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Ecología y Civismo

FORMA Y FONDO CCXXIV

En principio parecen temas opuestos, pero las necesidades actuales obligan a entender que van de la mano ya que los resultados en uno y otro ámbito son desalentadores.

Entendida la ecología como la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social y el civismo como el celo por todo lo que se refiere a la patria incluyendo instituciones, ciudadanos y espacio físico, es evidente la interacción.

Junto con otras materias, la propuesta de incluir la ecología en los programas educativos se presentó, pero sin una estricta justificación, sustento y desarrollo a todos los niveles, en la reforma educativa iniciada y anunciada con bombo y platillo desde 1989 y que veintitrés años después, casi un cuarto de siglo, no termina de aterrizar, porque se dejaron de lado las acciones y estrategias para apuntalarla en años posteriores.

Todos los sectores siguen opinando de la urgencia de una reforma, pero se reduce a mero eslogan y al momento de la firma, porque ni siquiera tienen claro el rumbo; tienen idea de qué hay que hacer, pero no saben cómo.

El tema educativo en las diferentes plataformas de los colores políticos que pelean entre sí por el poder de la nación, es coincidente en sus ofrecimientos para el desarrollo del país. La importancia que en apariencia dan al tema no es equivalente a la calidad y originalidad de sus propuestas. Seguiremos escuchando: “… para los mexicanos la educación es fundamental…”, “… el desarrollo del país y la incorporación de la población a sus beneficios, requiere de un gran esfuerzo en educación…”, “… la dimensión más importante y trascendente de la política social es la educativa…”, “… sin educación todo programa de progreso es utopía…”

Lo que el país espera son programas fundamentales, estructurados dentro de las necesidades surgidas de la crisis actual y coherentes con los rápidos cambios sociales, respaldados por un trabajo en beneficio de la comunidad que estén más allá de las llamadas coyunturas políticas y de las épocas electorales.

Todavía no queda clara la trascendencia que para el escolar tendrá una sólida educación cívico ecológica que le permitirá en su momento, como ciudadano productivo, transmitirlo y practicarlo con su familia y los que le rodean.

Es claro, transparente y fácil de entender el mandato constitucional en cuanto a que la educación debe de ser pública, laica y gratuita; sin embargo parece más importante desperdiciar el tiempo en polémicas interminables que pretenden definir si el camino a seguir en la materia puede tener influencia confesional o las demandas y conflictos laborales ya calendarizados de los docentes, justos o no, pero que no se arreglan. Los años pasan y la educación se deteriora cada vez más. La muestra queda en el dato de que los días perdidos en huelgas y plantones en una de las regiones más pobres y con menor índice educativo en el país, acumulan más de un año lectivo.

El bajo nivel es evidente en los resultados de pruebas aplicadas tanto a mentores como a educandos. Unos a pesar de los programas de actualización y otros aunque en ocasiones reciban discretamente las guías contestadas, no ascienden en los bajos promedios que alcanzan. Prueba lo anterior la serie de datos estadísticos y los lugares que ocupa la educación en México, en relación a países que no hace mucho tiempo estaban clasificados con un nivel educativo inferior a la media nacional.

Los datos oficiales son devastadores: uno de cada ocho mexicanos nunca ha leído un libro, treinta de cada cien no conocen una biblioteca y cuarenta de cada cien jamás han entrado a una librería. Hace diez años, en el 2002, se anunció a los cuatro vientos que ahora sí se aplicaría un programa maestro de lectura en primarias.

Siendo tarea obligatoria la lectura de un promedio mínimo de 25, sí leyó Usted bien amable lector, veinticinco libros por año, al concluir el nivel de educación primaria, los alumnos alcanzarían al menos un total de 150 obras leídas en los seis años. Y si hay duda, ahí están las hemerotecas y el que esto escribe también tiene el periódico con la noticia.

Una vuelta por muchas escuelas a lo largo y ancho del país ofrecerá una visión caleidoscópica empezando por el estado y conservación de las instalaciones cuando existen, porque las hay sin techos, pisos, baños, pupitres, electricidad, pero sí contabilizadas como centros escolares a pesar de las carencias.

Gran contradicción entre los preceptos pedagógicos y la realidad. Para alcanzar el desarrollo integral del individuo, es indispensable un ambiente sano, higiénico, cómodo y que le haga sentir el plantel educativo como una continuación de su casa y al maestro extensión de su familia.

La participación de los centros educativos, la familia, organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general, en la tarea de recuperar los valores personales y sociales, rescatar y proteger nuestro hábitat, respetar espacios comunes y el patrimonio puesto al servicio de todos es más importante que amenazar con corregir comportamientos incívicos por medio de sanciones. Como ejemplo entre muchas, las campañas de infracciones a quien tire basura en lugares públicos o a quien no barra la acera frente a donde viva o trabaje.

Actuar con civismo es compromiso de todo ciudadano con los ciudadanos. Un comportamiento incívico además de dañar bienes y espacios que son patrimonio de todos, son un ataque a la convivencia, una actitud insolidaria y falta de respeto hacia quienes asumen cívicamente sus derechos y deberes.

Hacer de los núcleos urbano y rural un lugar cohesionado socialmente, cívico, limpio, y acogedor, respetuoso con los derechos de las personas, protectores del patrimonio, los espacios públicos y el paisaje, es cimentar un modelo de hábitat que implica la participación de todos.

Respetar espacios comunes y el patrimonio de nuestro entorno es entender y marchar hacia la sostenibilidad, compartiendo el proyecto de construir entre todos el mejor lugar para vivir.

El actual ritmo de crecimiento de la población nos obliga a emprender una serie de actitudes a nivel individual para paliar el desgaste que ejercemos sobre nuestro planeta.

Apostar al civismo ecológico es tener como herramienta normas básicas de comportamiento en los espacios públicos rurales o urbanos para corregir actitudes y comportamientos negligentes e irresponsables, reflejados en los grafitis, pintas, excrementos de animales domésticos y humanos, basura, publicidad incontrolada, ruido de automotores y otras actividades que superan los niveles de contaminación acústica, mobiliario urbano descuidado, los pocos lugares de esparcimiento deteriorados por vandalismo, mal uso de contenedores de basura, etc., cuidando el entorno y respetando a las demás personas.

Si cada ciudadano realiza acciones por pequeñas que sean para vivir mejor, está ejerciendo su derecho cívico y ecológico no como favor individual, sino en beneficio de la nación, la comunidad y el medio ambiente, porque sin duda colabora para mejorar su habitat y la calidad de vida.

Sólo tenemos un planeta para vivir: la tierra. La naturaleza ha tardado millones de años adaptándolo para que el hombre disfrute de ella. Parte de la sociedad se ha dedicado a destruirla con el pretexto del progreso y modernidad sin pensar que además de ser nuestro presente, es el legado para las futuras generaciones que tienen el mismo derecho que nosotros para disfrutarlo.

La forma: entender que la propuesta educativa es permanente y no se limita a las aulas.

El fondo: la satisfacción de trabajar por alcanzar progreso y modernidad en armonía con nuestro hábitat, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.
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Fuente: Comunicado de prensa

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