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Noticias3er SectorMatices: Imanol Belausteguigoitia

Matices: Imanol Belausteguigoitia

1matices-imanolActualmente tengo 81 años. En el año 1981 fuí víctima de cáncer de mama. Como hombres tambien estamos expuestos, aunque en un porcentaje muchísimo menor que las mujeres.

Sentí muy feo cuando me dieron el diagnóstico. Realmente me sentí muy mal. Lo primero que hice fue rezar un Padre Nuestro y un Ave María, y de ahí me seguí con muchos rezos más.

En lo primero que pensé fue en la necesidad de seguir trabajando. Tenía mujer e hijos y quería protegerlos, ampararlos, darles una seguridad económica. Más que miedo y angustia, sentía un gran malestar interno. No podía dejar de pensar en todas las complicaciones cotidianas que esta enfermedad implicaba, así como tampoco podía dejar de pensar en la vida, a lo que te enfrenta, a lo que no quieres de ella y a lo que no estás preparado para asumir.

Me afligía pensar que a mis hijos les pudiera suceder lo mismo que a mí. Me preocupaba también mi sitación económica, pues no tenía dinero. Yo aún tenía que trabajar duro para que a mi Maruja y a mis hijos no les faltara nada.

Siempre he tenido fe en Jesús. Siempre me encomiendo a él, así que le pedí que me diera la fortaleza para asumir la enfermedad y, sobre todo, le pedí tiempo, deseaba vivir unos años más. No era por mí que quería más tiempo de vida, era por ellos, por mi mujer y mis hijos, para resolverles su futuro antes de partir. Me preguntaba cuánto más duraría en este mundo, cuánto más podría seguir soñando.

Han pasado 21 años desde entonces, y aún sigo aquí. Me he acostumbrado a vivir con el cáncer, me he acostumbrado a cuidarme, a seguir los tratamientos. Afortunadamente he estado bien atendido y bien diagnosticado, a fin de cuentas ya no lo veo como algo tan terrible.

Mi vida no cambió mucho a raíz del cáncer, sólo tomé conciencia de que no podía perder tiempo, que éste es valioso para realizar los planes que yo tenía. Había que trabajar más duro para llegar a mi meta, para solventar los gastos de la casa y de la familia. No me quería quedar en la orilla, pues mis hijos aún no acababan sus estudios.

A veces pienso en qué hubiera pasado si hace 21 años me hubiera vencido la enfermedad. Estoy seguro de que para mi familia hubiera sido difícil todo. Pero tambien debo de reconocer que soy un hombre con suerte, ya que mi esposa resultó una mujer muy inteligente que no sólo supo ganar muy buen dinero, sino manejar con mucho talento y sensibilidad mi enfermedad. Yo creo que vivo gracias a esa cabeza atenta y brillante que supo cuidar de mí con tanto amor y con un gran sentido del humor.

Por formación, siempre sostuve que la vida es lucha. Mi proyecto de vida era dedicarme a mis hijos y a mi mujer, y eso no lo cambió el cáncer. Sí sentí que el tiempo se me había acortado y que había que vivir la vida igual, sólo que con más velocidad e intensidad.

Recuerdo que me iba a trabajar con los tubos que me drenaba la herida y, con gran disgusto, vi cómo mis hijos se habían organizado para ir a trabajar en mi lugar y cuidar del negocio. No podía permitir que eso sucediera, yo necesitaba dar todo lo que estuviera de mi parte para salir adelante. Y lograrlo me ayudó a sentirme contento porque, a pesar de todo, era capaz de continuar mi proyecto de vida.

Vivía con algo que se producía dentro de mí, y aprendí a atacarlo. El cáncer me enseñó a tomar conciencia de que nunca estás a salvo, nunca estás seguro. Supe que el sueño de darles todo a tu mujer y tus hijos tiene sus bemoles que, más allá del esfuerzo y el empeño que pongas, la vida te enseña a lidiar con lo inesperado.

La compañía y el apoyo de mi mujer y mis hijos fueron decisivos en mi estado de ánimo. Siempre estuvieron conmigo.

Cuidarme no me costó trabajo, pues la disciplina siempre fue parte de mi vida. Primero la aprendí con los Jesuitas, y luego en el ejército. Sabía que las cosas hay que ganárselas, que al menos para mí no eran regaladas. Entendí muy bien que mi vida dependía del cuidado que le diera a mi cuerpo. Ir a todas las citas, hacer ejercicio y, sobre todo, tener fe y confianza de que las cosas iban a salir bien.

La vida se valora más cuando a uno le cuesta seguir adelante. Pero se puede, se tiene que poder, hay que ingeniárselas para conseguirlo. Dicen que la Fe mueve montañas, y en mi caso así fue. Rezaba y hablaba con Jesús, de Él me sentía más cerca que de Dios, aunque me gusta mucho como le decimos en México: Diosito. A ese Diosito lo siento más cerca, por eso tambien le rezaba a Él.

Pero no hay que esperar a que nos pasen este tipo de cosas, mejor hay que estar atentos a las señales de la enfermedad, porque a tiempo todo tiene cura y remedio. Hay que preguntar cuando se tengan dudas, hay que sugerir alternativas, hay que seguir las indicaciones del médico al que tengamos confianza. Sólo así podremos atacar esta enfermedad que no avisa y que nadie está exento de padecer.

Fundación Cim*ab

Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p101-102

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