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Matices: Gina Campos

matices-ginaTestimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama

Cuando tenía 25 años, en julio del año 2000, me diagnosticaron cáncer de mama. Fue un momento fuerte para mí, pues mi mamá no estaba conmigo. Ella estaba viviendo fuera de México: se fue a Albania a ayudar a los refugiados de la guerra de Kosovo. Como mi relación con ella es tan cercana, decidimos encontrarnos en un punto intermedio. Turquía fue el lugar. Pocos días antes del viaje me detecté una bolita y decidí que al regresar me la atendería, pues Turquía no era el lugar idóneo para hacerlo.

Me reencontré con mi mamá y pasamos unos días maravillosos en un país mágico. En cuestión de semanas esa bolita había crecido al doble de tamaño que tenía cuando yo la había palpado por primera vez.

Al regresar a México, lo primero que hice fue ver a mi ginecóloga. Ella me dijo que lo que me ocurría no estaba bien. Me mandó a hacerme un ultrasonido, seguido de una mastografía, y de ahí me envió con un oncólogo para hacerme una biopsia. Estaba asustada, la incertidumbre siempre angustia.

Poco antes de todo esto mi mejor amigo había pasado, con éxito, por un cáncer muy agresivo, así que yo sabía que el doctor al que debía ver sería al mismo que lo trató a él.

Al terminar la revisión el doctor me dió su diagnóstico sin dudar; y me preguntó si quería que me pusieran un catéter -aprovechando el procedimiento de la biopsia-, que me daría mejor calidad de vida durante el tratamiento. Yo acepté, mi intuición me decía que el médico sabía qué terreno pisaba y quería ir adelantando el camino.

El día siguiente fue arduo, toda una jornada de estudios. Tenía que hacerme una biopsoa para conocer el «nombre y apellido» del tumor y así saber qué tratamiento sería el correcto para mí. También checar los niveles de sangre y explorar con diferentes estudios todo el cuerpo, para ver si no se había esparcido a algún otro lado.

Al día siguiente no sólo me hicieron la biopsia, colocación de catéter, estudios minuciosos, sino que empecé mi primera quimioterapia. El tumor era tan grande y agresivo que había que reducirlo antes de hacer una cirugía para extraerlo. La edad no me ayudaba, entre más joven seas, el tumor tiene más energía y va a mil por hora. Había que ganarle la carrera al tiempo. Las radiografías mostraban manchitas en el pulmón, pero no existía la certeza de que fuera metástasis.

Cuando empecé el proceso, mi máma no estaba conmigo. A pesar de que no vivo con mi papá, él siempre ha estado a mi lado, pero yo añoraba a mi madre. Esta enfermedad no hay quién la comprenda mejor que las mismas mujeres. Deseaba estar con mi gente, no quería estar sola, y menos perteneciendo a una familia tan grande y unida como la mía. Cuando mi mamá supo la noticia, regresó de inmediato.

En el momento que me dijeron que tenía cáncer supe que debía echarle muchas ganas, que tenía que trabajar duro, que esta experiencia algo me iba a enseñar. Tomé el tiempo de mi curación como una lista de espera. Como cuando vas a un restaurante. La mesa te va a tocar cuando te tenga que tocar. Y así me visualicé: mi mesa era curarme, me había enfermado y, tarde o temprano, mi turno me iba a llegar.

El tratamiento inicial consistía en seis ciclos de quimioterapia, pero la reacción del tumor fue tan buena que me aplicaron únicamente tres. Después de éstas la bolita ya prácticamente ni se sentía. El doctor me dijo que ya estaba lista para la cirugía. Días después me practicaron una masectomía radical.

Hablé con mi familia y les comenté que el precio que se paga es muy caro como para no aprovecharlo, que todos teníamos que aprender, que debíamos estar dispuestos a absorber todo lo que fuera a pasar para que tuviera sentido.

Recuerdo que cuando se me cayó el pelo yo quería andar así. No quería peluca, no quería nada, pues realmente ésa era mi condición, pero me di cuenta de que la gente es muy cruel y te ven de una manera hasta agresiva algunas veces. Después del tratamiento mi pelo tardó un año y medio en crecer, y sólo salió el diez por ciento. Las cejas no reaparecieron, las pestañas sólo a la mitad. Era un caso rarísimo y para mí esto fue muy difícil de pasar, hubo veces en las que me veía en el espejo y me sentía la mujer más fea. Con el tiempo encontré la manera de verme mejor, de transformar esta nueva cara. Debo reconocer que necesitaba escuchar un halago que me hiciera sentir bien, como antes, pero la realidad es que nada es como antes, tu vida tambien se transforma.

Después de la cirugía inicié un nuevo ciclo de quimioterapias, seis más. A esto le siguieron 30 sesiones de radiacions, pero nada más me pudieron dar veinticinco, porque se me quemó la piel.

Cuando me intervinieron para la masectomía me extrajeron ganglios linfáticos, y tres meses después me dió una complicación llamada linfedema en el brazo, la mano derecha y parte de la espalda. En ese momento no había nadie en México que tratara este padecimiento.

En enero de 2001 llegó a mi vida la terapeuta física Isabel Aloi y, junto con ella, el conocimiento y la solución a mi problema. La madre de Isabel fue víctima de cáncer y tuvo linfedemia en ambas piernas, lo que le ocasionó una pésima calidad de vida. Ésa fue una de las razones por las que Isabel decidió estudiar a fondo el linfedema, para ofrecernos lo que su madre no pudo tener. La movilidad de mi mano ya era bastante deficiente y el brazo empeoraba día con día, estaba muy inflamado. Gracias a la atención de Isabel, mi perseverancia y el uso de un guante y manga de compresión, he podido mantener la mano y el brazo en su tamaño normal.

