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Entendiendo la Responsabilidad Social#SiMeMatan, lo que debes y no debes saber

#SiMeMatan, lo que debes y no debes saber

Siete. Ese es el número de los colores del arcoíris, la cantidad de días que hay en una semana y también el promedio de mujeres que mueren asesinadas en México cada día.

Aún así, cuando el cuerpo de una joven de 22 años fue hallado sin vida en Ciudad Universitaria el pasado miércoles 3 de mayo de 2017, lo primero en salir a la luz no fue la sospecha de un feminicidio. Fueron sus estudios inconclusos, las acusaciones de alcoholismo y su estado civil, lo que llamó de inmediato la atención de la Procuraduría de la Ciudad de México, que no tardó en compartir dicha información a través de redes sociales.

«No sabíamos su nombre, Lesvy Berlín, hasta que ellos la nombraron. No sabíamos que había dejado la escuela, que tenía un novio, que discutió con él, que bebía, que tomaba drogas (si de veras lo hacía)… Y no teníamos por qué saberlo», dice Peniley Ramírez Fernández en una columna en el portal Sin Embargo, donde recuerda a una larga lista de víctimas, con todo lo que sabemos de ellas y no teníamos por qué.

Muchos juicios de valor, muchos datos incompletos y ninguna justificación. Todo usado para dar a cada crimen una explicación, no sobre por qué una persona atentaría así contra otra, sino sobre por qué a esa mujer en particular la violaron, o le arrebataron la vida, y en proceso también el derecho a la privacidad.

Pareciera que nada ha cambiado desde aquellos años en que los cuerpos de criminales condenados a muerte – a veces por su religión o sus preferencias sexuales – eran exhibidos en las plazas públicas como advertencia para el resto de los ciudadanos. Aunque hoy es la víctima a quien se le encuentra cualquier conducta considerada reprobable para exhibir en las plazas del ecosistema digital y una larga lista de medios de comunicación.

Las declaraciones de la Procuraduría a través de Twitter, se sumaron a este contexto en un país azotado por la violencia; un país al que desde hace al menos veinte años, le duelen los feminicidios cometidos principalmente en Ciudad Juarez, Chihuahua.

Así que esta vez las mujeres alzaron la voz en las mismas plazas digitales en donde las víctimas de violencia son juzgadas por instituciones, medios y avatares varios. Llenaron las redes sociales con declaraciones sobre las posibles acusaciones que saldrían a la luz si ellas mismas se convirtieran en víctimas. La bandera fue #SiMeMatan y la misión fue clara: pedir justicia contra la violencia de género, una consigna a la que se sumó una marcha en Ciudad Universitaria el pasado 5 de mayo.

Tanto mujeres como hombres se sumaron a esta manifestación digital tan icónica como fuera #MiPrimerAcoso, nacido a mediados de 2016 con testimonios de mujeres sobre la primera vez que se enfrentaron a la violencia sexual en cualquiera de sus formas.

No todo es la lucha contra la violencia

Movimientos como #SiMeMatan prueban que hay miedo, indignación y rabia. Muestran que miles de mujeres pueden estar unidas para hacer frente a la violencia de género; y también nos recuerdan que hay mucho camino por recorrer.

Mensajes como estos surgen en toda la red cada vez que surge un movimiento a favor de los derechos de las mujeres o que se menciona la temida palabra con «F». Surgen de hombres y mujeres que, a menudo no tienen ideas contrarias a la equidad de género, pero temen identificarse con la palabra feminismo; un término cuyo significado está tan rodeado de desconocimiento tiene ya una muy mala reputación.

No es extraño toparse tampoco con aquellas personas que consideran que el feminismo ha pasado a ser un movimiento innecesario, desde que las mujeres pueden estudiar y trabajar en la mayoría de los países del mundo; y sí, también están aquellos cuyas ideas son contrarias, quienes ejercen la violencia contra la mujer como si fuera un derecho. Ellos son, por cierto, quienes tendrían que ser cuestionados en lugar de sus víctimas.

Por qué SÍ es responsabilidad del sistema

Negar que existe la violencia de género nos pone muchos pasos más lejos de erradicarla y de alcanzar la equidad. Igual que sucede con los estereotipos y los estándares de belleza, el manejo de información sobre los crímenes contra las mujeres juega un papel especialmente importante en la lucha contra este problema social.

La violencia contra las mujeres en cada una de sus formas no terminará hasta que comencemos a hablar de ello como lo que es: un problema de género reconocible y tangible. La batalla más importante que el feminismo tiene que librar, porque una mujer que no puede sentirse segura, no puede ser libre.

Decenas de empresas y organizaciones han integrado el empoderamiento de la mujer a su comunicación e incluso han emprendido iniciativas para mejorar su autoestima, promover el liderazgo femenino y erradicar los estereotipos. Todas ellas son luchas importantes, pero ¿dónde está su voz cuando se habla de la violencia de género? Dejémos de fingir que el feminismo no tiene conversaciones más importantes que los pechos de Emma Watson y entendamos a profundidad el grave problema que enfrentamos.

No vale hacer campañas de empoderamiento femenino sin entender el problema, sin comprometerse de fondo, sin plantear soluciones. No vale hacerse de la vista gorda ante la brecha salarial, la violencia doméstica o el acoso sexual. No vale inspirar a las mujeres a sentirse empoderadas en un mundo incapaz de brindarles seguridad. No vale hacerlas responsables de construir su propia libertad y luego culparlas por ella.

#SiMeMatan no vale violar mi privacidad y decirle al mundo uno a uno mis secretos. No vale exhibirme en una plaza pública como advertencia a quienes desean ser libres. No vale juzgar mi vida, no vale condenarme. #SiMeMatan toca decir lo que aporté al mundo, toca buscar a mi asesino, toca luchar contra la violencia de género.

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