Las mujeres emprendedoras en México se encuentran incursionando cada vez más dentro del ámbito empresarial. Aun así, es bien sabido que la brecha de género persiste y se requieren esfuerzos de apoyo para que las mujeres no solamente emprendan, sino que sus negocios sean sostenibles en el largo plazo.
Conscientes de la urgencia por hacer equipo con las emprendedoras en el ámbito tecnológico, así como la adopción de herramientas digitales que impulsen la educación, crecimiento y desarrollo e estas compañías en México y Latinoamérica, Aurora Tech, el premio global impulsado por inDrive presentó su lista de las 100 fundadoras más prometedoras de 2026. Esta presea tiene por objetivo impulsar a fundadoras tecnológicas de mercados emergentes.
En esta edición del Aurora Tech, 8 mexicanas se posicionaron entre las 100 fundadoras: Anaís Cisneros con Amela, que brinda tutoría personalizada a través de una plataforma tecnológica; Belén Espinosa con Prueba mi Ride, que impulsa la movilidad sostenible; Jazmín Anouna con La floración, que impulsa el trabajo colaborativo en comunidades a través de la IA; Jeanne Solofrizzo con BuscoRoomies, que promueve la vivienda segura a través de programas creados con IA; Karina Schwartzman con Colectivo SEED, que impulsa la construcción sostenible; María Román con Reserva, que desarrolla herramientas de gestión empresarial digital; Patricia Florencia con Pilou, que impulsa la gestión de riqueza con IA, y Regina Paredes Gorostieta Jiménez con Muevetex, que impulsa la movilidad eficiente con tecnología geoespacial.
La edición 2026 del premio registró un récord de 3.400 postulaciones de 127 países, frente a 2,018 candidaturas de 116 países el año pasado. Las solicitudes provinieron principalmente de Nigeria, Kazajistán, Kenia, Colombia, Egipto, Brasil, India, Chile, Pakistán y México, lo que confirma el crecimiento y alcance global de la innovación liderada por mujeres.
Emprendimientos con enfoque de impacto social
Las fundadoras trabajan en campos muy diversos, desde bienestar y longevidad hasta plataformas médicas digitales y tecnología deportiva, pero todas comparten una misma intención: crear soluciones reales para necesidades cotidianas en sus comunidades. En los países con mayor participación, la IA se ha vuelto una herramienta clave en muchos de estos proyectos, y cada vez más emprendedoras conectan su trabajo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, mostrando una evolución hacia iniciativas con un impacto social más profundo.
En cuanto a capital, en América Latina el monto promedio solicitado por startups en etapa temprana se mantuvo por debajo de USD 1 millón: Colombia reportó alrededor de USD 620 mil, México cerca de USD 500 mil, Chile casi USD 400 mil y Perú entre USD 300 mil y 340 mil, para escalar sus respectivas empresas.
“De entre más de 3,400 solicitudes, nuestro Top 100 representa al 3% superior, fundadoras verdaderamente excepcionales. Están creando empresas comercialmente potentes y que definen categorías, capaces de resolver problemas reales a los que se enfrentan sus comunidades y mercados. Estamos encantadas de que hayan decidido presentar su candidatura y orgullosas de destacar su impacto”, mencionó Isabella Ghassemi-Smith, Directora del Aurora Tech Award.
Las finalistas se anunciarán en febrero de 2026 y las ganadoras serán reconocidas en una ceremonia global a finales del mismo año. Además del reconocimiento internacional, las emprendedoras seleccionadas podrán acceder a premios en efectivo —incluyendo US $50,000 para el primer lugar, US $20,000 para el segundo y US $15,000 para el tercero— así como a mentorías especializadas, visibilidad global y acceso a una red internacional de inversionistas y aliados estratégicos. Para consultar la lista completa, ingresa al siguiente enlace.
En un contexto de retos globales como el cambio climático, la escasez de recursos y la creciente demanda de productos saludables y accesibles, es fundamental generar conocimiento que permita diseñar alimentos más seguros, nutritivos y sostenibles, y que a la vez respondan a las necesidades sociales, ambientales y de salud. Por ello, la alimentación del futuro requiere soluciones basadas en evidencia científica, innovación tecnológica y colaboración interdisciplinaria, así lo destacaron especialistas durante el VIII Congreso de Ingeniería en Alimentos: FoodTech Evolution, organizado por la Universidad Iberoamericana.
La investigación científica y la innovación en la industria alimentaria impulsan la transformación de los alimentos, desde nuevas técnicas de procesamiento y conservación, hasta la formulación de productos más funcionales y de mayor calidad nutricional. Estos avances contribuyen a reducir desperdicios, prolongar la vida útil de los alimentos y garantizar su disponibilidad, fortaleciendo la seguridad alimentaria y ampliando el acceso a opciones seguras y nutritivas para más personas.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), más de un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial nunca se consumen, lo que representa una pérdida de recursos naturales, económicos y humanos sin precedente. Además, los recursos del planeta se están utilizando 80% más rápido de lo que pueden regenerarse, lo que subraya la urgencia de transformar los sistemas alimentarios hacia modelos más eficientes y sostenibles, donde la ciencia y la tecnología de alimentos ocupan un papel central.
“Espacios como el FoodTech Evolution cobran una relevancia especial ya que más allá de ser un evento académico, el Congreso representa una plataforma de reflexión y colaboración entre estudiantes, investigadores y líderes del sector comprometidos con transformar los sistemas alimentarios desde una perspectiva sostenible, inclusiva e innovadora”, señaló Alejandra Cantoral, académica de la Ibero, quien participó en la mesa Procesamiento de alimentos y salud: Evidencias y controversias sobre los ultraprocesados, de este octavo congreso.
A lo largo de conferencias, talleres y paneles, se abordaron temas como el procesamiento inteligente de alimentos, reformulación de productos, trazabilidad, economía circular y equidad en la cadena alimentaria, todos ellos esenciales para construir sistemas alimentarios más resilientes. En el caso del procesamiento, por ejemplo, se destacó que, apoyado en la ciencia, es un aliado estratégico del futuro alimentario al permitir optimizar recursos, mantener la calidad nutricional y funcionalidad de los productos, y ofrecer soluciones convenientes sin comprometer la seguridad ni la sostenibilidad.
Además, durante el evento se destacó la importancia de tomar decisiones de consumo basadas en evidencia científica, evitando interpretaciones simplistas o estigmatizantes de ciertos alimentos o ingredientes. Y es que fomentar un consumo informado fortalece la confianza de la sociedad en los procesos, productos y profesionales que conforman el sistema alimentario, y permite que la innovación y la ciencia tengan un impacto real en la vida cotidiana de los consumidores.
“Tenemos que hablar con los alumnos, ellos son el futuro de esta profesión que combatirá el hambre. Debemos olvidar la palabra de ultraprocesados. Los alimentos son crudos, procesados (y todos procesamos nuestros alimentos en nuestras casas, en nuestras cocinas, básicamente todos) o industrializados, porque salen de una fábrica. Lo que debe saber el consumidor es que todos los alimentos disponibles son seguros para su consumo, en lo que debemos enfocarnos en todo caso es en su perfil nutricional”, destacó Márcia Terra, miembro del Consejo de la National Association for Diabetes Care, ANAD por sus siglas en inglés y experta en Nutrición.
Por su parte, Adriana Quintero, nutrióloga especializada en inocuidad y ciencia de alimentos, ex consultora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aseguró que los aditivos tienen una funcionalidad, sin embargo, el término de ultraprocesados es impreciso, por lo que deberíamos centrarnos en la composición del alimento, independientemente de dónde o cómo fue procesado. “El término ha sido incorrecto, y puede llevar interpretaciones erróneas o estigmatizantes, lo que puede generar confusión en la calidad alimentaria y desalentar el uso de tecnologías que mejoren la calidad de los alimentos”.
Así, la colaboración entre academia, industria y comunidad, junto con espacios de diálogo como el FoodTech Evolution, demuestra que reunir distintas perspectivas es clave para generar debate, aprendizaje y creación de soluciones que impulsen un futuro alimentario más sostenible, saludable y accesible para las próximas generaciones.
Durante este año, la marca de baterías automotrices LTH reafirmó su compromiso con la responsabilidad social y la sostenibilidad a través las Eco Jornadas, programa de educación ambiental que a través de talleres, dinámicas y pláticas interactivas buscan generar conciencia en el cuidado del planeta, registrando uno de los cierres más sólidos desde su creación. A lo largo de 2025, la iniciativa integró educación ambiental, participación comunitaria y fortalecimiento del negocio, consolidándose como una plataforma de impacto integral en México y Centroamérica.
En territorio nacional, las Eco Jornadas superaron los 263 mil participantes, lo que representa un crecimiento del 22% frente al ejercicio anterior. Este avance refleja la expansión constante del programa y una mayor cercanía con comunidades, escuelas y distribuidores, aliados estratégicos clave para amplificar estos resultados.
Uno de los logros más destacados de 2025 fue el fortalecimiento del modelo uno a uno con distribuidores, que amplió su operación de ocho a 12 centros activos y alcanzó a 6 mil participantes, logrando un crecimiento de 50%. A nivel nacional se alcanzó presencia en más de 25 ciudades del país, mientras que la participación en proyectos culturales como el Festival Papirolas y Cumbre Tajín, impactaron a 11 mil asistentes, creciendo un 57% respecto a 2024. Por otro lado, en Centroamérica, las Eco Jornadas alcanzaron a 25 mil personas (un incremento del 37.5%) con operaciones en Costa Rica, Guatemala, Honduras y República Dominicana.
Desde su lanzamiento en 2010, las Eco Jornadas han beneficiado directamente a más de 1.7 millones de personas -principalmente a niños de primaria- y han generado un impacto indirecto superior a los 7 millones. Cabe destacar que, en el periodo comprendido entre octubre de 2024 y septiembre de 2025, el programa alcanzó su máximo registro histórico anual al beneficiar alrededor de 300,000 personas, reafirmando su relevancia como una iniciativa de largo plazo con resultados exponenciales.
Con estas acciones, la marca LTH posiciona a las Eco Jornadas como una iniciativa regional líder que impulsa la educación ambiental, el uso responsable de los recursos y la participación ciudadana activa.
México se encuentra entre los diez países con mayor generación de residuos electrónicos a nivel mundial, un fenómeno derivado del alto consumo de dispositivos por tendencias donde el avance de la tecnología y el contar con dispositivos de última generación son primordiales. Este volumen de desechos, conocido también como el e-waste, presenta serios desafíos ambientales y económicos alrededor del mundo.
La cantidad de residuos electrónicos generados anualmente en el país es significativa. Los datos más recientes de informes como el Observatorio Internacional sobre Residuos Electrónicos de la ONU, indican que en 2022 México produjo aproximadamente 1.5 millones de toneladas de basura electrónica, es decir, el equivalente a llenar cinco o hasta seis veces la capacidad del Estadio Azteca. Por ende, a nivel individual, cada ciudadano mexicano genera cerca de 12 kilogramos de residuos electrónicos anualmente. Mientras que únicamente para la Ciudad de México, esta cifra que se proyecta es de 320 toneladas por día y 12.6 kg por persona de forma anual.
La composición de estos residuos abarca una amplia gama de productos, siendo los más comunes: equipos de cómputo de escritorio y portátiles; smartphones, tabletas, pantallas y monitores; así como electrodomésticos de diferentes tamaños como refrigeradores, lavadoras, hornos de microondas y otros aparatos de cocina.
El manejo de los residuos electrónicos también muestra un amplio margen de mejora en la región de América Latina, donde el porcentaje de residuos electrónicos que se recupera formalmente es muy bajo, llegando a niveles cercanos al 3%. Específicamente en México, la tasa de reciclaje formal oscila entre el 4% y el 10% del total generado. El remanente se dirige a rellenos sanitarios o circuitos informales, donde se extraen materiales de valor, liberando metales pesados altamente tóxicos como plomo y mercurio, lo que representa un riesgo para la salud y el medio ambiente.
De acuerdo con estimaciones del mismo informe, si se mantiene el ritmo acelerado de generación de residuos como hasta ahora, en 2030 se generarán a nivel mundial cerca de 82 mil millones de kilogramos de residuos electrónicos. Por ello, la economía circular ofrece alternativas basadas en la reutilización y reacondicionamiento de los dispositivos para minimizar este impacto.
Empresas como Reducto, startup mexicana de tecnología circular, demuestran que la extensión de la vida útil de los dispositivos puede ser una estrategia efectiva para mitigar el daño medioambiental de la industria, por medio de un modelo de negocio basado en el reacondicionamiento certificado de equipos premium como smartphones y tabletas priorizando la reducción de los desechos electrónicos al ofrecer equipos reacondicionados con garantía y trazabilidad en su plataforma web y aplicación móvil.
