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Altruismo e impostura

El altruismo significa interés por el bien ajeno aún a costa del propio. Esta definición resulta relevante a propósito de la nueva edición del Teletón, en la idea de indagar qué tanto los promotores de esta iniciativa cumplen con este precepto, o mejor dicho, qué tan auténticos son con el significado original de este término.

Es sabido que en este evento del Teletón quienes más dinero suelen aportar al mismo son los ciudadanos comunes y no las grandes empresas cuya contribución dista mucho de ser lo generosa y desinteresada que nos quieren hacer creer.

Veamos el asunto con detenimiento, pero antes es importante aclarar que no se critica el objetivo y el resultado por sí mismo, que sin duda alguna ayuda de manera significativa a muchas familias que tienen hijos con alguna discapacidad a paliarla. Es decir, la necesidad de contar con este tipo de centros o instituciones es altamente benéfica y, por tanto, la iniciativa para realizar el proyecto es también meritoria de suyo. Lo que se cuestiona son dos cosas: uno, la doble moral de quienes se suponen deberían de hacer válido el principio bíblico de que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha, es decir, que no lucraran con la desgracia ajena; y dos, la tendencia neoliberal de hacer de la caridad un sucedáneo de la asistencia pública.

En el primer caso sucede algo parecido a los impuestos, pues los que más los evaden son los grandes capitalistas y, porcentualmente hablando, la mayor parte de los ingresos del Estado vía impuestos son de las personas físicas, de los asalariados que son contribuyentes cautivos, de los pequeños comerciantes y profesionistas liberales, además de los consumidores que pagan IVA, sin olvidar lo que aportan las empresas del Estado como PEMEX, CFE y también las remesas de los inmigrantes mexicanos en EUA. Los grandes empresarios tienen contadores capaces de hacer malabares contables para ocultar o deformar información, crean empresas fantasmas y recurren a una serie de trucos que desde luego cuentan con la complicidad de las autoridades hacendarias para evadir lo más que pueden el pago de impuestos (y algunos otros como los que realizan negocios a través de la bolsa de valores, de plano están exentos), pero la manera más redituable para ellos en términos de imagen es el altruismo o la filantropía.

Como es sabido, en los famosos redondeos de los grandes centro comerciales los consumidores aportan millones de pesos que las empresas en cuestión donan para la asistencia pública como si fueran aportaciones propias, deduciendo impuestos de ello, pues no donan a nombre de los consumidores sino a nombre propio, cuando ellos sólo administran ese recurso. Pero además de deducir impuestos con dinero ajeno, se hacen propaganda como empresas con sentido social que ayudan a los más desvalidos, logrando no sólo una publicidad gratuita sino un prestigio y credibilidad inmerecidos.

Con el Teletón sucede un esquema parecido, pues son las grandes empresas y Televisa en particular, quienes capitalizan para sí el esfuerzo de millones de mexicanos que realmente si actúan desinteresadamente en la mayoría de los casos, porque muchos de los que cooperan con algunas monedas son gente que realmente están muy necesitadas y para los cuales desprenderse de 10 pesos por ejemplo, puede ser un verdadero sacrificio. Ciertamente, esta contribución se diluye en el anonimato, lo cual en sí no es malo, pues no se podría dar el crédito a cada persona en lo individual, pero es obvio que las marcas comerciales si obtiene créditos que la más de las veces no merecen porque como se dijo, se apropian de lo que dan otros para evadir impuestos y hacerse propaganda gratis, sino también porque presionan a sus propios empleados y trabajadores para que “cooperen” con la causa, descontándoles de su menguado salario un porcentaje determinado.

El otro punto no menos cuestionable es avalar mediante este tipo de campañas la política del Estado neoliberal de abdicar de sus obligaciones con los grupos sociales más vulnerables, sustituyendo la asistencia social pública por la caridad, el altruismo o la filantropía; que en el mejor de los casos debería ser un complemento de los programas sociales y no un parche de los mismos, pues de todos modos le siguen cargando al ciudadano común la factura de lo que se supone debería ser sufragado con los impuestos, además de beneficiarse como ya se dijo con la generosidad de los mexicanos evadiendo impuestos y haciéndose publicidad gratuita.

Fuente: El Tiempo

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