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Más de 5 mil lobistas de combustibles fósiles tuvieron acceso a negociaciones de la COP

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Durante los últimos cuatro años, más de 5 mil lobistas de combustibles fósiles han tenido acceso directo a las cumbres climáticas de la ONU. En un periodo marcado por olas de calor, incendios e inundaciones sin precedentes, esta cifra revela una contradicción profunda: quienes más contribuyen al colapso climático siguen influyendo en los espacios donde se decide el futuro del planeta.

La investigación, compartida con The Guardian por la coalición Kick Big Polluters Out, muestra cómo las empresas petroleras, gasísticas y carboneras han logrado mantener una presencia dominante en las negociaciones que deberían impulsar la acción climática. La pregunta que surge es inevitable: ¿cómo avanzar hacia una transición justa si quienes bloquean el cambio están sentados en la mesa de decisiones?

El poder detrás de los números

En total, más de 5.350 lobistas de combustibles fósiles trabajaron en representación de 859 organizaciones ligadas a la cadena de suministro del petróleo, gas y carbón. Noventa de esas corporaciones concentran más de la mitad de la producción mundial de hidrocarburos, y al mismo tiempo encabezan los proyectos de expansión energética más agresivos de la década.

Estas empresas produjeron más de 33 mil millones de barriles de petróleo equivalente en 2024, suficiente para cubrir con una fina capa de crudo toda la superficie de España. Lejos de reducir su impacto, dos tercios de los proyectos de expansión a corto plazo provienen de estas mismas compañías, lo que evidencia un modelo económico que continúa priorizando la rentabilidad sobre la sostenibilidad.

La captura corporativa del proceso climático

La creciente presencia de los lobistas de combustibles fósiles ha encendido las alarmas de líderes indígenas, científicos y activistas. Para muchos, la captura corporativa de las cumbres climáticas representa una amenaza directa al espíritu del Acuerdo de París y al principio de justicia climática.

“Mientras las comunidades forestales luchan por sobrevivir, las mismas empresas que provocan el colapso climático compran credibilidad e influencia política”, denunció Adilson Vieira, portavoz del Grupo de Trabajo Amazónico. En este escenario, las voces de quienes viven los impactos del cambio climático son opacadas por quienes lucran con ellos.

Contradicciones en la COP y nuevos intentos de transparencia

Las cifras son contundentes: en la COP29, celebrada en Azerbaiyán, participaron 1.773 lobistas, más que todos los delegados de las diez naciones más vulnerables al cambio climático combinadas. La diferencia de poder no solo es numérica, sino simbólica: los intereses de los combustibles fósiles tienen más asientos que los países que sufren las consecuencias.

Ante la presión de la sociedad civil, la ONU exigió por primera vez a los delegados revelar quién financia su participación. Sin embargo, la medida excluye a quienes forman parte de delegaciones oficiales, permitiendo que ejecutivos y representantes corporativos sigan accediendo a espacios clave bajo la bandera de sus gobiernos.

Brasil, escenario de una COP decisiva

La COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, busca marcar un punto de inflexión. La elección de la Amazonía como sede simboliza la urgencia de proteger el pulmón verde del planeta, hoy amenazado por la expansión petrolera y minera. Sin embargo, la confirmación de la presencia de Petrobras y otras grandes compañías en el evento anticipa un debate tenso.

“Transparencia sin exclusión es mera formalidad”, advirtió Mohammed Usrof, del Instituto Palestino para la Estrategia Climática. Su advertencia resume el dilema central: sin mecanismos que limiten la influencia de los lobistas de combustibles fósiles, cualquier intento de avanzar en la agenda climática podría quedar en papel mojado.

El informe pone sobre la mesa un hecho incómodo: el proceso de negociación climática global no es inmune a los intereses económicos que perpetúan la crisis. La presencia constante de los lobistas de combustibles fósiles dentro de la COP refleja una tensión estructural entre la urgencia ambiental y la inercia política.

La humanidad enfrenta una disyuntiva moral y práctica. O las cumbres climáticas se convierten en espacios de acción genuina, o seguirán siendo vitrinas donde los mayores contaminadores lavan su imagen mientras el planeta se calienta. El desafío está en devolver el liderazgo a la ciencia, a las comunidades y a la ética climática que el mundo tanto necesita.

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