El impacto ambiental de la estrategia es tangible. Al año, se producen cerca de 30 millones de smartphones en el mundo que generan emisiones equivalentes a 150 mil automóviles y consumen el agua de 900 mil albercas olímpicas. Reutilizar un dispositivo, por el contrario, genera un ahorro aproximado de 15 mil litros de agua y un 87% del uso de materiales crudos, además de evitar entre el 70% y el 85% de las emisiones de dióxido de carbono que se generarían al fabricar un equipo nuevo.
Estrategias Personales para Reducir el E-Waste
La mitigación de este problema también requiere un cambio en el comportamiento del consumidor. Reducto recomienda la aplicación de hábitos enfocados en prolongar la vida útil de la tecnología y asegurar su disposición final formal:
● Consumo Responsable: Evitar el consumo impulsivo y evaluar si la compra de un nuevo dispositivo es una necesidad real, optando por la calidad y durabilidad
● Priorizar la Reparación: Optar por reemplazar o reparar componentes dañados (como baterías o pantallas) antes de desechar el dispositivo completo
● Cuidado Diario: Implementar acciones para mantener la funcionalidad de los equipos, como evitar el sobrecalentamiento, usar protectores contra sobretensiones, y apagar los equipos regularmente
● Elegir Reutilización o Donación: Dar una segunda vida al equipo, bien sea a través de la venta a empresas de reacondicionamiento como Reducto, o donándolo a escuelas o albergues
● Disposición Adecuada: Cuando el equipo ya no es funcional, debe entregarse en programas oficiales de acopio o en los programas de devolución que ofrecen los fabricantes, en lugar de tirarlos a la basura común.
Para conocer más información acerca de los productos, servicios y procesos de recompra y reacondicionamiento de Reducto, visita su página web reducto.mx, descarga la app de Reducto para iOS, y consulta sus redes sociales en InstagramReducto MX y LinkedInReducto
El 2025 será recordado como un año de contrastes en la agenda climática. Mientras el debate político internacional mostró señales de fatiga —con acuerdos debilitados y una retórica más moderada—, la innovación tecnológica siguió avanzando con una lógica propia, más ligada a la eficiencia, la competitividad y la viabilidad económica que al discurso.
En ese contexto, la conversación sobre sostenibilidad se desplazó del “qué deberíamos hacer” al “qué ya funciona”. Lejos de promesas futuristas, varias soluciones demostraron que la transición puede acelerarse cuando la tecnología madura y encuentra incentivos reales para escalar. Así, las tecnologías limpias en 2025 se convirtieron en un termómetro claro de hacia dónde se está moviendo la acción climática en los hechos.
5 tecnologías limpias en 2025:
1. La inteligencia artificial como aliada energética
De acuerdo con un artículo de edie, la inteligencia artificial dejó de ser solo una promesa digital para convertirse en un factor estructural del sistema energético. El crecimiento acelerado de los centros de datos elevó la preocupación por su consumo eléctrico, que hoy crece varias veces más rápido que la demanda global promedio. Sin embargo, este reto también abrió la puerta a una nueva generación de eficiencias.
Durante 2025, la IA se utilizó para optimizar el diseño, la operación y la gestión energética de estas infraestructuras críticas. Desde plataformas de control inteligente hasta software capaz de reducir picos de consumo, la innovación se enfocó en hacer más con menos energía, no solo en consumir más.
Al mismo tiempo, la presión sobre la red impulsó inversiones en fuentes como la geotermia avanzada y la energía nuclear de nueva generación. La lección fue clara: la digitalización puede tensionar al sistema, pero también ofrecer herramientas clave para descarbonizarlo.
2. El dominio silencioso de la energía solar
La energía solar confirmó su papel como columna vertebral de la transición energética. En 2025, las nuevas instalaciones crecieron a un ritmo sin precedentes, impulsadas principalmente por Asia, mientras Europa consolidó capacidades ya existentes y enfrentó nuevos retos regulatorios y de planeación.
Más allá de los megavatios instalados, la innovación se concentró en destrabar cuellos de botella. Nuevos modelos de financiamiento facilitaron el acceso a sistemas solares para hogares y empresas, mientras herramientas digitales redujeron tiempos y costos en proyectos a escala de red.
En el plano tecnológico, las células solares de perovskita marcaron un hito al mejorar la eficiencia de los paneles tándem. Este avance confirmó que incluso una tecnología madura sigue teniendo margen para evolucionar y aportar más valor climático por cada metro cuadrado instalado.
3. Baterías más baratas: el acelerador de la transición energética
Las baterías protagonizaron uno de los avances más estratégicos del año: la caída sostenida de sus costos. En 2025, los precios de las baterías de ion-litio alcanzaron mínimos históricos, haciendo más accesible tanto la movilidad eléctrica como el almacenamiento de energía renovable.
Este abaratamiento fortaleció la capacidad de integrar fuentes intermitentes como la solar y la eólica, reduciendo la dependencia de respaldos fósiles. Además, permitió el despliegue de sistemas de almacenamiento a gran escala, fundamentales para la estabilidad de la red.
En paralelo, surgieron innovaciones en nuevas químicas y formatos, desde baterías de flujo a base de agua hasta microrredes móviles. El mensaje fue contundente: sin almacenamiento asequible, no hay transición energética viable.
4. Biocarbón: una solución climática subestimada
El biocarbón pasó de ser una tecnología de nicho a ganar mayor legitimidad científica. Estudios recientes demostraron que su capacidad de almacenar carbono de forma estable había sido infravalorada en los modelos climáticos tradicionales, abriendo nuevas oportunidades para su escalamiento.
Producido a partir de residuos orgánicos, el biocarbón no solo evita emisiones asociadas a la descomposición, sino que mejora la salud del suelo y puede integrarse en cadenas productivas existentes. Esta multifuncionalidad lo posicionó como una solución atractiva para sectores agrícolas e industriales.
Durante 2025, la innovación se centró en diversificar sus aplicaciones, desde materiales de construcción hasta empaques sostenibles. Más que una moda, el biocarbón confirmó su papel como tecnología madura con impacto climático tangible.
5. Marcos metalorgánicos: ciencia premiada con potencial climático
El reconocimiento con el Premio Nobel a los marcos metalorgánicos (MOF) puso en el radar público a un material con enorme potencial para la descarbonización. Su estructura altamente porosa permite capturar y liberar moléculas como CO₂ o hidrógeno con gran eficiencia.
Lo relevante en 2025 no fue solo el premio, sino la reducción de costos y el creciente interés industrial. Startups comenzaron a producir MOF en formatos más fáciles de integrar en procesos existentes, acercando esta tecnología del laboratorio al mercado.
BREAKING 🚨🚨🚨🚨
Palestinian chemist and researcher, Omar Yaghi, awarded the 2025 Nobel Prize in Chemistry for his groundbreaking contributions to metal–organic framework science. SHARE THIS. SHOW THE WORLD PALESTINE IS CAPABLE!!! 🇵🇸🇵🇸🇵🇸🇵🇸 pic.twitter.com/0TrjvrnS6h
Las aplicaciones en captura de carbono y almacenamiento energético posicionaron a los MOF como una de las apuestas más prometedoras a mediano plazo. Un recordatorio de que la ciencia básica sigue siendo clave para resolver desafíos sistémicos.
Las historias que marcaron el año muestran que la transición climática no avanza de manera uniforme, pero sí constante. Mientras algunos sectores enfrentan estancamientos políticos o regulatorios, la innovación tecnológica sigue encontrando caminos para escalar soluciones que ya son competitivas.
En conjunto, estas cinco experiencias reflejan el verdadero pulso de las tecnologías limpias en 2025: menos discursos grandilocuentes y más avances concretos. El reto ahora no es imaginar el futuro, sino acelerar la implementación de lo que ya sabemos que funciona.
Lo que revela el nacimiento de Grupo Más Vuelos desde la lupa ESG
El anuncio del 18 de diciembre de 2025 marcó un punto de inflexión en la aviación mexicana. Volaris y VivaAerobus acordaron conformar Grupo Más Vuelos, un holding que concentrará cerca del 70% del mercado doméstico de pasajeros. La operación, descrita como una “fusión entre iguales”, mantiene marcas y operaciones independientes, pero integra estructuras corporativas para ganar escala en un sector presionado por altos costos de flota, combustible y cadena de suministro.
Desde una perspectiva financiera y operativa, la lógica es clara. En un entorno de márgenes estrechos y alta volatilidad, crecer en escala es una estrategia defensiva. La pregunta relevante, desde una óptica de sostenibilidad, responsabilidad social y criterios ESG, no es si la integración tiene sentido económico, sino qué implica ese nuevo tamaño para la forma en que el grupo deberá ser observado y evaluado.
Una nueva escala cambia las reglas del juego
La creación de un holding de esta magnitud no es neutra desde el punto de vista de la gestión responsable. La escala transforma las expectativas. Un actor que concentra una porción tan relevante del mercado deja de ser solo un competidor eficiente y se convierte en un jugador sistémico, con impactos amplificados en lo ambiental, lo social y lo reputacional.
Desde la lupa ESG, la arquitectura corporativa abre posibilidades que antes no existían: un marco único de políticas en ética, anticorrupción, derechos humanos, protección de datos personales y cumplimiento; una gobernanza más robusta mediante comités transversales de riesgos, sostenibilidad, ciberseguridad o auditoría; y una mayor capacidad para ordenar, medir y reportar riesgos no financieros de manera consolidada.
En lo ambiental, la escala permite decisiones coordinadas sobre flota —ambas aerolíneas operan aviones Airbus de nueva generación—, una aproximación más estructurada al uso de combustibles sostenibles de aviación (SAF) y una gestión más consistente de las emisiones. También habilita mejores sistemas de medición, indispensables para avanzar hacia reportes que integren Scopes 1, 2 y, eventualmente, 3.
En la dimensión social y de gobernanza, el nuevo tamaño del grupo amplifica su relación con reguladores, inversionistas, aeropuertos, proveedores y comunidades, al tiempo que eleva las expectativas sobre cómo gestiona información sensible, como los datos personales de millones de pasajeros en un entorno cada vez más digitalizado.
Conviene subrayarlo desde ahora: la estructura lo permite, pero no lo garantiza.
Lo que hoy se comunica… y lo que queda implícito
Las declaraciones públicas de los presidentes de ambas aerolíneas ayudan a entender con claridad el punto de partida del nuevo grupo. El énfasis está puesto en crecimiento, precios bajos, eficiencia operativa y expansión de la conectividad.
Enrique Beltranena, presidente y CEO de Volaris, señaló que la formación del holding permitirá impulsar el crecimiento de la aviación en México “en línea con el modelo de precios bajos y vuelos punto a punto”. En el mismo sentido, Juan Carlos Zuazua, presidente y CEO de VivaAerobus, destacó la posibilidad de ofrecer tarifas ultrabajas y mayor conectividad, con beneficios para pasajeros, economías y comunidades locales.
Leídas desde una óptica ESG, estas declaraciones son consistentes con el momento del sector y con la naturaleza de la decisión. También muestran con claridad lo que hoy no está en el centro del discurso. La sostenibilidad, la gobernanza ASG, los compromisos ambientales consolidados o la gestión de riesgos no financieros aparecen de forma implícita —como condiciones para que la eficiencia funcione—, pero no como ejes estratégicos explícitos del nuevo holding.
La decisión de mantener marcas separadas refuerza esta lectura: sugiere autonomía operativa y una baja urgencia por armonizar políticas sociales, ambientales o de gobernanza en el corto plazo. No es que los criterios de gestión responsable estén ausentes; no ocupan hoy el centro de la narrativa.
El verdadero riesgo: crecer sin elevar el estándar
Aquí es donde el análisis ESG deja de ser narrativo y se vuelve estructural. Un holding que concentra cerca del 70% del mercado doméstico no solo gana escala: asume un rol sistémico dentro del sector. Eso cambia la naturaleza del riesgo.
El primer impacto no es reputacional, sino regulatorio y operativo. A mayor concentración, mayor escrutinio de autoridades, mayor sensibilidad ante fallas de servicio, mayor exigencia en cumplimiento normativo y menor margen de error. Decisiones que antes afectaban a una aerolínea ahora pueden afectar al funcionamiento del mercado completo.
En paralelo, emergen riesgos financieros y de acceso a capital. Inversionistas institucionales y acreedores con criterios ESG no observan solo indicadores ambientales o sociales aislados, sino la capacidad de gobernar riesgos no financieros en organizaciones complejas. Una integración que no eleva su estándar de gobernanza, control interno y gestión de datos puede enfrentar mayores costos de financiamiento, restricciones o exclusiones silenciosas.
En lo ambiental, el riesgo es igualmente estructural. En una industria intensiva en emisiones, la escala amplifica la huella climática y reduce la tolerancia a estrategias fragmentadas. Sin una visión consolidada de flota, combustibles sostenibles y reducción de emisiones, el crecimiento deja de ser ventaja y se convierte en pasivo frente a reguladores, mercados y alianzas internacionales.
Y en la dimensión digital y social, la concentración eleva exponencialmente la exposición. Millones de pasajeros, bases de datos integradas, sistemas interconectados y relaciones laborales más complejas hacen que las brechas de ciberseguridad, los conflictos laborales o las fallas operativas ya no sean incidentes, sino eventos de alto impacto sistémico.
