La aviación privada está en auge, y con ella, una nueva oleada de emisiones que pone en alerta a los expertos en sostenibilidad. Mientras los vuelos comerciales se enfrentan a exigencias crecientes para reducir su huella ambiental, los jets privados ganan terreno, impulsados por un sector de viajeros con alto poder adquisitivo que recurre a esta modalidad para trayectos cada vez más frecuentes y más cortos.
El aumento de vuelos privados no solo refleja una tendencia de consumo, sino también un desafío ambiental creciente. Según un nuevo informe del Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), Estados Unidos lidera con holgura esta expansión, consolidándose como el país con mayor número de vuelos privados y el mayor volumen de emisiones asociadas. El impacto, advierten los expertos, es desproporcionado y pone en entredicho la equidad ambiental en el transporte aéreo.
El informe del ICCT revela cifras alarmantes
El ICCT calcula que los jets privados emitieron hasta 19,5 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en 2023, un 25 % más que hace una década. Para dimensionarlo: esa cifra equivale a conducir un automóvil promedio durante 80 mil millones de kilómetros. A pesar de representar solo el 2 % de las emisiones de la aviación mundial, el uso de jets privados tiene un impacto per cápita mucho más elevado.
Además, según información de Fast Company, de los 20 aeropuertos más activos en vuelos privados, 18 están en Estados Unidos, incluyendo hubs como Van Nuys en Los Ángeles, Palm Beach en Florida y Teterboro en Nueva Jersey. Van Nuys, por ejemplo, es el tercer aeropuerto privado más contaminante del mundo y frecuentado por figuras como Kim Kardashian o Elon Musk. Los vuelos desde ese aeropuerto, que no operan servicios comerciales, se han convertido en una fuente constante de ruido y emisiones.

Además, dos tercios de todos los vuelos en jets privados de 2023 se originaron en aeropuertos estadounidenses. Esto convierte a EE.UU. en responsable del 55 % de todas las emisiones globales del sector. Florida y Texas, por sí solos, generaron más emisiones que toda la Unión Europea. En este contexto, el aumento de vuelos privados en el país no puede pasar desapercibido para quienes trabajan por la sostenibilidad.
El impacto ambiental del aumento de los vuelos privados
Uno de los aspectos más preocupantes es la desproporción en el impacto ambiental. Un jet privado típico emite tanto CO2 al año como 177 automóviles, y con frecuencia se utiliza para trayectos muy cortos. La mayoría de estos vuelos duran menos de dos horas y cubren distancias inferiores a 900 kilómetros, donde las emisiones son mayores por kilómetro recorrido.
El aumento de vuelos privados contrasta con los esfuerzos globales por reducir emisiones en el transporte. Mientras que los pasajeros de clase turista comparten emisiones entre decenas o cientos de personas, los jets privados concentran su impacto en tan solo seis a 19 ocupantes. Esta inequidad ha generado críticas, sobre todo al considerar que muchos vuelos tienen fines personales o de ocio.
El caso del director ejecutivo de Starbucks, Brian Niccols, quien vuela en jet privado de California a Seattle, o los rastreos públicos a los desplazamientos de celebridades como Taylor Swift, son solo algunos ejemplos del creciente escrutinio que enfrenta este tipo de transporte. Cada vuelo de lujo, apuntan los críticos, socava los compromisos climáticos asumidos a nivel global.
Proponen medidas legislativas para mitigar el daño
Ante este panorama, algunos legisladores han propuesto gravar las emisiones y el combustible de los aviones privados como medida de mitigación. En 2023, se presentó una ley en el Congreso de EE.UU. para aumentar los impuestos al combustible de jets privados, pasando de 0,22 a 1,95 dólares por galón. Esta medida implicaría aproximadamente 200 dólares por tonelada métrica de CO2 emitido.
Aunque la propuesta no prosperó en su momento, ha sido recientemente reintroducida. De aplicarse, podría recaudar hasta 3.000 millones de dólares anuales para iniciativas de descarbonización, según el ICCT. Se trata de una medida directa para vincular la responsabilidad ambiental con la capacidad económica de quienes optan por este tipo de vuelos.
Dan Rutherford, director sénior del ICCT, declaró que “dada la lentitud del progreso tecnológico, es razonable cobrar más a los viajeros ultrarricos por su contaminación”. El mensaje es claro: si la innovación no reduce las emisiones lo suficiente, la regulación fiscal puede y debe desempeñar un papel crucial.

¿Es posible un cambio de rumbo?
El panorama es complejo, pero no irreversible. Si bien los jets privados han aumentado su presencia e impacto, existen herramientas fiscales, regulatorias y reputacionales que pueden revertir esta tendencia. Los datos del ICCT proporcionan una base sólida para tomar decisiones más responsables, tanto desde lo público como desde lo corporativo.
La presión ciudadana y mediática también tiene un papel fundamental. En la medida en que se exija coherencia y se visibilicen las emisiones desproporcionadas de este tipo de vuelos, es posible generar un entorno menos permisivo. A su vez, los avances tecnológicos en combustibles sostenibles o aviación eléctrica podrían, a futuro, mitigar algunos de los impactos.

Cultura del lujo: un amenaza para la sostenibilidad
Estados Unidos se ha convertido en el epicentro del aumento de vuelos privados, con consecuencias claras en materia de emisiones y equidad ambiental. La tendencia, sostenida por la disponibilidad de recursos y la cultura del lujo, desafía los esfuerzos internacionales por contener el calentamiento global y alcanzar la justicia climática.
Frente a este escenario, la regulación es urgente. El debate sobre gravar los vuelos privados, revisar las políticas corporativas y fomentar alternativas más limpias debe pasar del diagnóstico a la acción. La sostenibilidad no puede seguir siendo una meta solo para los demás: también debe incluir a quienes más contaminan, y más pueden aportar.