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Disminuye el hambre global, pero persiste la crisis en regiones vulnerables: ONU

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Según información de Eco-Business, durante 2024, cerca del 8,2 % de la población mundial, es decir, 673 millones de personas, padecieron hambre, una cifra ligeramente inferior al 8,5 % registrado en 2023. Aunque este descenso indica un progreso gradual, la recuperación sigue siendo desigual en distintas regiones del mundo. Las cifras del informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2025 (SOFI 2025) reflejan avances en algunos territorios, pero la crisis persiste en áreas vulnerables. Esta realidad pone de manifiesto los desafíos estructurales para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2: Hambre Cero.

El hambre global no solo afecta la salud y la nutrición, sino que también limita la capacidad de desarrollo económico y social de los países más afectados. La inflación alimentaria, los conflictos armados y los fenómenos climáticos extremos contribuyen a que millones de personas sigan en riesgo. Por ello, la colaboración internacional y la acción conjunta de gobiernos, empresas y comunidades son imprescindibles para garantizar alimentos suficientes, seguros y nutritivos para todos.

El panorama del hambre en el mundo 

El informe SOFI 2025 señala que la prevalencia de la subalimentación disminuyó en algunas regiones, especialmente en el sur de Asia y América Latina. En Asia, la proporción de personas subalimentadas bajó del 7,9 % al 6,7 %, mientras que en América Latina y el Caribe se redujo al 5,1 %. Estos avances muestran que las políticas públicas y los programas de protección social pueden generar mejoras sustanciales cuando se aplican de manera efectiva.

Sin embargo, África y Asia occidental presentan cifras alarmantes, con un 20 % de la población africana y un 12,7 % de la población de Asia occidental afectadas por el hambre. Esto refleja la persistencia de crisis alimentarias prolongadas y la necesidad de intervenciones focalizadas. La disparidad entre regiones evidencia que los esfuerzos globales aún no son suficientes para resolver el hambre en todas sus formas, tal como ha señalado el Director General de la FAO, QU Dongyu:

“Si bien es alentador observar una disminución en la tasa mundial de hambre, debemos reconocer que el progreso es desigual. Debemos trabajar de forma colaborativa e innovadora con gobiernos, organizaciones y comunidades para abordar los desafíos específicos que enfrentan las poblaciones vulnerables”.

La desigualdad en la distribución de alimentos y el acceso limitado a dietas nutritivas siguen siendo barreras críticas. Incluso con un descenso general, millones de personas continúan enfrentando inseguridad alimentaria severa, lo que resalta la necesidad de estrategias sostenibles y multidimensionales.

Impacto de la inflación alimentaria y los conflictos

Entre 2021 y 2023, la inflación de los precios de los alimentos alcanzó niveles históricos, afectando de manera desproporcionada a los países de bajos ingresos. En algunas regiones, los precios aumentaron hasta un 30 %, superando con creces la inflación general y limitando el acceso a dietas saludables. Este fenómeno ralentizó la recuperación pospandémica y profundizó la inseguridad alimentaria para millones de personas, tal como ha apuntado el presidente del FIDA, Álvaro Lario:

“En tiempos de aumento de los precios de los alimentos y de disrupción en las cadenas de valor mundiales, debemos intensificar nuestras inversiones en la transformación rural y agrícola. Esto es esencial para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional”.

Conflictos bélicos, como la guerra en Ucrania, y fenómenos climáticos extremos también han exacerbado la crisis. La combinación de inflación, desastres naturales y conflictos provoca que los hogares más vulnerables sean los primeros en sufrir hambre y desnutrición.

Para mitigar estos efectos, el informe recomienda medidas fiscales específicas, programas de protección social y políticas monetarias transparentes. Asimismo, las inversiones estratégicas en infraestructura agroalimentaria y sistemas de información de mercado pueden mejorar la resiliencia frente a estas crisis.

Avances en nutrición y seguridad alimentaria

A pesar de los desafíos, el SOFI 2025 destaca mejoras en indicadores de nutrición. Por ejemplo, la prevalencia del retraso en el crecimiento de niños menores de cinco años disminuyó del 26,4 % en 2012 al 23,2 % en 2024. Además, la lactancia materna exclusiva aumentó del 37 % en 2012 al 47,8 % en 2023, reflejando un mayor reconocimiento de sus beneficios para la salud infantil.

Aun así, el sobrepeso y la obesidad infantil y adulta siguen siendo problemas persistentes, lo que evidencia la necesidad de intervenciones integrales que no solo aseguren cantidad, sino calidad nutricional. La diversidad dietética mínima para niños y mujeres también sigue siendo insuficiente, lo que requiere enfoques de nutrición más inclusivos. La Directora Ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell, subrayó:

“Más de 190 millones de niños menores de cinco años se ven afectados por la desnutrición, lo que puede tener consecuencias negativas para su desarrollo físico y mental. Debemos garantizar que las familias vulnerables tengan acceso a alimentos nutritivos”.

El seguimiento de estos indicadores permite identificar brechas y focalizar los recursos en las poblaciones más necesitadas. Esto fortalece la planificación de políticas públicas y estrategias empresariales orientadas a reducir el hambre global y mejorar la nutrición.

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Desafíos en la financiación y asistencia alimentaria

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha enfrentado recortes presupuestales que limitan su capacidad de asistencia. Cindy McCain, Directora Ejecutiva del PMA, señaló: «El hambre se mantiene en niveles alarmantes, pero la financiación necesaria para combatirla está disminuyendo. Este año, recortes de hasta el 40 % significan que decenas de millones de personas perderán el sustento vital».

La disminución de recursos afecta principalmente a las regiones más vulnerables, donde la población depende en gran medida de la asistencia alimentaria. Esto podría revertir los avances logrados en la reducción del hambre y aumentar la inestabilidad social y económica.

Además, la coordinación entre organismos internacionales, gobiernos y sector privado es crucial para garantizar la continuidad de los programas. La eficiencia en la distribución de alimentos y la focalización de los beneficiarios son factores determinantes para el éxito de estas iniciativas.

Para asegurar resultados sostenibles, se recomienda diversificar fuentes de financiamiento, fortalecer alianzas público-privadas y promover soluciones innovadoras que incrementen la productividad agrícola y la resiliencia comunitaria.

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Llamado a la acción conjunta y el compromiso financiero

Aunque el hambre global ha disminuido ligeramente en 2024, los avances son desiguales y millones de personas continúan enfrentando inseguridad alimentaria severa. África y Asia occidental permanecen como regiones de alto riesgo, mientras que algunos progresos en Asia y América Latina muestran que las políticas efectivas pueden generar resultados tangibles.

El mensaje de la ONU es claro: se requiere acción conjunta, innovación y compromiso financiero para garantizar que todas las personas tengan acceso a alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Solo con colaboración internacional, inversión en agricultura y protección social se podrá avanzar hacia el hambre cero y reducir las desigualdades que persisten en el mundo.

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