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¿Seguridad o invasión? El ICE planea vigilar las redes sociales 24/7

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Cuando pensamos en control migratorio, normalmente imaginamos cruces fronterizos, aduanas y revisiones en aeropuertos. Sin embargo, la nueva línea de defensa del gobierno estadounidense se desplaza hacia un territorio mucho más cercano a nuestra vida cotidiana: nuestro feed de redes sociales. Las publicaciones que hacemos, compartimos o incluso comentamos podrían convertirse en parte de un monitoreo constante diseñado para rastrear personas de interés.

El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) ha dado un paso más allá al publicar una solicitud de información para contratar empresas privadas que implementen un programa de vigilancia de ICE en redes sociales las 24 horas del día. Plataformas como Facebook, Instagram, TikTok, X y LinkedIn están incluidas, transformando actividades comunes en línea en pistas que alimentan directamente sus bases de datos. El escenario parece sacado de una novela de suspenso cibernético, pero es una realidad que se aproxima rápidamente.

Una nueva estructura de vigilancia: vigilancia de ICE en redes sociales

Según un artículo de Forbes, el ICE ya monitorea redes sociales a través de herramientas como SocialNet y sistemas basados en inteligencia artificial provistos por Zignal Labs. Sin embargo, la solicitud de información indica un cambio de escala y estructura: de la recopilación caso por caso a un circuito continuo público-privado que convierte la actividad cotidiana en evidencia potencial.

Contratistas privados podrían extraer datos disponibles públicamente, correlacionarlos con bases de datos comerciales y gubernamentales, y elaborar expedientes en tiempos muy cortos. Toda esta información se integraría al sistema de Gestión de Casos de Investigación de Palantir Technologies, creando perfiles detallados de la vida digital de las personas y conectando datos biométricos, registros públicos y actividad en línea de manera automática.

¿Quiénes quedan atrapados en la red?

Oficialmente, la vigilancia se dirige a personas vinculadas a casos en curso o consideradas amenazas. En la práctica, la red es mucho más amplia. Amigos, familiares o conocidos pueden quedar bajo escrutinio simplemente por su cercanía con un objetivo inicial.

Experiencias previas con herramientas de reconocimiento facial y rastreo de ubicación muestran cómo estos sistemas tienden a expandirse más allá de sus objetivos originales. Lo que empieza como control migratorio puede convertirse en vigilancia masiva, afectando comunidades enteras y planteando riesgos significativos de invasión a la privacidad.

Lo que dice ICE y lo que demuestra la historia

ICE presenta su programa como modernización tecnológica para identificar patrones que los métodos tradicionales no detectarían. Sin embargo, los antecedentes muestran que la agencia ha accedido a datos de manera cuestionable, comprando conjuntos masivos de información y utilizando software espía incluso cuando existían restricciones oficiales.

El ecosistema de proveedores de ICE continúa expandiéndose: Clearview AI, SocialNet, Babel Street y PenLink, entre otros, consolidan una vigilancia continua y automatizada. La combinación de datos de ubicación, biométricos y redes sociales hace que la monitorización sea no solo posible, sino rutinaria, borrando cada vez más la línea entre seguridad y control sobre la vida digital de las personas.

Lecciones del extranjero y el costo social

No es solo Estados Unidos; países como Reino Unido han intentado monitorear conversaciones en línea sobre inmigración y disturbios, enfrentando críticas por confundir seguridad pública con vigilancia política. Casos internacionales muestran que las herramientas inicialmente justificadas para seguridad nacional se usan luego contra periodistas y activistas.

La vigilancia constante altera comportamientos: publicaciones sobre protestas o comentarios cotidianos pueden interpretarse como información de inteligencia. Para los inmigrantes y activistas, el riesgo de autocensura crece, y la frontera digital se expande, atrapando a cualquiera cuya presencia en línea sea visible para el sistema.

El proyecto del ICE refleja una tendencia más amplia: trasladar la frontera del control migratorio del mundo físico al digital. La vigilancia de ICE en redes sociales plantea preguntas críticas sobre privacidad, supervisión y derechos civiles, y resalta la urgencia de un marco regulatorio que proteja a la ciudadanía frente al poder creciente de algoritmos y empresas privadas.

Sin controles adecuados, la frontera digital puede convertirse en un espacio donde todos estamos bajo observación constante. La transparencia, la supervisión independiente y la rendición de cuentas son fundamentales para equilibrar la seguridad con los derechos fundamentales, asegurando que la innovación tecnológica no se convierta en un instrumento de invasión y control indiscriminado.

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