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Columnistas ExpokLa igualdad (como Santa Claus) no existe, son los papás

La igualdad (como Santa Claus) no existe, son los papás

Si estás leyendo esto, primero que nada: ¡gracias por estar aquí! Este es mi segundo texto en esta columna donde comparto reflexiones e información sobre diversidad, equidad e inclusión. Decidí arrancar con conceptos básicos porque, como en todo, para bailar cumbia primero hay que aprender a mover los pies. Así que, poco a poquito, vamos construyendo juntxs este camino.

 La semana pasada hablamos de diversidad e inclusión, pero dejamos pendiente un tema clave: la equidad.

Ahora, déjame preguntarte: ¿alguna vez en tu empresa has tenido esa conversación (o debate) donde alguien dice que «todas las personas deben ser tratadas igual»?

Es un argumento muy común. Suena justo. Suena lógico. Pero, ¿es práctico? La respuesta corta: no.

Cuando tratamos de convertir el lugar de trabajo en un espacio seguro y beneficioso para todas las personas, lo que realmente necesitamos no es igualdad. Lo que necesitamos es equidad.

¿Por qué no igualdad?

Porque nadie, absolutamente nadie, empieza desde cero. Especialmente en ambientes de trabajo donde la diversidad es una realidad, es imposible ignorar que cada persona llega con un contexto distinto. Las experiencias previas, las barreras enfrentadas y las oportunidades disponibles son diferentes para diferentes grupos.

Cuando pretendemos que tratar a todas las personas por igual es suficiente, lo que hacemos es ignorar estas diferencias. Y al ignorarlas, permitimos que las desigualdades estructurales sigan ahí, como si fueran parte natural del paisaje. Es como querer arreglar un edificio con grietas profundas pintándolo de blanco: parece que algo cambió, pero la estructura sigue igual de frágil.

Por eso, necesitamos equidad. La equidad no significa dar lo mismo a todas las personas, sino reconocer que las condiciones no son iguales para todas. Se trata de ajustar, de balancear, de brindar el apoyo necesario para que cada persona tenga la posibilidad real de aprovechar las oportunidades, sin importar los obstáculos con los que llega al lugar de trabajo.

Veamos un ejemplo sencillo imaginándonos una cena en la que queremos que todxs lxs invitadxs disfruten del festín.

En teoría, la igualdad busca que todas las personas tengan acceso a los mismos recursos. Suena bien, ¿verdad? Una gran mesa llena de platillos deliciosos, misma para todxs, con sillas idénticas para cada invitadx.

Pero la realidad no es tan sencilla. La silla tradicional no funciona para todas las personas: tal vez son demasiado bajas para alguien pequeño, inútiles para alguien en silla de ruedas o, simplemente, no toman en cuenta las necesidades específicas de cada quien. Entonces, aunque parece que estamos siendo «justxs», en realidad estamos ignorando las diferencias que existen.

Ahí es donde entra la equidad. La equidad no busca que todas las personas tengan lo mismo, sino que todas puedan participar, disfrutar y estar en condiciones justas. Para algunas, esto significa un cojín extra, una silla diferente; para otras, quitar la silla y una mesa de altura adecuada para una silla de ruedas por ejemplo.

Este escenario es un reflejo de lo que pasa en nuestra sociedad. No partimos desde las mismas condiciones porque muchas personas cargan con barreras sistémicas que vienen de siglos de jerarquías, privilegios y discriminaciones. La equidad reconoce esas barreras y propone soluciones para desmontarlas.

No se trata solo de dar «la misma silla a todas las personas», sino de asegurarnos de que cada quien tenga lo que necesita para sentarse en igualdad de condiciones.

La equidad en el trabajo: ¿cómo se ve realmente?

Hablar de equidad en el lugar de trabajo no es tan sencillo como parece. Lo que para una persona puede ser un trato justo, para otra podría no ser suficiente. Al final, todo se reduce a las experiencias únicas de cada quien, y ahí es donde se complica: la equidad no se puede meter en una fórmula universal.

Entonces, ¿cómo puede una organización demostrar que se toma en serio la equidad? El primer paso es reconocer esta realidad: no todas las personas tienen las mismas necesidades ni enfrentan las mismas barreras.

Fomentar un lugar de trabajo equitativo comienza con algo básico pero poderoso: crear un entorno seguro donde todas las voces puedan ser escuchadas para comprender realmente el apoyo que los diferentes grupos pueden requerir. Un espacio donde se pueda hablar abiertamente, sin miedo, y construir entendimiento mutuo. Porque antes de resolver, hay que escuchar.

Y tú, ¿Identificas en tu organización alguna iniciativa que fomente un ambiente de equidad?


Con.tribu.yendo por Azucena Martínez

Azucena Martínez es estratega con más de una década de experiencia colaborando con marcas globales y un firme compromiso con la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI). Su formación en instituciones como el Tecnológico de Monterrey, Fudan University y Cambridge Judge Business School le ha brindado bases sólidas, mientras que las experiencias compartidas con personas de contextos diversos han enriquecido su perspectiva y ampliado su visión del mundo.

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