Cuando me dió el linfedema, sabiendo todo lo que uno tiene que pasar; me propuse hacer algo por los demás, al menos informar para que las decisiones se tomaran con conocimiento. Es un tratamiento al que hay que dedicarle mucho esfuerzo, mucho tiempo… Hay momentos en lo que lo único que quieres es llegar a tu casa a dormir, a descansar, en vez de hacerte un masaje en el brazo por media hora y vendarte, pero es muy importante cuidarlo todos los días. Por eso puse una página en internet donde, con toda la experiencia y conocimiento de mi terapeuta Isabel, viene lo necesario para prevenir este problema. También he participado en diferentes medios, en los cuales tuve la oportunidad de compartir todo lo que he aprendido estos años. Una vez tuve la oportunidad de ser invitada a una conferencia a la que asistieron 800 personas de condición muy humilde para informarse sobre estos adelantos de curación y detección temprana del cáncer de mama.

Nunca pensé en lo que el cancér realmente representaba en mi vida hasta que empecé a vivir las consecuencias de los tratamientos. Hubo una ocasión en que me sentí tan mal que me fui sola manejando a Urgencias. También recuerdo que cuando empecé con la menopausia inducida me sentí muy débil, agotada, mi cuerpo me pedía auxilio… pero había que seguir luchando.

Tiempo después de terminado el tratamiento quise cerrar un ciclo en México, entonces acepté el ofrecimiento que me hicieron para trabajar en Estados Unidos. Yo venía cada mes a ver a mi abuelita, pues estaba enferma. En una de mis visitas aproveché para hacerme mi chequeo trimestral, y fue ahí cuando me encontraron metástasis en cerebro, sólo a tres meses de cumplir dos años de remisión.

Creo que la enfermedad de mi abuelita tenía un propósito: traerme de regreso a México para detectar este nuevo tumor. Una de mis mayores preocupaciones era que se me iba a caer de nuevo el pelo que con tanto esfuerzo creció, eso fue devastador para mí. La radiación quemaba esa zona y el pelo se volvió a caer. Le pregunté al doctor si volvería a crecer, pero no me lo aseguró. Ha pasado tiempo desde ese día, ya me acostumbré y no me importa, pues ahora tengo una razón más: todos los que tenemos que estar de esta manera sin que sea nuestra decisión. Así salgo a la calle, porque me he propuesto que la gente tiene que aprender a respetarme tal como soy.

En esta recaída supe que no todo dependía de mi volutad, de mi buena disposición y de mi actitud positiva. Había factores externos que yo no podía controlar. Ahora sí pense en la muerte.

Pero la vida sigue teniendo sorpresas para mí. Casí terminado el tratamiento de la metástasis de cerebro, una vez más el cáncer se hizo presente. Me detectaron metástasis en los huesos. Sí, por tercera ocasión aparece en mi cuerpo, en mi existencia, en mis batallas. Para mí la guerra no ha terminado, no sé cuándo termine, pero seguiré luchando, no me pienso dar por vencida. Si ya gané una, luego otra, ¿por qué no he de salir vencedora de esta tercera?

Tuve experiencias con médicos con poco tacto. Pero también me he topado con médicos optimistas, que me llenaron de esperanza y que dejaron que fuera yo quien tomara mis propias decisiones respecto a mi vida y a mi futuro.

No sería honesto ocultar mi miedo a la maternidad, siento temor de que alguno de mis hijos, si llego a tenerlos, herede mis genes, y aunque no es determinante, sí influye, y no sé si podría vivir con eso.

En este momento no tengo pareja. Nunca me he sentido en desventaja ni devaluada por ser mujer con cáncer. Creo que por ahí habrá alguien que comprenda mi situación y sienta como yo, pues ahora tengo tengo mucha más riqueza que antes, mucho que dar y experiencias que compartir.

Mas no todo ha sido pérdida, también he ganado muchas cosas con esta enfermedad. Gané tranquilidad, gané valor por la vida, valor; en especial, por mi familia. Es algo maravilloso que no se puede explicar, creo que es la mejor experiencia que me ha pasado. Contar con el apoyo de tanta gente, a ser más paciente y tolerante. Antes yo me quejaba por cualquier cosa, y ahora es completamente lo contrario. Hoy me parece terrible la gente que se queja de cosas tan tontas, me da tristeza que no valoren la fortuna que tienen enfrente, que es la vida, la salud… tienen tantas cosas increíbles y maravillosas

Seguramente todavía tengo mucho que aprender para ser mejor persona, mejor mujer… Vale la pena todo lo que tenga que pasar por seguir viva y, si muero, lo haré en el intento, en el aprendizaje, en la conciencia de vivir…

Fundación Cim*ab

Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p107-109

2 COMENTARIOS

  1. REALMENTE ES UNA MUJER EXTRAORDINARIA, SU AMOR A LA VIDA, SU LUCHA Y FUERZA DE VOLUNTAD, NOS DAN UN EJEMPLO A SEGUIR, QUE DIOS LE DE TODA LA FUERZA QUE NECESITA Y A NOSOTROS UNA LLAMADA DE ATENCION PARA VALORAR LO QUE TENEMOS

  2. Querida Gina Campos:
    Mi experiencia personal, es de operacion, extraccion de ganglios ,reconstruccion de talon .
    Me urge encontrar un a terapista de Linfedema.
    Ojala me pudieras orientar,
    Tengo una mujer que me lo da por 10 años. esta muy enferma y nesecito, alguien que me continue dando.
    Simon Alkon 5555 25 40 64 / 79 Mexico. D,F.

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