Desde esta óptica, no elevar el estándar de gestión responsable al mismo ritmo que el crecimiento no es una omisión reputacional. Es una decisión que incrementa riesgos estratégicos, operativos y financieros.
Qué habrá que observar a partir de ahora
Para quienes siguen la agenda ESG, el nacimiento de Grupo Más Vuelos obliga a cambiar el marco de observación. A partir de ahora, no bastará con revisar iniciativas aisladas o buenas prácticas por aerolínea; habrá que mirar decisiones estructurales a nivel holding.
Más que discursos, será clave observar si la integración se traduce en instancias reales de gobernanza capaces de gestionar riesgos sistémicos: comités con peso institucional, códigos de ética y políticas de protección de datos armonizadas, y mecanismos efectivos de supervisión. En el plano ambiental, el foco no estará solo en anuncios, sino en si el grupo define metas consolidadas en emisiones, flota y combustibles sostenibles, coherentes con su nueva huella y escala operativa.
La transparencia será otro termómetro crítico. Avanzar hacia reportes integrados y comparables dirá más sobre la madurez del grupo que cualquier mensaje aspiracional. Y, en la dimensión social, habrá que observar cómo se gestionan relaciones laborales, diversidad y experiencia del pasajero en un mercado altamente concentrado, donde el margen de error es cada vez menor.
Estas señales permitirán distinguir si el nuevo grupo entiende su tamaño como una responsabilidad estructural que exige elevar estándares, o simplemente como una ventaja competitiva que maximiza eficiencia sin asumir plenamente sus implicaciones.
Una lectura final desde Expok
Desde la redacción de ExpokNews, la integración entre Volaris y VivaAerobus no puede leerse únicamente como una jugada financiera exitosa. Marca el inicio de una etapa distinta para la aviación mexicana, en la que la escala deja de ser solo una ventaja competitiva y se convierte en una fuente de responsabilidades ampliadas.
El tamaño que hoy hace conveniente esta alianza también eleva el nivel de riesgo, de impacto y de expectativas sobre cómo se gobierna el negocio. En ese contexto, la gestión responsable deja de ser un atributo aspiracional y pasa a formar parte del permiso social para operar. Y ese permiso, a diferencia de las sinergias financieras, no se decreta: se construye —o se pierde— con decisiones consistentes y resultados verificables.
En un sector tan visible, tan regulado y tan expuesto como la aviación, crecer sin elevar el estándar de gestión responsable no es una omisión menor ni un problema de narrativa. Es un riesgo estratégico de primer orden. Y los riesgos que no se gestionan a tiempo, inevitablemente, terminan por materializarse.
Durante años, muchas empresas trataron los temas ambientales, sociales y de gobernanza como un complemento reputacional. Algo deseable, pero no indispensable. Sin embargo, el contexto actual —marcado por crisis climáticas, presión regulatoria y expectativas sociales más altas— ha dejado claro que la sostenibilidad ya no es periférica, sino estructural. No verla así tiene consecuencias profundas.
El problema es que esos impactos no siempre se reflejan de inmediato en el estado de resultados. Son costos silenciosos que se acumulan en forma de riesgos, pérdida de confianza y decisiones mal informadas. Entender ese “costo invisible” es clave para cualquier organización que aspire a ser competitiva y resiliente en el largo plazo.
El riesgo que no aparece en los reportes financieros
Las organizaciones suelen medir lo que es tangible: ingresos, gastos, márgenes. Pero muchos riesgos críticos hoy se mueven fuera de esos indicadores tradicionales. Conflictos socioambientales, malas prácticas laborales o fallas de gobernanza pueden incubarse durante años antes de detonar una crisis.
Cuando estos riesgos se materializan, el impacto es abrupto: sanciones, cierres operativos, boicots o litigios. Lo costoso no es solo la multa o la pérdida puntual, sino el tiempo, la energía y el capital que se destinan a apagar incendios que pudieron prevenirse.
La ausencia de una estrategia ASG deja a la empresa reaccionando, no anticipando. Y en un entorno volátil, reaccionar siempre sale más caro que prevenir.
Decisiones estratégicas tomadas con información incompleta
La alta dirección toma decisiones basadas en datos. El problema surge cuando esos datos no incorporan variables sociales, ambientales o de gobernanza. Entonces, inversiones que parecen rentables en el corto plazo pueden convertirse en pasivos en el mediano.
Por ejemplo, expandirse a una región sin analizar el contexto social o hídrico puede generar conflictos comunitarios que frenen el proyecto. O depender de proveedores sin estándares laborales claros puede romper la cadena de valor ante cualquier auditoría externa.
Sin integrar estos factores, la planeación estratégica se vuelve miope. La empresa avanza, sí, pero sin ver todo el terreno que pisa.
Cuando la estrategia ASG no existe, la reputación paga el precio
La reputación corporativa no se construye con campañas, sino con coherencia. Hoy, stakeholders cada vez más informados —inversionistas, talento, consumidores— contrastan el discurso con la práctica. Y cuando encuentran inconsistencias, la confianza se erosiona rápidamente.
No contar con una narrativa clara y respaldada por acciones medibles deja a la empresa vulnerable a acusaciones de oportunismo o greenwashing. Incluso el silencio puede interpretarse como falta de compromiso o transparencia.
Reconstruir credibilidad es uno de los procesos más costosos que existen. Requiere tiempo, evidencia y, muchas veces, cambios estructurales que pudieron haberse implementado antes y con menor fricción.
Talento que se va y conocimiento que se pierde
Las nuevas generaciones de profesionales no solo buscan salario y prestaciones. Buscan propósito, coherencia y valores compartidos. Cuando una empresa no tiene una hoja de ruta clara en temas ASG, el mensaje implícito es que estos asuntos no son prioritarios.
Esto impacta directamente en la atracción y retención de talento clave. La rotación aumenta, el compromiso disminuye y se pierde conocimiento organizacional que no siempre es fácil de reemplazar.
El costo de volver a contratar, capacitar e integrar equipos es alto. Pero el costo de una cultura desconectada del contexto social es aún mayor.
El acceso al capital se vuelve más caro
El mundo financiero ha cambiado. Bancos, fondos e inversionistas institucionales incorporan criterios ASG en sus evaluaciones de riesgo. No hacerlo ya no es neutral: es una desventaja competitiva.
Las empresas sin una estrategia ASG sólida suelen enfrentar mayores tasas de financiamiento o, directamente, quedar fuera de ciertos portafolios. No por ideología, sino por gestión de riesgos.
Aquí el costo invisible se traduce en oportunidades perdidas: proyectos que no se financian, expansiones que se retrasan, crecimiento que se frena.
La desconexión con el entorno como riesgo sistémico
Ninguna empresa opera en el vacío. Todas dependen de ecosistemas sociales, ambientales e institucionales. Ignorar esa interdependencia es una forma de fragilidad estratégica.
Cuando una organización no entiende su impacto ni su dependencia del entorno, toma decisiones que pueden desestabilizar su propio modelo de negocio. Desde el uso insostenible de recursos hasta relaciones tensas con comunidades o autoridades.
Integrar la estrategia ASG permite leer el contexto, anticipar cambios y construir alianzas. No hacerlo es apostar por la inercia en un mundo que ya cambió.
Lo que no se ve también se paga
El mayor error es pensar que la falta de una estrategia ASG no tiene costo porque no aparece en una línea contable. En realidad, ese costo se distribuye en riesgos acumulados, decisiones deficientes, pérdida de confianza y menor capacidad de adaptación.
Las empresas que entienden esto dejan de ver la sostenibilidad como un “extra” y la integran como un eje estratégico. No por moda, sino por visión de largo plazo. Porque en el mundo actual, lo invisible también impacta… y suele hacerlo cuando ya es demasiado tarde.
ECOCE, A.C. y Aduro Clean Technologies Inc., anunciaron la firma de un convenio de colaboración multianual enfocado en evaluar soluciones de reciclaje químico para empaques plásticos flexibles y mixtos en México, uno de los mayores retos ambientales del país y una prioridad estratégica para avanzar hacia una economía circular.
El acuerdo tiene como eje la evaluación conjunta de la Tecnología Hydrochemolytic™ (HCT), una plataforma química desarrollada por Aduro, empresa canadiense que permite transformar residuos plásticos complejos —difíciles de reciclar mediante procesos mecánicos tradicionales— en hidrocarburos líquidos de valor, aptos para reincorporarse como materia prima en la industria petroquímica y en la fabricación de nuevos plásticos.
Se estima que en México se generan entre seis y siete millones de toneladas de residuos plásticos al año, de los cuales cerca de 1.5 millones de toneladas corresponden a empaques plásticos flexibles, una categoría en rápido crecimiento que supera incluso el volumen de envases de PET. Por su composición multicapa, mixta y delgada, estos materiales suelen terminar en rellenos sanitarios, incineración o en el medio ambiente. La colaboración entre ECOCE y Aduro busca cambiar ese destino.
“ECOCE se encuentra en el centro de la cadena de valor de envases en México, con empresas asociadas que también tienen presencia global, y Aduro está enfocada en desarrollar Hydrochemolytic™ Technology como una nueva ruta de reciclaje químico”, señaló Ofer Vicus, director ejecutivo de Aduro. “Al trabajar juntos con residuos reales de México, queremos explorar cómo esta tecnología puede complementar los sistemas existentes y abrir nuevas oportunidades de circularidad para el país”.
Como parte del convenio, ECOCE identificará, caracterizará y suministrará materiales representativos de empaques plásticos flexibles post-consumo provenientes de sus programas de sensibilización y acopio. Aduro, por su parte, realizará un programa estructurado de pruebas de la tecnología HCT —desde laboratorio hasta escala piloto— en sus instalaciones de desarrollo, evaluando procesabilidad, rendimientos, calidad de productos y posibles aplicaciones de los líquidos obtenidos.
La Tecnología Hydrochemolytic™ opera a temperaturas moderadas con catalizadores patentados que descomponen moléculas hidrocarbonadas complejas. Pruebas piloto independientes han demostrado que los aceites producidos a partir de residuos plásticos pueden utilizarse directamente como insumo en procesos industriales, con rendimientos comparables a materias primas fósiles convencionales, lo que abre la puerta a una verdadera circularidad del plástico.
“ECOCE tiene más de dos décadas de experiencia coordinando la recuperación y el reciclaje de envases post-consumo en México, con avances notables en materiales como el PET”, afirmó Adrián Velasco, director de Empaques Plásticos Flexibles de ECOCE. “Hoy, los empaques flexibles son una de nuestras principales prioridades. Con esta colaboración buscamos evaluar una ruta adicional de reciclaje químico adaptada a las condiciones de México, que permita transformar materiales problemáticos en un recurso valioso para la economía circular”.
La colaboración iniciará formalmente en enero de 2026 y está estructurada como un programa multianual por fases, con evaluaciones periódicas para definir los siguientes pasos, siempre guiados por evidencia técnica y alineados con los objetivos de ambas organizaciones.
Con esta alianza, ECOCE y Aduro refuerzan el mensaje de que la economía circular no es solo una meta ambiental, sino una oportunidad de innovación, colaboración y desarrollo para México, capaz de transformar residuos complejos en nuevos recursos para el siglo XXI.
La ciencia del clima ha avanzado históricamente en un terreno complejo, donde la evidencia empírica convive con debates políticos, económicos y culturales. En ese cruce, los centros de investigación han funcionado como anclas de certidumbre, aportando datos que permiten anticipar riesgos, diseñar políticas públicas y proteger a la población ante fenómenos extremos.
Por ello, el anuncio de la administración Trump de desmantelar una de las instituciones más reconocidas en ciencias atmosféricas no es un hecho menor. Se trata de una decisión que va más allá de una reestructura administrativa y que abre una conversación profunda sobre el papel de la ciencia, la responsabilidad del Estado y las consecuencias de subordinar el conocimiento a la ideología.
Un centro de investigación climática bajo ataque político
El Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR), con sede en Boulder, Colorado, fue señalado por la Casa Blanca como una fuente de “alarmismo climático”. Desde la Oficina de Gestión y Presupuesto, su director Russell Vought anunció que la institución sería desmantelada y puesta bajo revisión de la Fundación Nacional de Ciencias.
De acuerdo con The Guardian, el argumento oficial sostiene que algunas de sus actividades no son “vitales” y que ciertos proyectos responden a una agenda ideológica. Sin embargo, expertos han advertido que esta narrativa simplifica de forma peligrosa el trabajo científico que se desarrolla desde hace décadas en el NCAR.
The Trump administration is in the process of dismantling the National Center for Atmospheric Research (NCAR) in Boulder, Colorado. The move has generated enormous alarm in the scientific community, particularly among climate scientists and meteorologists.
