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Los valores ahora: algunos apuntes

Por: Josep M. Lozano

En Cataluña (y en España, y en muchos países) tenemos diversas cuestiones pendientes. Una de ellas, lo oímos constantemente, es un debate sobre los valores. Pero no lo tenemos pendiente simplemente porque nos hayamos retrasado. Lo tenemos pendiente porque nos encontramos en una encrucijada histórica que no encauzaremos bien si no llevamos a cabo también un trabajo consciente sobre los valores.

Pero cuidado. No mejoraremos nuestras vidas hablando sólo de valores, e incluso hay el peligro de empeorarlas. Los valores tienen que ir inseparablemente unidos a las prácticas. Hablar de valores sin hablar de prácticas (personales, políticas, empresariales, etc.) nos llevaría a engrosar la nómina de los charlatanes.

Tenemos que vincular los valores al sentimiento de pertenencia. Podremos avanzar como nación cuando creamos, compartamos y practiquemos juntos determinados valores. Sin un sistema de valores compartido no seremos un colectivo capaz de avanzar hacia un proyecto ni podremos aportar nada al mundo. Sólo a partir de aquí nos podremos abrir a los demás e integrar nuevos valores. Podemos querer ser mejores, e incluso podemos tener la ilusión de ser los mejores. Pero donde tenemos que poner de veras el acento es en aquello que lo hace posible. Lo que nos tiene que identificar y en lo que nos tenemos que reconocer es en unas prácticas, en unas maneras de hacer compartidas, en una autoexigencia colectiva que valga por sí misma y que no se defina en función de lo que hagan los demás. La identidad no se sitúa en lo que es exclusivamente nuestro, sino en la reafirmación de lo que tiene que ser irrenunciable para nosotros, en los valores de referencia y en las maneras de proceder.

torre-de-babel-de-pieter-brueghelLa crisis nos puede servir de contraste para darnos cuenta de que nos toca vivir «tiempos duros», pero que seguimos con la inercia de actuar con «valores blandos» (como por ejemplo el valor de la inmediatez, la incapacidad de renunciar a nada o de diferir las recompensas, la aspiración al riesgo cero, la proyección de responsabilidades en los demás…). Nuestros abuelos se habían educado en los valores de la restricción. Nuestros hijos lo han estado haciendo en el valor de la compulsión y el deseo ilimitado. La crisis económica y financiera, sin embargo, pondrá a prueba de manera profunda este paradigma. Tenemos de nuevo la oportunidad de reinventar y repensar nuestras maneras de actuar.

Tenemos que tomar en consideración la interrelación entre conocimientos, emociones y valores. Este componente emocional (que alimenta la creación de vínculos y compromisos, y se alimenta de ellos) no es el resultado de vivencias individuales autosuficientes. Sin la generación de nuevos vínculos y compromisos más allá de los pequeños círculos cotidianos la actual desafección puede llevar al desarraigo emocional, a aumentar la lista de ciudadanos ajenos al país. Sin proyectos compartidos y sólidos no habrá emociones en positivo. Sin emociones en positivo no habrá posibilidad de regeneración.

Apelar a los valores no quiere decir necesariamente conservarlos o estabilizar a la sociedad, sino también querer criticarla y transformarla. La controversia (también en valores) nos es necesaria, sobre todo en sociedades tan dinámicas como las nuestras. La pluralidad de valores es positiva, y a menudo es el escenario para la innovación. Hoy nos hacen falta visiones esperanzadoras de futuro. Y esta función la hacen siempre los valores, interpretados, interiorizados y contextualizados. Y generando compromisos. Sin compromiso ni construiremos un nosotros ni reconoceremos los ejemplos del presente y del pasado. Tenemos potencialidades, muchas y diversas. Pero sólo toman forman con una actitud positiva, una actitud de creérselo y de explotarlo. Nos sobran lamentaciones y resignación, porque si no aspiramos a hacer cosas grandes acabaremos creyendo que nuestro destino es la mediocridad. El trabajo bien hecho no tiene fronteras ni tiene rival. Sin duda. Pero hoy el trabajo bien hecho tiene que recibir apoyo y reconocimiento.

Por eso nos sobran discursos sobre valores y nos falta mostrar más y más ejemplos. No nos faltan ejemplos, nos falta darles visibilidad. Todos, en nuestro nivel, podemos ser ejemplo. Todos significa personajes públicos y personas anónimas. Todos significa que la ejemplaridad no queda restringida o limitada a una especie de actividad concreta o a un tipo de gente. Todos significa cada uno en lo que le corresponde. Y también tenemos un déficit de altavoces para las voces morales. Una voz moral es la de alguien que se identifica ejemplarmente con un valor que tiene sentido, y se compromete con él. De estas voces, no nos faltan. Lo que nos falta es no permitir que en el espacio público casi sólo se pueda oír la voz o el ruido de los caraduras, los superficiales y los insustanciales. Nuestra prioridad ha de ser que por todo el país, en todos los registros, a todos los niveles, tengan prioridad las voces morales, los referentes.

Para acabar: tenemos mucha información, algunos conocimientos y poca sabiduría. Corremos el riesgo de un cierto subdesarrollo humanístico, de ser analfabetos en dimensiones centrales de la condición humana. Seguramente hemos descuidado el fortalecimiento de la calidad humana, desde la mayoría de instancias socializadoras. Pero tenemos que empezar a decirnos mutuamente que crecer en sabiduría ya no es la tarea personal de unos pocos. Es una necesidad de supervivencia social.

Y todo eso nos hace falta ahora.

Visite la fuente en el blog de Josep M. Lozano



Josep M. Lozano

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).

Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad

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