Cuando hablamos de sostenibilidad, solemos pensar en transporte verde, energías limpias o consumo responsable. Pocas veces reparamos en que nuestras decisiones financieras también tienen una huella ambiental. Lo cierto es que cada peso o dólar que depositamos en una cuenta bancaria puede terminar financiando industrias altamente contaminantes. Así, mientras reducimos el uso de plásticos o elegimos alimentos locales, nuestro dinero podría estar apoyando proyectos de carbón, petróleo o gas.
En el centro de esta contradicción se encuentra el sistema financiero global, un actor clave en la lucha contra el cambio climático. Las instituciones bancarias deciden cada día qué sectores reciben crédito y cuáles no, determinando si la economía avanza hacia la sostenibilidad o se estanca en modelos extractivos. El rol de los bancos en la crisis ambiental no es menor: su política de inversiones define en gran medida el rumbo de la transición energética.
A medida que aumenta la presión social por frenar el calentamiento global, las personas y las empresas comienzan a preguntarse: ¿puede la banca ser parte de la solución y no del problema? Este artículo explora cómo el sistema financiero influye en la crisis climática y qué papel tenemos como consumidores para exigir mayor transparencia y responsabilidad. A continuación, se analizan las principales formas en que el dinero que depositamos impacta directamente en el futuro del planeta.
¿Cómo el sistema financiero da forma al planeta?
Tal como lo explica Forbes, el sistema bancario global opera bajo el modelo de “reserva fraccionaria”, donde el dinero depositado no se guarda íntegro, sino que se reinvierte en préstamos e inversiones. Esto significa que cada peso o dólar que depositamos tiene el potencial de respaldar industrias o proyectos con consecuencias ambientales reales.
Por ello, el rol de los bancos en la crisis ambiental no es menor: al decidir qué sectores reciben crédito, definen el rumbo económico y ecológico del futuro. Los préstamos dirigidos a energías limpias pueden impulsar la descarbonización, mientras que los destinados a la explotación petrolera o minera perpetúan la dependencia de los combustibles fósiles.
Los bancos son, en esencia, arquitectos invisibles del sistema económico. Las decisiones que toman cada día influyen en las emisiones, la deforestación y el ritmo de la transición energética. De ahí la urgencia de exigir mayor transparencia sobre cómo y dónde se utiliza el dinero que depositamos.

La banca y su inversión en combustibles fósiles
A pesar del creciente compromiso corporativo con el clima, los números siguen revelando una contradicción profunda. Según información de Forbes, 2021 y 2024, los 65 bancos más grandes del mundo destinaron 3.29 billones de dólares a proyectos de combustibles fósiles, según el informe Banking on Climate Chaos. En comparación, solo 1.37 billones fueron dirigidos a energías renovables.
Esto muestra cómo el sistema financiero continúa alimentando las causas del calentamiento global. El rol de los bancos en la crisis ambiental se vuelve evidente cuando observamos que, por cada dólar invertido en petróleo, gas o carbón, apenas 89 centavos se destinan a energías limpias. Esta brecha revela una desalineación grave entre las políticas climáticas y los flujos financieros globales.
La razón es simple: el sector fósil sigue siendo visto como rentable y seguro. Sin embargo, las pérdidas potenciales por desastres climáticos, daños ambientales y litigios aumentan cada año, lo que podría transformar el riesgo financiero en riesgo sistémico para la economía mundial.

La importancia de la banca verde
La banca verde busca reorientar los flujos de capital hacia actividades sostenibles. Se basa en el principio de que las inversiones deben generar valor económico sin comprometer los recursos naturales ni aumentar la desigualdad social. Esta visión se traduce en productos financieros como bonos verdes, créditos sostenibles y fondos de impacto ambiental.
Aunque su crecimiento ha sido notable, aún representa una pequeña fracción del total del financiamiento global. Muchos bancos anuncian compromisos climáticos sin modificar realmente sus portafolios de inversión. Por eso, es vital medir el impacto real de sus acciones y no solo sus declaraciones públicas.
Las instituciones que adoptan políticas de inversión verde pueden ser catalizadoras del cambio. Al dirigir capital hacia sectores de energía limpia, eficiencia energética y economía circular, los bancos pueden convertirse en aliados activos de la transición ecológica global.

¿Importa en qué banco guardamos nuestro dinero?
Cada persona, sin saberlo, participa en la economía ambiental a través de su elección bancaria. Nuestros depósitos, por pequeños que parezcan, se agrupan y se reinvierten en distintos sectores. De hecho, solo en agosto de 2025, los hogares del Reino Unido depositaron 5.4 mil millones de libras adicionales en sus cuentas. Colectivamente, estas sumas pueden redirigir el flujo del capital mundial.
Escoger un banco comprometido con el financiamiento sostenible es una forma de acción climática individual. Existen instituciones que publican informes detallados sobre la huella ambiental de sus inversiones o que se adhieren a los Principios de Banca Responsable del PNUMA. Optar por ellas es una forma de apoyar la transparencia y la rendición de cuentas.
El poder de los consumidores radica en la masa. Si millones de personas trasladan su dinero a bancos sostenibles, el sistema financiero se verá obligado a transformar su lógica de rentabilidad hacia una más coherente con los objetivos climáticos globales.
Transparencia y regulación: los desafíos pendientes
Aunque la presión social ha aumentado, la regulación sobre las finanzas verdes sigue siendo limitada. Muchos países carecen de estándares claros para medir el impacto ambiental de las inversiones o exigir informes transparentes. Esta falta de supervisión permite que los bancos continúen financiando actividades altamente contaminantes bajo el disfraz de la sostenibilidad.
Es necesario fortalecer los mecanismos regulatorios internacionales. Iniciativas como el Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD) o el Green Taxonomy de la Unión Europea son pasos importantes, pero aún insuficientes para transformar el sistema a nivel global.

Solo con políticas coherentes y una mayor rendición de cuentas podrá lograrse que el rol de los bancos en la crisis ambiental se convierta en una fuerza positiva para el planeta, no en una fuente de daño silencioso.
El poder de un cambio financiero
El dinero es una herramienta poderosa. Lo que hoy parece una simple transacción bancaria puede determinar si el mundo avanza hacia una economía baja en carbono o si continúa atrapado en los modelos que alimentan el colapso climático. Reconocer el rol de los bancos en la crisis ambiental es el primer paso para exigir responsabilidad y coherencia a las instituciones financieras.
Las empresas, los gobiernos y los ciudadanos tenemos la capacidad de redirigir los flujos de capital hacia un futuro más verde y justo. Cambiar de banco, invertir en fondos sostenibles o demandar transparencia son acciones que, multiplicadas por millones, pueden marcar la diferencia. Porque, al final, tu dinero también vota: elige todos los días en qué tipo de mundo queremos vivir.







