Por Edgar López
El ESG, que alguna vez se vendió como el estandarte de parques eólicos, derechos laborales y transparencia corporativa, revela hoy un rostro menos romántico: en Europa, ya abraza armas nucleares como parte de la inversión “sostenible”. Bloomberg lo documenta: desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, el número de fondos ESG de renta variable expuestos a la industria nuclear ha crecido más de 50%, superando los 2,000. Hoy, casi la mitad de estos fondos, que manejan cerca de 9 billones de dólares, tienen alguna exposición a empresas que fabrican, suministran o transportan armas nucleares. Como resume el artículo: “La idea de lo que ESG puede representar ha pasado de los parques eólicos a las armas de destrucción masiva con una sorprendente facilidad.”
Soy de los que piensan que la justificación es la madre de todas los vicios. Y en el mundo financiero, las justificaciones sobran. Lo que hace unos años era impensable, hoy se presenta como un ajuste pragmático: en un mundo en conflicto, la seguridad se ha convertido en un riesgo sistémico tan urgente como el cambio climático. Bajo esta lógica, la “S” de Social en las taxonomías europeas se estira hasta abarcar la seguridad, justificando la presencia de armas nucleares en portafolios “sostenibles”. En México, nuestra Taxonomía Sostenible de 2023, enfocada en energía, equidad de género y cambio climático, aún no toca estos extremos. Pero, en un país en un país donde la inseguridad y el crimen organizado ya pesan en la agenda, ¿cuánto falta para que sigamos el mismo camino?
Paul Clements-Hunt, promotor del término ESG en 2004, lo señala: “ESG no es ética ni moral; es materialidad y deber fiduciario.” Si la seguridad es un riesgo material, financiar empresas como BAE Systems, Airbus, Thales Defence, Safran, Leonardo o Babcock International Group encaja en esa visión. Airbus afirma que sus actividades “cumplen con el Tratado de No Proliferación Nuclear y se realizan con un compromiso ético”. Leonardo asegura actuar “en plena conformidad con las regulaciones internacionales”. Pero estas justificaciones no disipan las críticas. Este “ethics-washing” no solo confunde a inversionistas minoritarios, sino que podría fracturar la confianza en el ESG como motor de cambio, especialmente entre quienes aún lo ven como un faro de valores éticos.
En un artículo reciente en ExpokNews , cité a David Razú Aznar , director general de Afore XXI Banorte, quien apuntó: “Ya no es ESG. Es inversión responsable.” Para Razú, la sostenibilidad no es una moda ni un juego reputacional, sino “una respuesta seria a riesgos financieros reales”. Su metáfora lo resume: “La sostenibilidad avanza como las olas. Cada ola deja capacidades instaladas.” Pero, ¿es la inclusión de armas nucleares en Europa parte de esta nueva ola de inversión responsable? ¿O es un malabarismo financiero que estira la “S” de Social hasta romperla? En México, donde nuestra taxonomía prioriza la equidad de género y el cambio climático, ¿podríamos ver un giro similar si la seguridad se vuelve prioridad? Razú diría que lo importante es la consistencia, pero ¿dónde trazamos la línea cuando los riesgos materiales incluyen armas de destrucción masiva?
El debate no es si esto está ocurriendo —ya ocurre—, sino cómo se reflejará en las próximas revisiones de las taxonomías globales. En Europa, ¿incorporarán explícitamente la seguridad en la “S” de Social? En México, ¿mantendremos el enfoque en lo social y ambiental, o cederemos al pragmatismo? Para los puristas, esto es una traición a los principios fundacionales del ESG. Para los pragmáticos, es una respuesta lógica a un mundo en conflicto.
Al final, no se trata de negar la necesidad de seguridad ni de satanizar las etiquetas. Se trata de no ser ingenuos. Porque los financieros, con esa naturalidad que tienen para venderte la cuadratura al círculo, terminan convenciéndote casi viéndote a los ojos. Y lo más curioso es que muchas veces se las compramos.
La pregunta es si esta ola de inversión responsable puede abrazar armas nucleares sin perder la esencia del ESG. y es que como dijo Razú, con las olas no se lucha: “Se entienden, se anticipan… y se toman con equilibrio.”
A darle, que ya es martes, pero también a seguir cuestionando.

Edgar López Pimentel, es actualmente Director en Expok, ejerciendo su liderazgo día a día con pasión por la responsabilidad social y el desarrollo sustentable. Su labor ha contribuido significativamente al posicionamiento de empresas líderes en materia de responsabilidad social.
Su formación académica, enriquecida por programas de Alta Dirección de Empresas en el IPADE e IE Business School, así como una maestría en Responsabilidad Social Empresarial en la Universidad Anáhuac Norte, respaldan su liderazgo.







