Ante la doble crisis de pérdida de biodiversidad y cambio climático, el sector financiero ha comenzado a reconocer la urgencia de actuar. Si bien ya existen mecanismos como los créditos de carbono, no son suficientes para atender el impacto directo sobre los ecosistemas naturales. En este contexto, surgen nuevas herramientas que buscan canalizar recursos hacia soluciones más integrales y duraderas.
Entre ellas, destaca una propuesta innovadora: los créditos de biodiversidad. De acuerdo con información del portal edie, estos créditos fueron presentados formalmente como parte del Marco Mundial para la Diversidad Biológica Kunming-Montreal y respaldados por el Panel Asesor Internacional sobre Créditos de Biodiversidad (IAPB), estos créditos tienen el potencial de cambiar la lógica financiera en favor de la naturaleza. Pero ¿qué son exactamente y por qué importan tanto? Te decimos.
¿Qué son los créditos de biodiversidad?
Entender qué son los créditos de biodiversidad implica verlos como un mecanismo financiero diseñado para incentivar la conservación y restauración de la biodiversidad. A diferencia de otros instrumentos, estos créditos no son intercambiables entre países ni compensan impactos negativos: su propósito es generar ganancias ecológicas reales, medibles y duraderas tanto en ecosistemas terrestres como marinos.
Esto los distingue claramente de los créditos de carbono, cuya función principal es compensar emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras los créditos de carbono se enfocan en equilibrar una huella climática, los créditos de biodiversidad no buscan sustituir daños, sino canalizar capital hacia mejoras netas en la salud ecológica. No son fungibles, y esa es una de sus fortalezas clave.
Gracias a esta diferencia, estos nuevos créditos ofrecen una oportunidad valiosa: motivar a empresas, gobiernos y actores financieros a invertir en proyectos que protejan especies, restauren hábitats y fortalezcan los ecosistemas. Con una estructura basada en principios de alto nivel como resultados verificables, equidad para las comunidades locales y buena gobernanza, estos créditos prometen altos estándares de integridad.

¿Qué principios guían su implementación?
Para asegurar que estos créditos no se conviertan en una “etiqueta verde” más, el Panel Asesor Internacional sobre Créditos de Biodiversidad estableció 21 Principios de Alto Nivel. Estos principios, presentados en la COP16 en 2024, responden a tres condiciones fundamentales: beneficios reales para la naturaleza, justicia social y gobernanza de calidad.
Uno de los pilares más destacados es la inclusión activa de pueblos indígenas y comunidades locales (PI y CL), actores clave para asegurar resultados sostenibles. Su participación ayuda a evitar prácticas extractivistas y garantiza que las intervenciones respeten los derechos humanos y el conocimiento tradicional.
Además, se han lanzado 31 proyectos piloto en 21 países como prueba del potencial de estos créditos. Estas iniciativas están sentando las bases para una infraestructura de mercado sólida, donde los aprendizajes y buenas prácticas se traducen en herramientas replicables a gran escala.

¿Quiénes están detrás del impulso?
El desarrollo de qué son los créditos de biodiversidad no ha sido un esfuerzo aislado. El IAPB, respaldado por los gobiernos del Reino Unido y Francia, reúne a más de 25 representantes del sector financiero, ONG, empresas y comunidades locales. Esta diversidad de actores permite que el marco tenga legitimidad tanto técnica como social.
A este impulso se suma el apoyo filantrópico y el compromiso de continuar hasta la COP30 en Brasil. Entre las prioridades de la próxima etapa destacan el fortalecimiento de marcos regulatorios, el diseño de un laboratorio de políticas y la consolidación de una Comunidad de Práctica para expertos.
El objetivo es claro: evitar que el mercado de créditos de biodiversidad se desarrolle con fallas similares a las que han afectado al de carbono, asegurando desde el inicio integridad, trazabilidad y transparencia.
¿Qué oportunidades ofrece a empresas y gobiernos?
Cada vez más empresas buscan formas de proteger sus cadenas de suministro, responder a regulaciones ambientales y cumplir con sus objetivos de sostenibilidad. Aquí es donde los créditos de biodiversidad se vuelven especialmente relevantes: pueden vincularse a estrategias corporativas de RSE, sostenibilidad o gestión de riesgos.
Gobiernos también tienen un rol clave. Pueden usar estos créditos para acelerar la restauración ecológica, fortalecer políticas públicas y movilizar inversión privada complementaria. Es decir, no se trata de reemplazar la acción estatal, sino de complementarla con mecanismos eficientes y orientados al largo plazo.

En ese sentido, comprender qué son los créditos de biodiversidad puede ayudar a que los actores interesados colaboren de forma más estratégica. Si se mantienen altos estándares, este mecanismo podría traducirse en un cambio real para la salud del planeta.
Un complemento, no un sustituto
Los créditos de biodiversidad no son una solución absoluta. No pueden ni deben sustituir las políticas públicas sólidas, ni la financiación multilateral destinada a la protección ambiental. Su rol es el de complemento estratégico: una vía para movilizar capital privado hacia acciones de restauración y conservación con impactos reales. Pero su efectividad depende, en gran medida, de la integridad con la que se diseñen e implementen.
Por eso, comprender qué son los créditos de biodiversidad es esencial para todos los actores del ecosistema financiero, gubernamental y social. La existencia de estándares claros, resultados verificables y una gobernanza inclusiva serán determinantes para evitar los errores del pasado. La inclusión de comunidades locales y pueblos indígenas debe dejar de ser simbólica y convertirse en una condición estructural del sistema.
En suma, estamos ante una herramienta con enorme potencial transformador. Pero su éxito dependerá de nuestra voluntad colectiva para integrar la biodiversidad como un valor económico y social central. Invertir en naturaleza no puede ser una moda temporal, sino una base del desarrollo sostenible del presente y el futuro.