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Muhammad Yunus: «El error del capitalismo es interpretar al ser humano solo desde su egoísmo»

Por: Silvia Stang

MINIBIO. Profesión: economista (Universidades de Dhaka y anderbilt). Actividad: emprendedor social, creador del Banco Grameen y del Yunus Centre. Reconocimientos: premio Nobel de la Paz (2006); Medalla Presidencial de la Libertad (2009), Medalla del Congreso (2013).

Yunus, a quien se le atribuye ser el creador del microcrédito, fundó en 1976 un banco para los pobres (después de darles préstamos de su bolsillo), que en 1983 tomó el nombre de Grameen Bank. Este esquema de préstamos, que está enfocado en
poblaciones vulnerables, prescinde de las garantías materiales y, en cambio, está basado en la confianza mutua entre prestatarios, y entre prestatarios y la entidad. La modalidad se replica con variantes en muchos países, como la Argentina, y desde la acción de muchas instituciones de la sociedad civil. Yunus se mantuvo como directivo de la entidad hasta 2011 y hoy está al frente del Yunus Centre, que impulsa el emprendedorismo para la creación de empresas que se propongan solucionar problemas sociales.

Reside en la ciudad de Dhaka y visitó Buenos Aires en el inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud, para firmar un convenio con el Comité Olímpico Internacional tendiente a promover el espíritu emprendedor de los atletas. El acuerdo está en línea con su convicción de que uno de los problemas centrales que lleva a muchas personas a no desarrollarse es que el sistema educativo se centra en generar «buscadores de empleo», sin mostrar la opción por la autonomía.

Hombre sencillo, de carácter amable y cercano, para Yunus la paz es «hacer del mundo un lugar en el que uno aumenta un poco la felicidad».

Hoy, en la economía, hay movimientos que se orientan a lo sustentable y a la conciencia social; a la vez, avanzan compañías que, principalmente a través de nuevas tecnologías, llevan a concentrar más la riqueza. ¿Ve alguna tendencia de hacia dónde va en definitiva la economía en el mundo? ¿Es optimista o pesimista?

La economía capitalista sigue igual; es básicamente un motor que chupa recursos desde abajo y la empuja hacia arriba. Eso no puede cambiarse si no cambia el sistema mismo.

Toda la riqueza del mundo se concentra cada vez en menos años y la velocidad a lo que esto sucede se acelera cada vez más. No importa lo que uno diga sobre la economía social: a menos que cambiemos ese flujo de la riqueza, nada cambiará. Cuando se habla de economía social es ver qué se hace por la gente que queda marginada.

Si la necesidad es el cambio de fondo del sistema, ¿qué rol deberían tener los estados?

Los gobiernos no pueden hacer nada; son temporarios. El cambio pasa por el marco teórico, por lo intelectual. Las universidades pueden hacer el cambio; los académicos construyeron el motor y tendrían que hacer que funcione en el sentido contrario y que la riqueza se distribuya entre la gente. Las regulaciones pueden hacer que los ricos que reciben 99 de cada 100 reciban 98… Solo eso.

¿Cómo se construye en la práctica un negocio social?

Primero, hay que identificar las fallas del sistema. El error fundamental en el motor que construimos es la interpretación del ser humano. Quién es el ser humano, qué quiere. El sistema capitalista interpretó al ser humano como alguien motivado por su interés egoísta. Supone que usted, yo, todos somos egoístas. Y lo que hacemos con la economía es buscar satisfacer nuestro interés egoísta. Eso se traduce en la búsqueda de maximizar ganancias. Lo que nosotros decimos es que el ser humano no solo tiene que ver con el egoísmo; ese es solo un nivel. Y existe también el altruismo. Los seres humanos somos egoístas y altruistas, y si uno incorpora eso, cambia el motor. En el negocio social el interés es resolver problemas. Todos tenemos en nuestro interior el ser egoísta y el ser altruista. Ver eso no es forzar a nadie; es el sistema capitalista el que fuerza a la gente a olvidar su altruismo. Uno lo encierra, no lo saca a la luz. ¿Qué hago con mi altruismo? La teoría capitalista dice: haga caridad, no interfiera con los negocios. Y damos dinero, pero eso no resuelve mucho, porque se mantiene la máquina que chupa la riqueza hacia la cima.

