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¿Llegó el tiempo para el hidrógeno en la era post-pandemia?

El Gobierno está destinando trillones a estímulos posteriores a la pandemia de COVID-19, sin embargo ¿debería dirigirlos a avanzar la tecnología ecológica de hidrógeno? ¿Qué tipo de estímulo verde necesita el mundo?

«Las tecnologías que reducen las emisiones de carbono, son uno de los objetivos más importantes para los trillones de dólares de gasto, vinculados a los programas de estímulo para aliviar la economía después del coronavirus», concluyeron más de 200 banqueros centrales, los ministros de finanzas del Grupo de los 20 y los principales académicos en un estudio publicado esta semana.

Hay tres conjuntos de tecnologías de energía limpia, en los que los responsables de la formulación de políticas pueden centrarse, cada uno en diferentes etapas de desarrollo. Las más avanzadas son la eólica y la solar, que ya son más baratas de construir que la energía convencional en casi todo el mundo, y en muchos lugares son incluso más baratas, que la operación de los actuales generadores de energía fósil.

La mejor manera de que los gobiernos aumenten la proporción de la generación eólica y solar, es probablemente alentar la construcción de redes de transmisión y reformar los mercados de energía para reducir las ventajas de los combustibles fósiles, dejando al mismo tiempo la financiación y la construcción reales a los inversores privados.

También están las baterías de iones de litio que están en una fase temprana de desarrollo y no son muy competitivas con las tecnologías existentes. En la mayoría de los lugares, todavía tiene un mayor costo el proporcionar energía de punta a la red eléctrica con una batería de reserva, que con una turbina de gas, y el costo de un coche eléctrico es sustancialmente mayor que uno de gasolina.

Sin embargo, también ahí se están haciendo incursiones: Los vehículos eléctricos son mucho más baratos de operar que los convencionales, y las baterías lo suficientemente grandes, como para soportar la alta demanda de energía generada, se puede competir con el gas al integrar los generadores eólicos y solares. Como resultado, las baterías están en camino de reducir el uso de tecnologías convencionales a mediados de esta década.

Es tentador concluir que los fundamentos de la energía limpia, son tan positivos que apenas necesitan apoyo. Eso pasa por alto el hecho de que la generación de energía y los automóviles de pasajeros, son una parte sorprendentemente pequeña de las emisiones del mundo.

«Si ambos sectores se cambiaran completamente a energía de cero carbono mañana, sólo habríamos eliminado entre el 40% y el 50% de nuestra producción de carbono. Otro 25% proviene del uso de la tierra y de la agricultura, pero donde los gobiernos podrían hacer la mayor diferencia, es en el 20% de las emisiones que provienen de las actividades industriales que es la tercera tecnología que tiene el mayor potencial».

El hidrógeno verde —producido por la división de las moléculas de agua con una corriente eléctrica de energía renovable—, está en una etapa de desarrollo similar en la que estaba la eólica y la solar a mediados de la década de 2000.

El hidrógeno tiene potencial en una serie de usos industriales, en los que las energías renovables tradicionales no son adecuadas, como la siderurgia, el cemento y el transporte pesado. Si se almacena bajo tierra, podría incluso proporcionar energía de reserva para las redes eléctricas.

BloombergNEF estima que el hidrógeno podría satisfacer el 24% de las necesidades energéticas del mundo para el 2050, con ventas anuales de 200.000 a 700.000 millones de dólares. En el extremo superior, eso es casi la mitad del tamaño del mercado actual del petróleo, donde el volumen de negocios en la región es de 1,5 billones de dólares o más, al año.

Sólo hay un problema: la enorme cantidad de energía necesaria para producirla. BloombergNEF estima que se necesitarían 31.320 teravatios-hora de electricidad para alcanzar su objetivo del 24%. Eso es más que los aproximadamente 26.000 TWh que el mundo entero generó de todas las fuentes el año pasado, de los cuales sólo 10.000 TWh provinieron de fuentes de cero carbono. El viento y la energía solar representan menos de 3.000 TWh.

Si esto parece imposiblemente ambicioso, vale la pena recordar que las energías renovables que compiten con los combustibles fósiles en cuanto a costo, también parecían una meta distante hasta hace poco. El influyente estudio del economista Nicholas Stern de 2006 sobre la economía del clima, sostuvo que no debería esperarse que ocurriera hasta la década de 2030 por lo menos.

Lo que ha cambiado, es el conjunto de políticas de demanda respaldadas por el gobierno durante las decadas del 2000 y 2010, que dieron fuertes incentivos para construir más capacidad eólica y solar, como las tarifas de alimentación de Alemania para la energía solar y las normas de la cartera de renovables de los Estados Unidos para la energía eólica.

Éstas fueron probablemente más importantes que el gasto en investigación y desarrollo para hacer despegar las energías renovables. Una vez que una tecnología está relativamente madura, la mejor manera de reducir los costos no es hacer avances en el laboratorio, sino simplemente construir fábricas mucho más grandes.

Política para el H2

¿Cómo sería esa política para el H2? Los gobiernos deberían proporcionar subsidios para reducir el costo del hidrógeno verde por debajo de las fuentes de energía convencionales. Las industrias del transporte, el acero y el cemento deberían tener lineamientos que les obliguen a cambiar, por ejemplo, el 30% de la producción a energía de hidrógeno para 2030.

Los subsidios durante la próxima década necesitarán totalizar 150.000 millones de dólares, según dijo BloombergNEF en su artículo, pero eso es relativamente pequeño en el contexto de los billones de gastos de estímulo.

Si esas políticas pueden lograr el aumento de la demanda y disminución de los costos del hidrógeno verde, este comenzará a hacer incursiones en otros sectores, como la fabricación de fertilizantes, el almacenamiento de energía en la red y el transporte de combustible. Incluso podría ofrecer una salida para las empresas petroleras afectadas del mundo, cuya infraestructura y experiencia podría ser transferida de una industria en decadencia a un nuevo campo de crecimiento.

El hidrógeno verde no resolverá todos nuestros problemas. A corto plazo, el dinero del estímulo probablemente se gaste mejor en actividades rutinarias, que muevan a la mano de obra menos cualificada, como la instalación de paneles solares. A largo plazo, sin embargo, el hidrógeno ofrece una salida a nuestra triple crisis: la demanda post-coronavirus, un sector energético en decadencia y el cambio climático.

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