La relevancia histórica del NCAR para la ciencia atmosférica
Durante años, el NCAR ha sido reconocido como una auténtica joya de la investigación científica estadounidense. Sus aportaciones han sido clave para comprender patrones climáticos complejos, desde ciclones tropicales hasta dinámicas atmosféricas que influyen en sequías e inundaciones.
Roger Pielke Jr., del American Enterprise Institute, ha sido enfático: cerrar o debilitar esta institución no fortalece la ciencia, la empobrece. Para un país que aspira a liderar la investigación atmosférica global, decisiones basadas en confrontación política resultan, como mínimo, contraproducentes.
Seguridad pública: la advertencia que no puede ignorarse
El gobernador de Colorado, Jared Polis, fue claro al señalar que el desmantelamiento pone en riesgo la seguridad pública. El trabajo del NCAR no se limita al cambio climático; sus datos alimentan sistemas de alerta temprana frente a incendios forestales, inundaciones y tormentas severas.
En un contexto de eventos extremos cada vez más frecuentes, debilitar la infraestructura científica equivale a reducir la capacidad de respuesta del Estado.
No se trata solo de ciencia, sino de vidas humanas, patrimonio y estabilidad social.
Un centro de investigación climática más allá del debate “woke”
La Casa Blanca ha acusado al NCAR de seguir una “dirección woke”, señalando proyectos como el programa Rising Voices, enfocado en ciencias indígenas y de la Tierra. Para la administración, estas iniciativas representan gastos innecesarios y desvíos ideológicos.
No obstante, para amplios sectores académicos, integrar enfoques inclusivos fortalece la ciencia al ampliar perspectivas y mejorar la calidad de los datos. Reducir este debate a etiquetas políticas invisibiliza el valor real de una investigación más diversa y contextualizada.
The Trump administration recently announced plans to dismantle the National Center for Atmospheric Research, reports Benjamin Santer.
"Even if you’re not a scientist, this should be on your radar. You need to understand what it means."
— Bulletin of the Atomic Scientists (@BulletinAtomic) December 20, 2025
Recortes, precedentes y señales de alerta
El desmantelamiento del NCAR no ocurre en el vacío. Se suma a la propuesta de recortar 30% del presupuesto de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, afectando laboratorios clave para la predicción meteorológica y climática.
Este patrón de decisiones envía una señal clara: el conocimiento científico deja de ser prioridad cuando incomoda al discurso político. Para empresas, gobiernos locales y organizaciones sociales, este precedente incrementa la incertidumbre y complica la gestión de riesgos a largo plazo.
Cuando la ciencia se convierte en rehén
Lo que hoy ocurre con este centro de investigación climática es una advertencia sobre la fragilidad de las instituciones científicas frente a la polarización. Desmantelar capacidades técnicas no elimina los fenómenos que buscan comprenderse; solo deja a la sociedad menos preparada para enfrentarlos.
El caso plantea una reflexión urgente: la sostenibilidad, la prevención de riesgos y la protección de comunidades dependen de decisiones informadas. Defender la ciencia no es una postura ideológica, es un acto de responsabilidad colectiva frente al futuro.
La historia de Murray Dewey no comienza con un delito, sino con una interacción cotidiana en redes sociales. Un adolescente que, como millones en el mundo, buscaba conexión, validación y pertenencia en una plataforma diseñada para fomentar el intercambio constante. Lo que parecía una conversación inocente terminó convirtiéndose en una cadena de amenazas que su entorno nunca alcanzó a dimensionar a tiempo.
En 2023, con apenas 16 años, Murray se quitó la vida tras ser víctima de un esquema de chantaje digital que lo colocó en una situación de miedo extremo. Hoy, sus padres han decidido llevar el caso ante la justicia estadounidense, no solo para buscar reparación, sino para abrir una discusión incómoda: ¿qué responsabilidad tienen las grandes plataformas cuando el diseño de sus servicios facilita daños irreversibles?
Un engaño que escaló rápidamente
De acuerdo con Aristegui Noticias, el adolescente, originario de Dunblane, Escocia, estuvo en contacto con un perfil que se presentaba como el de una joven de su edad. Tras compartir imágenes íntimas, la persona detrás de la cuenta reveló su verdadera intención: exigir dinero bajo la amenaza de difundir el material. El cambio fue abrupto y devastador.
Como ocurre en muchos de estos casos, el agresor operó desde el anonimato y con rapidez, explotando el miedo y la vergüenza. Murray enfrentó la presión en silencio, atrapado entre la humillación pública y la sensación de no tener salida, una carga emocional difícil de procesar incluso para un adulto.
Sextorsión en Instagram: una práctica en expansión
La sextorsión en Instagram no es un fenómeno aislado ni marginal. Organizaciones como Internet Watch Foundation y Childline han documentado un incremento del 72 % en víctimas en Reino Unido en apenas un año, con adolescentes y adultos jóvenes como principales objetivos.
Este tipo de chantaje se apoya en dinámicas propias de las redes sociales: mensajes directos, construcción acelerada de confianza y ausencia de fricción para compartir contenido. Cuando el daño se materializa, la respuesta institucional suele llegar tarde, si es que llega.
El camino legal contra Meta
Tras la muerte de su hijo, la familia Dewey inició un proceso legal contra Meta en el Tribunal Superior de Delaware, jurisdicción donde muchas tecnológicas declaran su sede. La demanda sostiene que la empresa no implementó medidas suficientes para prevenir este tipo de abusos ni para detectar patrones conocidos de depredación digital.
El Social Media Victims Law Center, que representa a los padres, busca una compensación económica, pero también un precedente. Su fundador, Matthew P. Bergman, fue contundente al señalar que la compañía habría priorizado métricas de interacción por encima de la seguridad infantil, pese a conocer los riesgos.
Hablar de sextorsión en Instagram implica también analizar cómo el diseño de la plataforma puede amplificar vulnerabilidades. Algoritmos que favorecen la conexión rápida, sistemas de mensajería privada poco supervisados y procesos de denuncia complejos crean un entorno fértil para el abuso.
Para las víctimas, cada notificación puede convertirse en una amenaza. Para los agresores, el bajo riesgo percibido y la escala global son incentivos claros. En ese desequilibrio, la tecnología deja de ser neutral y pasa a tener un rol activo en la experiencia de daño.
El testimonio de una madre y la dimensión humana
Más allá de los expedientes legales, la voz de la madre de Murray aporta una dimensión humana imposible de ignorar. En declaraciones a la BBC, afirmó que la familia está dispuesta a llegar tan lejos como sea necesario, porque “ya nos ha pasado lo peor que nos podía pasar”.
Sus palabras reflejan una convicción compartida por muchas familias afectadas: cuando la pérdida es absoluta, la lucha se transforma en una forma de protección para otros. El duelo se convierte en motor de exigencia pública.
La responsabilidad social que se espera de Meta
Meta enfrenta un desafío que va más allá del cumplimiento legal. Proteger a menores en entornos digitales implica anticipar riesgos, invertir en sistemas de detección proactiva y asumir que la seguridad debe ser un indicador clave de desempeño, no un costo reputacional.
La compañía también tiene la capacidad —y la obligación ética— de colaborar con organizaciones especializadas, autoridades y comunidades educativas para generar entornos digitales más seguros. La prevención, en estos casos, no es solo una buena práctica: es una forma concreta de salvar vidas.
El caso de Murray Dewey expone con crudeza los límites del discurso tecnológico cuando no se acompaña de responsabilidad. Las plataformas que median la vida social de millones de personas no pueden desentenderse de los impactos que generan, especialmente en poblaciones jóvenes y vulnerables.
Este caso plantea una pregunta central: ¿hasta dónde llega el deber de cuidado de una empresa digital? La respuesta no se resolverá solo en tribunales, sino en la capacidad colectiva de exigir que la innovación avance al mismo ritmo que la protección de la dignidad humana.
Este año confirmó algo que en COMUNAL creemos desde el inicio: el impacto no es un discurso, es una práctica constante. En un contexto retador para las organizaciones, las marcas y la sociedad civil, aprendimos que la colaboración, la claridad estratégica y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace son más necesarias que nunca.
Hoy quiero compartir algunos aprendizajes del año y un resumen de lo que construimos en conjunto con aliados, empresas y organizaciones que creen en el bien común.
1. El impacto necesita método, no solo intención
Las causas importan, pero sin una teoría de cambio clara, métricas y seguimiento, el impacto se diluye. Este año reafirmamos la importancia de diseñar proyectos con objetivos claros, indicadores realistas y una narrativa honesta. Pero sobre todo pasar de la intención a la acción.
2. Las empresas sí quieren involucrarse, pero necesitan guía
Muchas empresas quieren invertir en impacto social y ambiental, pero no saben por dónde empezar. Cuando se les acompaña con estructura, lenguaje claro y proyectos bien diseñados, el compromiso se vuelve sostenido.
3. La comunicación es una herramienta de transformación
Comunicar impacto no es “presumir”; es visibilizar causas, inspirar a otros y generar efecto multiplicador. Las historias bien contadas abren puertas, recursos y voluntades. En esta época en donde el contenido es el rey es fundamental generar contenido positivo y de valor.
4. El impacto comienza hacia adentro
No hay impacto externo sólido sin coherencia interna. Aprendimos que políticas claras, ética laboral y cuidado del equipo no son un lujo, sino la base para sostener cualquier proyecto social.
5. Colaborar acelera el cambio
Cuando fundaciones, empresas, activistas y comunicadores se sientan en la misma mesa, el impacto crece. Las alianzas bien pensadas generan soluciones más profundas y duraderas.
Lo que hicimos en Comunal este año
Amplificamos voces que construyen país
A través de Comunal Podcast, dimos voz a líderes sociales, activistas y organizaciones que están transformando realidades desde distintos frentes, generando conversaciones necesarias sobre impacto, empatía y responsabilidad social.
Estrategias de comunicación con impacto
Acompañamos a organizaciones y empresas en la construcción de estrategias de comunicación, marketing digital, contenido audiovisual siempre enfocadas demostrar el verdadero impacto que hay en cada esfuerzo realizado, ayudándoles a fortalecer su mensaje, su credibilidad y su alcance.
Impulsamos alianzas con causa
A través de Fundación COMUNAL logramos apoyar distintas causas, desde operaciones de paladar y labio hendido, construcción de una casa para una familia de bajos recursos, un programa anual de educación ambiental en Baja California Sur, apoyo a damnificados de las inundaciones en Veracruz y más.
Experiencias Altruistas y Eventos
Organizamos y gestionamos más de 20 eventos y Experiencias Altruistas en donde siempre consideramos temas de impact social o ambiental, para nosotros es fundamental que la gente que vive estas experiencias se lleve consigo la intención de seguir sumando para mejorar la participación social en nuestro país.
COMUNAL Talent
Lanzamos nuestro propio buró de speakers con impacto en donde buscamos inspirar a las personas a través de historias de vida de agentes de cambio, activistas y personas extraordinarias haciendo cosas a favor de nuestro país y el mundo.
El próximo año queremos seguir demostrando que el impacto social no es una tendencia, sino una responsabilidad compartida. Des de COMUNAL y Fundación Comunal seguiremos trabajando para que más empresas inviertan mejor, más organizaciones comuniquen con claridad y más causas encuentren aliados estratégicos.
Creemos que cuando el impacto se diseña con intención, se comunica con honestidad y se ejecuta con compromiso, el cambio es inevitable.
El valor del altruismo, por Aldo Farrugia
Aldo Farrugia es un mexicano comprometido con el altruismo y la RS. Fundador y Director de Comunal, una agencia que promueve el impacto social mediante consultoría, marketing con causa y conferencias. También preside la Fundación Comunal, dedicada al fortalecimiento de organizaciones sin fines de lucro.
Con una formación en Mercadotecnia y certificaciones en Estrategia Comercial y Sostenibilidad, ha colaborado con más de 50 ONGs, enfocándose en ayudar a diversos grupos vulnerables, desde personas con discapacidad hasta pacientes con cáncer.
Busca transformar el individualismo en activismo, fomentando la empatía y la participación social entre los mexicanos. En 2023, desafió sus propios límites al correr el maratón de la CDMX a ciegas para apoyar a niños con retinoblastoma, logrando recaudar más de $500,000 mxn y obteniendo un Récord Guinness.
La historia reciente de BP está marcada por decisiones difíciles, cambios acelerados y una pregunta que sigue abierta: ¿cómo equilibrar rentabilidad, transición energética y legitimidad social? En ese contexto, el nombramiento de Meg O’Neill como directora general no es un ajuste menor, sino un hito corporativo. Por primera vez en su historia, la petrolera británica será dirigida por una mujer, rompiendo más de un siglo de liderazgo masculino en una de las industrias más tradicionales del mundo. El momento elegido dice tanto como la persona seleccionada.
De acuerdo con un artículo de Reuters, este cambio ocurre tras una etapa de inestabilidad en la cúpula directiva y en medio de una redefinición estratégica profunda. BP ha optado por recortar ambiciones renovables y reforzar su foco en petróleo y gas, mientras mantiene un discurso público de sostenibilidad y cero emisiones netas. La llegada de O’Neill condensa esa tensión: experiencia operativa, presión del mercado y una narrativa ASG que busca sostenerse. El liderazgo, hoy, se convierte en el principal mensaje.
