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La crisis traerá una generación ética inexorable

Ha promovido la creación de una cátedra de Derecho Global que lleva su nombre en la Universidad de Navarra en línea con su defensa de principios éticos orientados al equilibrio social en todo el planeta. Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934), que pide un compromiso en esa dirección desde todos los frentes del denominado primer mundo y que asegura que nos merecemos un futuro mejor, considera que superar la crisis económica va a traer una regeneración ética inexorable y un redescubrimiento de valores como honradez y honestidad, y que el consumismo llegará a ser algo de mal gusto.

En esta entrevista con Fundación Ananta, Antonio Garrigues expresa su confianza en la gestión del nuevo presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, a cuya designación como candidato en Denver asistió el pasado verano y a quien compara con Robert Kennedy.

Presidente de honor de España en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), lamenta el escaso poder de los organismos supranacionales, así como la inexistencia de un tribunal internacional, lo que atribuye a la eficaz resistencia que oponen los países más poderosos.

El presidente de Garrigues Abogados tuvo oportunidades únicas e inesperadas de satisfacción después de ver con horror cómo ardían sus oficinas de Madrid en el incendio de la torre Windsor en febrero de 2005: por un lado, la calidad humana y la capacidad profesional de sus equipos desvelaron aspectos encomiables, y por otro, la solidaridad y voluntad de ayuda por parte del despacho de abogados considerado su gran competidor, así como de jueces, empresas e instituciones, fue extraordinaria. Después de haber superado un cáncer de pulmón hace poco más de un año tiene la certeza de que la vida es un don a cada instante. Nunca habría escogido que ocurriera ni lo uno ni lo otro, pero ahora sabe que ambas circunstancias han sido regalos providenciales.

Se declara católico y bromea con la rentabilidad que constituye la promesa de la gloria eterna, aunque se pone muy serio para criticar que haya guerras en nombre de Dios y también para decir que todas las religiones son verdaderas por igual. Al hablar de su trayectoria ironiza sobre su relación casi supersticiosa con los premios y homenajes de los que está siendo objeto, cada vez más, de parte de organismos e instituciones de toda índole, y asegura que ha pedido a su secretaria que los decline a partir de ahora.

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Antonio Garrigues Walker

Fundación Ananta: ¿Qué supone que Obama sea presidente de EEUU?
Antonio Garrigues: Yo tuve el privilegio de ir a la convención del Partido Demócrata que se celebró en Denver (EEUU) porque tenía ya la sensación de que la victoria de Obama iba a ser un hecho y quería verle en su propia salsa. Me di cuenta de que había un deseo de cambio maravilloso, en primer lugar porque las cosas no iban bien, y también porque la presidencia de Bush había sido muy negativa, hasta convertirse en el presidente de menor reconocimiento en la historia de los Estados Unidos de América.

Y el hecho de ser negro también hace suponer en él unos valores, unas habilidades y unos talentos especialmente fuertes, como ocurre aun con las mujeres. Vivimos en una sociedad machista y racista. Obama tiene cantidades ingentes de ese valor que nadie sabe definir de forma exacta, que es el carisma.

Lo bueno y lo malo para él es que se encuentra un país en plena crisis financiera, con problemas que muchos de ellos tienen toda la pinta de insolubles y por lo tanto va a tener que echar mano de algo muy importante, que son los resortes morales. La gente no se da cuenta de que los problemas se resuelven y se afrontan primero conociéndolos a fondo, segundo aplicando las técnicas adecuadas, estímulos fiscales y estrategias crediticias en el caso de una crisis financiera… Pero al final, se sale de la crisis con mecánicas morales, cuando se transmite que hay solución.

Yo siempre me he fijado en la historia de Jenofonte (s.V aC) cuando toma el mando de 10.000 soldados que estaban parados sin fuerza ni alimentos y les dice: “podemos hacerlo, vamos a hacerlo”; es el “Yes, we can”, el “Sí, podemos”. Es lo que le diríamos a un hijo que enfrenta un problema y es lo que vamos a vivir en los próximos meses y me tiene fascinado.

