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Forbes, un rating de donantes cuestionable

Forbes, un rating de donantes cuestionable
Foto: Forbes

Por: Emilio Guerra Díaz

La Revista Forbes publicó en su versión electrónica  el artículo “Las empresas más benefactoras de México” con datos de obtenidos de varios meses atrás. A la letra dice “El primer informe sobre filantropía elaborado por Forbes México revela que durante 2013 se vieron beneficiadas poco más de 86 millones de personas, por las 38 fundaciones que aparecen en el listado que acompaña esta historia”.

El estudio distingue 3 tipos de “empresas benefactoras”, y pese a que uno imagina con ese título a grandes corporativos, en realidad se refiere a organizaciones filantrópicas clasificadas en: 1) Fundación Empresarial (FE), 2) Programa Empresarial (PE) y Fundación Independiente (FI). Forbes presenta un ranking de 38 organizaciones donde ofrece tres datos de cada una de ellas: a) presupuesto, b) beneficiados y fundaciones apoyadas.

Expok elaboró una atractiva infografía para destacar los primeros 20 lugares y puede ser consultada aquí y donde es necesario aclarar no tiene ninguna responsabilidad de la información del artículo publicado Forbes.

La autoría del informe sobre filantropía está acreditado al Staff de la revista. Forbes México complementó aquél con el artículo “Filantropía: ¿cómo generar equilibrio social en un ambiente de desconfianza?” de la pluma de Ismael Jiménez, quien afirma que “el listado del informe de Forbes México está compuesto por un 60% de empresas que cuentan con una fundación propia, 10% son fundaciones independientes y 30% empresas que a través de sus programas de responsabilidad social realizan trabajos de desarrollo social”.

El estudio, como se señaló arriba, no ofrece una definición sobre “empresa benefactora” y caben en el concepto empresas y sus programas de responsabilidad, fundaciones empresariales y organizaciones operativas. Sin embargo estos tres tipos tienen lógica de trabajo muy distinta entre sí.

No es la primera vez que una revista de negocios se adentra a realizar un ranking de generosidad, filantropía o inversión social desde programas de responsabilidad social corporativa o desde la filantropía organizada a través de fundaciones empresariales. Sin embargo, Forbes repitió un viejo error: sobrestimar el número de beneficiarios por la acción de los financiadores. He aquí un dato empírico y que desde el sentido común justifica con claridad cualquier suspicacia que el informe pueda generar.

Veamos. El número de beneficiarios en 2013 según este informe ascendió a 86 millones de habitantes. El Inegi reportó que para ese año México contaba con 116 millones 901 mil 761 ciudadanos es decir, que la acción filantrópica abarcó al 73.5% de la población. ¡Vaya qué cobertura! En otras palabras de cada 10 mexicanos que usted conozca 7 recibieron algún beneficio de una de las 38 “empresas benefactoras”. ¿Usted lo cree?

Visto desde otra perspectiva, tan solo 38 “empresas benefactoras” abarcan a 7 de cada 10 personas con sus servicios. Ismael Jiménez en su artículo señala: “En México operan alrededor de 23,500 fundaciones a las que se deben sumar las empresas que aplican programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y que no tienen una fundación; todas ellas, con el objetivo de aliviar los rezagos sociales que aquejan a la sociedad” (el subrayado es nuestro). Entonces la muestra de 38 empresas benefactoras, más el resto de “fundaciones” que hay en México para alcanzar 23 mil 500, seguramente alcanzaría para que el total de la población viviese en condiciones mínimas de bienestar y no es así.

Sucede que según el Instituto Nacional de Solidaridad (Indesol) tiene registradas alrededor de 30 mil organizaciones de la sociedad civil, que tienen su Clave Única (requisito indispensable para acceder a recursos públicos) donde la inmensa mayoría son operativas, es decir, salen a buscar donativos. Es importante señalar que un buen número de fundaciones donantes (sean empresariales, independientes, comunitarias o familiares) y programas de RSC no aspiran a recibir recursos públicos por lo que no se registran ante Indesol y no tienen ninguna obligación de hacerlo, menos los últimos porque ni siguiera tienen posibilidad de solicitar ser donatarias autorizadas.

Así por ejemplo, la investigación “Fundaciones Empresariales en México. Un estudio exploratorio”, ed. CIESC-ITESM, México, 2014, señala que hay 131 fundaciones empresariales. A esa cantidad habrá que agregar el número de fundaciones independientes, familiares y comunitarias. Desafortunadamente no llegan siquiera en conjunto a 600 organizaciones donantes. A este dato pueden sumarse los programas de filantropía, de inversión social de los programas de responsabilidad social corporativa que menciona Ismael Jiménez.

