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90% de los proyectos de energía renovable ya son más baratos que los combustibles fósiles: Antonio Guterres

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António Guterres no habló solo de transición energética. Su mensaje, lanzado desde Nueva York, apeló a una visión sistémica: la energía limpia ya no es una alternativa futurista, sino una necesidad urgente con sentido económico, climático y social. Más del 90% de los proyectos de energía renovable en el mundo son hoy más baratos que los impulsados por combustibles fósiles. La historia ha cambiado de protagonista.

De acuerdo con The Guardian, este dato marca un parteaguas. La caída en los costos de tecnologías limpias no solo rompe con el argumento del precio como barrera, sino que redefine el concepto de seguridad energética: hoy, el verdadero riesgo lo representan los combustibles fósiles, por su volatilidad, impacto ambiental y carga geopolítica. Guterres lo resumió así: “Amanece una nueva era. Los combustibles fósiles se están agotando”.

Combustibles fósiles: de columna vertebral a lastre económico

Durante décadas, los combustibles fósiles fueron el eje de la economía global. Sin embargo, sus desventajas superan hoy cualquier beneficio percibido. Las subidas abruptas de precios, los conflictos geopolíticos que alteran el suministro y su alta huella ambiental han revelado un sistema energético obsoleto e insostenible.

Según Guterres, la mayor amenaza a la seguridad energética no es la escasez de tecnología renovable, sino la dependencia de combustibles fósiles. A diferencia del petróleo o el gas, el sol y el viento no pueden ser embargados ni manipulados por intereses particulares. Dejar atrás los fósiles no es solo una decisión ambiental: es una estrategia de estabilidad.

Y mientras la energía solar ya es 41% más barata que la opción fósil más accesible, la eólica terrestre ha reducido sus costos a menos de la mitad. El sistema económico que sostenía a los combustibles fósiles comienza a desmoronarse.

La inversión se alinea con la urgencia

Los números no mienten. En 2023, la inversión global en energía renovable superó los 2 billones de dólares, una cifra 70% más alta que la de hace una década. Solo el año pasado, este monto fue 800 mil millones de dólares mayor al destinado a combustibles fósiles, evidenciando que el capital ya identifica hacia dónde se dirige el futuro energético.

Este fenómeno no es espontáneo. La creciente adopción tecnológica, el impulso de la manufactura limpia en países como China y una demanda global más consciente han detonado esta transformación. El costo ya no es un obstáculo: es el catalizador.

No obstante, como advierte Francesco La Camera, de IRENA, el progreso no está garantizado. Las tensiones geopolíticas y los cuellos de botella en la infraestructura de red pueden frenar el avance. Aquí es donde la responsabilidad social empresarial puede marcar la diferencia.

Centros de datos, IA y calor extremo: los nuevos desafíos

La demanda de energía no disminuye. La inteligencia artificial, los centros de datos y el uso masivo de refrigeración por olas de calor alimentan una creciente necesidad energética. Si esta se cubre con combustibles fósiles, los compromisos para limitar el calentamiento global a 1.5 °C se vuelven inalcanzables.

El llamado es claro: las grandes empresas tecnológicas deben comprometerse a operar con electricidad 100% limpia antes de 2030. Este liderazgo no solo es deseable, es indispensable. La RSE en el sector tecnológico cobra una nueva dimensión frente al cambio climático.

Se trata de una carrera contra el tiempo, y cada decisión energética suma o resta en la ecuación climática. Lo que está en juego ya no es solo el planeta, sino la estabilidad económica, política y social global.

Subsidios que contradicen el discurso

Uno de los mayores obstáculos para abandonar los combustibles fósiles es la persistencia de subsidios estatales que distorsionan el mercado. Aunque la lógica económica favorece a las renovables, miles de millones siguen destinándose al petróleo, gas y carbón, contradiciendo los compromisos climáticos.

Guterres urgió a los gobiernos a usar sus planes nacionales de reducción de emisiones —obligatorios bajo el Acuerdo de París— para redirigir estos fondos hacia infraestructura y tecnologías limpias. “Se trata de una economía inteligente”, dijo. Y tenía razón.

El futuro no se construye con discursos, sino con presupuestos. Para que la transición energética avance, debe reflejarse en las decisiones financieras de los Estados y las empresas.

La resistencia de los poderosos

A pesar del cambio de marea, los intereses fósiles no ceden fácilmente. Trump busca revivir el carbón, China continúa planificando nuevas plantas de este tipo, e India celebra récords de producción. Pero estas señales no representan una tendencia irreversible, sino los estertores de un modelo que se resiste a morir.

La narrativa de Guterres ha evolucionado: pasó del alarmismo a la oportunidad. Hoy, llama a aprovechar la ventaja económica de las renovables para impulsar empleo, independencia energética y acceso en regiones como África, donde el potencial renovable es enorme, pero falta financiamiento.

La transformación energética no es solo una obligación moral o ambiental. Es una oportunidad de justicia social y desarrollo.

Infraestructura: el eslabón olvidado

Aunque la generación renovable crece, la infraestructura de redes eléctricas no avanza al mismo ritmo. Por cada dólar invertido en generación, solo 60 centavos se destinan a redes, lo cual amenaza la estabilidad y expansión del sistema.

La transición energética no se trata únicamente de paneles solares y turbinas eólicas. Se trata también de transporte, almacenamiento, conectividad y distribución. Sin redes robustas, la energía limpia no puede llegar a donde más se necesita.

Aquí, la inversión público-privada cobra protagonismo. Las empresas con visión de futuro —y compromiso social— tienen una oportunidad de liderar en innovación e impacto.

combustibles fósiles

No es el fin de los combustibles fósiles, es el inicio de una nueva narrativa

El mensaje de António Guterres marca una inflexión: el cambio climático ya no es solo una amenaza, también es una oportunidad. Una oportunidad para reconfigurar el sistema energético global desde la responsabilidad, la eficiencia y la equidad.

Los combustibles fósiles se quedan sin argumentos, mientras que las energías limpias avanzan con fuerza técnica, económica y ética. Las empresas responsables, los gobiernos valientes y las sociedades informadas tienen el reto —y la oportunidad— de acelerar este cambio.

Porque el futuro no se construye con fósiles: se construye con decisión.

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