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El lenguaje inclusivo salta de la calle a las instituciones

Si la Real Academia Española (RAE) considera que el texto de la Constitución se puede retocar con un lenguaje inclusivo donde se sientan representados tanto los hombres como las mujeres, el académico Arturo Pérez-Reverte ha prometido abandonar la institución. Como en los viejos lances de capa y espada, ha empeñado su palabra en un tuit. Y después ha hecho mutis. Él verá.

Algunos de sus colegas no se han puesto tan en guardia, después de todo no es más que un informe no vinculante para echar un vistazo a cómo se redactaba en la Administración española de los años setenta. “El tema está en la calle, en la prensa, en los bares. Claro que hay que echar un vistazo a la Constitución y hablar de todo”, dice Soledad Puértolas, también escritora y miembro de la Academia.

Tampoco le parece mal que se estudie este asunto a Inés Fernández-Ordóñez porque considera, como su colega, que el debate está en la calle. “En los textos administrativos se puede hacer constar la presencia de la población femenina y recogerlo de una forma sensible. Si se empieza una conferencia con un “señores y señoras” en otras situaciones también se puede marcar, de entrada, esa presencia femenina”.

Manuel Gutiérrez Aragón, que entró en la real casa en 2016, no ve tanto una demanda social del lenguaje inclusivo como una presión política, a la que cree que la Academia debe resistir. “La RAE siempre ha estado en contra del lenguaje inclusivo, porque una cosa es la visibilidad de las mujeres y que ocupen cargos en las instituciones y otra que se fuerce el lenguaje”, dice.

¿Es forzar el lenguaje cambiar “los españoles” por “la población española”? Cree que no. Y a otros ejemplos de lenguaje inclusivo tampoco le pone pegas. Su batalla parece centrarse en la duplicidad: los vascos y las vascas. Pero no es solo eso lo que persigue el movimiento feminista. Ofrecen muchas fórmulas, pero el debate parece haberse atascado solo en esa. Sin embargo, unos y otros podrían firmar los mismos argumentos, es el sentido de ellos en lo que discrepan. Por ejemplo, todos dicen que la lengua es algo vivo, que debe estar pegada a la vida. Esto lo firmarían en ambos bandos. Pero Gutiérrez Aragón cree que “es muy reaccionario estar en contra de las razones del pensamiento”. Y eso también lo podrían esgrimir quienes buscan un lenguaje inclusivo.

En todo caso, dice el cineasta: “No se pueden buscar sinrazones a la lengua y las presiones políticas producen rechazo. La RAE debe resistir presiones y defender los derechos de la lengua”, opina.

“¿Política o sociedad? Eso dependen de la visión de cada uno, es discutible”, sostiene Puértolas cuando se le pregunta si este asunto es presión política o demanda social.

La filóloga Paz Battaner, que ingresó en la Academia el año pasado, se sitúa al lado del “informe Bosque”, el redactado por el académico Ignacio Bosque en 2016, en el que se rechazaban propuestas de lenguaje inclusivo. Sobre la iniciativa del Gobierno dice: “No me parece lo más importante que haya que hacer ahora… pero quizá un texto se puede modificar con gracia y sentido de la lengua, sin forzarla…”, concede. Y, como Gutiérrez Aragón, rechaza opinar sobre la postura que ha tomado Pérez-Reverte.

“Yo creo que la Academia debe atender este asunto con interés y discutirlo y estar abierta a las demandas de la sociedad”, zanja Fernández-Ordóñez. Y sobre Pérez-Reverte: “Él verá”.

Fuente: El Pais.

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