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Cambio climático podría detonar nuevos brotes de Zika, Ébola y SARS: Estudio

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La crisis climática ya no es un fenómeno futuro: está aquí y comienza a reconfigurar nuestra salud global. Más allá de sequías, inundaciones y olas de calor, sus efectos están despertando viejos fantasmas: virus como el Zika, el Ébola y el SARS podrían volver a surgir con fuerza, esta vez potenciados por un planeta alterado.

Un nuevo estudio publicado en Science Advances lo confirma: al menos el 9% de la superficie terrestre —donde viven más de 130 millones de personas— enfrenta un riesgo alto o muy alto de brotes de enfermedades por crisis climática. Esta advertencia no solo cambia el mapa epidemiológico del mundo, sino que interpela a gobiernos, empresas y ciudadanía sobre su papel en la prevención.

El regreso de virus olvidados: alerta por brotes de enfermedades por crisis climática

Zika, Ébola y SARS no son solo recuerdos de epidemias pasadas. Según los autores del estudio, los cambios en el clima —como el aumento de la temperatura, las lluvias intensas o la escasez moderada de agua— están reconfigurando las condiciones ideales para que estas enfermedades zoonóticas resurjan.

El análisis incluyó datos satelitales y registros históricos de brotes entre 1975 y 2020. A través de modelos de aprendizaje automático, se identificaron nueve factores de riesgo que hacen más probable la aparición de estos virus en nuevas regiones del planeta.

brotes de enfermedades por crisis climática

Este hallazgo cobra especial relevancia en zonas tropicales de América Latina y Oceanía, donde la biodiversidad, el cambio de uso de suelo y la alta densidad poblacional se combinan con condiciones climáticas cada vez más extremas.

Las enfermedades zoonóticas: un espejo de la relación humano-naturaleza

Las zoonosis no son nuevas. De hecho, más de 200 enfermedades de este tipo han sido registradas, incluyendo la rabia, la fiebre del Valle del Rift y la gripe aviar. Todas tienen algo en común: surgen del contacto entre humanos y animales silvestres o domésticos.

Lo que es nuevo es la velocidad con la que se están propagando y el papel del clima en ese proceso. Con cada hectárea de bosque perdida, con cada especie desplazada, se incrementan las probabilidades de transmisión.

La Organización Mundial de la Salud ya incluye varias de estas enfermedades en su lista de prioridades para investigación, reconociendo su capacidad de generar emergencias de salud pública. Pero sin una acción coordinada frente a los brotes de enfermedades por crisis climática, los esfuerzos científicos podrían no ser suficientes.

brotes de enfermedades por crisis climática

Un mapa de riesgos con colores alarmantes

Uno de los aportes clave del estudio fue el desarrollo de un mapa predictivo global. A través de datos satelitales y algoritmos, los autores lograron visualizar las zonas con mayor probabilidad de enfrentar un brote zoonótico con potencial epidémico o pandémico.

Los resultados son preocupantes: regiones enteras del hemisferio sur muestran colores oscuros, indicadores de alto riesgo, mientras que Europa y Norteamérica parecen momentáneamente a salvo. Pero esto no es motivo de complacencia: el virus no reconoce fronteras, y la vigilancia debe ser global.

El mapa también sirvió para evaluar la capacidad de respuesta sanitaria de cada país. En este índice, lugares como Papúa Nueva Guinea y la República del Congo emergen como los más vulnerables, tanto por exposición al riesgo como por debilidad institucional.

brote zoonótico

Clima extremo, agua escasa y virus en movimiento

Uno de los hallazgos más interesantes del estudio es la relación entre el clima extremo y la propagación de enfermedades. Por ejemplo, las temperaturas altas y las lluvias intensas permiten que los hospedadores (como mosquitos o murciélagos) prosperen y expandan su territorio.

Por otro lado, la escasez moderada de agua, en lugar de reducir el riesgo, puede aumentarlo: obliga a animales y humanos a compartir fuentes de agua, facilitando el contagio. En cambio, la sequía extrema puede limitar la propagación, al reducir la supervivencia del patógeno o de su huésped.

