Por Aldo Farrugia
La tendencia woke ha sido una fuerza transformadora en los últimos años, marcando un punto de inflexión en cómo las sociedades abordan temas de justicia social, diversidad e inclusión. Sin embargo, su ascenso también ha intensificado la polarización cultural y social, dividiendo opiniones y creando un terreno fértil para conflictos ideológicos.
El término woke nació dentro de movimientos afroamericanos en Estados Unidos como un llamado a «despertar» ante la injusticia racial y la discriminación sistémica. Con el tiempo, este concepto se expandió para incluir luchas por la igualdad de género, los derechos LGBTQ+, la justicia climática y otras causas progresistas. Para quienes lo abrazan, lo woke representa un compromiso con la empatía y la equidad. Sin embargo, para sus críticos, a menudo simboliza una imposición cultural y una amenaza a las tradiciones y libertades individuales.
Uno de los principales catalizadores de esta polarización ha sido el papel de las redes sociales. Estas plataformas permiten que las ideas progresistas y conservadoras se amplifiquen rápidamente, creando cámaras de eco donde las personas se rodean de opiniones que confirman sus puntos de vista. Esto ha llevado a que los debates sean más intensos, emocionalmente cargados y, en ocasiones, desinformados.
Por ejemplo, movimientos como #MeToo y Black Lives Matter han encontrado en las redes un espacio para exponer injusticias y movilizar cambios. Sin embargo, también han enfrentado resistencia en forma de campañas anti-woke, alimentadas por narrativas que describen estos movimientos como extremos o excesivamente moralistas.

La polarización no solo es ideológica; también es generacional. Las generaciones más jóvenes, especialmente los Millennials y la Generación Z, suelen ser más receptivas a las ideas woke, mientras que generaciones mayores perciben estos cambios como una ruptura con los valores tradicionales. Este choque de visiones a menudo se traduce en debates sobre educación, cultura popular y políticas públicas.
Por ejemplo, la inclusión de perspectivas de género y raza en currículos escolares en algunos países ha generado controversias entre quienes lo ven como un avance hacia la equidad y quienes lo interpretan como una intrusión ideológica.
Un tema particularmente polarizante dentro del fenómeno woke es la llamada «cultura de la cancelación». Esta práctica, que implica responsabilizar públicamente a individuos o instituciones por comportamientos considerados ofensivos, ha sido vista por algunos como una forma de justicia social y por otros como censura.
Mientras que las cancelaciones han resultado en mayor conciencia sobre el impacto de ciertos comportamientos, también han alimentado narrativas de persecución en sectores conservadores. Esto ha llevado a un endurecimiento de posiciones y al fortalecimiento de discursos contrarios a lo woke, particularmente entre figuras públicas y políticos como Donald Trump.

Aunque la polarización cultural y social es más evidente en Estados Unidos, su impacto se siente en todo el mundo. Países como México han adoptado debates similares, especialmente en torno a los derechos LGBTQ+, la igualdad de género y la representación de grupos vulnerables. Sin embargo, estas discusiones se ven influenciadas por contextos históricos, culturales y económicos específicos que complejizan el panorama.
¿Es posible reducir la polarización?
La polarización causada por lo woke refleja una tensión natural en las sociedades en transformación. Avanzar hacia una mayor equidad requiere abrir espacios de diálogo donde se reconozcan las inquietudes de todas las partes, sin deslegitimar sus experiencias. Esto no significa ceder ante la injusticia, sino encontrar formas de construir puentes entre posturas aparentemente irreconciliables.
En un mundo cada vez más conectado y diverso, aprender a convivir con nuestras diferencias será el desafío más importante del siglo XXI.
Ahora con Trump nuevamente como presidente se destapan estos temas y nos dejan ver su pensamiento radical sobre varias cuestiones, esto ha llevado a que algunas empresas cambien su enfoque ESG y de políticas de diversidad e inclusión. Como empresas es importante resaltar los valores organizacionales para tener una línea clara y una postura frente a estos nuevos retos geopolíticos que enfrentamos y tener claro estos discursos de odio y polarización no deberían modificar nuestro compromiso con el planeta.
Debemos seguir impulsando la descarbonización, apostar por energías renovables, tener en la agenda temas de diversidad e inclusión y sobre todo ser más conscientes en la forma de hacer negocios, este mundo es de todos y todos somos responsables del mundo que queremos dejar a futuras generaciones.

El valor del altruismo, por Aldo Farrugia
Aldo Farrugia es un mexicano comprometido con el altruismo y la RS. Fundador y Director de Comunal, una agencia que promueve el impacto social mediante consultoría, marketing con causa y conferencias. También preside la Fundación Comunal, dedicada al fortalecimiento de organizaciones sin fines de lucro.
Con una formación en Mercadotecnia y certificaciones en Estrategia Comercial y Sostenibilidad, ha colaborado con más de 50 ONGs, enfocándose en ayudar a diversos grupos vulnerables, desde personas con discapacidad hasta pacientes con cáncer.
Busca transformar el individualismo en activismo, fomentando la empatía y la participación social entre los mexicanos. En 2023, desafió sus propios límites al correr el maratón de la CDMX a ciegas para apoyar a niños con retinoblastoma, logrando recaudar más de $500,000 mxn y obteniendo un Récord Guinness.