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Aire limpio: un derecho

El acceso a un ambiente libre de contaminación debe ser visto como un derecho humano

¿Podrá asegurarse la calidad del aire en las ciudades de México en los próximos años y ser ésta la señal de su sustentabilidad y competitividad? Sin duda lo sería si se sumaran a la planeación urbana ingredientes como la movilidad sustentable, el acceso al espacio público, la comunicación efectiva, el ordenamiento del territorio con prioridad por las áreas verdes y la compactación de vivienda o empresas, entre otras… todas éstas aderezadas por una fuerte dosis de derechos humanos, participación social, cambios en las prioridades y rendición de cuentas.

Por ahora la historia no favorece mucho todo esto, porque los centros urbanos, que en la última década crecieron 16 por ciento, sólo han replicado lo sucedido en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México e incluso la han superado y actualmente están más contaminadas, como León, Toluca, Guadalajara o Ciudad Juárez. Si siguen las tendencias, a mediados de siglo las ciudades concentrarán al 90 por ciento de los habitantes del país, por lo que debería ser una prioridad para la seguridad nacional planear ciudades que mitiguen los impactos ambientales que hoy en día se asocian con la muerte de 14 mil 734 personas, según las cifras de la Organización Mundial de la Salud.

En este contexto, vale la pena reflexionar sobre la importancia de la comunicación efectiva como el eslabón de la gestión ambiental que garantiza a las personas el derecho a saber y el acceso a la información; es además la vía de seducción para que la sociedad entienda el significado de su actuación en pro del aire, en participar o exigir alternativas de movilidad y acceso al espacio público como peatón, exigir su derecho a caminar en banquetas libres de obstáculos y cruces preferentes en las calles y avenidas; es el eslabón que permite a la sociedad comprender su rol en un proyecto de ciudad con baja huella ecológica, densa, compacta y con edificaciones verticales, con espacios para la biodiversidad y el paisaje natural.

La comunicación efectiva en las ciudades sustentables que desea México enfrenta la tarea titánica de vencer el descrédito social de las instituciones porque la población no confía en lo que hace o lo que dice el gobierno, porque hay falta de certeza y cumplimiento de la normatividad, porque hay experiencias como la Comisión Ambiental Metropolitana y los programas para mejorar la calidad del aire que carecen de integralidad, visión preventiva o continuidad.

La discusión actual sobre la posibilidad de alinear las normas mexicanas que protegen la salud humana a los valores guía propuestos por la Organización Mundial de la Salud representa una opción para impulsar esta comunicación efectiva, ya que permitiría reactivar la gestión ambiental del aire en las grandes ciudades y plantear metas más ambiciosas para contaminantes como el ozono, monóxido de carbono o plomo, dadas sus tendencias decrecientes y, lo más importante, permitiría tener una actuación preventiva sobre las ciudades que están creciendo en población y contaminación, evitar un futuro con mala calidad del aire.

Pero no lo es todo, la comunicación efectiva para la sustentabilidad de las ciudades requiere generar información y hacerla llegar a la población; salvo la Ciudad de México, el resto debe hacer un esfuerzo mayúsculo para mejorar o generar las mediciones de contaminantes y evidenciar la anhelada sustentabilidad. Si en diferentes momentos Mario Molina Pasquel, Martha Delgado Peralta y otros actores han referido que en la Ciudad de México la contaminación del aire se asocia con la muerte prematura de 4 mil habitantes y se reporta que en 241 días (el 66 por ciento de los días de 2011) la calidad del aire fue «mala», es porque existen datos confiables que permiten informar y saber. No obstante, aún falta lograr una comunicación efectiva que asegure que la información llegue a quienes trabajan en la calle, niñas y niños, deportistas y usuarios del espacio público, enfermos de asma o con padecimientos cardiovasculares que realizan actividades al aire libre. Los habitantes de esta ciudad ven y respiran la contaminación, pero no saben cuánta es, quién la genera y cuán responsables son de la misma, desconocen incluso el significado del IMECA, un índice con 20 años de existencia.

La comunicación efectiva facilita que las personas asimilen y comprendan la relevancia de las utopías, la bondad de sistemas como el Metrobús, el uso de la bicicleta, y su rol como ciudadanos dispuestos a cambiar sus preferencias y anhelos de prosperidad para optar por el transporte público en lugar del automóvil, otra tarea titánica porque éste representa todavía un símbolo de status o es la única opción para moverse desde los suburbios.

Esta utopía va de la mano con echar a andar el andamiaje institucional, que los ciudadanos «sacudan» a la Profepa, la CNDH y sus representaciones locales para denunciar y hacer exigible el derecho humano a un medio ambiente sano, el derecho a la movilidad y el acceso al espacio público. Esto implica desarrollar un ejercicio de ciudadanía sin precedentes que anteponga los beneficios colectivos, o las ciudades seguirán transformándose en sociedades de riesgo. De no tomar decisiones radicales, cualquiera de nosotros podría ser silenciosamente el 14 mil 735.

Fuente: Reforma

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