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Todos somos parte de ese mal llamado discriminación

Discriminación

El mundo quedó impactado por el asesinato en masa cometido el fin de semana en Florida. Los hechos en concreto son que una persona abrió fuego en un centro nocturno LGBT de Orlando. El acto ha sido calificado de homofóbico, intolerante, discriminatorio; en resumen un crimen de odio injustificable y absurdo.

Cambiaré de tema para retomarlo un poco más adelante. Hoy por la mañana vi un cartón de Mafalda donde Susanita lee el periódico y se da cuenta de todas las tragedias que están sucediendo en el planeta; acto seguido, ante una expresión de amargo asombro de Mafalda, dice: ¡Por suerte el mundo queda tan, tan lejos!

Mafalda Discriminacion

Eso es justamente lo que nos sucede con hechos tan deleznables como el de Orlando. Somos tristes y enardecidos espectadores. Nos solidarizamos. Subimos comentarios y posturas a nuestros blogs y redes sociales, criticamos, peleamos, discutimos por puntos de vista… pero no vemos que eso vive entre nosotros todos los días, y que sin ser criminales ni llegar a estúpidos extremos, también ponemos nuestro granito de arena en la montaña del sinsentido.

Y es que en ocasiones nos creemos tan puros… tan limpios… pero en realidad no lo somos, y hasta que tengamos el valor de aceptarlo y obremos en consecuencia, la realidad no va a cambiar, sea aquí, en Orlando, en Oaxaca, Francia o Afganistan.

Discriminación es toda acción u omisión en la que por una concepción personal, se le da un trato diferente del resto a personas, grupos o instituciones.

Discrimina el hombre cuando piensa que una mujer no puede ejercer el trabajo con la misma eficiencia y entonces le limita oportunidades, sueldo y otras formas de trato equitativo.

Discrimina el agnóstico al mofarse ácidamente de aquellos que han decidido ejercer su fe de cualquier manera. No es esto muy diferente del que cree y critica a otro porque ha decidido creer en un dios diferente. ¿A cuántas guerras ha conducido esto?

Discrimina el heterosexual cuando considera que su forma de relacionarse y comportarse es la única válida y natural.

Discrimina el intelectual cuando menosprecia y se burla ya sea en voz alta o en silencio sórdido, de aquellos que parecen saber menos que él.

Discrimina el de piel blanca cuando mira hacia abajo al de un color distinto, como si la raza pudiera determinar la valía de un ser humano.

Discrimina aquel que tiene una situación económica afortunada y mira y trata con desdén a los que poseen menos.

Discrimina el que posee completas y sanas sus facultades físicas y mentales, y percibe que aquel que no las tiene, merece menos.

Discrimina el que vive en una determinada zona geográfica y piensa que aquellos que nacieron en otro punto cardinal no son dignos de merecer lo mismo que el tiene.

Discrimina el joven cuando en su fuerza y vigor considera torpemente que la edad es una enfermedad y que a quien la padece se le debe relegar.

Hay muchas formas de discriminar. Muchas. Discriminamos con acción u omisión. Alzando la voz o fingiéndonos sordos.

Lo que sucedió en Orlando no está tan alejado de nuestra realidad diaria como Susanita pudiera pensar. La discriminación, el odio, el rechazo, la mofa ocurre todos los días, y muy probablemente en tu escritorio, en tu departamento o en el de al lado ¿haces algo para frenar la espiral?

No, no subas tus comentarios a redes sociales… tus pensamientos vertidos en el mundo virtual, antes debieran ser acciones en el real.

Discriminar por sexo, raza, religión, costumbres, edad, salud, economía o cualquier otra vía es solo un signo de inmadurez mental, y mientras no aceptemos esto, seguiremos viviendo en comunidades con un avance social lerdo y tortuoso… y a veces humillante y caótico.

Solo una reflexión.

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