BP redefine su liderazgo frente a un mercado que exige resultados
La salida abrupta de Murray Auchincloss, el segundo CEO en poco más de dos años, evidenció la urgencia de resultados tangibles. BP arrastra un desempeño bursátil inferior frente a competidores como Exxon, lo que ha incrementado la presión de accionistas e inversores activistas. El nuevo presidente del consejo, Albert Manifold, fue explícito al señalar la necesidad de mayor rigor, disciplina y diligencia para maximizar el valor para los accionistas.
La presión de Elliott Investment Management, uno de los mayores accionistas de la compañía, aceleró el ritmo de las decisiones. Para el mercado, el cambio de CEO fue interpretado como una señal de acción inmediata. BP no solo necesitaba estabilidad, sino credibilidad ejecutiva. En ese contexto…
Apostar por una líder externa rompe con una tradición centenaria y confirma que la compañía está dispuesta a reconfigurar su ADN directivo.
Meg O’Neill: la primera CEO en la historia de BP
El nombramiento de Meg O’Neill marca un antes y un después en la historia corporativa de BP. No solo se trata de su primera contratación externa para el puesto en más de un siglo, sino de la primera vez que una mujer asume la dirección general de la petrolera. Además, O’Neill es la primera mujer abiertamente gay en liderar una empresa del FTSE 100, un hecho que introduce un nuevo referente de diversidad en la alta dirección energética global.
Su perfil, sin embargo, no se construye desde el simbolismo, sino desde la ejecución. Con 23 años en Exxon y desde 2021 al frente de Woodside Energy, O’Neill ha liderado operaciones complejas y transformaciones de gran escala. Bajo su mandato, Woodside se fusionó con el negocio petrolero de BHP, creando uno de los diez mayores productores independientes de petróleo y gas del mundo. Su llegada a BP responde más a su historial operativo que a una narrativa aspiracional.
BP redefine su liderazgo y pone a prueba su marco de sostenibilidad
El giro estratégico de BP ya estaba en marcha antes del relevo en la dirección. A principios de año, la compañía recortó miles de millones de dólares en inversiones renovables y volvió a priorizar el petróleo y el gas tradicionales. Sin embargo, este movimiento convive con un marco de sostenibilidad que la empresa mantiene como pilar de su identidad corporativa. BP afirma que su propósito es suministrar energía al mundo, hoy y mañana, bajo objetivos claros de personas, planeta y cero emisiones netas.
Meg O’Neill has been appointed as bp’s next CEO, effective April next year.
Murray Auchincloss has decided to step down as CEO and will serve in an advisory role until December 2026 to ensure a smooth transition.
Su marco de sostenibilidad establece metas ambiciosas: operaciones con cero emisiones netas de alcance 1 y 2 para 2050 o antes, ventas netas cero en la intensidad de carbono de los productos energéticos que comercializa, apoyo a las personas durante la transición energética y compromisos específicos en biodiversidad y uso responsable del agua. El desafío no es el diseño del marco, sino su ejecución en un contexto de retorno a los combustibles fósiles. Ahí es donde el liderazgo se vuelve determinante.
Rentabilidad, desinversiones y decisiones incómodas
Como parte de su nueva hoja de ruta, BP se comprometió a desinvertir 20.000 millones de dólares en activos hacia 2027, reducir deuda y ajustar costos. La posible venta de su unidad de lubricantes Castrol se ha convertido en el símbolo de esta estrategia, aunque el proceso ha sido más opaco de lo esperado. Durante la última llamada de resultados, la compañía evitó dar actualizaciones, alimentando especulaciones sobre un posible replanteamiento.
Analistas ya anticipan cambios. Desde RBC se cuestiona si BP debería aplazar la venta de Castrol y reducir recompras para fortalecer el balance. La llegada de O’Neill podría inclinar la balanza hacia una visión más conservadora y financiera. Su historial sugiere decisiones pragmáticas, incluso cuando estas chocan con expectativas externas. Para una empresa que busca integrar sostenibilidad en su gobernanza, estas decisiones pondrán a prueba la coherencia entre discurso y acción.
Estados Unidos, transición y grupos de interés
Estados Unidos se consolida como una pieza clave en el futuro de BP. Más del 40% de su presupuesto de inversión se destinó al país el año pasado, con el objetivo de alcanzar una producción de un millón de barriles equivalentes diarios hacia el final de la década. Esta apuesta conecta directamente con la experiencia reciente de O’Neill, quien lideró la expansión de Woodside en ese mercado y el desarrollo de un gran proyecto de gas natural licuado en Luisiana.
Al mismo tiempo, BP insiste en un enfoque colaborativo con sus grupos de interés. Empleados, comunidades locales, gobiernos, reguladores, ONG, inversores y proveedores forman parte de una red de diálogo que la compañía considera esencial para su estrategia. Integrar sostenibilidad en la cultura, las decisiones empresariales y la gobernanza es uno de sus compromisos explícitos.
La pregunta es si este enfoque logrará sostenerse en una etapa marcada por ajustes duros y prioridades financieras.
El nombramiento de Meg O’Neill como la primera CEO en la historia de BP sintetiza el momento que atraviesa la compañía: urgencia por resultados, presión del mercado y una narrativa de sostenibilidad que busca mantenerse vigente. Su llegada representa una apuesta por experiencia, ejecución y liderazgo firme en un entorno de alta complejidad. El simbolismo del nombramiento es potente, pero su impacto real se medirá en decisiones concretas.
Para quienes analizan la responsabilidad social corporativa desde una mirada crítica, BP ofrece hoy un caso de estudio revelador. El marco de sostenibilidad está definido, los compromisos están escritos y los grupos de interés identificados. El reto será demostrar que este liderazgo puede traducir esos principios en acciones consistentes, incluso cuando el camino elegido vuelva a pasar por el petróleo y el gas. El futuro de BP no dependerá solo de su estrategia, sino de la coherencia entre lo que promete y lo que ejecuta.
El invierno, durante siglos sinónimo de frío persistente, hielo y silencio blanco, hoy se enfrenta a una pregunta incómoda. En el Ártico, la región que ha regulado el clima del planeta como un enorme refrigerador natural, los termómetros y la lluvia están contando una historia distinta. Una historia que ya no encaja con las estaciones que creíamos inmutables.
De acuerdo con The Guardian, los datos científicos más recientes muestran que el cambio climático no solo está elevando temperaturas, sino alterando los ritmos básicos de la naturaleza. El calor extremo ya no se limita al verano y sus efectos se filtran en meses que antes eran sinónimo de congelación. Este fenómeno plantea un desafío profundo: entender qué significa hoy el invierno y qué responsabilidades emergen de su transformación.
El Ártico en máximos históricos de temperatura
Entre octubre de 2024 y septiembre de 2025, el Ártico registró las temperaturas más altas en 125 años de mediciones modernas. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) confirmó que los últimos diez años han sido, sin excepción, los más cálidos jamás observados en la región. Esta tendencia ya no es una anomalía: es la nueva normalidad.
El calentamiento del Ártico avanza hasta cuatro veces más rápido que el promedio global, impulsado principalmente por la quema de combustibles fósiles. Este fenómeno está deformando un sistema clave para la estabilidad climática del planeta, debilitando su capacidad de reflejar calor y amplificando los efectos del calentamiento global en otras latitudes.
Menos hielo, más lluvia: una transformación silenciosa
La extensión máxima del hielo marino en 2025 fue la más baja desde que existen registros satelitales, hace 47 años. Más alarmante aún es la pérdida del hielo más antiguo y grueso: más del 95 % ha desaparecido desde la década de 1980. El océano oscuro que queda absorbe más calor, acelerando el círculo vicioso del calentamiento.
A este panorama se suma un récord histórico de precipitaciones. Gran parte de esa humedad ya no cae como nieve, sino como lluvia, incluso en meses tradicionalmente invernales. En junio, la cobertura de nieve en el Ártico era apenas la mitad de la registrada hace seis décadas, una señal clara de un cambio estructural.
Redefinir el “invierno” desde la ciencia
Los científicos han observado con sorpresa cómo el calor de otras estaciones se manifiesta también en pleno invierno. El crecimiento anual del hielo marino se ha visto afectado durante los meses que deberían ser los más fríos, y la extensión del hielo ha marcado mínimos históricos incluso recientemente.
Matthew Langdon Druckenmiller, editor del informe anual del Ártico, advierte que ahora llueve en invierno, algo impensable hace apenas unas décadas. Para la comunidad científica, este fenómeno obliga a replantear conceptos básicos y a redefinir el “invierno” como una estación cada vez más inestable, marcada por temperaturas fluctuantes y precipitaciones líquidas.
Impactos directos en comunidades y ecosistemas
Estos cambios no son abstractos. Para la fauna ártica, la lluvia sobre la nieve puede congelarse y formar capas de hielo que impiden el acceso al alimento. Para las comunidades humanas, estas condiciones generan rutas más peligrosas, mayor riesgo de accidentes y una creciente incertidumbre sobre formas de vida ancestrales.
El retroceso de glaciares también incrementa el riesgo de inundaciones repentinas, como ocurrió recientemente en Juneau, Alaska. Estos eventos muestran cómo la crisis climática ya no es un problema futuro, sino una realidad que afecta la seguridad, la movilidad y la economía local.
Redefinir el “invierno” y sus efectos globales
La pérdida de hielo marino no eleva directamente el nivel del mar, pero la desaparición de glaciares terrestres sí lo hace. Solo en 2025, la capa de hielo de Groenlandia perdió 129 mil millones de toneladas de hielo, una cifra que tendrá consecuencias durante generaciones para las ciudades costeras del mundo.
Zack Labe, climatólogo de Climate Central, señala que los efectos del calentamiento del Ártico se propagan en cascada. La pesca se ve alterada, los precios de los alimentos marinos aumentan y las ciudades costeras enfrentan riesgos para los que no están preparadas. Lo que ocurre en el Ártico no se queda en el Ártico.
Una estación que ya no es la misma
Hablar hoy de invierno implica reconocer que las categorías climáticas tradicionales están quedando obsoletas. El Ártico nos muestra, con datos contundentes, que el planeta está entrando en una fase de transformación acelerada, donde incluso las estaciones más estables pierden su definición histórica.
Para quienes trabajan en responsabilidad social, este escenario refuerza la urgencia de integrar la crisis climática en la toma de decisiones empresariales, sociales y públicas. Comprender que estamos obligados a redefinir el “invierno” es también aceptar que debemos redefinir nuestra relación con el entorno y asumir un compromiso colectivo frente a un clima que ya cambió.
El panorama energético global de 2025 dejó una imagen tan poderosa como inquietante, pues, según información de Eco-Business, mientras las energías renovables aceleraron su crecimiento, la dependencia de los combustibles fósiles se mantuvo prácticamente intacta. Esta contradicción energética expuso la distancia entre los compromisos climáticos asumidos por los gobiernos y las decisiones reales que están marcando el rumbo del sistema energético mundial. El resultado fue un año de avances tecnológicos, pero también de emisiones récord y señales políticas confusas.
Dos años después de que los países acordaran transitar hacia el abandono de los combustibles fósiles, el carbón, el petróleo y el gas siguieron ocupando un lugar central en la matriz energética. De acuerdo con el Proyecto Global de Carbono, las emisiones de dióxido de carbono alcanzaron nuevos máximos, confirmando que la transición avanza, pero no a la velocidad ni en la dirección necesarias. Así, 2025 se consolidó como el año de la contradicción energética, donde el progreso y el retroceso coexistieron.
Cuando las renovables avanzan, pero no desplazan a los fósiles
Uno de los hitos más relevantes de 2025 fue que, por primera vez, la energía solar superó al carbón en la combinación eléctrica global durante la primera mitad del año. Según Ember Energy, este avance estuvo impulsado principalmente por China, seguida de Estados Unidos y la Unión Europea, y permitió cubrir una parte importante del aumento en la demanda energética mundial. Este dato fue celebrado como una señal clara de que la transición energética es técnicamente posible.
Sin embargo, este avance debe leerse con cautela. A pesar de su crecimiento acelerado, la energía solar apenas representó el 8.8 % de la generación eléctrica global, frente al 6.9 % del año anterior. Es decir, aunque el ritmo de expansión es notable, su peso relativo sigue siendo limitado frente a las fuentes tradicionales. Esta tensión es uno de los núcleos de la contradicción energética que marcó el año.
La expansión renovable, lejos de sustituir de forma directa a los combustibles fósiles, convivió con ellos. En lugar de desplazar carbón, petróleo y gas, gran parte de la nueva capacidad limpia se destinó a satisfacer una demanda energética creciente. Esto permitió que las emisiones siguieran aumentando, aun cuando la infraestructura renovable avanzaba a un ritmo histórico.
