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Inocultable magnitud de la catástrofe atómica

La elevación al nivel siete de la escala nuclear del desastre en la planta de Fukushima Daiichi, seguida ayer por la primera visita del emperador Akihito y de la emperatriz Michiko a la ciudad de Asahi, una de las más golpeadas por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo, son las pruebas más recientes de la catástrofe sufrida por Japón, que sigue lejos de superarse y provocó pérdidas por 309 mil millones de dólares.

En la crisis atómica, resulta claro que la firma Tokyo Electric Power Company (Tepco), la mayor empresa privada del sector en el mundo, está rebasada por los daños que registraron al menos tres de los seis reactores en Fukushima, luego de que -señala World Socialist Web Site- habría intentado salvar las usinas hasta que los estallidos de hidrógeno, provocados por la falta de refrigeración de las barras de combustible, que sobrecalentaron su núcleo, amenazaron con generar una fusión total y liberar una onda radiactiva a gran escala.

Sin energía eléctrica para el funcionamiento normal de los sistemas de refrigeración, los operadores de Tepco tomaron la medida extrema de bañar los reactores con miles de toneladas de agua de mar, que al ser drenada posteriormente contaminó el Pacífico; pese a la gravedad del caso, Yukio Edano, secretario en jefe del Gabinete del premier Naoto Kan, expresó que «seleccionamos la mejor opción en cada oportunidad bajo circunstancias muy severas» y en el mismo sentido se manifestó Hidehiko Nishiyama, vocero de la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial (NISA), que ofreció disculpas a los 80 mil desalojados en los alrededores de Fukushima por los «inconvenientes» de la zona de exclusión de más de veinte kilómetros.

«Hablando en general, el material radiactivo liberado al mar se extenderá por el oleaje, así es que sería necesaria una gran cantidad de vida marina para absorberlo. Ya que el yodo tiene una vida promedio de ocho días, para el momento en el que la gente consuma productos marinos su cantidad probablemente habrá disminuido significativamente», agregó Nishiyama.

Nacionalización

Kan y la NISA han dado un generoso voto de confianza a Tepco para solucionar la crisis, aunque en la Dieta (Parlamento) se ha planteado nacionalizar la firma, así sea para empezar, al menos, lo que será un lento y difícil proceso de compensación de las comunidades afectadas.

A principios de mes, el canciller Takeaki Matsumoto voló a Yakarta para reunirse con la Asociación de Países del Sureste Asiático y discutir la ayuda por el terremoto; en su agenda incluyó brindar garantías de que la tecnología atómica nipona es confiable, ya que la Compañía de Desarrollo Internacional de Energía Nuclear de Japón -en la que Tepco tiene importante presencia- mantiene o busca contratos por miles de millones de dólares para la construcción de reactores en Vietnam, Indonesia, Tailandia y Filipinas. Se trata de naciones en la cuenca oriental del Pacífico que pueden ser golpeadas por terremotos y tsunamis como los que azotaron Japón; sólo Vietnam, que es también uno de los más afectados por el aumento del nivel del mar, a consecuencia del calentamiento global, espera inaugurar en veinte años unas 13 plantas.

El peor ejemplo de las fallas de Tepco, sin embargo, fue la iniciativa que presentó a la prefectura de Fukushima, el 26 de marzo, para construir dos nuevos reactores en la planta que es escenario del peor desastre atómico desde Chernobyl, a más tardar en la primavera de 2012. Nadie se explica, todavía, cómo fue posible que en plena crisis la propuesta llegara hasta el escritorio del gobernador Yuhei Sato, que estalló en furia; ante el rechazo local, el gigante energético insistió al llevar su plan al Ministerio de Economía, Comercio e Industria en Tokio, a 250 kilómetros de Fukushima y donde todavía no se disipa el temor a la radiación.

Masataka Shimizu, titular de Tepco, apenas y ha aparecido en la zona de desastre, donde Hiroshi Aizawa, funcionario de la central atómica, explicó que todo fue un «error»; uno de sus vicepresidentes, en televisión, indicó que el proyecto «es imposible». Guardadas las diferencias, aseveran en Fukushima, es como si en medio del derrame petrolero en el Golfo de México BP hubiera solicitado permiso para perforar nuevos pozos en la región.

Fuente: El Financiero, Internacional, p. 26.
Articulista: Gabriel Moyssen.
Publicada: 15 abril 2011.

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