Estos factores, analizados en conjunto, confirman que los brotes de enfermedades por crisis climática no son azarosos: responden a patrones cada vez más claros, que deben integrarse en los sistemas de alerta temprana y las políticas públicas.

brote zoonótico

Más allá del medio ambiente: una alerta social y económica

Las críticas al estudio no se hicieron esperar. Algunos expertos advierten que se corre el riesgo de atribuir exclusivamente al medio ambiente fenómenos que también tienen causas estructurales, como la pobreza y la falta de servicios de salud.

Otros señalan que los modelos predictivos pueden tener sesgos: por ejemplo, hay más registros de brotes en países con mejor vigilancia epidemiológica, lo que podría distorsionar las estimaciones globales.

Sin embargo, la mayoría coincide en que este enfoque integrado —que une clima, biodiversidad, salud y desarrollo— es fundamental para prevenir la próxima pandemia. La responsabilidad social empresarial también debe entrar en esta ecuación: desde el financiamiento de programas de vigilancia hasta la educación comunitaria.

Cambio de uso de suelo: la puerta de entrada a nuevas epidemias

Uno de los factores más determinantes en el análisis fue el cambio en el uso del suelo. La deforestación, la expansión urbana y la agricultura intensiva han acortado la distancia entre las personas y los ecosistemas silvestres.

Esto no solo representa una amenaza para la biodiversidad, sino que también incrementa el riesgo de contagio con patógenos que antes estaban aislados. La alteración de hábitats crea escenarios ideales para la transmisión de virus desconocidos.

De ahí la urgencia de adoptar modelos de desarrollo sostenible. Proteger los bosques, reducir la ganadería extensiva y regular el uso del suelo son medidas que también previenen brotes de enfermedades por crisis climática.

Brotes y desigualdad: la injusticia sanitaria del cambio climático

El estudio también deja entrever un patrón de desigualdad: las regiones con mayor riesgo de brotes suelen ser aquellas con menor capacidad de respuesta. La falta de infraestructura sanitaria, de laboratorios y de personal capacitado agrava el problema.

Países con altos índices de pobreza y con vastas zonas rurales sin acceso a servicios básicos están particularmente expuestos. Y si bien el virus puede originarse en estos territorios, su propagación es global.

Por eso, los investigadores llaman a reforzar los mecanismos multilaterales, incluyendo los programas de adaptación y cooperación regional, para anticipar los brotes y responder con rapidez. La prevención, una vez más, es más rentable que la reacción.

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Nuevas responsabilidades en un mundo interconectado

Las enfermedades zoonóticas ya no pueden tratarse como un asunto aislado del sector salud. Son el síntoma de un modelo que está forzando los límites de la naturaleza y poniendo en peligro a la humanidad.

Gobiernos, empresas, ONGs y ciudadanía deben integrar esta nueva realidad en sus agendas. El enfoque de “Una sola salud” —que vincula la salud ambiental, animal y humana— es más necesario que nunca.

En un mundo donde los brotes de enfermedades por crisis climática podrían convertirse en parte de la normalidad, la prevención debe ser una responsabilidad compartida, informada y urgente.

Prevenir la próxima pandemia empieza hoy

El estudio publicado en Science Advances no pretende ser una profecía, sino una advertencia respaldada por datos. Nos invita a actuar antes de que la próxima crisis de salud pública nos tome por sorpresa, como lo hizo la COVID-19.

El vínculo entre crisis climática y enfermedades zoonóticas es real. Está sustentado en evidencia, y su impacto será tanto más devastador cuanto más lo ignoremos.

Integrar esta perspectiva en las estrategias de responsabilidad social, en la inversión pública y en la cooperación internacional es una tarea inaplazable. Porque prevenir los brotes de enfermedades por crisis climática no es solo una cuestión de salud: es una decisión de futuro.

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