Contradicción energética: IA, geopolítica y seguridad energética
La inteligencia artificial se convirtió en un nuevo factor de presión sobre los sistemas energéticos. La Agencia Internacional de Energía advirtió que la demanda energética asociada a la IA podría cuadruplicarse hacia 2030, impulsada por centros de datos y servicios digitales. Esta tendencia añadió urgencia a la expansión de la generación eléctrica, pero también complicó los objetivos climáticos.
Al mismo tiempo, la geopolítica volvió a inclinar la balanza hacia la seguridad energética por encima de la acción climática. En un contexto de tensiones internacionales, los países priorizaron garantizar el suministro de energía, incluso si ello implicaba prolongar el uso de combustibles fósiles. Consultoras como McKinsey anticipan que estas fuentes seguirán teniendo un peso significativo en la matriz energética más allá de 2050.
Esta combinación de factores profundizó la contradicción energética: mientras la ciencia insiste en una transición rápida hacia energías limpias, la realidad política y económica empuja en sentido contrario. La IA y la geopolítica se convirtieron así en aceleradores de una demanda que el sistema aún satisface, en gran medida, con fuentes altamente contaminantes.
Retrocesos en Estados Unidos y Europa frente al avance asiático
En 2025, Estados Unidos y Europa se alejaron del liderazgo climático que habían intentado construir en años previos. Tras la llegada de Donald Trump a la presidencia, el gobierno estadounidense revirtió políticas de energía limpia, recortó subsidios a proyectos renovables y facilitó nuevas licencias de petróleo y gas. Además, se impulsó activamente a la industria del carbón para atender la creciente demanda eléctrica de los centros de datos.
Los datos de Ember muestran que, mientras China e India lograron reducir la generación basada en combustibles fósiles durante la primera mitad del año, Estados Unidos y Europa se movieron en la dirección opuesta. Este retroceso tuvo implicaciones globales, pues debilitó la señal política necesaria para acelerar la transición energética a escala internacional.
En otras regiones, la situación no fue más alentadora. La exploración de combustibles fósiles continuó incluso en zonas ambientalmente vulnerables, como la selva amazónica. Estos movimientos confirmaron que la contradicción energética no es solo tecnológica, sino profundamente política y territorial.
La transición energética también es una crisis de talento
Más allá de la generación de energía, 2025 evidenció otro desafío estructural: la falta de trabajadores cualificados para sostener la transición. Según la AIE, el sector energético empleó a 76 millones de personas en 2024, pero enfrenta serias dificultades para cubrir puestos técnicos clave en energías limpias, redes eléctricas y mantenimiento especializado.
El problema se agrava por el envejecimiento de la fuerza laboral. En áreas críticas como las profesiones vinculadas a la red eléctrica, por cada nuevo trabajador que ingresa, 1.4 personas se jubilan. Esta brecha amenaza con frenar la expansión de parques solares y eólicos, incluso cuando existe inversión y voluntad tecnológica.
Sin una estrategia clara de formación y atracción de talento, la transición energética corre el riesgo de quedarse sin manos que la ejecuten. Así, la contradicción energética de 2025 no solo se expresó en megavatios y emisiones, sino también en la capacidad humana para sostener el cambio.
La transición avanza, pero en direcciones opuestas
El balance de 2025 deja una lección incómoda: el crecimiento de las energías renovables no garantiza, por sí solo, la reducción del uso de combustibles fósiles. Mientras la demanda energética global siga aumentando y las decisiones políticas prioricen la seguridad inmediata sobre el clima, la contradicción energética seguirá marcando el rumbo del sector.
Para quienes trabajan en responsabilidad social y sostenibilidad, el mensaje es claro. La transición energética requiere coherencia entre políticas públicas, inversión privada, innovación tecnológica y desarrollo de talento. Sin esa alineación, el mundo seguirá avanzando y retrocediendo al mismo tiempo, atrapado en una contradicción que el clima ya no puede permitirse.
La pobreza suele narrarse a través de cifras de ingreso, líneas de bienestar o porcentajes oficiales. Sin embargo, en la práctica cotidiana de la responsabilidad social, esa mirada resulta limitada para comprender por qué millones de personas, aun con trabajo, permanecen atrapadas en condiciones de vulnerabilidad estructural. La discusión actual exige ir más allá del dinero y observar cómo se acumulan y se refuerzan distintas carencias.
En ese cruce entre datos, experiencias comunitarias y toma de decisiones corporativas surge un enfoque que ha transformado la forma de diagnosticar los problemas sociales. Entender qué es la pobreza multidimensional no solo amplía el análisis técnico, también redefine el papel de empresas, gobiernos y organizaciones en la construcción de soluciones de largo plazo.
Más allá del ingreso: qué es la pobreza multidimensional
Hablar de qué es la pobreza multidimensional implica reconocer que la exclusión social no se manifiesta de una sola forma. Una persona puede generar ingresos, pero carecer de acceso a servicios de salud, educación de calidad o vivienda digna, lo que limita su desarrollo integral.
Este enfoque parte de la idea de que las carencias se superponen y se refuerzan entre sí. No tener seguridad social aumenta la vulnerabilidad ante enfermedades; una educación incompleta reduce oportunidades laborales; la falta de servicios básicos deteriora la calidad de vida cotidiana.
Este marco permite comprender que los programas aislados rara vez generan cambios sostenibles. La intervención debe considerar el conjunto de privaciones que configuran la experiencia real de la pobreza.
El origen del enfoque y su relevancia global
La medición multidimensional surge como respuesta a la insuficiencia de los indicadores tradicionales. Organismos internacionales y centros académicos impulsaron metodologías que integran derechos sociales, bienestar y condiciones de vida, no solo capacidad de consumo.
Este cambio conceptual tuvo un impacto directo en las políticas públicas. Al identificar múltiples dimensiones de la pobreza, los gobiernos comenzaron a diseñar estrategias más focalizadas y a priorizar poblaciones históricamente invisibilizadas.
En el ámbito corporativo, esta evolución abrió la puerta a una gestión social más estratégica. Ya no se trata solo de filantropía, sino de entender cómo las operaciones empresariales inciden —positiva o negativamente— en varias dimensiones del bienestar social.
Dimensiones que revelan desigualdades estructurales
Comprender qué es la pobreza multidimensional implica analizar dimensiones como educación, salud, alimentación, vivienda, acceso a servicios y cohesión social. Cada una representa un derecho cuya ausencia limita las capacidades individuales y colectivas.
Estas dimensiones permiten detectar desigualdades profundas que el ingreso no refleja. Dos hogares con recursos económicos similares pueden enfrentar realidades completamente distintas según su acceso a infraestructura, redes de apoyo o servicios públicos.
Este análisis ofrece una ventaja clave: priorizar intervenciones con base en evidencia y no solo en percepciones, fortaleciendo así la credibilidad y el impacto de las estrategias sociales.
Implicaciones para la estrategia de responsabilidad social
Adoptar una visión multidimensional cambia la forma de diseñar programas sociales. Las empresas pueden identificar qué dimensiones están más relacionadas con su cadena de valor y enfocar ahí sus esfuerzos, generando impactos más coherentes y medibles.
Por ejemplo, una organización con alta demanda de mano de obra puede incidir en educación, salud ocupacional y seguridad social, contribuyendo a romper ciclos de vulnerabilidad laboral que perpetúan la pobreza.
Este enfoque también favorece la alineación con estándares ESG y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, integrando la responsabilidad social al corazón del negocio y no como una acción periférica.
Medición, datos y toma de decisiones informadas
La medición multidimensional aporta una lectura más rica de la realidad social. Al cruzar indicadores, se identifican patrones de exclusión que ayudan a anticipar riesgos sociales, reputacionales y operativos para las organizaciones.
Contar con este tipo de datos permite evaluar el impacto real de las intervenciones sociales. No basta con reportar beneficiarios; es necesario entender si las acciones reducen carencias de manera sostenida en el tiempo.
Para profesionales del sector, esta lógica fortalece la rendición de cuentas y eleva el nivel del diálogo con inversionistas, autoridades y comunidades, al basarse en evidencia sólida y comparable.
Del diagnóstico a la acción colectiva
Reconocer la complejidad de la pobreza exige colaboración. Ningún actor puede abordar por sí solo todas las dimensiones involucradas, lo que hace indispensable el trabajo intersectorial.
Las alianzas entre empresas, gobiernos, academia y sociedad civil permiten articular capacidades y recursos. Cuando cada parte comprende dónde puede generar mayor impacto, las soluciones dejan de ser fragmentadas.
En este punto, la responsabilidad social madura se convierte en un catalizador de cambio sistémico, capaz de incidir en las causas profundas de la exclusión y no solo en sus síntomas visibles.
Entender qué es la pobreza multidimensional transforma la manera en que se conciben los problemas sociales y las soluciones posibles. Para quienes trabajan en responsabilidad social, este enfoque no es solo un marco teórico, sino una herramienta estratégica que orienta decisiones más éticas, efectivas y sostenibles. Al asumir la complejidad de la pobreza, se abre la oportunidad de generar impactos reales que trasciendan el corto plazo y contribuyan a un desarrollo verdaderamente inclusivo.
El mundo se encuentra en una encrucijada humanitaria. A medida que las necesidades mundiales alcanzan máximos históricos y la financiación para la ayuda se desploma, World Vision advierte de un punto de inflexión crítico para los niños y niñas más vulnerables del mundo.
El último informe del Panorama Humanitario Mundial (Global Humanitarian Overview, GHO) presenta una situación muy preocupante: uno de cada cinco niños o niñas en todo el mundo vive en zonas de conflicto o huye de ellas, mientras que 239 millones de personas necesitan asistencia humanitaria. Sin embargo, la respuesta es vacilante. A finales de noviembre, la financiación humanitaria había alcanzado solo los 12.000 millones de dólares, el nivel más bajo en diez años. Si se tiene en cuenta la inflación, el déficit es aún más acusado, lo que erosiona el valor real de la ayuda y limita la capacidad de responder a las crisis cada vez más graves.
“El trabajo humanitario se encuentra bajo una presión sin precedentes. Los conflictos armados, las crisis climáticas y los desplazamientos se están intensificando, mientras que la falta de financiación obliga a tomar decisiones dolorosas. Nuevos recortes podrían poner en peligro a millones de personas, especialmente a la infancia que se enfrenta a una grave inseguridad alimentaria y al desplazamiento”, afirma Isabel Gomes, responsable global de Gestión de Desastres de World Vision. “Sin embargo, nuestro compromiso con los niños y niñas y las comunidades que se encuentran en primera línea de la crisis sigue siendo inquebrantable”.
Déficit de financiación y decisiones difíciles
El resumen del Panorama Humanitario Global subraya la creciente brecha entre las necesidades y los recursos. La financiación humanitaria ha disminuido año tras año, lo que ha obligado a las agencias de ayuda humanitaria a tomar decisiones dolorosas sobre quién recibe ayuda vital.
En 2025, desaparecieron las últimas redes de seguridad para millones de personas. Las clínicas de salud cerraron sus puertas, se recortó la ayuda alimentaria, desaparecieron los programas de nutrición, los servicios de protección dejaron de funcionar, se agotó la ayuda en efectivo, se interrumpió el suministro de agua y los refugios quedaron en ruinas.
En medio de un panorama donante difícil y conflictos arraigados, las profundas raíces locales, la presencia global y las alianzas de World Vision permitieron una respuesta rápida a 104 emergencias este año. Como ejecutora de programas de ayuda en efectivo y alimentos, la organización distribuyó 276 millones de dólares en efectivo y vales y entregó el 85 % de su ayuda alimentaria total en entornos frágiles.
Algunas de las operaciones humanitarias más grandes y de más rápido crecimiento de World Vision se llevan a cabo en países como Sudán, Chad, la República Democrática del Congo, Líbano y Myanmar, que se enfrentan a necesidades de una gravedad sin precedentes y se encuentran entre los más afectados, con millones de personas desplazadas.
La organización sigue prestando ayuda a gran escala, integrando el trabajo humanitario y de desarrollo, al tiempo que invierte en innovación, fortalece el liderazgo local y refuerza la rendición de cuentas, garantizando que la infancia no solo sobreviva, sino que prospere.
Sin embargo, World Vision advierte que el cambio de prioridades de los donantes y la reducción del enfoque en la seguridad amenazan con erosionar los principios humanitarios que protegen a los niños y niñas y las comunidades.
“El coste de la inacción no solo se mide en vidas perdidas, sino en futuros perdidos. Por eso es fundamental dar forma al futuro de la acción humanitaria”, afirma Isabel Gomes.
La organización insta a sus socios, gobiernos, donantes y al público en general a trabajar juntos para construir un mundo en el que todos los niños y niñas puedan prosperar, incluso en los contextos más frágiles.
El Hub de América Latina y el Caribe de GivingTuesday presenta “Generosidad en América Latina y el Caribe 2025: Explorando nuestras identidades filantrópicas”, la segunda edición de su informe anual sobre las prácticas de generosidad en la región. El reporte reúne datos, tendencias y perspectivas sobre cómo dan y donan las personas en cada uno de los países de la región, ofreciendo una visión amplia del ecosistema filantrópico en América Latina y el Caribe.
