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¿Por fin, Estrategia Nacional de Energía?

El gobierno del presidente Calderón presentó al Congreso a finales de febrero, “para su ratificación en un plazo máximo de 30 días hábiles”, como lo establece la legislación, su propuesta de Estrategia Nacional de Energía con un horizonte de 15 años, obligación anual surgida de la reforma energética aprobada en 2008, que se hace efectiva por primera vez.

Bueno, los que hemos abogado por la urgencia de que el país tenga un Programa Nacional de Ahorro de Energía nos deberíamos congratular porque esté por aprobarse la Estrategia Nacional de Energía 2009-2024, seguramente un primer paso, muy a la mexicana, de un largo proceso que nos ha de llevar en algún momento futuro al uso eficiente y sustentable de la energía.

Un primer y tímido paso, en verdad, con acciones y metas, en el largo horizonte de 15 años, muy generales o todavía muy vagas, que no dan la sensación de un verdadero programa de ahorro y uso eficiente de la energía.

Más importante, que no visualiza una alternativa efectiva al modelo basado en la quema de combustibles fósiles, pues tanto las principales metas de la Estrategia en el 2024 (ubicar la producción de petróleo crudo en 3.3 millones de barriles diarios, la restitución de reservas probadas en un 100 por ciento) como lo más sustantivo de las acciones, se refieren al reforzamiento del sector petrolero, y así se refleja ya en el total de la inversión física presupuestaria del gobierno federal, pues en 2009 la mitad de la misma se destinó a ese sector, en detrimento de inversiones en salud, educación, agua, etcétera.

En cierto sentido, es lógico que en un país que depende tanto del petróleo se siga poniendo a la producción de hidrocarburos en el centro de los objetivos energéticos, a fin de no depreciar el valor económico del recurso, pero ello no se compadece con las preocupaciones crecientes sobre el cambio climático ni los compromisos internacionales al respecto, ni tampoco con la necesidad de ahorrar energía.

Como apuntaba hace unos días en estas páginas el científico Carlos Gay García, coordinador para Latinoamérica del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático: “Si la reforma política o energética no se ve en el contexto del cambio climático seguirá siendo sólo el discurso de un país petrolero al que se le acaba el combustible y no mira a futuro; hay que empatar el discurso con las acciones: no puede seguir produciendo energía de la misma manera y decir que está preocupado por el cambio climático.

El gobierno tampoco tiene proyectos de captura de carbono o se preocupa por la generación de investigación de energías alternativas; en vez de eso tenemos un Pro Árbol fallido…”.

Claro, en la Estrategia sí se plantean algunos de los desafíos del uso eficiente de la energía, incluidos en los “objetivos” siguientes: “diversificar las fuentes de energía, incrementando la participación de tecnologías limpias… incrementar los niveles de eficiencia en el consumo de energía… reducir el impacto ambiental del sector energético”, pero no es comparable el esfuerzo para conseguirlos que se transparenta en la Estrategia con el referido a los recursos petroleros.

Así, apenas se prevé que la capacidad de generación eléctrica con tecnologías limpias llegue al 35 por ciento en el 2024 y una disminución de un punto porcentual en la tasa de crecimiento anual del consumo final de energía en los 15 años de la Estrategia.

Es curioso, pero, en octubre pasado, parecía mucho más clara la posición oficial sobre este desafío, pues, al inaugurar el Foro Global de Energías Renovables, la Secretaria de Energía, Georgina Kessel, señaló: “Nuestra seguridad energética en general está en riesgo, pues dependemos demasiado de los combustibles fósiles. Nuestra mejor estrategia es diversificar nuestras fuentes de energía para superar los problemas que esta situación conlleva”; incluso, dijo que “México se encuentra un paso atrás en energías renovables, por lo que el gobierno federal está lanzando una campaña para impulsar acciones en la materia, especialmente para depender menos de los combustibles fósiles”.

