En un entorno donde la política y la regulación se entrelazan cada vez más con los compromisos empresariales, la estrategia ESG se ha convertido en un frente de transformación urgente para las organizaciones. De acuerdo con un reciente informe de The Conference Board, el 80% de las grandes empresas está revisando su enfoque, empujadas por un clima político menos favorable a la sostenibilidad.
Este fenómeno no responde a una renuncia a los principios ESG, sino a una evolución en la forma de abordarlos. Las empresas están recalibrando su manera de comunicar y ejecutar estas estrategias, conscientes de que la presión no proviene solo del mercado o los consumidores, sino ahora también desde las políticas públicas y los discursos institucionales.
El giro estratégico: adaptación frente a presión política
El actual escrutinio político ha obligado a las empresas a replantear su estrategia ESG más allá de lo operativo. Las modificaciones recientes en la política federal han generado un entorno donde mantener el statu quo resulta insostenible, y el rediseño de estrategias ya no es opcional, sino necesario para asegurar la continuidad de las metas sostenibles.
Lejos de abandonar sus compromisos, las compañías están explorando nuevas rutas de integración. Se observa un enfoque más transversal que busca blindar la estrategia ESG dentro del modelo de negocio, en lugar de dejarla como una línea paralela. Esto refuerza su legitimidad y capacidad de permanencia ante eventuales cambios normativos.
Este giro, además, revela la madurez del ecosistema de sostenibilidad. Las empresas están reconociendo que no basta con tener objetivos ambientales o sociales ambiciosos, sino que deben estar respaldados por una narrativa estratégica y alineada al nuevo contexto.
Comunicación ESG: entre la reinvención y la cautela
Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es que el 52% de los ejecutivos está rediseñando la forma en que comunica su estrategia ESG. En muchos casos, incluso, optan por abandonar el término “ESG” debido a su creciente politización y malinterpretación en ciertos sectores del debate público.
Este cambio semántico no implica una renuncia a los valores que representa la ESG, sino una estrategia comunicacional más cuidadosa, que busca proteger la integridad del mensaje frente a la polarización. El fondo permanece, pero la forma evoluciona para ser más efectiva y resiliente.

Se trata de un ajuste táctico, que responde a una nueva realidad: las empresas ya no solo deben rendir cuentas a los consumidores o inversionistas, sino también gestionar con habilidad los mensajes que emiten en un entorno con tensiones ideológicas crecientes.
Obstáculos regulatorios: tarifas y freno a la inversión sostenible
Otro de los factores que empuja a repensar la estrategia ESG es el impacto de las nuevas medidas comerciales, como el incremento de aranceles. El 66% de los ejecutivos encuestados considera que estas políticas obstaculizan el avance hacia los objetivos de sostenibilidad.
Además, casi la mitad (45%) anticipa retrasos importantes en decisiones de inversión sostenible, lo que podría desacelerar la implementación de tecnologías limpias, infraestructura verde y programas sociales de largo plazo. Esta presión económica se suma al desafío político, haciendo más compleja la ejecución de planes ESG ambiciosos.
No obstante, estas barreras también están incentivando a las empresas a ser más creativas y rigurosas en la priorización de sus recursos. En lugar de abandonar sus compromisos, están identificando formas más inteligentes de avanzar, adaptándose sin renunciar a su propósito.

Nuevas resistencias, nuevas respuestas
El 90% de los líderes consultados anticipa que la resistencia a la ESG no solo persistirá, sino que podría intensificarse. Esta percepción, que ha crecido 27 puntos porcentuales respecto a 2023, señala un punto de inflexión en la narrativa empresarial: ya no se trata solo de gestionar la sostenibilidad, sino también de defender su legitimidad.
El principal blanco de las críticas son los compromisos climáticos, especialmente los objetivos de cero emisiones netas. La presión hacia estos temas está llevando a las empresas a revisar no solo el contenido de su estrategia ESG, sino también la manera en que definen públicamente sus metas y plazos.
Esta coyuntura invita a una reflexión profunda sobre el rol del liderazgo empresarial frente al entorno político. En lugar de ceder ante la presión, muchas compañías están fortaleciendo sus estructuras internas de gobernanza ESG, blindando sus decisiones con evidencia, datos y marcos normativos sólidos.
Cambio de foco: del activismo a la política pública
El informe también muestra un cambio notable en la percepción de los factores que impulsan la reacción contra la ESG. Si bien antes se atribuía principalmente a grupos activistas, hoy los ejecutivos ven en los responsables de política pública a los actores clave de esta resistencia.
Esta reconfiguración de las fuentes de presión modifica radicalmente el tablero. Implica que cualquier estrategia ESG debe considerar, desde su diseño, una lectura política del entorno. La sostenibilidad, por tanto, deja de ser un tema puramente técnico para convertirse en una dimensión estratégica de las relaciones institucionales.
Así, se vuelve indispensable que las áreas de responsabilidad social, asuntos públicos y sostenibilidad trabajen de forma conjunta. Solo así será posible anticipar riesgos, generar alianzas y mantener una agenda de impacto que no se tambalee ante los vaivenes políticos.

Resiliencia y evolución como claves ESG
El panorama actual no elimina la necesidad de contar con una estrategia ESG, pero sí exige que esta sea más sólida, adaptable y políticamente consciente. Las empresas que sobreviven y prosperan son aquellas que integran su propósito con inteligencia estratégica, sin ceder a la presión, pero ajustando el enfoque para permanecer relevantes.
La sostenibilidad ha dejado de ser una moda o una ventaja competitiva temporal; hoy es una base estructural del negocio. Enfrentar la resistencia no es retroceder, es avanzar con mayor claridad, enfoque y capacidad de adaptación.
En este nuevo contexto, las organizaciones que lideren serán aquellas capaces de comunicar con precisión, operar con consistencia y demostrar, con evidencia, que la creación de valor sostenible sigue siendo posible, incluso en tiempos turbulentos.