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La prohibición de los toros y algo más

La prohibición de las corridas de toros se ha convertido en una realidad tras la ajustada votación en el Parlament de Catalunya, sito en Barcelona, que la ha aprobado por 68 votos favorables, 55 en contra y 9 abstenciones siguiendo una Iniciativa Legislativa Popular (ILP). La prohibición entrará en vigor en su territorio a partir de 2012.

Este es un triunfo para los defensores de los animales y específicamente para la Plataforma Prou (¡basta!) pero también supone un triunfo político de las ILP, ya que una iniciativa popular avalada por miles de firmas ha conseguido entrar formalmente en la cámara catalana, debatirse en una comisión de trabajo con comparecencias de expertos, y ser aprobada por la mayoría de los representantes de pueblo de Cataluña.

Tenemos, pues, dos motivos para alegrarnos. Es un triunfo de la civilización en un doble sentido: la no aceptación del sufrimiento inútil y su espectáculo, por un lado, y la democracia participativa y el compromiso de la ciudadanía en la cosa pública por la otra. Con ello, la cámara parlamentaria catalana -el parlamento más antiguo de Europa- se acerca más a su ciudadanía.

La decisión también ha despertado un gran interés fuera del país y la prensa internacional lo trata de manera destacada como informa la Vanguardia.

La cadena estadounidense CNN destaca que Catalunya se convierte en la primera «región continental» en prohibir los toros para poner fin a la «crueldad» sobre este animal. Para el diario estadounidense The New York Times, la decisión adoptada por el Parlamento catalán constituye el «golpe más duro a una tradición que muchos españoles consideran parte esencial de su cultura». Cree además que el debate sobre la prohibición de las corridas para evitar el sufrimiento del animal ha quedado «eclipsado» por otro de tipo político sobre la «identidad catalana» en un momento en que cuestiones similares centran la agenda en otros países europeos, desde Bélgica a los Balcanes. 

Los grupos favorables a las corridas han intentado desviar el debate hacia otros argumentos de carácter político, situando la prohibición como una voluntad de la nación catalana de marcar sus diferencias dentro del estado español o vinculándolo a las ansias por recuperar la independencia, que en los últimos años han ganado adeptos.

Este es un debate sobre derechos de los animales, contra el maltrato y la tortura. Se puede estar de acuerdo o no, pero este es el tema. La táctica de llevar el debate hacia aspectos identitarios no corresponde y está fuera de lugar. 

Situar el debate de los toros en términos de la confrontación Catalunya – España es desviar la atención sobre el tema real y que es el que debe de iluminar al resto de países donde todavía se celebran corridas.

La regulación debe hacerse en cada ámbito donde corresponda legislar, y Cataluña ha ejercido las competencias legales para hacerlo, de modo que se ha convertido en uno más de los países que prohíben las corridas de toros en plaza con muerte del animal. Después de haber llevado a cabo este debate se hace de manera pacífica y dialogada con argumentos -como corresponde- muchos otros países pueden sentirse interpelados a establecer regulaciones similares. Pueden ver la web de la plataforma Perú antitaurino.

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Pero no se puede negar que esta orientación política aún va a dar que hablar ya que el PP, partido conservador y nacionalista español, ha anunciado la intención de devolver la legalidad a las corridas mediante una ley que los proteja en todo el Estado, contraviniendo el espíritu descentralizador que marca la Constitución y las competencias de cada comunidad.

Es por ello que, sea por los toros o por cosas más importantes, se vuelve a poner encima de la mesa la aceptación de las bases democráticas. España no se liberado aún de una mentalidad autoritaria y poco liberal profundamente arraigada. Y cuando algo no gusta, ahora o siglos atrás, se opta por la vía directa. Y eso se vive intensamente en las relaciones entre las naciones que conviven dentro del Estado. Vamos a dar unas pistas para facilitar que quien quiera pueda captar por donde van las inquietudes.

El Estado español sueña con hacer realidad lo que reza su constitución, ser realmente una nación en el sentido no sólo político sino identitario. Y no atina a comprender porque los territorios subyugados hace siglos no aceptan asimilarse a la nación castellana dominante, hablar su lengua y tomar sus costumbres.

Un ejemplo lejano: si Catalunya perdió su estado propio y sus libertades en 1716, por la vía bélica y totalitaria, ya unos años antes el rey común que gobernaba sobre distintas naciones había entregado una parte de Catalunya a Francia sin la autorización preceptiva de las Cortes catalanas.

Un ejemplo próximo: hace unas semanas Barcelona vivió una manifestación de más de un millón de personas bajo el lema en catalán “Somos una nación. Nosotros decidimos”, de carácter marcadamente soberanista y en contra de que un tribunal sin legitimidad invalidara parte del Estatuto de Autonomía acordado en los parlamentos catalán y español y votado en referéndum por el pueblo catalán.

Pero atención: la desaparición de las corridas, uno de los mitos iconográficos del nacionalismo español, supone un duro golpe aunque pequeño si se compara con los que empieza a temer. El hecho de que la comunidad internacional empiece a aceptar el engaño acerca de la descubierta de América o las dudas razonables sobre obras emblemáticas de la literatura castellana pondría en entredicho los mitos fundacionales del nacionalismo español:

La evidencia de la catalanidad de Colón, o sea Colom, no es un dato menor para quien sepa quiénes eran los Colom en Catalunya: uno fundó el primer banco, otro fue el 29º presidente de Catalunya (1464-1467), Joan Cristòfor Colom era navegante. No hay que olvidar que los mejores cartógrafos del mundo en esa época eran catalanes o italianos, o que en los primeros mapas de reparto del nuevo mundo aparecen banderas catalanas debajo de pinturas posteriores. Ver Colom of Catalonia: origins of Christopher Columbus revealed by Charles J. Merrill.

