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El Ogro Filantrópico reloaded

“And the river opens for the righteous, someday..”
Little Steven

Por Emilio Guerra Díaz

La Encuesta semanal que realiza el Cemefi motivó esta reflexión. Resulta que la pregunta fijada por este instrumento de opinión de opinión pública planteó la siguiente interrogante: “¿Cuál candidato (presidencial) consideras que respondería mejor a las propuestas de la sociedad civil organizada?

El resultado expresado por los participantes fue que el candidato de izquierda con un 41%, después Josefina Vázquez Mota con un 33% y Enrique Peña Nieto con 10% (la encuesta se llevó a cabo entre el 26 de junio al 3 de julio y la votación está abierta a los visitantes del sitio de Cemefi en internet).

No deseamos profundizar en la discusión del resultado de esta encuesta porque a la vista de cada simpatizante su candidato será la mejor opción. Nos interesa en cambio hacer reflexiones generales sobre la relación partidos políticos-sociedad civil por lo menos en la última década porque independientemente de liderazgos personales de cada candidato, los partidos políticos implícitamente han fijado posiciones sobre el papel que juega la sociedad civil, por ejemplo, en el terreno de la filantropía en nuestro país.

Nos encontramos en una etapa histórica distinta donde se demanda una profunda transformación de lo que entendemos por democracia. Hasta ahora la ubicamos como un ejercicio de elección partidista, más no como un deber y derecho a participar en la construcción de los espacios públicos, en la creación de satisfactores que incidan en el bien comunitario. Demos un poco de elementos históricos para compartir reflexiones sobre esta relación.

Mientras que los colonos británicos que se ubicaron en norteamérica fueron preparando la independencia de la colonia mucho antes de 1776 y asumiendo los costes de la vida autónoma, circunstancia que fue delineada en parte por su incipiente filantropía, otras colonias sobre todo las portuguesas y españolas transitaron una vez independiente a conformar su estado por otras vías menos afortunadas.

Como sociólogo estimo que no podemos dejar de señalar la importancia de la ética religiosa, en particular, la protestante que influyó enormemente en la conformación del estado y la participación ciudadana en colonias sajonas. El politólogo y sociólogo francés Alexis de Tocqueville se sorprendió cuando en el siglo XIX visitó “América” y observó la forma en la que comunitariamente participan las personas. En su obra capital “La Democracia en América” resaltaba la disposición de su gente en organizarse para obtener satisfactores comunitarios, lo que a su vez creaba vínculos solidarios y de mutua colaboración.

Es por ello que la Filantropía norteamericana se desarrolló atacando necesidades primordiales que reclamaba la vida independiente: garantizar la salud y ofrecer servicios educativos para formar, incidir y desarrollar la cultura del emprendurismo (enterprise). Quizá también por la gran extensión territorial de las 13 colonias fue proclive el desarrollo del sentido comunitario porque en ello radicaba en el siglo XVIII la propia sobrevivencia. Por otra parte el orden social deseado y la prosperidad a la que se aspiraba apuntalaron la sentencia: La ley por encima del ciudadano. El resultado es que la participación ciudadana del norteamericano hoy está diversificada, es muy rica y contundente. Acuden a votar, pero apoyan además a su iglesia, la bibiloteca comunitaria, el centro de desarrollo, la universidad de su preferencia, hacen donativos familiares a organizaciones filantrópicas, son voluntarios, respetan la ley y a la autoridad… confían en sus instituciones…

En nuestro caso. Cierto es que la modernidad del estado mexicano enmarcada en el siglo Expok, fue edificada a partir de un solo partido político, que fue hegemónico y con los rasgos y adjetivos que quiera el lector darle. Éste corporatizó, es decir, integró a las redes del partido, todo movimiento social organizado coartó su libertad y autonomía. Todo aquello que ocurría fuera del ámbito del partido, o bien no tenía viabilidad y sustentabilidad, o bien se declaraba proscrita o enemigo del régimen.

En cambio, quienes se quedaban en la zona de influencia del partido se volvían clientes. De ahí el término “clientelar” y sus líderes crecieron al cobijo del partido: sindicatos, colegios de profesionistas, ligas de artistas, clubes, etc. Hoy muchos de estos actores que dejaron de recibir esas prebendas, no fueron seleccionados como candidatos algún puesto popular o no recibieron más económicos, militan en otros partidos pero siguen las mismas prácticas que aprendieron.

De ese periodo histórico nos viene la consolidación de la familia “revolucionaria”: donde Mamá es Caridad y Papá es Gobierno, sujetos a lo que los súbditos, digo los hijos, habrían que pedir, exigir y demandar todos los bienes y servicios públicos sin que ellos hicieran algo por ganarse un derecho.

El estado (priista) se volvió el padre generoso, el gran proveedor, el gran bienhechor. Nuestro Premio Nobel, Octavio Paz, desarrolló esta idea en su ensayo “El ogro filantrópico”: “El estado del siglo Expok se ha revelado como una fuerza más poderosa que la de los antiguos imperios y como un amo más terrible que los viejos tiranos y déspotas”.

Siete décadas construyeron una tradición cultural en el país. El legado en la población fue una enfermedad que contaminó e infectó la percepción sobre los deberes cívicos: “sólo el estado tiene que darlos, los derechos los reclamamos todos”.