El panorama más completo de la filantropía regional
Consolidando investigaciones de fuentes como el World Giving Report, el Global Philanthropy Environment Index y estudios nacionales de Brasil, Chile, México y más, esta segunda edición ofrece el análisis más completo disponible hasta ahora sobre cómo, cuánto y por qué las personas dan en América Latina y el Caribe.
En un año en que muchas organizaciones de la sociedad civil enfrentan recortes en cooperación internacional y mayores restricciones al espacio cívico, los datos revelan patrones inesperados que entregan señales alentadoras para el sector.
La generosidad en América Latina y el Carbe es, ante todo, relacional
“El 35% de latinoamericanos dona directamente a personas o familias necesitadas, superando significativamente al 26% que dona a organizaciones benéficas y al 20% que dona a organizaciones religiosas,” señala JP Vergueiro, Director del Hub de América Latina y el Carbie de GivingTuesday. “Este patrón refleja tradiciones comunitarias profundamente arraigadas de solidaridad y reciprocidad. También significa que las métricas tradicionales probablemente han subestimado la verdadera generosidad en nuestra región durante años”.
Los países más ricos de América Latina están entre los menos generosos. En las tres economías más prósperas del cono sur (Chile, Argentina y Uruguay) las personas donan apenas 0.6% de sus ingresos. Mientras tanto, en Centroamérica y el Caribe, a pesar de tener economías más pequeñas las personas donan más. Por ejemplo, en Honduras y República Dominicana, las personas donan 1.38% y 1.17% respectivamente.
¿Qué encontrarás?
Cuatro secciones exploran desde la “identidad filantrópica” regional hasta el panorama comparativo global. La principal innovación del reporte es la incorporación de fichas para los 33 países, que revelan por primera vez la magnitud de las brechas de datos y la invisibilidad casi total del Caribe en la investigación internacional.
Las recomendaciones finales plantean líneas de acción para fundaciones, investigadores, organizaciones sociales y formuladores de políticas: desmitificar la filantropía, visibilizar la generosidad que ya florece en América Latina y el Caribe y construir sistemas que la fortalezcan en la región.
Acceso al reporte: La versión completa está disponible aquí.
La Tierra está entrando en una fase inédita de su historia climática. Al acercarnos —e incluso rozar de forma temporal— el umbral de 1.5 °C de calentamiento global, el planeta comienza a mostrar señales claras de estrés sistémico. Eventos extremos más frecuentes, ecosistemas degradados y una creciente inestabilidad climática ya no son anomalías, sino parte de una nueva normalidad que redefine la relación entre la humanidad y el sistema terrestre.
Este contexto es especialmente preocupante porque no todos los cambios climáticos son reversibles. La ciencia advierte que estamos peligrosamente cerca de activar procesos que, una vez iniciados, no podrían detenerse aunque las emisiones se redujeran drásticamente después. Estos procesos se conocen como puntos de no retorno climático, y su cercanía eleva el riesgo de impactos catastróficos que exceden las capacidades tradicionales de adaptación y gestión del riesgo.
¿Qué son los puntos de no retorno climático y por qué importan ahora?
Los puntos de no retorno climático son umbrales críticos del sistema terrestre que, al ser superados, desencadenan cambios abruptos, autoalimentados y en gran medida irreversibles. A diferencia de los impactos graduales del cambio climático, estos procesos pueden acelerarse de forma no lineal y mantenerse durante siglos o incluso milenios, alterando de manera permanente el equilibrio del planeta.
Principales puntos de no retorno climático identificados por la ciencia
Colapso de la capa de hielo de Groenlandia A partir de cierto nivel de calentamiento, la pérdida de masa de hielo se vuelve irreversible, comprometiendo la estabilidad del nivel del mar a escala global durante siglos.
Inestabilidad de la Antártida Occidental El retroceso de glaciares marinos podría acelerar el aumento del nivel del mar, afectando regiones costeras densamente pobladas y sistemas urbanos críticos.
Degradación irreversible de la Amazonía La combinación de deforestación y aumento de temperatura puede llevar a un cambio de estado del ecosistema, reduciendo drásticamente su capacidad de absorber carbono.
Deshielo del permafrost Libera grandes cantidades de metano y dióxido de carbono, intensificando el calentamiento mediante retroalimentaciones difíciles de controlar.
Colapso de los arrecifes de coral La acidificación y el calentamiento oceánico amenazan con la pérdida casi total de estos ecosistemas, esenciales para la biodiversidad y la seguridad alimentaria.
Estar “cerca” de estos puntos no implica necesariamente que ya se hayan cruzado, sino que el margen de seguridad se ha reducido drásticamente. El Informe Global de Puntos de Inflexión 2025 (GTP), elaborado con la participación de 160 autores de 23 países y 87 instituciones, señala que varios sistemas clave ya muestran signos de inestabilidad a niveles de calentamiento cercanos a 1.5 °C. En este escenario, pequeñas variaciones adicionales de temperatura pueden detonar respuestas desproporcionadas del sistema climático.
Riesgos sistémicos de acercarnos a los puntos de no retorno climático
De acuerdo con el GTP, el primer gran riesgo es perder el control del sistema climático. Al activarse uno o varios puntos de no retorno, se generan retroalimentaciones positivas que refuerzan el calentamiento global, incluso sin un aumento adicional significativo de emisiones humanas. Esto podría empujar al planeta hacia estados climáticos mucho más cálidos y menos habitables.
Desde una perspectiva social, los impactos se multiplican. Aumentan la inseguridad alimentaria, los desplazamientos forzados y la exposición a crisis sanitarias, especialmente en regiones ya vulnerables. Los puntos de no retorno climático no solo representan un desafío ambiental, sino un detonador de crisis humanitarias interconectadas.
En el plano económico y político, estos cambios amenazan la estabilidad global. La pérdida de ecosistemas clave, el estrés sobre los recursos hídricos y alimentarios, y el aumento de eventos extremos pueden intensificar tensiones geopolíticas y profundizar las desigualdades. El informe subraya que estos riesgos no se distribuyen de manera equitativa, planteando un desafío central para la justicia climática y la responsabilidad social.
Qué recomienda el informe para minimizar la crisis climática
Cambiar la estrategia climática global
El informe es contundente: la prioridad debe ser reducir de inmediato y de forma sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero. Cada décima de grado cuenta para evitar los puntos de no retorno climático, y retrasar la acción incrementa exponencialmente los riesgos. Apostar por reducciones futuras o compensaciones inciertas ya no es una estrategia viable.
Transformar la gobernanza climática
Se requiere un cambio profundo en la forma en que se gobierna la acción climática. Esto implica pasar de compromisos voluntarios a marcos regulatorios vinculantes, fortalecer la cooperación internacional y garantizar financiamiento suficiente. La gobernanza debe integrar criterios de justicia climática y responsabilidad histórica, reconociendo que los impactos no afectan a todos por igual.
Reformar los sistemas alimentarios
El informe identifica a los sistemas alimentarios como un eje clave de la crisis climática. Reducir la presión sobre ecosistemas críticos, transformar los modelos de producción y consumo, y disminuir el desperdicio de alimentos son acciones esenciales para limitar el calentamiento y evitar puntos de no retorno.
Proteger y restaurar ecosistemas clave
La protección de bosques, océanos, humedales y otros ecosistemas estratégicos es fundamental para mantener la estabilidad climática. Estos sistemas funcionan como amortiguadores naturales y su degradación acerca peligrosamente al planeta a cambios irreversibles. Restaurarlos no es opcional, sino una estrategia climática central.
Acelerar una transición justa
Finalmente, el informe subraya que la acción climática solo será efectiva si es socialmente justa. Esto implica proteger a las comunidades más vulnerables, invertir en capacitación y empleo verde, y asegurar que la transición no profundice desigualdades existentes. Evitar los puntos de no retorno climático requiere un enfoque que combine ambición ambiental con equidad social.
El límite no es abstracto, es ahora
Hablar de puntos de no retorno ya no es una advertencia lejana, sino una descripción precisa del momento histórico que atravesamos. La cercanía a los puntos de no retorno climático redefine la urgencia de la acción y expone los límites de las respuestas incrementales. El margen de maniobra existe, pero se está cerrando rápidamente.
Para quienes trabajan en responsabilidad social, sostenibilidad y toma de decisiones estratégicas, el mensaje es claro: no se trata solo de gestionar impactos, sino de evitar umbrales que harían insuficiente cualquier esfuerzo posterior. La ciencia ha trazado el mapa de los riesgos; ahora, la diferencia entre cruzar o no esos límites depende de las decisiones que se tomen hoy.
El greenwashing en 2025 adquirió una nueva dimensión: ya no se trató únicamente de exagerar atributos ambientales, sino de vaciar de contenido compromisos climáticos previamente anunciados. Según información de Eco- Business, el fenómeno del greenrinsing se volvió especialmente visible cuando empresas multinacionales como Shell, BP, Unilever, Volvo y Coca-Cola, que habían prometido alcanzar emisiones netas cero comenzaron a retrasar plazos, debilitar metas o eliminar silenciosamente objetivos intermedios. Esta práctica no solo confundió a los mercados y a los consumidores, sino que evidenció la fragilidad de las promesas voluntarias en ausencia de mecanismos de rendición de cuentas.
A la par, sectores altamente contaminantes reforzaron narrativas tecnológicas que funcionaron como coartadas para la inacción. En 2025, las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS) fueron presentadas como soluciones climáticas maduras, pese a su limitada eficacia demostrada a gran escala. Bajo este discurso, el gas natural fue reetiquetado como “combustible de transición” o incluso “energía limpia”, justificando la expansión de infraestructura fósil en un momento en el que la ciencia climática exige reducciones inmediatas y profundas de emisiones.
A su vez, el uso indebido de instrumentos financieros y de mercado profundizó esta tendencia. En regiones como el Sudeste Asiático, los créditos de carbono se consolidaron como la forma más común de lavado de imagen verde, mientras que los préstamos vinculados a la sostenibilidad comenzaron a generar dudas sobre su capacidad real para financiar transformaciones ambientales. Lejos de acelerar la transición, estos mecanismos fueron utilizados para mantener el statu quo, desplazando la atención de las reducciones estructurales de impacto hacia métricas opacas y difíciles de verificar.
El contexto político y regulatorio terminó de vaciar la narrativa verde. Durante la COP30, los gigantes del petróleo y el gas lanzaron campañas publicitarias masivas con mensajes favorables al clima, justo antes de unas negociaciones dominadas por lobbistas de combustibles fósiles y que concluyeron sin un acuerdo para eliminar progresivamente la energía sucia. Al mismo tiempo, el retroceso regulatorio en algunos bloques —como la retirada de la Directiva de Declaraciones Verdes de la Unión Europea— contrastó con el endurecimiento de normas a nivel nacional y con multas millonarias en países como Australia y Corea del Sur.
Es en este contexto de retrocesos, falsas soluciones y pérdida de credibilidad donde se inscriben los casos de empresas que, a lo largo del año, fueron señaladas por engañar al consumidor con afirmaciones de sostenibilidad que no resistieron el análisis. A continuación, se presentan algunos de los ejemplos más representativos de este patrón:
8 marcas acusadas de greenwashing en 2025
1. Toyota: soluciones climáticas que retrasan la transición
Durante la COP30, Toyota fue señalada por Greenpeace por promover prototipos de vehículos impulsados por biocombustibles como una vía viable para la descarbonización del transporte. La organización denunció que esta narrativa desvía la atención de la electrificación, una tecnología clave para reducir emisiones de manera efectiva. Además, advirtió que la expansión de biocombustibles puede afectar bosques tropicales y la seguridad alimentaria. La crítica se agravó al recordar que Toyota va rezagada en la electrificación de su flota. En el contexto del greenwashing en 2025, el caso evidenció el uso de falsas soluciones para mantener modelos tradicionales.
Las implicaciones ambientales son profundas, ya que estudios citados por Greenpeace estiman que los biocombustibles podrían emitir hasta 70 millones de toneladas adicionales de CO₂e anuales para 2030. Para los consumidores, estas narrativas generan confusión sobre qué tecnologías realmente contribuyen a la acción climática. Para las marcas comprometidas con la transición energética, este tipo de prácticas diluye el valor de los esfuerzos genuinos. También debilita la credibilidad del sector automotriz en su conjunto. En suma, refuerza la percepción de que el greenwashing en 2025 sigue siendo una estrategia de retraso.
2. Shein: sostenibilidad diluida en la moda ultrarrápida
Shein fue multada en Italia con un millón de euros por utilizar mensajes de sostenibilidad considerados vagos, emotivos o directamente engañosos. Las autoridades concluyeron que la marca exageró la reciclabilidad de sus productos y sugirió sistemas circulares inexistentes. También se cuestionaron las credenciales ambientales de su línea “evoluSHEIN by design”. Los reguladores señalaron inconsistencias entre sus objetivos climáticos y el aumento real de sus emisiones en 2023 y 2024. El caso se convirtió en uno de los ejemplos más visibles de greenwashing en 2025.
