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Visiones de Esperanza: General Lee Butler

La Responsabilidad de terminar con la locura nuclear

ME HACEN MUCHAS PREGUNTAS, COMO: «SI HUBIERA SIDO el presidente Truman, ¿habría tomado la decisión de lanzar una bomba sobre Hiroshima? ¿Fue ésta una revelación, una epifanía? ¿Cuál fue el catalizador que dio lugar a su cambio de opinión?» La pregunta se relaciona con la época durante la cuál fungí como comandante de las fuerzas nucleares, como consejero nuclear del presidente y, tal vez manera más específica, como la persona que diseña el plan de guerra nuclear. ¿Acaso eso me dio un momento de respiro?

¿Existían precauciones?
La evolución de mis ideas no fue una epifanía, no fue una especie de revolución que se dio en el camino hacia Damaso. Desde un punto de vista externo, el terreno nuclear se cubrió con un manto de silencio, el cual era impenetrable. El acceso al conocimiento y a los niveles de poder que controlaban este terreno estaba reservado a un grupo muy reducido de personas a lo largo de la historia de Estados Unidos y de la Unión Soviética.

En junio de 1961, fui comisionado como teniente de navio. En enero de 1991, casi treinta años después, me convertí en comandante de las fuerzas nucleares de Estados Unidos. Fue hasta el día en que asumí tales responsabilidades que tuve acceso al plan de guerra nuclear de Estados Unidos, puesto que ni siquiera lo había tenido en Washington, donde mis responsabilidades se relacionaban directamente con el plan. No sabía nada acerca de las operaciones encubiertas de las fuerzas estratégicas nucleares de Estados Unidos y tenía una comprensión incompleta del proceso que llevaría a la orden del presidente de desatar una guerra nuclear como represalia por un supuesto ataque.

AHONDANDO EN LAS DUDAS

Hasta ese momento, había desarrollado una serie de preocupaciones y dudas que poco a poco se hacían más profundas. No tenía bases para entender si estas preocupaciones se debían a la falta de información o si, por el contrario, estaban enraizadas en la realidad de un proceso burocrático de locura homicida debido a la intrusión de intereses particulares para beneficiarse de la compleja industria militar mediante la coalición de culturas y del derroche del presupuesto del Pentágono, o simplemente debido a la desmesurada enajenación de fuerzas y el aislamiento que se convirtió en un mutua demonización entre Estados Unidos y la Unión Soviética por más de 45 años. Realmente, no lo sabía.

A principios de 1991, pasé por un proceso que aceleró y confirmó mis peores temores y preocupaciones. Lo que habíamos hecho en este país, lo que creo pasó en la Unión Soviética, y lo que pienso que pasará de manera inevitable en cualquier país que tome la fatídica desición de convertirse en una potencia nuclear – adquirir la capacidad de construir y emplear armas nucleares- es esto: la creación de agencias gigantescas con apetitos enormes y un sentido de infalibilidad que consume recursos inifitos en la persecición mesiánica de un enemigo demonizado. Cuando eso sucede, se mueve rápidamente más allá de la capacidad de cualquier individuo o grupo pequeño de personas – como el Presidente, el Consejo de Seguridad Nacional, el jefe de la Junta de Comandantes o de la Junta Suprema para controlarlos y entenderlos. Permítanme dar algunos ejemplos de lo que significa.

UN BALLET FRÍO.
Bajo las responsabilidades como comandanta de las fuerzas encargadas de la seguridad operativa, la salvaguarda y la preparación para el ejemplo de tales armas, me encontraba cada vez más consternado debido a la complejidad del ballet de cientos de miles de personas a cargo de la manipulación, control y mantenimiento de decenas de miles de cabezas y de sistemas extremadamente complejos que volaban por los aires, se enterraban en las entrañas de la tierra o patrullaban las aguas del mundo.

La posibilidad de que ocurra un error individual, una falla humana, mecánica o un malentendido, es virtualmente infinita. He visto aviones nucleares estrellarse bajo circunstancias diseñadas como simulación pero que no por ello son menos estresantes que la condición real de una guerra nuclear. He visto cómo un error humano ha provocado la explosión de misiles en sus silos. he leído las circunstancias por las cuales submarinos cargados con misiles y cabezas nucleare se han ido al fondo del océano debido a fallas, defectos mecánicos y errores humanos. Leí la historia completa y cuando la constaté -pues nunca antes había tenido acceso a ella estaba helado. Helado hasta lo más profundo de mi alma estratégica.

Tomen en cuenta mis respponsabilidades como consejero nuclear. Cada mes de mi vida como comandante de las fuerzas nucleares, efectuaba un ejercicio llamado LLamada de Amenaza de Misiles. Podía llevarse a cabo en cualquier momento, de día o de noche. Durante tres años se pidió que estuviera disponible, a tres timbres del teléfono, para que pudiera contestar una llamada de la Casa Blanca para aconsejar al presidente acerca de cómo responder a un ataque nuclear, La pregunta que se me plantearía en tales conferencias, como pudo haber sido en realidad, era «General Butler, me avisó el comandante en jefe del Comando de la Defensa Aérea de Estados Unidos qe la nación se encuentra bajo un ataque nucear. Está bien identificado. ¿Cuál es su recomendación en relación a la naturaleza de nuestra ofensiva?

Esa era mi responsabilidad y en ocasiones la llamada era a media noche, mientras mi esposa Dorene y yo estábamos acostados en nuestra recámara. Yo tenía que estar preparado para aconsejar al presidente a fin de firmar la sentencia de muerte de 250 millones de personas que vivían en la Unión Soviética. Sentía esa responsabilidad hasta lo más profundo de mi alma y nunca aprendí a reconciliar mis creencias con ella. Nunca.