Asimismo, crece el enigma Cervantes y ya no sorprenden las ‘catalanadas’ en el Quijote de este insigne autor, cuando él mismo escribe que su libro es una traducción y reconoce que su lengua está perseguida. Hoy ya se ha demostrado que muchas obras en castellano de ese siglo son traducciones obligadas del original catalán, aunque en la mayoría el texto original desaparecía. Despojándose del discurso oficialista, el Quijote toma sentido como una proclama independentista contra la mentalidad imperialista, un libro para un público que busca argumentos para desvincularse de la monarquía castellana. De hecho, Cervantes (curiosamente con una vida paralela a los Cervent catalanes) cita ediciones en Lisboa, Barcelona, Valencia y Flandes, curiosamente los países que temían al expansionismo castellano.

Son unas notas rápidas, respecto a materias que son de interés mundial, de lo que hay detrás. Interpretar los sentimientos no es fácil, pero el tema de los toros no se entiende sin conocer que España está en una encrucijada: no ha conseguido vertebrar su nación, sus pueblos ya no aceptan el dominio castellano, las sospechas de grandes engaños históricos van mostrándose como tergiversaciones que han servido para ejercer el dominio político y cultural. De hecho, si hay quien se molesta por el hecho de hablar de naciones catalana, castellana o vasca… es porque se hace evidente que el Estado lleva siglos sirviendo a los intereses de una sola de éstas.

Nuestra responsabilidad sería quitar hierro a esos temas y no convertirlos en un amasijo de difícil comprensión. Para ello conviene que las organizaciones de referencia asuman sus materias sin pretender un totum revolutum de diálogo imposible.

Los partidarios de los toros deberían encontrar sus argumentos al margen de los intentos de politización en que han basado su estrategia en Catalunya. Comprendemos que sobre todo para los que han hecho del espectáculo de la sangre un negocio no les va a ser fácil el discurso de la sensibilidad y los derechos…

Las academias y universidades deberían abordar las dudas que se plantean sobre ‘hechos históricos’ con una apertura de miras y criterios científicos. Comprendemos que para quien ha dedicado su vida a una materia se hace muy difícil vitalmente valorar la posibilidad de que sea una gran falsedad… Sabemos que para los investigadores de otros países les es difícil comprender que España defendiera que Colón no era de su territorio lo cual -con un craso error metodológico- aceptaban como un axioma…

Los ciudadanos deberíamos evitar tomar posiciones poco abiertas al diálogo. Comprendemos que cambiar valores, actitudes y costumbres es harto difícil pero la capacidad de cambiar y adaptarse forma parte de la mejor condición humana. Los vituperios, insultos o descalificaciones gratuitas son, por el contrario, una muestra de la falta de argumentos.

Los toristas, o sea los turistas que venían a Barcelona a ver una extraña mezcla de Gaudí, playa y también toros (aunque muchos salieran literalmente vomitando) tendrán que aprender a descubrir la cultura que este país desea proyectar. Y quizá que sepan que les toman el pelo (culturalmente) cuando les venden sobreros mejicanos en Barcelona!



Josep Maria Canyelles

Experto en Responsabilidad Social de las Empresas y Organizaciones. Promotor del think tank Responsabilitat Global. Promotor de collaboratio, iniciativa para los Territorios Socialmente Responsables. Coordinador de la Comisión de RS de la Asoc. Catalana de Contabilidad y Dirección. Asesor técnico de la Cámara de Comercio de Barcelona en materia de RSE. Colaborador de la Asoc. para las Naciones Unidas en materia de RS. Asesor de gobiernos en RS. Ha realizado una comparecencia parlamentaria en la Subcomisión de RSC del Congreso de los Diputados en calidad de experto. Colaborador docente de diferentes universidades y programas formativos de alta dirección.

Puede consultar su blog aquí

2 COMENTARIOS

  1. Me parece que el autor del artículo en general es más nacionalista catalán, que defensor de los derechos de los animales a no ser torturados.
    Estará de acuerdo conmigo que no hay toros catalanes, castellanos o andaluces, en el sentido que usted profesa la religión del nacionalismo ¿no? Las corridas de toros son una brutalidad y una injusticia en Cataluña, en Alcorcón o la India ¿De acuerdo? Y lo mismo de salvajada son los «correobous» legalizados por el parlamento catalán unos meses después de prohibir las corridas de toros.
    El problema de los nacionalismo (incuido el español), es que los fundamentalistas que los profesan piensan que las personas que nacen o viven en una región determinada, son diferentes a los que nacen uno kilómetros más al sur, al este, al oeste o al norte. Y eso es un gran error.
    No al maltrato de los animales ni a la segregación nacionalista de las personas. Los argumentos históricos sobre la lengua catalana son miserables. Particularmente soy partidarios de que nos pongamos de acuerdo y aprendamos todos una lengua para entendernos. Es la finalidad de la lengua. Porque si no el 99,9% de los europeos del sur son unos incultos porque no entienden una de las lenguas que ha dado origen a todas ellas el latín.

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