FA: ¿Cambiará el curso de la historia?
AG: El concepto de la nueva frontera va a dar lugar a otro concepto más importante que es el nuevo futuro, y la verdad es que nos lo merecemos. Aunque no soy utópico y creo que la humanidad nunca va a arreglar del todo sus problemas, nos merecemos una época en la que palabras como “ascetismo”, o “ética”, que son muy bellas, cumplan un papel decisivo, después del grado de borrachera moral, de descenso de niveles éticos y de abuso por parte del mundo financiero.

FA: ¿A qué se ha debido esta crisis de valores?
AG: Tiene su justificación humana: hemos vivido una época de crecimiento económico permanente, cerca de quince años. Lo hemos visto en España; este país se ha enriquecido de verdad, no ha sido mentira. El problema de las épocas de euforia económica es que la gente cree que no hay límite y siempre hay límite. Esa es la condición humana, que todo tiene un límite. Y con ese crecimiento económico la gente vive la borrachera económica, todo el mundo cree que es posible, la gente decía: “he comprado un piso hace cinco años, lo he vendido hace tres por el triple, después he comprado otra cosa…”. Y todos pensábamos que esa especie de ensueño iba a durar, pero era el famoso juego de la pirámide, que tiene un límite, en el vértice de la pirámide. No es la primera crisis financiera, lo que le da un valor especial a ésta es que tiene el epicentro en Estados Unidos. Hay que decirle a la humanidad, que es lista, que de vez en cuando bordea el caos pero que de ésta vamos a salir, sin ninguna duda.

FA: ¿Cuál sería el camino óptimo para superar la crisis?
AG: La humanidad, cuando sale de una crisis lo que hace es rectificar las cosas que ha hecho mal y poner medidas nuevas, pero también genera problemas nuevos… Y vendrá otra crisis; que nadie crea que la humanidad va a ser capaz de entender lo que ha pasado en toda su profundidad. Volverá a pasar y volveremos a salir. Lo que me interesa de esta crisis es que en efecto haya una regeneración ética.

FA: Es difícil definir el concepto de ética…
AG: Es difícil, pero yo he encontrado por fin una definición que a mí me vale: ética es hacer lo que hay que hacer y no hacer lo que no hay que hacer. Y con eso uno se mueve bastante bien. No digo que de vez en cuando no haya dudas, pero en general uno sabe lo que hay que hacer y también lo que no hay que hacer. Y lo que hemos visto son verdaderos ladrones: la gente vendía productos tóxicos financieros sabiendo que eran tóxicos. Yo me acuerdo cuando venía gente que decía: “hemos creado un fondo que garantiza que tiene una rentabilidad del sesenta por ciento”. Pues, mire, ya no hablo más con usted, puede usted retirarse porque por ahí no va la cosa.

Ese es un poco el tema en el cual a mí me parece que vamos a empezar a hablar de un nuevo lenguaje… No había límite; hay que ver lo que han ganado los ejecutivos; la cantidad de chicos jóvenes americanos que decían: este año he ganado dos millones de dólares, el otro tres, el otro cinco… el que menos, menos, menos, un pobre… ganaba un millón, porque todo era posible.

FA: ¿Es una cuestión de límites?
AG: No es que haya que poner un límite, es que hay que entender que, en efecto, todo tiene un límite; como en una paga semanal a un hijo o a un nieto no te pones límite pero no se te ocurre darle mil euros. Un ejecutivo tiene que ganar lo que tenga que ganar, pero no son doscientos millones de euros al año.

Vamos a ese concepto del ascetismo, de prudencia, de honradez, de honestidad… el redescubrimiento de esos valores va a ser importante. Puede ser que peque de optimista y me equivoque, pero yo creo que los abusos que se han cometido han sido de tal importancia que ese proceso de regeneración ética va a ser inexorable; absolutamente inexorable. Y que la gente va a descubrir que se puede vivir con mucho menos, que se puede gastar muchísimo menos, que el consumismo llegará a ser una cosa de mal gusto, lo anticipo, será anti elegante. Para saber cómo podemos vivir, basta mirar a la gente que malvive. ¿Hemos pensado cómo vive una de esas personas que cruza el Estrecho sabiendo lo peligroso que es? Lo hace porque no tiene otro remedio; va allí hacinado, a veces madres embarazadas y niños pequeños; yo lo he visto porque llevaba tema de refugiados.

