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¿Niños chatarra?

Cuando se puso en marcha el programa para cambiar autos viejos, con un enganche para comprar uno nuevo, surgió el problema de qué hacer con ellos, porque aquí no existen muchos sitios que procesen chatarra.

En el mismo sentido operarían programas públicos para renovar el parque vehicular de transporte público nacional, algo que traería beneficios para todos, aunque los gobiernos municipales y estatales, al parecer, no los han querido ver.

Resulta increíble que en pleno Siglo XXI veamos muchos municipios, e incluso a la Ciudad de México, inundados de basura y siguen buscando lugares para enterrarla, en vez de procesarla. Se trata de mucho dinero, en todos los sentidos.

Muchas autoridades obtienen jugosas rentas de la basura, a través de los líderes de pepenadores que separan vidrio, plástico papel, cartón y metales, para revenderlos.

Las plantas procesadoras modernas hacen ese trabajo, desde separar estos materiales, hasta digerir los desechos para generar gas metano, agua, fertilizantes y un mínimo de residuos no activos, que pueden enterrase sin dañar a la naturaleza.

Pero se trata de mucho dinero y cuando los que deciden no están “asociados” con quienes viven de los desechos, piden enormes sumas de dinero con comisión para invertir en una planta procesadora. Uno más de los gustados casos de cómo arruinar país y enriquecer a unos cuantos.

La otra chatarra
Hoy se presencia otro caso de chatarra, muy diferente, con los alimentos así llamados, que son ingeridos por los niños en las escuelas y son causantes de
obesidad y otras enfermedades producidas por desórdenes alimenticios.

Habría que ver si en alguno de los tres niveles de gobierno ha hecho un estudio sobre en qué escuelas se presenta con mayor frecuencia la obesidad infantil y juvenil, para luego estudiar sus condiciones de vida; podrían encontrarse con que se trata de niños y jóvenes que viven en familias disfuncionales.

Se trata, en muchos casos, del semillero donde el crimen organizado recluta elementos para las más diversas actividades ilícitas.

Sin estudios ni análisis, a los legisladores les da por elaborar una ley, aprobarla, anunciarse en radio y decir que trabajan por el bienestar nacional, aunque pasarán años y se verá que nada mejora.

Nadie ha mencionado la educación que reciben los niños y jóvenes, en quienes es mayor la frecuencia de obesidad, suele ser de pésima calidad, y sin educación no tienen elementos para decidir qué es lo mejor para ellos y cómo pueden cuidarse.

Fuente: Mundo ejecutivo, p. 26
Autor: Mario Rodarte
Publicada: Agosto 2010

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