Mi tercera responsabilidad era la de designar el plan de guerra nuclear de Estados Unidos. Cuando me convertí en el director de Planeación de Objetivo Estratégicos, otro sombrero que porté omo comandante de las Fuerzas Nucleares, desdendí al cuarto de objetivos que se encontraba varios bajo tierra. Les dije a mis estrategas que íbamos a conocernos bien porque quería entender el plan por completo. Pienso que esta historia es el ejemplo más gráfico acerca de la evolución de mis opiniones, preocupaciones y, finalmente, de mis convicciones.

Cuando empecé a ahondar en el plan de guerra, me horroricé al enterarme que estana conformado por 12,500 objetivos. Me propuse el compromiso personal de analizar cada uno de esos objetivos en detalle, pues consideré las consecuencias de señalar esos objetivos como parte integral de mis responsabilidades.

TERMINAR CON LA LOCURA
Me tomó tres años, pero a los tres meses estaba absolutamente convencido de que se trataba del plam de guerra más grotesco e irresponsable que el hombre hubiera diseñado, con su posible excepción por la contraparte de la Unión Soviética, la cual muy probablemente se vería idéntica, Lo afirmo debido a que lo que este plan implicaba era, entre otras cosas, que en caso de una guerra nuclear entre dos naciones, en un lapso de dieciséis horas, la superficie de nuestro planeta, firmando la condena de muerte no sólo de los 250 millones de soviéticos, sino de la humanidad en su conjunto.

La segunda cosa que empezaba a compender es que jamás ni la Unión Soviética ni Estados Unidos, habían entendido las consecuencias, debido a que el cálculo de la eficacia militar de tal ataque se basaba en el solo criterio del daño del estallido. No tomaba en cuenta el fuego, no tomaba en cuenta la radiación. ¿Se lo pueden imaginar?

Nunca entendimos, probablemente no nos importó y, sin lugar a dudas, no éramos capaces de calcular con ninguna presición, el efecto holístico de la explosión virtualmente simultánea en la superficie de la tierra, de veinte mil armas nucleares.

Esa fue la razón que inclinó mi convicción con respecto a las perspectivas de una guerra nuclear y, finalmente, delineó mi responsabilidad inevitable para acabar con esa posibilidad. ¡Para acabar con ella! Ypor la gracia de Dios, me di cuenta y acepté mis responsabilidades en el momento en que la Guerra Fría estaba terminando; por ende, tuve la oportunidad de acabar la locura.

Durante esos tres años, bajo mi jurisdicción, hice lo que pude para cancelar todos los programas de modernización nuclear estratégica, los caules totalizaban 40,000 millones de dólares. Cancelé cada uno de ellos. Aconsejé al presidente que los bombarderos fueran removidos del estado de alerta nuclear por primera vez en treinta años, y así se hizo. Recomendé que aceleraramos el retiro de la fuerza Minuterman II. Redujimos el número de aviones de guerra de Estados Unidos en un 75 por ciento.

Para el momento en que dejé mis responsabilidades, los 12,500 objetivos se habían redicido a 3,000. De haber podido y haber estado ahí por más tiempo, hubiera trabajado para reducirlos a cero. Finalmente, recomendé la desintegración de mi comando. Yo bajé la bandera con mis propias manos.

LA TORPE RE-RAZIONALIZACIÓN DE LAS ARMAS NUCLEARES
Cuando me retiré en 1994, estaba convencido de que estábamos en un camino milagroso, irreversible y que nos daría la oportunidad de conseguir una serie de iniciatiavas, una nueva manera de pensar y de reaceptar una serie de principios basados en la santidad de la vida y en el milagro de la existencia, lo cual nos llevaría al camino de cero armas. Sin embargo, en menos de un año, me desanimé, me mortifiqué y finalmente me hice más radical debido a que el proceso se hio lento. Un proceso al que he llamado la torpe re-racionalización de las armas nucleares, fue introducido por la misma gente que estaba en posición de beneficarse enormemente debido al final de la era nuclear.

Los franceses reiniciaron sus ensayos nucleares en el peo momento, poniendo al Tratado para la Prohibición de Pruebas Nucleares en la balanza. Se había reiniciado el proceso de convertir en demonios a las naciones rojas…
¡Que horrible y dañino uso del lenguaje! ¡Qué procesos tan anti-intelectual y deshumanizador de reducir sociedades complejas, seres humanos, historia y culturas en naciones rojas!

Si nos apegamos realmente a los valores que subrayan nuestro sistema pilítico, si creemos verdaderamente en la dignidad del individuo y si aprecimos la libertad y la capacidad de desarrollar nuestro potencial como seres humanos en este planeta, entonces estamos obligados a exigir implacablemente la posibilidad de vivi juntos en armonía y según los dictados de respeto de la dignidad y santidad de la vida. No importa si fallamos continuamente en la busqueda de nuestro objetivo, sino que continuemos esforzándonos. Lo que está en juego aquí es nuestra capaacidad del movernos a un nivel superior de conducta civilizada. Mientras sigamos santificando las armas nucleares como el árbitro máximo de un conflicto, habremos terminado con nuestra capacidad de vivir en este planeta de acuerdo a los ideales que valoran la vida humana y de buscar una solución que no acepte la desaparición de sociedades enteras. ¡Eso simplemente está equivocado! Está moralmente errado y, finalmente, implicará la muerte de la humanidad.

Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año

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