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Problema o crisis

Forma y Fondo CXXXIX
Por: Pedro Silva Gámez

Se habla tanto de la crisis en todas sus facetas y en foros tan diversos, que sucede algo parecido a la reacción ante el ruido urbano: ya es tan normal, que en ocasiones se le presta poca atención o simplemente se ignora, lo cual no es igual a minimizar su daño o evitar sus efectos.

No se puede olvidar que existe la llamada generación de la crisis, hoy rondando los treinta y cinco años de edad, que además de que nació y creció escuchando el término como algo habitual, a su vez tiene hijos que repiten el proceso, pero agudizado.

De diferentes formas, pero a todos toca vivirla y enfrentarla día a día. Sin embargo no es lo mismo un problema que una crisis. Problemas ocurren todos los días y hay alternativas de solución. La crisis requiere de habilidades especiales con una sinergia, una participación activa y concertada de varios órganos, en busca de una solución. Su gestión es tan compleja que es fácil perder el control de la situación.

El primer paso está dado cuando se identifica plenamente el panorama de crisis, pero no es redituable a un sistema o a una imagen política; produce alarma y desasosiego en los afectados. Es mejor paliar la realidad dándole el tono de problema. Así el deterioro ambiental, el agotamiento de recursos, la insuficiencia alimentaria, la desertificación, los desplazados ambientales y todo lo demás, se maneja según lo requiera el momento.

Casi termina el 2010, año dedicado a la conservación y a la biodiversidad, tema que por su prioridad debería estar al lado de la pobreza, la educación, el desempleo y la seguridad; pero parece que todavía no se asume su gravedad y sus consecuencias parecen lejanas e irreales.

La situación ambiental en el país, se sigue deteriorando, de igual manera que en todos los Continentes, con impactos en extensas escalas geográficas y con casos muy agudos. Las acciones en conservación y gestión ambiental poco revierten estos procesos de degradación y apenas alcanzan y reducen su avance. La brecha sigue negativa y aumenta año tras año.

Existen muchas iniciativas en cuanto a conservación y recuperación de ecosistemas y áreas protegidas, preservación de especies, en una palabra, para tener un mundo habitable. Todas son bienvenidas y apoyadas. No obstante, es difícil dejar de reconocer que tales medidas van muy por detrás del grado de deterioro ecosistémico. Los reportes que explican la gravedad y alcances de la situación, cambian el tono de alarma por el color de apostar a la esperanza en las acciones que se toman y que servirán para mejorar la situación.

Parece que la consigna es minimizar, negar, culpar a otros y olvidar, al fin que el tiempo todo lo cubre. Es común y repetitiva la falta de atención a la problemática ambiental y sus impactos negativos. Siempre hay explicaciones como: se están solucionando, se conformaron mesas y comisiones de estudio, se convocó a la ciudadanía y a los consejos respectivos, cuya función es de voz más que de operación, hasta dejarlos de lado.

Las acciones que se emprenden en contra del deterioro ambiental no guardan correlación con la gravedad de los problemas. De ser así, gobiernos y organismos internacionales trabajarían estrechamente y sin pretextos de no adhesión a los acuerdos y otras evasivas, ante la emergencia ecológica del Planeta.

Es evidente, se acumula y agrava la crisis ambiental. Y no es precisamente prometedora la reacción de gobiernos y sistemas políticos. Los nuevos gobiernos y sus tendencias innovadoras, en cualquier Continente, no están fortaleciendo las políticas y acciones ambientales. Enfatizan en la industria extractiva, como panacea ante las necesidades nacionales y para competir como los principales productores a nivel mundial. Apuestan a la exportación minera, de hidrocarburos y granos; a la explotación de granos para producción de biocombustibles, sin pensar en la insuficiencia de los mismos para consumo humano y animal, junto con la especulación en alimentos derivada de todo ello. Como resultado inevitable, los conflictos ambientales, de la mano con los económicos y sociales, avanzan a lo largo y ancho del mundo.

La humanidad está viviendo con la herencia de la riqueza amasada por la sociedad industrial: el círculo vicioso, empleo, producción, consumo. La lógica del desarrollo consumista en la que es primordial tener antes que ser, la victoria del capital sobre el ser humano, cuya única aspiración es trabajar.

Es la oportunidad para reorientar políticas ambientales, hábitos de consumo y de producción dirigidos a vivir mejor con menos. Recordar que los recursos naturales son un bien común, que las riquezas naturales y socialmente producidas son un derecho fundamental de cualquier persona por el mero hecho de existir.

La forma: ante esta crisis, resultado de las fallas estructurales y sociales reflejadas en la devastación ecológica, viene ahora la apuesta sensata y necesaria para invertir la herencia de la humanidad constituida por su riqueza social y natural, como herramienta de las nuevas fuerzas productivas y de las generaciones futuras.

El fondo: la reivindicación de la Humanidad consigo misma y con el siglo XXI.

Y no lo olvidemos: TODOS SOMOS NATURALEZA.

Fuente: Acacia Fundación Ambiental A.C

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