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El calor extremo amenaza la producción de leche en todo el mundo

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El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una realidad que está afectando procesos clave para la seguridad alimentaria mundial. Una de las industrias más golpeadas es la lechera, donde nuevas evidencias científicas señalan cómo las olas de calor intensas están reduciendo de manera sostenida la capacidad de producción.

Un estudio reciente realizado en Israel, basado en datos de más de 130,000 vacas a lo largo de 12 años, concluye que el calor extremo amenaza la producción de leche, y que para 2050 podríamos enfrentar una reducción promedio del 4% en la producción diaria. De acuerdo con The Guardian, las implicaciones no solo son económicas: también afectan la resiliencia de millones de hogares y ponen en riesgo la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios.

Calor extremo amenaza la producción de leche: ¿por qué importa?

Cuando hablamos del impacto climático en la industria alimentaria, pocas veces se visualiza lo que ocurre en las granjas. Sin embargo, el calor extremo amenaza la producción de leche al provocar estrés térmico en las vacas, reduciendo su rendimiento hasta en un 10%.

El estrés térmico no solo disminuye la producción diaria; también tiene efectos persistentes. Basta una hora de temperatura de bulbo húmedo superior a 26 °C para afectar negativamente a las vacas, y estas pueden tardar hasta diez días en recuperarse.

Esto representa un desafío para las cadenas de valor lácteo, especialmente en regiones tropicales y subtropicales, donde las olas de calor son más frecuentes y severas. El impacto acumulado amenaza la estabilidad de las comunidades que dependen de esta actividad para subsistir.

Un problema global con efectos locales

El estudio también señala que esta problemática no se distribuye de manera equitativa. El sur de Asia, por ejemplo, será una de las zonas más afectadas, al concentrar la mayor parte del crecimiento proyectado en la producción lechera mundial.

En estas regiones, donde las condiciones climáticas extremas se intensifican por la quema de combustibles fósiles, el riesgo para la seguridad alimentaria es mayor. La dependencia de pequeños productores y economías informales agrava aún más el problema.

En otras palabras, el calor extremo amenaza la producción de leche de una forma que puede incrementar las desigualdades estructurales, afectando con mayor severidad a quienes menos capacidad tienen de adaptación.

¿Qué se está haciendo? Adaptación y sus límites

En Israel, la mayoría de las granjas ya han implementado tecnologías de enfriamiento para mitigar los efectos del calor en el ganado. Estas incluyen sistemas de sombra, ventilación y aspersores que permiten reducir la carga térmica en los animales.

No obstante, los resultados del estudio revelan que estas medidas solo compensan parcialmente el daño. En días con temperaturas superiores a los 24 °C, las estrategias actuales apenas logran mitigar el 40% del impacto del calor.

Esto sugiere que, si bien la adaptación es clave, no será suficiente si no se acompañan de medidas estructurales más profundas. La evidencia es clara: el calor extremo amenaza la producción de leche incluso en contextos tecnológicamente avanzados.

Estrategias sociales y políticas para enfrentar el problema

La investigadora Claire Palandri subraya que enfriar a las vacas no basta. Es necesario considerar factores de bienestar animal, como el confinamiento o la separación de los terneros, que aumentan su sensibilidad al calor.

Desde la perspectiva de la responsabilidad social, esto exige una transformación de los modelos productivos hacia prácticas más empáticas y sostenibles. Incorporar criterios de bienestar animal ya no es solo una cuestión ética, sino de eficiencia y resiliencia.

El calor extremo amenaza la producción de leche y eso implica también repensar el rol de los responsables políticos, los productores y los consumidores en el diseño de un sistema más justo y sostenible.

Emisiones ganaderas y el círculo vicioso del calentamiento

Hay un componente adicional que vuelve urgente esta conversación: el ganado es responsable de cerca de un tercio de las emisiones de metano de origen humano, un gas que contribuye significativamente al calentamiento global.

Esto crea un círculo vicioso: a mayor ganadería, mayor metano; a mayor calentamiento, más estrés térmico; y como resultado, menor producción de leche. Romper este ciclo exige una transición hacia modelos menos intensivos y más regenerativos.

Para los profesionales de la responsabilidad social, este dilema representa una oportunidad clave: apoyar innovaciones que combinen productividad con impacto positivo, desde la inversión social hasta la gobernanza climática.

El estudio israelí es un llamado de atención contundente: el calor extremo amenaza la producción de leche y lo seguirá haciendo en las próximas décadas si no tomamos medidas urgentes. Más allá de la productividad, está en juego el bienestar de millones de familias y la estabilidad de nuestros sistemas alimentarios.

Desde la responsabilidad social empresarial hasta las políticas públicas, es hora de integrar esta alerta climática en la toma de decisiones. El futuro de la leche no solo depende del clima, sino también de nuestra capacidad colectiva para responder con visión y compromiso.

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