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ColumnasDe dónde surge el voluntariado

De dónde surge el voluntariado

Por: Susana Barnetche y Pous

Nos dice Luis A. Aranguren, en su libro LO ESENCIAL DEL VOLUNTARIADO que el voluntariado surge de la indignación

Y que indignarse es tomarse en serio la dignidad de todos los seres humanos y proclamar abiertamente y con orgullo, que nada realmente humano, nos puede ser ajeno.

En muchos países, el voluntariado es un mandato, bien sea del estado o de los corporativos; estos ponen o crean los programas y aportan la infraestructura, y a ellos se suman los voluntarios, que vienen de distintos orígenes, y por diferentes motivaciones.

Sin embargo, en México, efectivamente, el voluntariado surge de la indignación; de la indignación por la falta de justicia o la falta de soluciones frente a situaciones específicas, ya sean comunitarias o familiares.

Ése ha sido el caso de muchas organizaciones de la sociedad civil que orientan sus esfuerzos voluntarios a la solución de diferentes problemas: parálisis cerebral, síndrome de Gillian Barré, síndrome de Down, diabetes, problemas hepáticos, fibrosis quística, debilidad mental, autismo, enfermedades raras, etc., que han sido creadas por los familiares de pacientes con esas patologías y no encuentran instancias del gobierno -paternalista- que den respuestas a sus necesidades.

Así, recurren a organizarse con otras familias que tengan problemas comunes, sin soluciones viables. Se dan a la tarea de la investigación, protección, atención y desarrollo, cuidados y/o recuperación, difusión, prevención y todo lo agregado a ello.

En el caso de la falta de equidad, de justicia, surgen otras organizaciones que defienden los derechos humanos, la cultura, el rezago, la educación, la salud, el desarrollo comunitario, etc., porque duele.

Se habla de sensibilizar a la población sobre los problemas que nos aquejan y a buscar su solución; sin embargo, la sensibilidad es un chip que el voluntario lleva incorporado desde que se ve afectado por un mundo que no le gusta, y decide poner manos a la obra para cambiarlo.

Por diferentes motivaciones el voluntario se suma a una causa, poniendo en juego sus capacidades; sin embargo, no sólo es necesario querer servir o ayudar; es necesario saber cómo hacerlo; según las características y habilidades de cada quien.

Aunque existe lo que se llama voluntariado informal, y hace mucho bien, es importante integrarse a una acción organizada. No debiera ser una aventura benévola individual, sino la suma de voluntades, solidarias, mancomunadas, para mejorar y cambiar la realidad.

Muchas veces las personas cuando quieren hacer trabajo voluntario, se aterran ante lo que se considera una tarea titánica; cambiar la realidad… pero entendamos, como también nos dice Aranguren, que “la posibilidad es la patria del voluntariado”.  Un voluntario busca a toda costa, alcanzar la meta, lograr los objetivos, conseguir lo necesario para la solución de una problemática que nos indigna.

Y tenemos que tocar fondo, saber en dónde estamos y qué terreno pisamos; sólo sabiendo esto, podremos incursionar en el voluntariado y en ese cambio que queremos ver.

Un beneficio que nos genera el hacer voluntariado es el crecimiento; no podremos servir a otros si nosotros nos distraemos en banalidades; cómo atrevernos a acompañar, a sugerir, a pontificar -muchas veces- si en lo personal no somos los primeros en cumplir con esas premisas que mencionamos. Cuando tratamos con el otro, no podemos hablar de utopías sino de materiales probados. Es como el maestro, que se prepara para dar su clase… así de simple. Nos ayuda a ser mejores personas.

Curiosamente, en la actualidad, se toca recurrentemente el término impacto del servicio voluntario; ¿cómo medirlo?  El voluntariado tiene valor, pero no tiene precio, no se puede medir numéricamente, aunque ya se cuenta con cifras de cuántos voluntarios, cuántas horas hombre; pero ello no nos habla de los cambios que se operan en las comunidades, en las personas, en la alegría, en las sonrisas, en la unión.

Independientemente del multicitado impacto, la acción voluntaria es significativa, porque es la que siembra semillas, que dan fruto en un proyecto liberador.

Y sí, cuando se es voluntario, y creemos en las personas, nos estamos desafiando para construir la paz, basada en la justicia; entendamos:  no hay realización personal sin construcción del bien común.

Recordemos que el 5 de diciembre es el Día Internacional de los Voluntarios, decretado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 40/212 el 17 de diciembre de 1985. 

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