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La huella ecológica del vino

La Unión Europea ha seleccionado 10 empresas representativas para hallar un método que permita calcular la huella ecológica de sus industrias. La navarra Bodegas Chivite es una de ellas. Y es que el sector vitivinícola ya ha avanzado en esa línea.

El primer paso para bajar gasto es saber cuánto se gasta. Y en esas está la Unión Europea, en la búsqueda de una metodología general, la misma para todos, que permita calcular la huella ecológica que deja en su entorno la industria del territorio UE como punto de partida para futuras políticas de reducción.


Con la medición de tres impactos principales: emisiones de CO2 (la llamada huella de carbono), agua y energía. Para ello ha seleccionado 10 empresas representativas que ahora mismo participan en un proyecto piloto, y entre las que figura la navarra Bodegas Chivite, única representante, por cierto, del sector agrícola.

Su director de Medio Ambiente e Innovación, Ignacio Sánchez Recarte, justifica su presencia argumentando que «el mundo del vino es uno de los que más se ha movido en este terreno». De manera que está en disposición de contarle al resto lo que ya lleva aprendido.

El sector vitivinícola europeo tiene identificados 14 impactos, y calculados los parámetros entre los que se mueve el grueso de los caldos en cada uno de ellos: entre 0,8 y 1,5 kilogramos de CO2 por botella; unos cuatro litros de agua por cada litro de vino, aunque Sánchez Recarte cree que es arriesgado dar ese dato porque cuando una bodega recicla y vuelve a verter al cauce, los cálculos se complican.

Uno de los mayores gastos energéticos radica en la producción de las botellas, y aquí las medidas se centran en la fabricación de envases más ligeros y en la apuesta por su reciclaje. En cuanto al transporte, otro gran punto negro, «la logística ha mejorado», afirma el portavoz de Bodegas Chivite, que, sin embargo, no es partidario de transportar el vino a granel y embotellarlo en destino, como reclaman algunas voces: «Vemos un riesgo no medioambiental sino de sostenibilidad socio-económica, ya que desplazaríamos el valor añadido de la zona de producción a la de consumo; y de calidad, puesto que perderíamos el control de todo el proceso».

Está peleando además por que el texto europeo sobre huella ecológica tenga en cuenta, como input positivo, el «efecto sumidero» de CO2 de la agricultura: tanto el que toma la planta durante su fotosíntesis como el que retienen los cultivos bajo tierra.

Ya existe un primer borrador. Las industrias participantes en este proyecto piloto de la Comisión Europea serán sus cobayas y lo aplicarán en otoño, para detectar lo que falla, ver qué se puede perfeccionar, y concluir la redacción definitiva. Sánchez Recarte aventura que cualquier industria, en general, podría lograr que su pisada en su entorno fuera un 10% menos profunda a poco que se lo propusiera. Por lo que respecta a su propia empresa, sí que va a medir, anuncia, para «ver dónde cojeamos y dónde podemos mejorar». Mientras, la idea es que la nueva metodología esté lista para enero de 2012. A partir de entonces, le tocará a los políticos de la UE decidir cuándo, cómo y con qué grado de obligatoriedad se aplica.
Fuente: Elpais.com
Por: Elena Sevillano.
Publicada: 10 de agosto de 2011.

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