FA: Tiene experiencia directa y referentes en un arco inmenso de la realidad
AG: Al darme la última medalla. en la Escuela Diplomática. decían “después de su dilatada experiencia…” A mi edad, ese elogio me suena… El otro día subía con un trabajador muy joven en el ascensor; aquí somos muchísimos y yo, como presidente que quiere ser amable, le saludo, le pregunto cosas: que cómo va, que en qué está… de repente me mira y me pregunta “¿y usted quién es?” “Soy Antonio Garrigues”, le dije, y su respuesta fue “¡Usted existe…! En mi dilatada vida, soy un mito, soy una leyenda viva. Yo quiero ser una leyenda humana.

FA: Volviendo a las desigualdades, ¿hasta qué punto somos responsables?
AG: Absolutamente responsables. O el mundo rico se da cuenta de que tenemos que enriquecer a los países pobres o es que estamos locos. A nivel individual uno puede hacer poco y por tanto la sociedad civil tiene que levantarse ante los estados y reclamarles que se ocupen, que no podemos vivir un minuto más así. Los inmigrantes que mueren intentando cruzar el estrecho están bajo nuestra conciencia, digamos lo que digamos. Y el odio por la sensación de morir estérilmente en esas aguas… nos tiene que doler y nos dolerá. Este tipo de abandono no puede quedarse impune. Hace cien años podíamos hacer ejercicios de olvido, pero ahora ya no; ahora ya lo sabemos muy bien.

FA: ¿Le parece que la solidaridad esté creciendo?
AG: Sí que lo creo. Respecto a la filantropía americana, lo he vivido con la gente de la Fundación Bill Gates; participo en los premios de cooperación internacional donde se reconocen los esfuerzos de ese tipo y veo que mucha gente ha empezado a darse cuenta de que es un asunto que hay que atacar de verdad. No basta, la caridad… ¡qué palabra tan peligrosa! ¿Cómo puede ser un rico un hombre caritativo? (Eso de la Biblia de que es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos me impresionaba de pequeño).

Creo que en la evolución de la solidaridad, sí podemos ser optimistas porque hay signos inequívocamente positivos, pero ahí es donde yo creo que el tema de la responsabilidad individual tenemos que empezar a aceptarla todos. Tenemos que dedicar una parte de nosotros a los demás, y si no, no podemos definirnos como seres humanos. Yo lo veo en el tema del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR), la gente está cada vez aportando más, cada vez reacciona mejor, pero sabemos que todo eso es insuficiente. Y no basta con el 0,7, ni el doble ni el triple. Tenemos que hacer muchísimo más que eso. El verdadero dato del problema es que, para poder enriquecer a otros, a lo mejor tienes que empobrecerte tú un poco. Y entender además que ésa es la única forma de sobrevivir en este mundo y que no podemos mirar hacia otro lado.

FA: ¿Por qué no hacen más los organismos supranacionales?
AG: Uno de los grandes problemas del mundo es que no tenemos instituciones globales eficaces. Hay muchas instituciones globales, el Banco Mundial, la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI), están las organizaciones para el comercio, para la alimentación… Pero no tienen poder, porque los grandes países no quieren que tengan poder.
Por ejemplo, aun no hay un tribunal de justicia internacional, un tribunal penal internacional porque los norteamericanos no quieren, porque los chinos no quieren… los rusos no quieren… cada país quiere ser él el que administre la justicia global y así no vamos a ningún sitio. Este mundo empezará a ser un mundo digno el día que tengamos instituciones globales con capacidad de acción, incluso superando el poder de los grandes países poderosos. A eso llegaremos, no tengo la menor duda.

Es un concepto por el que nosotros estamos luchando ahora: hemos creado en la Universidad de Navarra una cátedra bajo el nombre Cátedra Garrigues de Derecho Global en la que estamos defendiendo la idea de un solo derecho para toda la humanidad y la idea de instituciones globales para toda la humanidad. Se nos dice de vez en cuando que somos utópicos. Pero también, cuando se firmó la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948 la gente creía que era una sarta de estúpidos románticos, y en cambio ya hemos visto que la declaración de derechos humanos se ha convertido casi en un texto jurídico. De modo que ésa es la esperanza por la que todos tenemos que luchar.

