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ColumnistasMemoria histórica y falta de visión

Memoria histórica y falta de visión

Guardada la debida distancia y diferencia entre ambos Valles, el de México y el del Matlatzinco o de Toluca, ambos fueron zonas lacustres paulatinamente invadidas por la huella humana que una vez más creyó ganarle la partida a la naturaleza y no contenta con asentarse, contribuyó a desecar terrenos por lo general planos, para habitarlos y al paso del tiempo cubrirlos con la plancha urbana.

Los repartos agrarios, los caprichos sexenales, los proyectos populistas y la especulación de la tierra pasaron por encima de la misma ley de la gravedad, tal vez por la analogía de ser ley, ignorando que los escurrimientos de la naturaleza y las descargas urbanas se acumulan en las zonas bajas.

En la cuenca natural del Valle de México existían varios lagos en cuyas orillas se asentaron grupos mexicas y en un islote los aztecas, quienes fundaron la Gran Tenochtitlan en 1325. Sin embargo, las condiciones naturales siempre generaron grandes concentraciones de agua provocando inundaciones a los largo de los siglos.

El Valle del Matlatzinco asiento de las Ciénegas del Lerma, que se llamó así porque sus habitantes utilizaban el “matlatl” o red para pescar, tiene su particular problemática que de no atenderse aumentará con graves costos políticos, económicos y sociales.

Hacia 1604, sin las actuales delimitaciones territoriales, la muy Noble y Leal Ciudad de México sufrió inundaciones que duraron meses, ya que al ser una cuenca cerrada la única salida del agua era por evaporación. Pensando en una salida artificial, en 1607 comenzó la construcción del Canal Huehuetoca-Nochistongo para descargar al río Tula. La problemática ya se presentaba en el territorio que ahora ocupan el Distrito Federal y los estados de Hidalgo y México. La obra duró casi dos siglos por problemas, adivinó Ud., técnicos y burocráticos.

En la gran inundación de 1629-1635 murieron, según las crónicas, treinta mil personas y otras tantas emigraron, al grado de que se pensó trasladar la ciudad a otro sitio.

Alejandro de Humboldt decía en 1804, que la Ciudad correría riesgos mientras no se abriera un canal directo al lago de Texcoco. Aunque ya se controlaban los escurrimientos del río Cuautitlán para que no desbordara la laguna de Zumpango hacia el lago de Texcoco y este hacia la ciudad, faltaba regular las aportaciones de las cuencas del sur y el oriente.

Surgió la idea de un Gran Canal o Canal del Desagüe iniciado en 1866 y partía del lago de Texcoco al túnel de Tequixquiac, terminándose en 1900. En 1925 nuevamente hubo grandes inundaciones comprobando el doctor Nabor Carrillo que por los hundimientos de terreno se habían alterado las pendientes del sistema de colectores.

Aumentó la población y hacia 1930 la ciudad de México tenía un millón de habitantes, incrementándose a dos millones en 1940, tres en 1950 y más de cinco en 1960.
A partir de esos años se construyeron miles de kilómetros de conductos para el drenaje y presas para la regulación de avenidas. Los periódicos de 1950 registraron que dos terceras partes de la Ciudad de México estaban inundadas con agua y lodo.

Con la promesa de soluciones definitivas, entre 1954 y 1967 se construyeron otros miles de kilómetros de colectores, más plantas de bombeo y el segundo túnel de Tequixquiac. Siguiendo la costumbre de utilizar los ríos como drenajes y no como recurso natural, se entubaron los ríos Churubusco, de la Piedad, Consulado, etc. Y como seguía faltando, otra propuesta fue el Sistema de Drenaje Profundo porque todo lo anterior era insuficiente.

En estos días el nuevo proyecto es el TEO (Túnel Emisor Oriente) excavado a ciento veinte metros de profundidad, con sesenta y dos kilómetros de longitud que dicen ahora sí será la salvación de la Cuenca del Valle de México y entrará en operación en el 2012. Seguramente quedará inscrito en el libro de records porque también, dicen, será el más grande del mundo.

Con nula memoria histórica, es evidente que mientras las urbes crecen las soluciones no son definitivas y se han aplicado después de que se presentan las grandes inundaciones. No se entiende la diferencia entre los conceptos: prevenir y proteger y tratar de remediar cuando pasó.
La lógica de funcionamiento para un sistema que controle inundaciones es evitar la ocurrencia de daños directos a la vida de la población o sus bienes y daños indirectos por la afectación al desarrollo normal de las actividades humanas.

La moda de innovar olvidó el nombre tradicional de sistema de drenaje a cambio de sistema para el control de inundaciones que en sí entraña la idea de catástrofe para los habitantes y justificación para los expertos. Otra técnica de última generación, evidente en muchos lugares, es la integración al paisaje urbano de los costales de contención como material permanente de reparación.

La forma: por la falta de visión, cada vez es más difícil mejorar los servicios para la población actual y será imposible para una población creciente.

El fondo: el regreso del agua a sus antiguos dominios. No hay que olvidar que con ella: TODOS SOMOS NATURALEZA.

ACACIA

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