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La fatalidad

Alianzas

“La educación es lo más subversivo que hay”.

Y Fernando Savater un agitador, no hay duda.

Lo dijo en “Ética de Urgencia”, una edición literaria de su diálogo con jóvenes preparatorianos españoles y sus maestros, en el que debatieron sobre los principales temas de la actualidad: la política, las alternativas morales, el internet y la participación ciudadana, entre otras.

Justamente cuando abordan el tema de la educación, Savater lo describe con un aforismo conmovedor: “la educación es el único mecanismo de revolución pacífica que hay”; y amplía con exactitud: “la educación es el antídoto contra la fatalidad. La fatalidad provoca que el hijo del pobre siempre sea pobre, que el hijo del ignorante siempre sea ignorante, una buena educación hace saltar estas barreras por los aires”. Cuando lo leí, tan sencillo y claro, parecía que esa lógica argumentativa siempre había habitado en mí, pero no es así, hemos sido (contra) educados para refugiarnos en el confort del corto plazo de los dogmas y evitar a toda costa la argumentación como “médula del pensamiento” y con ello la “autonomía y la independencia”.

Los resultados están a la vista. La fatalidad campea y parece no existir poder suficiente para romper con el paradigma ni de la pobreza, ni de la ignorancia.

Y cuando la pobreza y la ignorancia son nuestra realidad, la crisis del pensamiento trae aparejada a la de la seguridad. Se ligan porque formamos núcleos de jóvenes que entregamos en “charola de plata” a la más básica estructura del poder: la violencia.

Si a nuestro deficiente sistema educativo mexicano añadimos que la incipiente “democracia” que practicamos sólo ha logrado llegar a medir la participación ciudadana el día del voto y no ha profundizado en desarrollar mecanismos para incorporar a los ciudadanos en el diseño y la ejecución de las políticas públicas, entonces el caldo de la crisis social se cuaja y se vuelve un factor recurrente en nuestras comunidades, por cierto, cada vez con intervalos de tiempo más cortos entre una y otra.

Ciudades más violentas, delincuencia más organizada y dinámica versus un gobierno lento, disparejo y cargado de simulación; esa es la realidad que ahora vivimos como si fuera normal y de la cual nadie vendrá a rescatarnos a pesar de nuestro “genuino guadalupanismo”.

¿Qué hacer?

Formar alianzas. El gobierno debe actuar de manera eficiente y congruente en el manejo de los recursos públicos, lo que no logrará si no incorpora ciudadanos en la implementación de las políticas que previamente debieron ser diseñadas por la propia sociedad, sin simulación, mediante un ejercicio de razonamiento serio y propositivo.

La disposición existe. En Nuevo Laredo por ejemplo, en donde la descomposición del tejido social y las decisiones punitivas contra la violencia, erradas y carentes de consenso, ha sido la marca de la última década; el crecimiento de las violencias no se ha hecho esperar, pero, paradójicamente, tampoco el del interés de los ciudadanos en participar por soluciones.

Las últimas elecciones locales lo confirman. Casi diez puntos porcentuales de participación más que en las anteriores.

Si a ese ejercicio cívico -que difícilmente se esperaría de una ciudad como ésta- añadimos la formación de estructuras ciudadanas intersectoriales organizadas (en las que participan empresas locales socialmente responsables, asociaciones civiles y academia) con objetivos compartidos en materia de desarrollo y capital social, el perfil va cobrando relevancia.

Estos nuevos actores ciudadanos en alianza (incluyendo al nuevo alcalde sin militancia partidista) con habilidades y capacidades probadas en temas comunitarios, puede ser el factor que determine un cambio verdadero en las condiciones adversas de las ciudades del país.

La prevención debe afrontarse como la solución de largo plazo, por encima de la violencia institucional. A su vez, la prevención debe ser producto de las aportaciones y acciones de todos, no sólo del gobierno porque no es materialmente capaz.

El reconocimiento que este gobierno federal ha hecho de la prevención de la violencia y la delincuencia como un tema de interés prioritario para la nación, es sin duda un paso importante en la solución del problema.

Ejecutar políticas y presupuestos preventivos en alianza con otros órdenes de gobierno y con la sociedad civil, será la verdadera aportación para lograr superar nuestras barreras y ponerle un alto a la fatalidad.

Al lograr ese resultado, las alianzas intersectoriales se convertirán sin duda, en el nuevo valor de la democracia y de la vida comunitaria en México.


leopoldo lara puente

José Leopoldo Lara Puente

Candidato a Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, España, Leopoldo Lara Puente es un Notario Público tamaulipeco que se ha distinguido por ser promotor del capital social y del ejercicio de los ciudadanos en las acciones públicas. Fundador de diversas organizaciones de la sociedad civil y empresariales, actualmente es editorialista de un periódico de su localidad, desde donde nos comparte sus propuestas y experiencia ciudadana.

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