FA: ¿Las empresas tienen también responsabilidad en todo esto?
AG: Yo creo que las empresas están haciendo lo que tienen que hacer y han absorbido bien el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Nosotros somos el único despacho europeo que edita una memoria de responsabilidad social corporativa, porque creemos que hay que hacer ese ejercicio. Nosotros tenemos que saber qué hacemos por la comunidad en la que vivimos. En ese aspecto yo creo que se ha avanzado positivamente. Habrá gente que lo haga por un problema estético, porque está bien visto defender el medio ambiente o hacer obras de caridad social, pero resulta positivo en todo caso.

Las empresas, en definitiva, están empezando a entender este factor adecuadamente, pero se trata de un problema de la comunidad colectiva entera: la sociedad civil, las empresas, los estados, los gobiernos, los continentes. Hay que echarle una nueva imaginación; enriquecer al mundo pobre no es fácil; no consiste sólo en enviar dinero, aunque por descontado que hay que hacerlo. Una de las cosas que más valoro en ejecutivos europeos y americanos, y empieza a haberlo en España, es que renuncien a sus vacaciones y se vayan a ayudar, a dedicar su tiempo. Enviar doscientos euros está bien, no lo critico, pero creo que solamente entiendes las cosas y te comprometes cuando renuncias a lo tuyo, a tus vacaciones, a tu ocio.

El concepto de vacaciones bien merecidas, yo no lo entiendo, necesita vacaciones todo ese mundo que jamás tiene vacaciones; en el primer mundo es un poco hipócrita porque casi siempre estamos de vacaciones. Yo no me merezco unas vacaciones, estoy seguro.

FA: Todo lo que demos es poco, entonces
AG: Las empresas, la sociedad civil, los ciudadanos… todos dan más dinero a ONGs, en eso se está avanzando, pero eso no va a ser suficiente, el problema es generar una estructura distinta para que la relación con la pobreza sea distinta, y la relación con el mundo pobre sea distinta. Aunque no tengo la solución, porque me estarían dando el premio Nobel y me temo que no voy a aspirar, creo que hay que generar un nuevo esquema mental, tenemos una cierta obligación de tener una mente global, de ver lo que representa el mundo rico por un lado y ver dónde están África, Latinoamérica, el mundo asiático…

FA: ¿Qué se le puede pedir a los responsables políticos en esa dirección?
AG: Los políticos nunca pueden entender la globalidad porque viven tan cercanos a procesos electorales casi permanentes que tienen que dedicarse a lo inmediato. Ahora todo el mundo está pensando en las Elecciones Europeas, piensan en su lectura y análisis en política nacional. Si se les pide que piensen en la pobreza del tercer mundo, no tienen tiempo: “mire usted que es mala suerte, pero no tengo tiempo”.

FA: En lo personal, ¿ha vivido el poder regenerador de una crisis?
AG: La última que tuve fue un cáncer de pulmón; me trataron hace poco más de un año. Gracias a Dios me lo detectaron en un momento maravilloso en el sentido de que lo único que hicieron fue cortarme un veinte por ciento de pulmón. Cuando salí de allí y empecé otra vez, me di cuenta de lo que es vivir, parece que es una tontería, pero descubrí lo que es vivir y lo que me gusta vivir. Entiendes el goce de vivir, el goce de un día. Ha quedado perfecto, juego al tenis, juego al golf. En definitiva, y eso lo podemos conectar con todo tipo de crisis, cuando se dice que las crisis purifican los sistemas, en este caso financiero, sin duda; cuando se dice que las crisis personales purifican a las personas, también. Es cierto que hay gente que no sabe afrontar sus crisis y viven problemas todavía más dramáticos, pero en general es para mejorar.

