Durante más de dos décadas, las inversiones internacionales —particularmente por parte de Estados Unidos— han permitido avances significativos en la lucha contra el VIH/SIDA. El acceso a medicamentos antirretrovirales y programas de prevención ha salvado millones de vidas, especialmente en regiones de alta vulnerabilidad como África subsahariana y el sudeste asiático. ONUSIDA considera este esfuerzo multilateral como uno de los mayores logros sanitarios globales de este siglo.
Sin embargo, esos avances corren grave peligro ante la suspensión abrupta de fondos estadounidenses en enero de 2025, que ha generado una crisis sanitaria en cascada. Clínicas cerradas, cadenas de suministro interrumpidas, personal despedido y programas de prevención detenidos son apenas algunas consecuencias. Si el financiamiento no se reemplaza, ONUSIDA advierte que podrían registrarse más de cuatro millones de muertes por VIH y hasta seis millones de nuevas infecciones para 2029.
Muertes por VIH: el impacto del recorte de EUA
El Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR) ha sido, desde su creación en 2003, el mayor compromiso financiero de un país en torno a una sola enfermedad. Gracias a esta iniciativa, más de 84 millones de personas se han beneficiado de pruebas diagnósticas y 20.6 millones han recibido tratamiento antirretroviral. En países como Nigeria, el 99.9% del presupuesto para medicamentos preventivos era cubierto por PEPFAR.
La decisión del presidente Donald Trump de suspender toda la ayuda exterior y cerrar la agencia USAID en enero eliminó de inmediato los 4 mil millones de dólares prometidos para 2025. Expertos como Andrew Hill, de la Universidad de Liverpool, han calificado esta medida como irresponsable y dañina, al haberse aplicado sin previo aviso, dejando a miles de pacientes sin atención médica.
ONUSIDA advierte que esta interrupción no solo ha generado una crisis actual, sino que amenaza con revertir décadas de progreso. El miedo a que otros donantes sigan el ejemplo estadounidense añade incertidumbre a la respuesta global, en un contexto donde los desafíos geopolíticos, las guerras y el cambio climático dificultan aún más la cooperación internacional.
Consecuencias inmediatas: clínicas cerradas y retrocesos sanitarios
El informe más reciente de ONUSIDA describe un “shock sistémico” a nivel mundial. Las actuales pérdidas de financiamiento ya han desestabilizado el suministro de medicamentos, clausurado centros de salud y obligado a miles de organizaciones comunitarias a suspender actividades clave. Esto ha tenido un efecto directo en las poblaciones más vulnerables, que dependen de estos servicios para sobrevivir.
Además, se ha visto un estancamiento en la implementación de programas de prevención y pruebas de diagnóstico. En muchas regiones, especialmente en África y Asia, el acceso al tratamiento era ya limitado antes de los recortes, y ahora la situación se ha agravado. Según ONUSIDA, más del 50% de las personas que necesitan tratamiento no lo están recibiendo.
La organización estima que sin una acción urgente, el número de muertes por VIH aumentará dramáticamente en los próximos años. La carga recae, una vez más, sobre las comunidades que han luchado por mantenerse a flote con recursos limitados, y que ahora ven su futuro amenazado por decisiones políticas externas.

Proyecciones alarmantes: millones de vidas en juego
Las cifras hablan por sí solas: en 2024, se registraron unas 630 mil muertes por VIH en todo el mundo. Aunque esta cifra representa una mejora sustancial respecto a los dos millones de muertes en 2004, el progreso se ha estancado desde 2022. El informe de ONUSIDA alerta que sin nuevos recursos, los próximos cinco años podrían marcar una regresión devastadora.
En términos de nuevas infecciones, la previsión también es sombría. Se proyectan más de seis millones de casos adicionales para 2029 si el financiamiento no se restablece. La mitad de estas nuevas infecciones se concentrarían en el África subsahariana, donde el virus sigue siendo una de las principales causas de mortalidad.
Lo más preocupante es que muchas de estas infecciones y muertes por VIH podrían prevenirse con políticas sostenidas de prevención, tratamiento y diagnóstico. ONUSIDA insiste en que la solución no requiere innovaciones costosas, sino el cumplimiento de compromisos ya asumidos por los países donantes.
El rol de la cooperación internacional en la lucha contra el VIH
Frente a esta crisis, ONUSIDA destaca que la cooperación internacional no solo ha sido eficaz, sino vital. El financiamiento global permitió que países con infraestructuras sanitarias limitadas desarrollaran sistemas de atención integral para las personas que viven con VIH. Abandonar ese modelo ahora sería desastroso.
El debilitamiento del multilateralismo, potenciado por conflictos internacionales y crisis climáticas, pone en jaque este modelo de solidaridad. El temor de que más donantes imiten a Estados Unidos está muy presente, y la comunidad internacional debe responder con firmeza para evitar una tragedia sanitaria evitable.
En este contexto, organizaciones sociales, empresas con responsabilidad social y gobiernos locales también pueden jugar un papel clave. La continuidad del trabajo en terreno, con recursos alternativos, podría mitigar parte del daño, pero difícilmente podrá reemplazar el vacío dejado por grandes potencias sin una estrategia coordinada.
El costo de la inacción
Las cifras de ONUSIDA dejan claro que el VIH no es un problema superado. El riesgo de que las muertes por VIH se disparen de nuevo es real, y tiene un origen concreto: la falta de fondos. No se trata de una crisis inevitable, sino de una elección política. Revertir esta tendencia requiere voluntad, compromiso financiero y cooperación global.
Si el mundo decide ignorar estas advertencias, millones de vidas podrían perderse en los próximos cinco años. Pero si los países actúan con responsabilidad, es posible evitar un retroceso que afectaría especialmente a las regiones más empobrecidas. El momento de actuar es ahora. No reponer los fondos perdidos sería, simplemente, imperdonable.