En los casi 5 lustros en los que he participado en el sector filantrópico he visto las posiciones que fijan los partidos respecto a la participación ciudadana en filantropía: Desde la desconfianza y desconocimiento sobre cómo trabaja y para qué lo hace, mostrándose dubitativos sobre las buenas intenciones, hasta ver en estas instituciones la oportunidad para edificar un liderazgo y saltar a la arena política.

Así, el PRI subvaloró la participación de la sociedad civil hasta 1968 primero y luego en1985 cuando aquella despertó. Esa estimación de que creciera pero bajo su control clientelar o corporativista le daba tranquilidad y los nuevos líderes protagonistas eran integrados a cualquiera de sus tres opciones: iniciativa laboral, campesina o popular (CTM, CNC, CNOP).

El PAN en su actitud de “arrogancia social” no desarrolló una estrategia de apoyo al crecimiento independiente de sociedad civil y recién la vio como un aliado, por ello los dos gobiernos panistas lograron interesantes avances, tan solo por citar algunos: al incorporar a líderes de la sociedad civil a la administración pública, se pudieron asignar fondos públicos a actividades que realizan estas organizaciones en forma abierta, clara y transparente bajo criterios objetivos, calificando proyectos, no personas. Se emitieron leyes como la de Asistencia Social y Desarrollo Social y la de Fomento a las Actividades que realizan las organizaciones sin fines de lucro.

El PRD, en voz de varios de sus dirigentes, ha estimado que los ciudadanos no deberían estar haciendo lo que al estado corresponde. Y como no es válido hacer generalidades, es justo decir que la primera ley favorable para el sector en el país fue expedida bajo la administración de Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo este partido en mi opinión es el paradójicamente se nutre de más movimientos sociales, de un intenso activismo pero el que es más ajeno a la compresión del sector filantrópico y su aporte. Así, si tiene dudas respecto a este argumento, pregúntele a una persona simpatizante de izquierda y pregúntele por qué un empresario habría de crear una fundación. La respuesta que recibirá con mayor frecuencia seguramente sería “lo hace para evadir impuestos”.

Desafortunadamente, desde mi opinión, todos los partidos han sido seducidos en dar y prometer para atraer simpatizantes con las prácticas que ellos mismos criticaban del PRI, pero ahora se justifican por su “humanismo o visión vanguardista” porque ellos lo hacen para atender a los que están en desamparo, a los damnificados de las siete décadas. En realidad perpetúan el asistencialismo y la sociedad pedigüeña; en lugar de participación cívica que complemente las responsabilidades del estado y se diversifique en varias causas, los grupos clientelares aumentan y otros emigran de partido a partido y viven en forma parasitaria. De tal manera que con las pasadas elecciones hemos visto al ogro filantrópico que es el estado pero en versión reloaded y con ropaje tricolor, azul y hoy amarillo, muy amarillo.

Hoy los tiempos están cambiando (Bob Dylan cantó en los sesentas The Times they are changin’; mientras que Paul Simon con su obra maestra Graceland puso su granito de arena contra el Apartheid; Jackson Browne en los ochentas “When the Stone begins to turn”, vaticinó la liberación de Nelson Mandela; Little Steven con “I am a patriot” difumina la polémica entre optar por ser republicano o demócrata, capitalista o socialista, azul o rojo, etc. ) nuestros músicos podrán componer canciones sobre nuestra sociedad civil en transformación, desarrollo y consolidación pues ya hay mucho material que les inspire.

Para allá vamos, pero necesitamos vencer al ogro reloaded participando, donando, siendo voluntarios, involucrándonos con las organizaciones que ya están trabajando a favor de los demás, asumir parte de la responsabilidad comunitaria que nos toca, limitar el poder a los partidos políticos.

Ya somos otra nación, estamos ávidos de justicia social y de satisfacer necesidades de todos. Sin embargo las oportunidades las debemos generar tanto ciudadanos, partidos, gobiernos y empresas; universidades, mutualidades y gremios, juntas de vecinos y asociaciones de padres de familia, fundaciones y organizaciones de servicio a terceros, pensando que el cambio social tiene como faro un bien superior que supedite los intereses partidistas, de grupos y de caudillos e iluminados.

La sociedad civil está constituyendo poco a poco el poder ciudadano como un contrapeso importante al poder desmedido que tienen hoy los partidos. Pero hay que ser claros, requerimos de nuestra diversidad, opiniones encontradas, tolerancia, respeto y oídos para escuchar, imaginación para crear a partir de las diferencias e inclusión porque todos tienen y están llamados a trabajar, recibir, contribuir y retribuir.

Desde el Consejo Directivo

A propósito de la necesidad de cambiar la cultura tradicional de pedir y no participar, la presidenta del Directorio recordó que una excelente estrategia para que la empresa impulse la educación cívica es que facilite la participación de sus empleados como voluntarios, ya sea mediante actividades organizadas directamente por la corporación, o bien, apoyándose con los programas de organizaciones filantrópicas.

Al respecto, hace unos días destacó el convenio de colaboración firmado entre Fundación Axtel y Hábitat para la Humanidad que se focalizará a apoyar el desarrollo de vivienda en una colonia en Monterrey. De esta manera voluntarios de la empresa colaborarán en mejorar las condiciones de vida de 50 familias trabajando juntos.
Existen consultores que le apoyan en desarrollar su programa de voluntariado corporativo, escriba a [email protected]


Emilio Guerra Díaz

Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.

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