Bueno, desde agosto del año pasado contamos con el Programa Especial para el Aprovechamiento de las Energías Renovables 2009-2012, y también ya somos orgullosos miembros de la “Agencia Internacional de Energías Renovables”, pero, aparte de cierto desarrollo de la energía eólica y unas limitadas medidas (sustitución de focos, aparatos domésticos y autos chatarra), no se concreta todavía un decidido impulso a las energías renovables, como la solar, de las mareas, de la basura y subproductos orgánicos. La energía hidráulica, con ser “limpia”, puede tener efectos indeseables en cauces de ríos y ecosistemas.

Claro, un problema serio en el corto plazo es que las energías sustentables son más caras, pero sería posible superarlo después de un tiempo por las ventajas del uso de esas energías, sobre todo si se desarrollaran las capacidades tecnológicas y de producción para las industrias mexicanas de equipos “verdes”; Thomas L. Friedman estima que “en un mundo que se prevé crezca de 6.7 mil millones de gentes ahora a 9.2 mil millones en 2050… la demanda por energía renovable y agua potable se va a disparar; obviamente será la próxima gran industria global” (NYT, 17/feb/2010). Van Jones, asesor para empleos “verdes” del presidente de Estados Unidos Barack Obama hasta septiembre de 2009, plantea que un programa ambicioso de eficiencia energética y energías renovables resolvería también la crisis económica de ese país (The Green Collar Economy, Harper One, 2009).

Y es muy amplio el campo de acción para una resuelta promoción de un mejor uso de la energía en nuestro país, como lo detalla José Antonio Rojas Nieto en el primero de una serie de magníficos artículos: “En cuanto al total de energía primaria requerida para posibilitar ese consumo (de la energía final utilizada en los hogares, industria y transportes), jugamos en la Champions League del desperdicio.

Del pozo de petróleo o yacimiento de gas, hasta el enchufe casero de electricidad o la gasolinería de la esquina, se pierde energía por costos de transformación, distribución, consumo propio del sector y otros extras (como la ordeña de oleoductos). Al final se pierde 41 por ciento de la oferta primaria de energía. ¡Casi 10 puntos porcentuales más que en el mundo en su conjunto! Tenemos que extraer 10 barriles de petróleo para quedarnos con seis” (La Jornada, 7/feb/10).

La Estrategia Nacional de Energía aborda, sí, estos desafíos, pero me parece que todavía en forma muy general y sin establecer etas parciales específicas año con año de aquí al 2024. Y es que se requiere, obviamente, de un enfoque integral de eficiencia energética, que tendría que abarcar tanto los aspectos normativos como los presupuestarios de las medidas de gobierno, los estímulos fiscales y de otro tipo, la promoción de las tecnologías de avanzada, la tan importante educación de la población en el ahorro y uso eficiente de la energía.

Y son infinitas las medidas o acciones por establecer o promover, y que integren al sector productivo y a toda la sociedad: referencia determinante al transporte masivo, mejoras sustantivas en el tráfico vehicular, vehículos híbridos que utilizan energías renovables. También, redes de conducción eléctrica mejor planeadas y más eficientes; reúso y reciclamiento de residuos, sistemas de recolección de agua de lluvia que eviten tener que bombearla desde mantos freáticos profundos, drenajes que corran por gravedad y no por bombeo, acondicionamiento de casas y edificios para hacerlos “verdes”, calentadores y acondicionadores de aire más eficientes, etcétera.

En fin, tendremos una Estrategia Nacional de Energía cada año, cuyas metas, como advierte la secretaria Kessel, “dependerán de la existencia de recursos de inversión para la ejecución de las obras requeridas y de las condiciones internacionales que se presenten en el sector”.

Las fundadas prevenciones contra la privatización del sector petrolero sujetan la Estrategia al parlamentarismo que se ha ido imponiendo de hecho, en lugar de que sea un instrumento ejecutivo de gobierno que se pone de inmediato en acción. No importa, es un primer paso, a la mexicana, que esperemos tenga éxito en un plazo no muy largo.

La Crónica, Opción, pag. 2
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