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Ahora tiene cigarro electrónico críticos insólitos

Si quiere un empleo verdaderamente frustrante en el campo de la salud pública, intente lograr que las personas dejen de fumar. Aun cuando los investigadores combinan la terapia y el estímulo con parches y goma de mascar de nicotina, pocos fumadores dejan el hábito.

Hace poco, sin embargo, varios experimentadores en Italia tuvieron más éxito al hacer menos. Un equipo encabezado por Riccardo Polosa, de la Universidad de Catania, reclutó a 40 fumadores empedernidos y les dieron un dispositivo disponible en las tiendas por 50 dólares. Este cigarro electrónico, o e-cigarrette, contiene una pequeña reserva de solución líquida de nicotina que se vaporiza para formar un vapor de aerosol.

El usuario da una «fumada» al vapor para obtener una dosis de la nicotina adictiva (y la sensación de llevarse un cigarro a la boca) sin las sustancias nocivas encontradas en el humo de cigarro. Después de seis meses, más de la mitad de los individuos en el experimento de Polosa había disminuido su uso habitual del cigarro en por lo menos un 50 por ciento.

Casi una cuarta parte lo había dejado por completo. Aunque éste fue sólo un estudio pequeño, los resultados encajan con otra evidencia alentadora.

Sin embargo, existe un grupo poderoso que trabaja contra esta innovación -y no es la industria tabacalera. Es una coalición de funcionarios gubernamentales y grupos antitabaco que advierten sobre los peligros de los cigarros electrónicos y tratan de prohibir su venta. La Dirección de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) intentó detener la venta de los cigarros electrónicos al tratarlos como un «dispositivo para el suministro de drogas» que no podía comercializarse hasta que pudiera demostrarse su seguridad y eficacia en pruebas clínicas.

Cuando fue la petición de la FDA denegada en el tribunal, los opositores de los cigarros electrónicos continuaron la lucha al publicitar los supuestos peligros de los aparatos.

Argumentan que los cigarros electrónicos, al igual que el tabaco sin humo, reducen el incentivo para que las personas dejen la nicotina y podrían también ser una «entrada» para que los jóvenes y los no fumadores se vuelvan adictos a la nicotina.

La metodología y las advertencias de la dependencia han sido vilipediadas en revistas científicas por Polosa y otros investigadores, como Brad Rodu, catedrático de medicina en la Universidad de Louisville, en Kentucky.

Ambos bandos en el debate coinciden en que los cigarros electrónicos deben ser estudiados más minuciosamente y ser sometidos a una regulación más estricta.

En Gran Bretaña, el Colegio Real de Médicos ha denunciado regulaciones «irracionales e inmorales» que inhiben la introducción de aparatos administradores de nicotina más seguros.

«La nicotina en sí no es particularmente peligrosa», concluyó la sociedad médica británica, en el 2007. «Si la nicotina pudiera suministrarse en una forma que sea aceptable y efectiva como un sustituto al cigarro, millones de vidas podrían salvarse».

Las personas continúan fumando en parte debido a un hecho que los prohibicionistas se resisten a reconocer: fumar ha sido vinculado con la disminución de la ansiedad y del estrés, peso más bajo, tiempo de reacción más rápido y mejor concentración.

«Es hora de abandonar el mito de que el tabaco carece de beneficios», apunta Rodu, «y concentrarnos en cómo podemos ayudar a los fumadores a continuar obteniendo esos beneficios con un sistema de administración más seguro».

Fuente: Reforma, Suplemento The New York Times, p. 6.
Por: John Tierney.
Publicada: 3 de diciembre de 2011.

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