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¿Marca personal o ego disfrazado?

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Por Aldo Farrugia

Vivimos en una época donde construir una “marca personal” se ha convertido en un mandato. Nos dicen que debemos mostrarnos, posicionarnos, diferenciarnos, “vendernos”. Y aunque la idea de conocernos mejor y proyectarnos con autenticidad no es negativa en sí, el problema comienza cuando esa marca deja de ser un reflejo genuino de quiénes somos y se convierte en una fachada pulida que alimenta el ego y el individualismo.

Hoy más que nunca, parecemos obsesionados con curar cada aspecto de nuestra vida como si fuéramos un producto: el contenido que compartimos, cómo hablamos de nosotros mismos, incluso nuestras emociones y experiencias se empaquetan para vender una imagen que se ajuste a lo que “funciona”. Pero, ¿qué tanto de eso somos realmente?

Lo que estamos haciendo, sin darnos cuenta, es objetivarnos. Nos volvemos mercancía. Y no cualquier mercancía, sino una que vende humo, promesas vacías, fórmulas milagrosas. Seguimos a “gurús” que nos aseguran que el éxito está en tener más seguidores, en generar ingresos pasivos, en manifestar abundancia como si la vida fuera un simple algoritmo. Y así, sin notarlo, estamos enalteciendo un modelo de vida centrado en el tener, no en el ser.

Marca personal

El ego, esa parte de nosotros que busca validación, reconocimiento y superiorida encuentra en la marca personal el escenario perfecto para crecer. No se trata solo de mostrarnos, sino de destacar, de sobresalir, de impresionar. Y en ese afán, dejamos de ser personas para convertirnos en personajes. Creamos versiones de nosotros mismos optimizadas para likes, aplausos y ventas, pero profundamente alejadas de quienes realmente somos.

El problema no es tener autoestima o aspiraciones, eso es normal. El problema surge cuando dejamos de vivir para nosotros y empezamos a vivir para proyectar. Algunos de los efectos más comunes del ego inflado por una mal entendida “marca personal” son:

  • Desconexión con uno mismo: entre tanto personaje, perdemos la esencia. Dejamos de saber qué sentimos o qué queremos, porque todo está dirigido a encajar con la imagen que proyectamos.
  • Competencia constante: el ego necesita ganar. Y si todos están vendiendo su éxito, tú también tienes que hacerlo, aunque sea a costa de exagerar, mentir o aparentar. Se vuelve una carrera sin fin por ser “más” que los demás.
  • Fragilidad emocional: cuando tu valor depende de la validación externa, cada crítica te desmorona. Cada vez que no te va bien, no es solo un tropiezo: es una amenaza a tu identidad pública.
  • Relaciones superficiales: si tu comunicación se basa solo en mostrar logros, followers, “fórmulas” del éxito o motivación barata, es probable que conectes más con admiradores que con verdaderos aliados.

La marca personal debería ser un espejo, no una vitrina. Un espacio para compartir lo que somos con honestidad, autenticidad y congruencia, no una estrategia para escalar a costa de la apariencia. Ser auténtico no vende tanto como aparentar, pero ser auténtico conecta, construye relaciones reales, deja huella.

Marca personal

En un mundo donde todos gritan por destacar, tal vez el verdadero acto de rebeldía es callar el ego y hablar desde lo humano. Mostrar no solo lo que hacemos, sino por qué lo hacemos. Ser coherentes entre lo que decimos y lo que vivimos. Dejar de “vendernos” y empezar a construirnos.

¿Y si la marca personal fuera un acto de humildad?

Tal vez es momento de replantearnos todo. La marca personal no debería ser un templo al ego, sino un reflejo honesto de nuestro camino, incluyendo las caídas, las dudas y los momentos de silencio. No se trata de venderte, sino de compartirte. No de aparentar perfección, sino de comunicar desde la coherencia.

Porque al final, lo que realmente genera impacto no es el brillo artificial del ego, sino la autenticidad de quien se atreve a mostrarse tal como es, sin disfraces ni promesas vacías.

La marca personal no debería ser una máscara que nos aleja de los demás, sino una herramienta para sumar, aportar y servir. Porque al final, lo que más vale no es cuánto brillas tú, sino cuánta luz dejas en los demás.


El valor del altruismo, por Aldo Farrugia

Aldo Farrugia es un mexicano comprometido con el altruismo y la RS. Fundador y Director de Comunal, una agencia que promueve el impacto social mediante consultoría, marketing con causa y conferencias. También preside la Fundación Comunal, dedicada al fortalecimiento de organizaciones sin fines de lucro.

Con una formación en Mercadotecnia y certificaciones en Estrategia Comercial y Sostenibilidad, ha colaborado con más de 50 ONGs, enfocándose en ayudar a diversos grupos vulnerables, desde personas con discapacidad hasta pacientes con cáncer.

Busca transformar el individualismo en activismo, fomentando la empatía y la participación social entre los mexicanos. En 2023, desafió sus propios límites al correr el maratón de la CDMX a ciegas para apoyar a niños con retinoblastoma, logrando recaudar más de $500,000 mxn y obteniendo un Récord Guinness.

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