Usted escribió el libro Un mundo de tres ceros (cero pobreza, cero desempleo, cero emisión neta de carbono). ¿Cómo propone llegar a esas metas?

Propongo que empecemos a analizar las fallas del sistema. El capitalismo supone que todos tenemos que buscar un empleo. Eso es, otra vez, una mala interpretación del ser humano. Los seres humanos no son buscadores de empleo; son básicamente emprendedores. Pero andamos presentando solicitudes de empleo y no pensando como emprendedores. Y los políticos prometen que crearán empleos. Deberíamos actuar de otra manera: en las escuelas deberían enseñar que, al crecer, hay dos opciones: ser emprendedor o buscador de empleo. En Bangladesh creamos para los jóvenes desocupados un fondo de capital de riesgo para empresas sociales. Y les pedimos que traigan ideas de negocios para invertir en ellos.

¿De dónde vienen los recursos?

-Nosotros teníamos algo de dinero, ganancias de una compañía que pusimos en ese fondo de capital de riesgo. Pero otros pueden hacerlo: los gobiernos pueden hacerlo.

Muchos países dan subsidios para el bienestar social. Estamos desocupados y entonces el Estado nos paga. ¿Por qué no usan ese dinero para crear las condiciones para fundar una empresa? Hay que orientar a las instituciones, los bancos, a que presten dinero a los jóvenes que quieren crear sus emprendimientos. El sistema financiero es otro motivo de la concentración de la riqueza;  funciona de tal modo que cuanto más dinero tiene alguien, más le dan. Y debería ser al revés. Necesitamos bancos para los pobres, y por eso apareció el microcrédito.

Con su experiencia de más de 40 años, ¿qué efectos concretos evalúa que tienen las microfinanzas sobre la pobreza y la  indigencia?

-Si usted necesita dinero y antes iba al usurero; yo le doy el dinero mucho más barato y usted lo toma. Así, usted tiene un negocio. Yo he visto cambiar completamente la vida de personas. El banco Grameen tiene 42 años y suma 9 millones de prestatarios. Al principio, las personas suelen pedir 20 dólares, 30 dólares; año tras año la cifra crece. Ahora hay quienes piden 5000, 10.000 dólares… Algo debe haber sucedido con esas personas. Yo lo veo todos los días. Y quien toma prestado tiene que tener una cuenta de ahorro. El año pasado llegó a haber alrededor de US$3000 millones en ahorros. Para las mujeres, todo cambió  completamente. En Bangladesh, ellas solían estar siempre dentro de sus casas y ahora son muy abiertas, muy seguras y tienen dinero en su cuenta. Si alguien dice que no pasa nada, no está mirando el microcrédito, está mirando para otro lado.

­¿Cuál es el sentido del ahorro para los pobres en particular?

-El ahorro es algo asombroso, porque de la dependencia se llega gradualmente a la independencia. Alguien se siente fuerte sabiendo que tiene el dinero aunque no necesite usarlo, y eso cambia la actitud, cambia completamente la manera de mirar las cosas. Si alguien es vulnerable, si no tiene nada, se vuelve muy tembloroso, es sumiso y trata de conformar a los demás. Particularmente para las mujeres esto es muy importante. En Bangladesh, todo lo que posee la familia es del marido. Con el banco Grameen y por primera vez la mujer dice: ahora tengo dinero. A la cuenta de ahorro la opera con su firma y el marido no puede tocar el dinero. Si ella compra una vaca con un préstamo, nadie puede disputar la propiedad de la vaca, mientras que tradicionalmente el marido diría que si pertenece a la familia, es su propiedad. Esto es muy importante en un divorcio: antes las mujeres se volvían a la casa de sus padres sin nada. Ahora lo que compró con su dinero se va con ella. Es una completa  transformación para las mujeres en Bangladesh.

