acera; más adelante en una curva está otra más apenas tapada con hules o pedazos de sábanas. Nadie las reclama.

En la zona conocida como City Soleil se observa a la gente removiendo los escombros con sus propias manos, desesperadas, en busca de sus familiares o sus pertenencias.

El olor a muerto y la cal de las construcciones devastadas convierten a la ciudad en una zona de guerra.

Los transeúntes caminan con los ojos irritados y las bocas cubiertas, librando piedras, autos aplastados y lo que fueron enseres domésticos.

En otro sector de la ciudad, aunque se cuenta con energía eléctrica, se percibe el drama de los pobladores.

«Todo lo perdí, mi hijo está ahí adentro y sólo espero el rescate de su cuerpo para irme de aquí», dijo Mercediu Jeantine, un haitiano de unos 50 años.

Otra noche cayó en Puerto Príncipe y se escuchan en distintas zonas las oraciones de ceremonias católicas, cristianas y de quienes practican el vudú. Así lo dijo

«Hay casa sobre casa y cadáveres aún tendidos debido a la falta de manos y de equipo para el rescate». Gvence Valin, Sobreviviente del sismo

Reforma, Internacional, p. 18
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