El impacto de este tipo de prácticas va más allá de la sanción económica. La moda ultrarrápida es una de las industrias más contaminantes del mundo, por lo que hacer afirmaciones verdes sin sustento agrava su huella ambiental. Para los consumidores, estas narrativas crean una falsa sensación de consumo responsable. Para las marcas que sí invierten en modelos circulares reales, el daño reputacional es colectivo. Así, Shein ejemplifica cómo el greenwashing en 2025 perpetúa modelos de producción insostenibles.
3. Banana Boat: arrecifes como argumento de marketing
Edgewell Group, propietaria de Banana Boat, enfrentó demandas en Estados Unidos y Australia por promocionar sus bloqueadores solares como “respetuosos con los arrecifes”. Aunque los productos no contenían ciertos químicos ampliamente prohibidos, sí incluían otras sustancias tóxicas para los corales. Las autoridades argumentaron que estas afirmaciones inducían a error al consumidor. El caso expuso cómo etiquetas aparentemente responsables pueden ocultar impactos ambientales reales. En el marco del greenwashing en 2025, el uso de términos absolutos sin respaldo científico fue clave.
Las consecuencias ambientales son especialmente graves al tratarse de ecosistemas altamente vulnerables como los arrecifes de coral. Para los consumidores, confiar en estas afirmaciones implica decisiones de compra basadas en información incompleta o falsa. Para las marcas realmente comprometidas con la protección marina, estas prácticas banalizan los estándares ambientales. Además, el hecho de que Banana Boat mantenga mensajes similares en otros mercados muestra la fragmentación regulatoria. Este caso ilustra cómo el greenwashing en 2025 sigue aprovechando vacíos legales.
4. Nike: cuando “sostenible” no significa nada
En diciembre, el regulador publicitario del Reino Unido prohibió anuncios de Nike por el uso indebido del término “sostenible”. La marca promovía prendas como fabricadas con “materiales sostenibles” sin explicar qué significaba esto ni aportar evidencia clara. La autoridad concluyó que el mensaje podía inducir a error al consumidor promedio. El fallo se dio en una ronda que también afectó a otras marcas de moda. Así, Nike se convirtió en un referente del greenwashing en 2025 dentro del sector textil.
El problema de fondo es la dilución del lenguaje de la sostenibilidad. Cuando marcas globales utilizan términos ambiguos, erosionan la confianza del consumidor y vacían de contenido conceptos clave. Esto dificulta que el público identifique esfuerzos reales de reducción de impacto. Para las empresas comprometidas, competir en un mercado saturado de mensajes vacíos resulta cada vez más complejo. El caso demuestra que el greenwashing en 2025 también opera a través de palabras aparentemente inofensivas.
5. TotalEnergies: descarbonización en el discurso, expansión en la práctica
Un tribunal de París declaró ilegal la publicidad de TotalEnergies por lavado de imagen verde, marcando un precedente histórico. La petrolera se presentaba como “actor clave en la transición energética” mientras continuaba expandiendo proyectos de petróleo y gas. El fallo cuestionó directamente la coherencia entre su discurso y sus operaciones. Se trató de la primera sentencia de este tipo contra la narrativa climática de la industria petrolera. En el contexto del greenwashing en 2025, el caso tuvo un efecto simbólico y jurídico.
Las implicaciones son profundas para el sector energético. Para el medio ambiente, legitimar la expansión fósil bajo un discurso verde retrasa la reducción real de emisiones. Para los consumidores y la opinión pública, se refuerza la desconfianza hacia las promesas corporativas. Además, la sentencia sienta un precedente que podría limitar futuras campañas engañosas. TotalEnergies mostró cómo el greenwashing en 2025 puede convertirse en un riesgo legal de alto impacto.
6. Woolworths: compromisos de no deforestación debilitados
Woolworths fue cuestionada por vaciar su compromiso de no deforestación al clasificar la carne de res como un producto de “bajo riesgo”. Organizaciones ambientales denunciaron que la empresa seleccionó de manera conveniente criterios de la regulación europea EUDR. Esto contrastó con su propio informe de 2024, donde reconocía a la ganadería como un factor clave de deforestación en Australia. El cambio generó dudas sobre la integridad de sus evaluaciones. El caso se inscribe en las formas más sutiles de greenwashing en 2025.
Este tipo de prácticas tiene efectos significativos sobre los bosques y la biodiversidad. Para los consumidores, genera una percepción distorsionada sobre el impacto real de los productos que adquieren. Para las marcas que sí enfrentan de manera transparente los riesgos de deforestación, estas estrategias debilitan los estándares del sector. Además, demuestra cómo los informes de sostenibilidad pueden convertirse en herramientas de maquillaje. Woolworths ejemplifica el greenwashing en 2025 a través de métricas flexibles.
7. Apple: neutralidad de carbono bajo cuestionamiento
Apple enfrentó una demanda colectiva en California por afirmar que ciertos modelos de Apple Watch eran “neutrales en carbono”. La empresa basó esta afirmación en la compra de compensaciones de carbono en proyectos ubicados en Kenia y China. Los demandantes argumentaron que dichos proyectos no generaban reducciones de emisiones reales ni adicionales. En agosto, se prohibió a Apple continuar utilizando este tipo de declaraciones. El caso se volvió emblemático del greenwashing en 2025 ligado a compensaciones.
La controversia puso en evidencia los límites del uso de créditos de carbono como sustituto de reducciones reales. Para el medio ambiente, depender de compensaciones de baja integridad retrasa la acción climática efectiva. Para los consumidores, se erosiona la confianza en marcas percibidas como líderes en innovación. Además, afecta a empresas que sí priorizan la reducción directa de emisiones. Apple mostró cómo el greenwashing en 2025 puede surgir incluso en estrategias climáticas sofisticadas.
8. DWS: sostenibilidad exagerada para atraer inversión
DWS, la división de inversión de Deutsche Bank, fue multada con 25 millones de euros por engañar a los inversionistas sobre sus credenciales de inversión sostenible. Las autoridades concluyeron que la firma exageró el alcance de sus criterios ESG en materiales de marketing. El caso cerró una investigación iniciada años antes y que incluyó allanamientos en Fráncfort. La propia empresa reconoció que su comunicación había sido “exuberante”. Así, DWS se convirtió en uno de los casos financieros más relevantes de greenwashing en 2025.
El impacto de este tipo de prácticas es sistémico. Cuando el greenwashing alcanza al sector financiero, el capital se dirige a proyectos que no generan beneficios ambientales reales. Para los inversionistas, se socava la confianza en los productos ESG. Para el mercado, se distorsiona el propósito de la inversión sostenible. DWS demuestra que el greenwashing en 2025 no solo afecta al consumo, sino a la arquitectura financiera de la sostenibilidad.
Por qué el greenwashing es tan grave
El greenwashing no es solo un problema de marketing; es una amenaza directa a los esfuerzos globales por la sostenibilidad. Cuando grandes marcas engañan, ralentizan la acción climática y normalizan la inacción bajo discursos verdes.
Además, distorsiona la competencia: las empresas que sí invierten en transformación enfrentan desventajas frente a quienes solo invierten en narrativa. Esto desalienta la innovación y perpetúa modelos insostenibles.
Evitar el greenwashing implica transparencia, métricas claras y rendición de cuentas. En un mundo que ya no tiene margen para falsas soluciones, la honestidad corporativa es una condición mínima, no un valor agregado.
Cuando el marketing verde deja de ser creíble
El greenwashing en 2025 dejó una lección contundente: la sostenibilidad sin sustancia tiene consecuencias legales, reputacionales y ambientales. Las multas, demandas y prohibiciones publicitarias muestran que el escrutinio llegó para quedarse.
Para las empresas, el mensaje es claro: o se transforma el modelo de negocio, o se pierde la confianza. En un contexto de crisis climática, el costo de engañar ya no es simbólico, es estructural.
Durante mucho tiempo, el cambio climático fue un tema asociado principalmente a ONG, organismos multilaterales y comunidades académicas. Un terreno dominado por informes científicos, llamados urgentes y narrativas morales. Sin embargo, en los últimos años algo ha cambiado de manera silenciosa pero profunda: las instituciones financieras comenzaron a hablar del clima con lenguaje económico, técnico y estructural.
Cuando un banco como BBVA publica análisis detallados sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, no está buscando sensibilizar ni posicionarse como actor ambientalista. Está haciendo algo distinto y más relevante: está reencuadrando el cambio climático como un riesgo económico y financiero, con implicaciones directas sobre crecimiento, competitividad y estabilidad de largo plazo.
Para el sistema financiero, el clima dejó de ser un asunto reputacional o voluntario y pasó a convertirse en una variable que incide en la evaluación de proyectos, en la asignación de capital y en la viabilidad futura de sectores completos. En ese contexto, hablar de emisiones no es hablar de externalidades, sino de riesgos estructurales que ya están entrando al balance.
El problema no es crecer, sino cómo se crece
El mensaje de fondo es claro: el problema no es si la economía debe crecer o no, sino cómo crece y con qué base energética. Desde esta lógica, ni el control poblacional ni el decrecimiento aparecen como soluciones viables o éticas. La discusión se desplaza hacia la eficiencia energética, la transformación de la matriz energética y las decisiones de inversión que acompañan —o frenan— esa transición.
Para sostener este enfoque, BBVA Research recurre a herramientas económicas concretas, no a slogans. Una de ellas es la Identidad de Kaya, un marco analítico que permite explicar las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de cuatro factores: población, ingreso per cápita, intensidad energética de la economía e intensidad de emisiones de la energía. Más allá de la fórmula, su valor está en lo que revela: las emisiones responden a decisiones económicas y tecnológicas específicas, no a inevitabilidades abstractas.
Aplicada al caso de México, esta lectura arroja datos difíciles de ignorar. De acuerdo con BBVA Research, el país emitió en 2024 un total de 784 millones de toneladas de CO₂ equivalente, lo que representa 1.3% de las emisiones globales, y registró un incremento anual de 3.2% respecto a 2023. Al mismo tiempo, para cumplir con la Contribución Nacionalmente Determinada (NDC) actualizada en 2025, México tendría que reducir sus emisiones en promedio 3.6% anual durante la próxima década, una trayectoria muy distante de la tendencia actual.
Cuando el clima entra al balance, el ESG cambia de etapa
Desde una perspectiva ESG, este tipo de análisis marca una transición relevante. La dimensión ambiental deja de ser un anexo narrativo y se integra al corazón de la gobernanza y la gestión de riesgos. Cuando un banco explica el cambio climático con este nivel de rigor, no está divulgando conocimiento: está preparando decisiones. Decisiones sobre qué proyectos financiar, bajo qué condiciones y con qué expectativas de largo plazo.
Esto ayuda a entender por qué el ESG está entrando en una etapa menos romántica y más exigente. Una etapa donde los compromisos públicos comienzan a traducirse en criterios operativos, y donde la falta de una estrategia clara de transición energética puede tener consecuencias reales en el acceso a financiamiento y capital.
Lo que deberían entender los clientes de los bancos
Para las empresas que trabajan con instituciones financieras como BBVA, este tipo de análisis no es solo información de contexto. Es una señal temprana de cómo se están ajustando los criterios con los que el sistema financiero evalúa riesgos y oportunidades.
Del lado de las amenazas, el mensaje es evidente: modelos de negocio intensivos en energía, con baja eficiencia o alta dependencia de combustibles fósiles enfrentan un entorno cada vez más exigente. No necesariamente por una regulación inmediata, sino porque el riesgo climático comienza a reflejarse en variables como el costo del capital, las condiciones crediticias y el apetito de financiamiento. No contar con una estrategia clara de transición deja de ser una omisión narrativa y se convierte en una vulnerabilidad operativa.
Pero también hay oportunidades claras. Empresas que invierten en eficiencia energética, electrificación de procesos, energías renovables y reducción estructural de emisiones no solo avanzan en sus compromisos ambientales; mejoran su perfil de riesgo frente a quienes asignan capital. En este contexto, la transición energética deja de leerse como un costo reputacional y empieza a entenderse como una ventaja competitiva.
Desde esta óptica, los análisis que hoy publican los bancos funcionan como un anticipo de conversaciones futuras. No son instrucciones explícitas, pero marcan el terreno sobre qué tipos de proyectos, sectores y estrategias serán más viables —y financiables— en los próximos años.
En ese sentido, que instituciones como BBVA hablen de cambio climático no debería sorprender. Tampoco debería leerse como una moda comunicativa. Es una señal clara de cómo el sistema financiero está reinterpretando el desafío climático: no como un tema externo a la economía, sino como una condición para su viabilidad futura.
Tal vez, entonces, la pregunta relevante ya no sea por qué los bancos hablan de cambio climático, sino qué pasará con las empresas que no sepan leer estas señales a tiempo, cuando el ESG ya no se discute en reportes, sino en decisiones de financiamiento.