Pero ¿A qué se debe esta sobrestimación respecto al número de beneficiados? Al menos dos son las razones que a nuestro juicio que podrían eximir a Forbes de toda responsabilidad: 1) La metodología de cuantificación tanto de beneficiarios directos como indirectos que realizan las fundaciones y las organizaciones con las que trabajan. En un intento por mostrar a sus directivos lo efectivo que son sus proyectos de inversión o el reporte de la organización con la que se desarrolló un proyecto terminan inflando la cantidad final, o bien, 2) A un beneficiario y sus familiares que son recurrentes, son contabilizados una, dos o hasta tres veces en un censo que debiese considerarlos sólo una vez. Sucede también la práctica de contabilizar el número de beneficiarios en distintos años en uno solo y no hay una separación entre los acumulados y los de un solo periodo o proyecto.

Sin embargo, el estudio de Forbes compromete su efectividad por la falta de rigor respecto a las categorías utilizadas para el informe pues si bien se puede pensar en programas empresariales y fundaciones empresariales como donantes o inversionistas, las que denominan fundaciones independientes resulta que algunas como Fundación Proempleo Productivo, Fundación Unidos por el Arte Contra el Cáncer Infantil  o Fundación Educar Uno, son organizaciones operativas, es decir, no cuentan con recursos sino que los solicitan para estar en condiciones de ofrecer sus servicios.

En Estados Unidos, para aclarar la naturaleza de la organización se consideran dos tipos de instituciones, las grantmakers y las grantseekers, es decir, las que donan y las que buscan esos donativos. Por lo anterior resulta metodológicamente incorrecto considerar a todas por igual. En general las grantmakers no realizan por si mismas el desarrollo de los proyectos, es decir, no operan directamente con los beneficiarios lo que si corresponde a las grantseekers.

Respecto al dinero invertido por cada “empresa benefactora” cualquier lector puede tener acceso al presupuesto real ejercido si consulta la fuente adecuada. La referencia obligada es el Servicio de Administración Tributaria de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, donde al final se contabilizan los pesos donados y no las donaciones en especie que se marcan en cero pero a veces se contabilizan monetariamente para darles un valor estimado. Esta información es pública y basta tener el registro federal de contribuyentes de la fundación para ver montos y destinatarios de los donativos.

Así en el rating de Forbes aparecen varias incongruencias entre el monto donado y las organizaciones beneficiadas. Al revisar un caso, una de las 38 “empresas benefactoras” se lee que invirtió más de 35 millones de pesos y benefició con una sola organización a casi 82 mil personas.

Existen excepciones respecto a la relación costo/beneficio. En algunos casos, sobre todo cuando los recursos económicos se destinan a creación de infraestructura, puede entenderse un desequilibrio entre el costo/beneficio porque en el caso de una construcción de una escuela, por ejemplo, el beneficio deberá estimarse considerando al futuro el indicador “niños atendidos” de acuerdo a la capacidad y turnos del nuevo plantel. Sin embargo no es el caso de todos los proyectos de las “empresas benefactoras” relatadas en el rating Forbes.

No cuidar este tipo de información o manejarla con ligereza genera en el público que no conoce la dinámica del sector filantrópico y fundacional suspicacias que rezan algo así como que las organizaciones altruistas reciben muchísimos recursos que no gastan realmente lo que hace un “modus vivendi” de oportunistas, improvisados y ventajosos que son parásitos de los grandes donantes. Es decir abona a incrementar lo que Ismael Jiménez señala como un “ambiente de desconfianza”.

Aún más. Se da a la filantropía un sentido asistencialista donde los beneficiarios solo estiran la mano para recibir. Una distorsión vendría a abonar a las suspicacias pues si tan solo 38 “empresas benefactoras” atienden a 86 millones, imagínese que logran hacer el resto.

Por otro lado, ese accidentado manejo de datos desmerece el trabajo de los inversionistas sociales porque parecería que no cuidan los recursos. En realidad tanto fundaciones donantes (sean de cualquiera de los 4 tipos) y los programas de inversión social de RSC están adentrándose en una gestión profesional priorizando la ayuda a proyectos productivos, generadores de ingreso y desarrollo comunitario y por otra parte están profesionalizando la relación entre inversionistas y organizaciones filantrópicas.

Finalmente, al rating de Forbes escaparon por lo menos estos importantes grantmakers en México o “empresas benefactoras” que no pueden pasar inadvertidos por la trayectoria de su trabajo y la calidad de su inversión social: la Fundación del Empresariado Chihuahuense (FECAHC), la Fundación del Empresariado en México, los Fomentos Banamex (Económico, Social y Cultural); Fundación Alfredo Harp Helú, Fundación Gonzalo Río Arronte, Fundación Telmex, Fundación Gentera, Fundación American Express y Fundación Banorte, por citar tan sólo algunas.


emilio guerraEmilio Guerra Díaz

Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.

1 COMENTARIO

  1. La medición de impacto sigue siendo uno de los temas no resueltos en la filantropia y la responsabilidad social. Mientras no se cuente con una metodología homologada, tanto para recabar la información como para presentarla, dificilmente se podrán hacer listados serios en estos temas

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