Mientras los líderes mundiales se reúnen esta semana en Nueva York para la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Semana del Clima, la presión sobre los países ricos del Norte Global nunca ha sido tan alta. Los gobiernos enfrentan críticas por no cumplir con sus compromisos de financiamiento climático, mientras millones de personas sufren las consecuencias del cambio climático, desde tormentas devastadoras hasta la inseguridad alimentaria.
Un reciente informe de Oil Change International, titulado Podemos pagarlo, revela que los países ricos podrían liberar hasta 6.6 billones de dólares al año para financiar acciones climáticas, si se aplicaran medidas como eliminar subsidios a los combustibles fósiles, obligar a los grandes contaminadores a pagar y reformar las normas financieras internacionales. Este hallazgo expone que, lejos de carecer de recursos, los gobiernos del Norte Global poseen reservas enormes y desaprovechadas que podrían cambiar el rumbo de la crisis climática.
Un tesoro oculto: recursos no utilizados
Durante años, los países ricos han argumentado que los recursos para enfrentar el cambio climático son insuficientes. Sin embargo, el informe demuestra que existen múltiples mecanismos para movilizar fondos públicos masivos. Entre ellos se incluyen la eliminación de subsidios a combustibles fósiles, la imposición de impuestos a grandes corporaciones contaminantes y la reforma de normas financieras que perpetúan la desigualdad global.
Estas acciones no solo generarían recursos, sino que también corregirían la injusticia histórica de que los responsables del daño climático acumulen riqueza mientras los más vulnerables pagan el precio. La acumulación de 40 billones de dólares por multimillonarios y directores de empresas de combustibles fósiles en la última década es un claro ejemplo de cómo se perpetúa la desigualdad.
Además, liberar estos fondos permitiría financiar energías renovables, vivienda asequible, salud universal y medidas de adaptación a desastres climáticos, creando un impacto social positivo directo. La evidencia demuestra que la acción climática no está limitada por recursos, sino por decisiones políticas y voluntad de implementar reformas efectivas.
El tesoro oculto en los países ricos evidencia que la promesa de una transición justa y financiada no es solo un ideal: es alcanzable si se aplican políticas responsables y coherentes con el compromiso global.
Países ricos frente al cambio climático: quién contamina paga
El principio de “quien contamina paga” es central para desbloquear fondos públicos que hoy están concentrados en los bolsillos de los más ricos. Según el informe, solo mediante este enfoque se podrían liberar billones de dólares cada año. Cancelar deudas injustas, aumentar impuestos a los superricos y terminar con la financiación a combustibles fósiles son pasos claros para materializar esta agenda.
El contraste es evidente: mientras millones enfrentan la escasez de alimentos y la vulnerabilidad climática, los grandes contaminadores acumulan riqueza. Transformar esta dinámica no solo es justo, sino estratégicamente necesario para financiar la acción climática a nivel global.
Además, la reforma de normas financieras internacionales permitiría a los países del Sur Global acceder a estos fondos y no depender de la discrecionalidad de los países ricos. Esto refuerza la necesidad de una gobernanza más democrática y coordinada a través de la ONU.

Al poner en práctica estas políticas, los países ricos no solo cumplirían con su responsabilidad histórica, sino que también fortalecerían la resiliencia de comunidades vulnerables y acelerarían la transición hacia energías limpias.
La brecha entre compromisos y realidad
Aunque en la COP28 los gobiernos prometieron una transición justa y financiada, la realidad muestra un camino aún desviado. La financiación insuficiente, la inercia política y la dependencia de combustibles fósiles siguen siendo obstáculos críticos.
Los datos revelan que los compromisos actuales no corresponden con la magnitud del desafío. Las familias afectadas por desastres climáticos y la crisis alimentaria requieren soluciones inmediatas que hoy no se están financiando adecuadamente.
En este contexto, los países ricos frente al cambio climático tienen una oportunidad histórica para corregir el rumbo. Redirigir recursos existentes y garantizar una tributación justa son pasos clave para cerrar la brecha entre promesas y acciones.
La transición energética y la resiliencia social dependen de decisiones políticas audaces que prioricen la justicia climática sobre los intereses corporativos y financieros de pocos.
Soluciones posibles: liberar los billones necesarios
El informe Podemos pagarlo no solo expone la capacidad de los países ricos de financiar la acción climática, sino que también propone pasos concretos. Eliminar subsidios a combustibles fósiles, imponer mayores impuestos a los multimillonarios y cancelar deudas injustas son medidas viables que liberarían recursos masivos.

Además, la implementación de normas financieras más justas permitiría a todos los países participar equitativamente en la acción climática, fortaleciendo la cooperación global y reduciendo la dependencia del Norte Global.
La agenda de “quien contamina paga” también tendría un impacto directo en la reducción de emisiones y la promoción de energías limpias, generando beneficios ambientales y sociales simultáneamente.
Por último, estas acciones transformarían la narrativa política, demostrando que la crisis climática puede enfrentarse con recursos existentes y decisiones responsables, eliminando la excusa de la falta de dinero.
Un futuro posible si los ricos cumplen su parte
La acción climática global ya no depende de la disponibilidad de recursos, sino de la voluntad política de los países ricos frente al cambio climático. Liberar 6.6 billones de dólares al año es factible mediante reformas financieras y fiscales que prioricen la justicia climática y social.
El momento de actuar es ahora. Redireccionar los recursos concentrados en manos de los más ricos hacia soluciones efectivas no solo es un imperativo moral, sino una estrategia para garantizar un futuro sostenible para todos. La pregunta es: ¿los líderes mundiales estarán a la altura del desafío?







