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Entendiendo la Responsabilidad Social¿Qué es el “factor asco” y por qué está frenando la economía...

¿Qué es el “factor asco” y por qué está frenando la economía circular?

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Imagina una economía donde casi todo lo que usamos puede volver a circular: muebles restaurados, electrónicos reacondicionados, ropa reutilizada y alimentos con apariencia imperfecta pero valor nutricional intacto. Esa es la promesa de la economía circular. Sin embargo, un obstáculo emocional y profundamente humano está poniendo freno a este cambio necesario: el “factor asco”.

Según un artículo de edie, aunque el planeta exige decisiones más conscientes, muchos consumidores aún sienten rechazo al usar productos que alguien más ya ha utilizado. Este sesgo, aunque irracional en muchos casos, tiene un peso enorme. Según el estudio de BSI y CISL, es una de las barreras más persistentes para adoptar hábitos sostenibles. Y el reto no es solo cultural, sino comunicacional y estructural.

Qué es el “factor asco”: un obstáculo subestimado

El término “factor asco” se refiere a esa sensación de incomodidad, rechazo o desconfianza que genera el uso de objetos que ya han sido poseídos o utilizados por otros. Aunque no siempre se expresa abiertamente, es una emoción potente que condiciona decisiones de consumo.

En el contexto de la economía circular, este sesgo está afectando negativamente la voluntad de comprar productos reacondicionados o reutilizados. A pesar de que el 68 % de las personas se siente motivada por el impacto ambiental, la práctica no acompaña al discurso. Sólo el 25 % estaría dispuesto a comprar alimentos imperfectos, y apenas un tercio consideraría adquirir electrónicos de segunda mano.

Qué es el factor asco

El dilema es evidente: queremos ser sostenibles, pero no a costa de nuestra percepción de limpieza, seguridad o calidad. Es ahí donde el “factor asco” frena el verdadero potencial transformador de la economía circular.

Higiene, seguridad y calidad: el trinomio que alimenta la desconfianza

Los datos del estudio son reveladores:

El 56 % de los encuestados duda de la calidad de los productos circulares; el 51 % teme por su seguridad, y el 49 % cuestiona su confiabilidad.

Estos miedos alimentan la brecha entre la intención de actuar sosteniblemente y la acción concreta.

El “factor asco” no se trata solo de una reacción visceral. Está profundamente vinculado a preocupaciones legítimas, aunque a veces sobredimensionadas. Cuando se trata de alimentos, electrónicos o artículos para el hogar, la percepción de riesgo es mayor, incluso si los estándares de reacondicionamiento garantizan su buen estado.

Este fenómeno nos exige trabajar desde una perspectiva ética y técnica. No basta con ofrecer alternativas sostenibles; también hay que desactivar los prejuicios que impiden su adopción.

Etiquetas de confianza: una herramienta subutilizada

Uno de cada tres consumidores duda de la veracidad de las afirmaciones de sostenibilidad que hacen las marcas. Esto es crítico. Si no confiamos en los mensajes, difícilmente apostaremos por opciones circulares. Aquí, los sellos de certificación y las pruebas de durabilidad pueden marcar la diferencia.

El informe revela que el 59 % de las personas confiaría más en productos circulares si estuvieran avalados por etiquetas reconocidas.

Esta cifra demuestra que el reto no solo está en superar el “factor asco”, sino en construir mecanismos de validación que generen seguridad. En este sentido, las empresas tienen una oportunidad invaluable: profesionalizar sus narrativas, dejar atrás el greenwashing y apostar por la trazabilidad, la transparencia y el respaldo técnico de sus productos circulares.

Más allá del precio: ¿es realmente menos conveniente lo circular?

El costo sigue siendo una barrera para muchas personas. Casi la mitad de los encuestados mencionó el precio como un factor que los desanima a optar por opciones sostenibles. Pero también hay una percepción de que lo circular es menos práctico.

El 37 % considera que las alternativas circulares no se adaptan con facilidad a su estilo de vida. Aquí, el “factor asco” se mezcla con dinámicas de consumo tradicionales, donde lo nuevo representa comodidad, estatus y rapidez.

El cambio requerirá rediseñar la experiencia del consumidor circular: hacerla más accesible, atractiva y funcional. Desde los canales de distribución hasta el empaque y el servicio postventa, todo debe reflejar una lógica de valor, no de sacrificio.

Qué es el factor asco

La economía circular necesita más que intención: necesita confianza

El 76 % de los encuestados reconoce que sus decisiones personales pueden impulsar la sostenibilidad. Sin embargo, los materiales reutilizados en la economía global pasaron del 7.2 % al 6.9 % en los últimos años. Una paradoja que revela que la intención no está transformándose en hábito.

Para resolver esta contradicción, se necesita reforzar la narrativa en torno al valor de los productos circulares. Esto implica no solo informar, sino emocionar y demostrar con hechos. Las marcas deben generar experiencias positivas, historias que dignifiquen lo restaurado y eduquen sobre los beneficios de alargar la vida útil de los productos.

Solo así se podrá debilitar el poder del “factor asco” y comenzar a cerrar la brecha entre la conciencia ambiental y el consumo responsable.

Políticas públicas y regulaciones: el futuro de la circularidad

La intervención gubernamental también será clave. El Reino Unido ya se prepara para lanzar una Estrategia de Economía Circular que incluirá medidas para sectores críticos como el textil y la construcción. Aunque no será vinculante legalmente, podría dar pie a futuras regulaciones.

Las políticas deben acompañar este cambio cultural con incentivos, normas claras y educación ambiental desde edades tempranas. Porque si bien el 86 % cree que gobiernos y empresas deben liderar la transición, aún se necesita un marco que facilite y acelere el cambio.

Reducir los residuos, fomentar la reutilización y potenciar el reciclaje podría representar beneficios económicos gigantescos. Solo en el Reino Unido, estas prácticas podrían añadir 25 mil millones de libras a la economía para 2035.

Redefinir lo usado como valioso

Hablar de qué es el “factor asco” es abrir una conversación incómoda pero urgente. No podemos permitir que un sesgo emocional detenga una transformación estructural. La economía circular no es una utopía: es una necesidad frente al agotamiento de recursos y el cambio climático.

Si queremos que lo circular deje de ser una excepción y se convierta en norma, necesitamos rediseñar nuestra relación con los objetos usados. Eso implica cambiar mensajes, redoblar esfuerzos en educación y generar experiencias que conecten desde la confianza.

Y sobre todo, necesitamos recordar que la sostenibilidad no empieza en los materiales, sino en la forma en la que los miramos. Porque lo que hoy rechazamos por “asco”, mañana podría ser la clave para habitar un planeta más justo y habitable.

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