FA: El incendio de la Torre Windsor en 2005 debió ser otra sacudida…
AG: Yo lo veía desde el otro despacho. Teníamos allí 130 personas y vimos lo que representaba eso, el miedo a perder. ¿Cuál fue el valor positivo de eso? Primero: demostrar cómo un equipo humano supo adaptarse a las circunstancias maravillosamente, y segundo, ver la solidaridad que recibimos, lo digo en serio. No creas que son palabras: de los jueces, de las instituciones civiles, de las empresas… Además, nuestro gran competidor, Uría, nos ofreció un despacho nuevo que no habían ocupado todavía. Y era en serio, me decía: “No hago esto por generosidad, es que me encantaría, sería para mí un honor”. Posiblemente habría preferido no tener el incendio, pero si calculo todo lo que perdimos y todo lo que ganamos, doy por bienvenido el incendio como doy por bienvenido el cáncer de pulmón.

Lo que sacamos de ese incendio –lamento utilizar este lenguaje tan pragmático– fue realmente espectacular: la calidad de nuestro equipo humano, la solidaridad, la reflexión de todas las instituciones… fue algo realmente maravilloso.

No hay mal que por bien no venga, pero tampoco hay bien que por mal no venga. Cuando las cosas te van muy bien a mí me entra un miedo tremendo, como ahora que me están dando muchos homenajes. Yo tenía un amigo que me decía: “Antonio, el final se acerca cuando te regalan bandejas de plata con firmas y medallas de oro”. Antes me hacía ilusión, pero ahora ya le he dicho a mi secretaria que no quiero ni un reconocimiento en 2009. He tenido tres doctorados honoris causa, medallas de oro… y eso lo pagas…

FA: Para cerrar, ¿qué importancia da a la dimensión espiritual?
AG: Mi idea es muy simple: yo reconozco el valor de la espiritualidad y el papel de las religiones en la humanidad. Lo que no estoy dispuesto es a permitir que los estamentos religiosos, no solamente los católicos sino todos los demás incluidos los islámicos, nos manipulen pretendiendo que su religión es la única verdadera. Todas las religiones pueden decir que son la única religión verdadera, todas. Sería ridículo pensar que hay una sola: la idea de todo un Dios, que concentra todo su poder omnipotente en una sola religión, eso no puede ser. Y el estamento religioso tiene que hacer un ejercicio de reconocimiento de los demás. Todo el tema ecuménico está todavía pendiente en gran medida. Y las religiones tienen que llevar ese movimiento ecuménico hasta el final, que es el reconocimiento de los demás en paridad con lo de uno mismo, y ahí hay que avanzar. Ese concepto de “religión verdadera” a lo largo de la historia ha generado más conflictos bélicos que ninguna otra cosa; reconozcámoslo.

Las religiones, que deberían ser fuentes de paz, de entendimiento y de reconciliación han sido justamente lo contrario. A las religiones les ha llegado el momento de reconocer que el proceso ecuménico está todavía empezando y que tiene que concluir y que tienen que reunirse. Igual que se reúne el G-8 y el G-20, pues que se reúna el G-8 y el G-20 de las religiones y que digan: señores, respetamos la religión del otro, reconocemos que todas las religiones son verdaderas, estamos dispuestos a colaborar frente a la pobreza, y frente a la guerra… todo eso está pendiente.

Yo soy religioso y tengo un concepto y una referencia de espiritualidad, pero no tengo un concepto dogmático. Yo no parto de que la religión católica sea la única verdadera, no puedo partir de ese concepto; a mí me gustaría que en ese tema las religiones avanzaran de una vez para siempre, porque, si no, es un horror. En los demás conceptos, la humanidad ha empezado a reconocer que uno no puede tener siempre toda la razón, es muy cansado tener toda la razón, ¿cómo nadie puede creer que tiene toda la razón? A mí me encanta la duda; andar con la duda es una gloria porque no sabes a veces a dónde ir…

Radicalmente, una dimensión espiritual es la única que en alguna forma te permite también tener esperanzas. Me encanta el libro de Fernando Savater cuando dice que lo inteligente de la religión católica es que ofrece mucho, por eso cuando dice: “si usted es bueno, tendrá el ciento por uno en esta tierra y luego la salvación eterna”, es que eso no lo ofrece ni La Caixa, es una rentabilidad extraordinaria.

Fuente: Iberarte

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