­La meta de los tres ceros, ¿es cumplible, o el mundo siempre será una dualidad entre la economía social y la economía capitalista tal como la conocemos?

-La economía cambia si yo cambio y si usted cambia. Cambia si cambia la mentalidad.

Nuestra mente es moldeada en las universidades, en las escuelas y en las familias. Hay que decirles a nuestros hijos que hay negocios para ganar dinero y negocios para cambiar el mundo. Si se cambia el marco del pensamiento, el mundo podrá cambiar.

­Hay emprendimientos y también grandes empresas que hoy se muestran enfocadas a lo social y ambiental. ¿Confía en esa  tendencia, en ese movimiento?

-Hay una aceptación gradual de los negocios sociales. En muchas universidades se crean centros de negocios sociales que enseñan que si se sigue el camino viejo, se termina en el viejo destino. El mundo capitalista nos puso anteojos con el signo del dólar y por eso nos volvimos gente con avaricia. Al crear empresas sociales damos anteojos con lentes bifocales: está el signo del dólar y el del ser humano. Usted decide con cuál ver más y con cuál ver menos. Hay 64 universidades en el mundo que crearon centros de negocios sociales, y están las corporaciones, las empresas que crean negocios sociales. Eso es importante.

Usted habla de los contenidos educativos. Uno de los grandes problemas de muchos países es el acceso a la educación. ¿De qué manera eso condiciona la construcción de otra economía?

-El acceso a la educación es una cuestión importante para vivir en el mundo que hemos creado. Pero yo pregunto: ¿es la educación adecuada? Si no lo es, ¿por qué nos preocupamos por ella? Si se educa para buscar empleos y luego no hay empleos, hay una idea equivocada. La educación es buena. Pero la educación correcta es más importante.

­Le pregunto por sus emociones: ¿qué lo llevó a empezar con las microfinanzas y los negocios sociales? ¿Y qué emociones le provoca ver los resultados?

Yo no decidí repentinamente que iba a hacer esto. A mí me gusta enseñar. Y de a poco fui atraído a esto. Hubo situaciones de shock para mí, como ver la pobreza extrema en Bangladesh. Yo trataba de ver si podía serle útil a alguien y no pensé que eso me iba a cambiar a mí. Comencé a prestar dinero de mi bolsillo y eso me llevó a crear el Grameen Bank. Hubo disfrute en cada paso que di. Todos decían que era algo que no se podía hacer y yo no estaba seguro de que pudiera hacerse, pero me dije que no había nada malo en probar. Ganar dinero trae la felicidad; hacer feliz a otra gente me hace superfeliz. Y me sorprendió la superfelicidad.

¿Qué es el dinero?

-Es solo un medio para las transacciones. No tiene carácter propio. Nosotros le imputamos vida. El antecedente fue el trueque: yo traigo bananas y usted trae cocos, y los  intercambiamos; luego encontramos algo para intermediar: un vale. Así empezó; después se le imputaron cosas y se convirtió en un poder en sí mismo. Ese es el problema.

­¿Y qué es la paz?

-La paz es que uno se sienta feliz y realizado en su vida. Que como ser humano tenga la capacidad de tomar contacto con muchos más seres humanos. Si uno tiene éxito en eso, en compartir su vida con los demás, eso es paz. Sentir que uno es parte de esta travesía humana, que no está solo y que no solo trata de ocuparse de sí mismo. Tenemos una capacidad creativa infinita, que no debe desperdiciarse usándola solo en uno mismo.

Porque esta capacidad es para hacer que sucedan cosas que hagan felices a otras personas. La paz es hacer del mundo un lugar en el que uno aumenta un poco más la felicidad. Paso a paso.

Fuente: La Nación

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