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Entendiendo la Responsabilidad SocialCómo hablar y cómo no hablar de género

Cómo hablar y cómo no hablar de género

– La RSE empieza con los temas de género.
– Es importante hablar de género, hablar BIEN de género.

Es importante hablar bien de género, me dice Elisa Queijeiro mientras garabatea un mensaje en mi recién adquirida copia de su texto Las hijas de Eva y Lilith. Sus palabras me abren a la reflexión ¿qué es exactamente hablar bien de género? Guardo silencio porque comprendo que mi interlocutora ha dado ya la respuesta a mi cuestionamiento. Su conferencia De Diosas a Brujas ha dejado al auditorio, como a mi, en una reflexión profunda y enriquecedora.

Así, en silencio, me alejo y abandono el recinto escaleras abajo. Entonces pienso en las mujeres que escuchamos sus palabras tras las de Isabel Miranda de Wallace. Una clase de historia que nunca ha llegado a las aulas: el pasado de las mujeres del mundo. Ahí mismo, sin despegar los labios, doy gracias y prometo compartir; porque como dijo Olga Sánchez Cordero: se viene a sembrar semillas para que quienes escuchan lleven a su vez este mensaje a compañeras y amigas.

Empoderando Mujeres 2017 reunió en el foro de Expo Santa Fe un total de ocho voces que desde distintas trincheras trabajan para conseguir la equidad de género que hombres y mujeres sabemos necesaria y justa. Las voces son diversas en profesión, edad, género y origen. Justo la mezcla que se busca en un espacio en el que el objetivo es empoderar a un segmento clave. Lo que se busca cuando la meta es abrir conversaciones y hablar de género.

Hablar de género

La primera voz pertenece nada menos que a Paola Rojas, que presta sus palabras a la historia de Malala Yousfafsai solo para introducir a sus oyentes en una realidad que pesa: la de la violencia sistemática, las cifras de la desigualdad de género que son alarmantes y abrumadoras.

Luego Dafne Almazán llega al escenario y desde sus 15 años de edad hace lo propio. La psicóloga más joven del mundo puede carecer de la experiencia de los años, pero lo compenza con la fuerza de hacer frente a su propia realidad. Como una mujer joven y en condición de minoría, ella multiplica su vulnerabilidad por tres; así que trabaja por aquellas que, en su condición de sobredotadas, ven mermado su potencial como consecuencia del sexismo.

Una tras otra las ponentes llegan a la sala. El auditorio se llena más tarde con la fortaleza y la paz de la presencia de la Ex-Congresista de la Suprema Corte de Justicia, Olga Sánchez Cordero. «El hombre blanco mayor de edad, propietario era el único titular de derechos», dice. Sus palabras resuenan. Las mujeres de cualquier edad, pero sobre todo las niñas, las mujeres indígenas, las de piel oscura, miran su vulnerabilidad multiplicarse por dos o por tres. Hasta hace muy poco ni siquiera la ley las reconocía como algo más que sujeto de protección; hoy son titulares de derechos; al menos en las letras de la constitución, en las tesis de la corte.

El hombre blanco mayor de edad, propietario era el único titular de derechos. – Olga Sánchez Cordero

Así, nuevas formas de desigualdad se revelan ante mi y, uno a uno, caen velos que ni siquiera sabía que existían sobre mi rostro feminista. Feminista… esa palabra incómoda. Igual hoy la incomodidad importa un poco menos, porque recuerdo que algo más incómodo que la palabra feminista es la realidad de los feminicidios, de la violencia sistemática de género, de la brecha salarial, los techos de cristal y la no titularidad de nuestros derechos. Más incómodo que reconocerse feminista es no ser reconocida con el valor y las capacidades de un ser humano.

Para cuando Elisa Quijeiro comienza su ponencia De Diosas a Brujas, mi feminista interior está tan incómoda y confundida que no sabe que esperar. Ella habla de las sociedades solidarias y cómo en ellas las mujeres eran vistas como diosas. Sentada a unos metros yo me pregunto cómo fue que perdimos tanto terreno. En un pacto silencioso, ella responde poco a poco mi pregunta. Cuenta cómo a lo largo de la historia la humanidad fue trastocando la imagen de las mujeres hasta convertirlas en brujas perseguidas y asesinadas y cómo esos estigmas nos persiguen hasta nuestros días.

«Entonces las mujeres empezaron a valer por quien iba a ser su señor, quien iba a ser su dueño». Las palabras de Elisa me llegan como un clavo al corazón; con ellas explica cómo las mujeres empezaron a competir entre ellas por conquistar a los mejores hombres y cómo a partir de ese momento necesitaron validar sus cualidades a partir del interés de otros.

Cómo SÍ hablar de género

Al momento de la reflexión he encontrado que sí hay formas correctas e incorrectas de abordar los temas de género. Así que he querido compartirlos para que hombres, mujeres, empresas e instituciones públicas comencemos a hablar BIEN de género.

Llamar a las cosas por su nombre

Hace tiempo me encontré en línea con una reflexión sobre los titulares periodísticos de mujeres asesinadas redactados en voz pasiva que lucen más o menos así:

El artículo en cuestión hablaba de la importancia de decir las cosas tal cual son: Esposo asesina a su mujer. «Las mujeres no morimos, nos matan», escribió su autora. ¿Cómo arrojar luz sobre la violencia de género si no empezamos a llamar a las cosas por su nombre?

