El mundo observa con atención la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), programada para celebrarse en noviembre en Belém, Brasil. Este evento, clave para fortalecer los compromisos globales frente a la crisis climática, se encuentra en el centro de una controversia que amenaza con limitar la presencia de países en desarrollo en las mesas de negociación.
De acuerdo con The Guardian, las alarmas se han encendido tras conocerse que los costos de alojamiento en la sede se han disparado, en algunos casos alcanzando cifras de hasta 700 dólares por noche. La posibilidad de que estas tarifas restrinjan la participación en la COP30 de delegaciones con presupuestos reducidos es ahora un tema prioritario para la ONU y los organizadores brasileños.
Precios inalcanzables: el primer obstáculo
Desde que se confirmó a Belém como ciudad anfitriona, la demanda de alojamiento superó por mucho la oferta. Con solo 18,000 plazas hoteleras disponibles frente a los 45,000 asistentes esperados, los precios se dispararon. Esta situación ha puesto a delegaciones africanas, pequeños Estados insulares y organizaciones civiles en una posición delicada.
El presidente del Grupo Africano de Negociadores, Richard Muyungi, ha advertido que muchos países podrían reducir el número de representantes o incluso quedar fuera de las negociaciones si no se encuentran soluciones viables. “No estamos dispuestos a sacrificar nuestra participación en la COP30 por costos tan desproporcionados”, afirmó.
Este aumento de precios también afecta a países desarrollados, que reportan dificultades similares. Algunos diplomáticos europeos ya han anticipado que reducirán sus delegaciones a la mitad en comparación con conferencias anteriores.
Brasil responde con medidas de emergencia
Ante las crecientes críticas, el gobierno brasileño ha anunciado medidas para ampliar la oferta de alojamiento. Entre ellas, la adquisición de dos cruceros para proporcionar 6,000 camas adicionales y la apertura de reservas con tarifas más accesibles para países en desarrollo. Sin embargo, el costo de 220 dólares por noche sigue superando la dieta diaria (DSA) de 149 dólares que ofrece la ONU a muchas delegaciones.
A pesar de estos esfuerzos, persiste el escepticismo. Diplomáticos advierten que las medidas llegan tarde y que la infraestructura de Belém, una ciudad selvática con apenas 1.3 millones de habitantes, difícilmente soportará el flujo de visitantes.
La discusión sobre la logística ha desviado el foco de los objetivos climáticos. Para muchas delegaciones, la participación en la COP30 depende ahora de decisiones que poco tienen que ver con la agenda medioambiental.

La crítica por la elección de Belém
La designación de Belém como sede no ha estado exenta de polémica. Críticos señalan que un centro urbano más grande habría ofrecido una infraestructura adecuada para albergar a los delegados y participantes de la sociedad civil.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha defendido la elección argumentando la importancia simbólica de celebrar la cumbre en el corazón de la Amazonía. Sin embargo, declaraciones suyas como “dormir bajo las estrellas” en respuesta a la falta de hoteles, han sido calificadas como insensibles.
Esta controversia refleja el dilema de priorizar la visibilidad política frente a las necesidades prácticas. Para muchas delegaciones, el riesgo de no asegurar un alojamiento podría significar una disminución directa en su participación en la COP30.
La voz de los más vulnerables
Los pequeños Estados insulares y las comunidades indígenas, cuya voz es fundamental en estas negociaciones, son quienes enfrentan mayores barreras. Organizaciones de la sociedad civil y ONG han alertado que, sin apoyo financiero, su presencia podría verse gravemente limitada.
Juan Carlos Monterrey Gómez, negociador panameño, expresó su preocupación en junio: “Esta podría ser la COP más inaccesible de los últimos tiempos”. Según él, las decisiones que se tomen en Belém tendrán un impacto desproporcionado sobre las poblaciones más vulnerables al cambio climático.

La exclusión de estos actores socavaría la legitimidad de la cumbre. Para muchos expertos, la diversidad de voces es clave para que las resoluciones sean efectivas y equitativas.
Impacto en la agenda climática
Si los países con menor capacidad económica reducen su representación, la dinámica de las negociaciones podría cambiar de manera significativa. Menos voces implican menos presión para que los compromisos climáticos tengan un enfoque inclusivo.
La falta de representación equitativa también afectaría el seguimiento de los acuerdos, pues los países menos representados serían quienes más dificultades tendrían para implementar medidas de mitigación y adaptación.
La participación en la COP30 no es solo una cuestión de números; es un elemento esencial para mantener la credibilidad del proceso multilateral que busca frenar el calentamiento global.

¿Qué sigue para los organizadores?
El 11 de agosto, Brasil deberá presentar avances concretos en la reunión convocada por la ONU para revisar la situación. Los organizadores están bajo presión para ofrecer garantías claras de alojamiento asequible.
La comunidad internacional espera respuestas contundentes. Las soluciones podrían incluir subsidios adicionales, alianzas con el sector privado e incluso la reubicación parcial de delegaciones en ciudades cercanas.
El tiempo corre, y cada día que pasa aumenta la incertidumbre. La confianza en la logística de la cumbre es ahora tan importante como los acuerdos que se buscan alcanzar en ella.
La COP30 se perfila como un momento decisivo en la lucha contra la crisis climática, pero los altos costos de alojamiento amenazan con dejar fuera a quienes más necesitan estar presentes. La participación en la COP30 debe ser equitativa si se aspira a acuerdos globales verdaderamente representativos.
Garantizar la asistencia de todas las voces —en especial de los países más vulnerables— es más que una cuestión logística: es un imperativo ético. La ONU y Brasil tienen la responsabilidad de actuar con rapidez para que la próxima cumbre no se recuerde por la exclusión, sino por los avances hacia un planeta más justo y sostenible.