  • Si una mujer es asesinada por su género, se llama feminicidio.
  • Alguien toca el cuerpo de una mujer sin su consentimiento. Se llama abuso sexual.
  • Las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo. Se llama brecha salarial.
  • Las mujeres tienen menos probabilidades de alcanzar puestos dierectivos. Se llaman techos de cristal.
  • Las empresas otorgan a las mujeres licencias de maternidad, pero los hombres no tienen la misma prestación. Significa distribución inequitativa de la responsabilidad de crianza.

Quitar la incomodidad al feminismo

Si crees que hombres y mujeres deben tener los mismos derechos y oportunidades, entonces eres feminista. No hay más. El feminismo es la corriente de pensamiento que defiende la equidad de género.

Sí, es posible que el nombre te confunda un poco, pero lo opuesto al machismo se llama hembrismo, no feminismo. La razón por la que la lucha por la equidad de género está relacionada con lo femenino es que son las mujeres quienes han tenido que luchar por ella en primer lugar.

Siempre me cuando una mujer, de cualquier edad, pero especialmente las mujeres jóvenes, dicen algo como: «Bueno creo en la igualdad de derechos, pero no soy feminista». Bueno una persona feminista es por definición alquien que cree en la igualdad de derechos. – Hilary Clinton

El poder de las mujeres en manos de las mujeres

Dos hombres blancos propietarios y titulares de derechos hablando sobre lo que las mujeres quieren y necesitan es hacerlas nuevamente objeto de protección.

Las mujeres son quienes viven día con día las consecuencias de una sociedad que las despoja de sus derechos, así que más vale escuchar de una vez lo que tienen que decir al respecto. No es que los hombres no puedan ser aliados de la equidad, es que su voz se escucha con suficiente frecuencia.

Cómo NO hablar de género

Llamar a las cosas por su nombre, aprender a reconocernos feministas y poner el poder de las mujeres en manos de las mujeres, no sirve de mucho si cometemos alguno de los siguientes errores:

Querer combatir fuego con fuego

«No pretendo venir y platicar con ustedes y decirles todo lo que hemos recorrido, sin voltear a ver nuestras responsabilidades. Querer agredir al agresor y querer oprimir al opresor (…) Esto no es feminismo». –
Elisa Quijeiro

El péndulo del feminismo, según explica Elisa es ese momento en el que algunas mujeres pensaron que era buena idea revertir las cosas. Oprimir al opresor y olvidarse de la igualdad de derechos. Entonces salieron a las calles a protestar con violencia, a agredir a quienes las habían agredido y, en el proceso sin darse cuenta, a dañar al feminismo.

Es gracias a estos movimientos que hoy muchos hombres y mujeres sienten vergüenza de reconocerse, sin más explicaciones, feministas.

Abordar el empoderamiento de la mujer desde sus imperfecciones

Aunque estés gordita, aunque tengas pecas, aunque no seas blanca… ¿Qué rayos importa todo eso?, ¿acaso es incluyente tener desfiles de tallas grandes segregados de aquellos de alta costura que mantienen a las esbeltas modelos tradicionales?.

Tenemos que dejar de decirle a las mujeres que pueden abrazar sus imperfecciones. Ninguna de nosotras necesita permiso. Lo que necesitamos es que dejen de decirnos dónde se encuentran esas supuestas imperfecciones.

La campaña #LikeAGirls, de Always es un extraordinario ejemplo de ello, porque aborda el empoderamiento desde las habilidades deportivas de niñas y adolescentes. No se trata de un mensaje que diga algo parecido a «Tú puedes jugar fútbol aunque seas mujer» sino «Como mujer, tienes la habilidad de hacer lo que te propongas»

Las mujeres no son responsables de la inequidad

Sí, existen muchas mujeres que han podido romper techos de cristal, destacar en industrias dominadas por hombres, negociar mejores salarios y equilibrar su vida laboral con su desarrollo profesional. Eso no significa que sea el deber de todas y cada una de nosotras sortear obstáculos para ganar nuestros derechos.

Sí, las mujeres podemos trabajar y encargarnos de las labores domésticas y de la crianza; pero evita aplaudirlo. El hecho de que debamos hacerlo significa que algo está mal en nuestras comunidades, que el trabajo no es equitativo, que se ponen en nuestras manos casi todas las responsabilidades y, en el mejor de los casos, muy pocos derechos.

No, los hombres no ayudan a las mujeres en las labores domésticas, colaboran en las responsabilidades compartidas del hogar. Así que no, Yoplait, volver «destrozada como mi esposo», pero hacer la cena, no es un superpoder, es una de las muchas señales del sexismo cotidiano.

¿Podemos hacerlo mejor?

La relflexión aplica tanto a lo corporativo como a lo cotidiano. Individuos, empresas y organizaciones necesitamos analizar profundamente la forma en que abordamos la equidad de género y el empoderamiento de la mujer. Necesitamos empezar a hablar BIEN de género, porque abrir conversación ha dejado de ser suficiente. ¿Qué dicen individuos y marcas, podemos hacerlo mejor?

Llegará el día en que defender los derechos de las mujeres deje de ser necesario, se estima en que unos ochenta o cien años. Hasta entonces creo que todos podemos hacerlo mejor… quien sabe, si lo logramos ese día quizá llegue antes, y nuestras hijas podrían vivirlo.

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