Cada noviembre, el Black Friday vuelve a encender la conversación global. Lo que inició como una tradición estadounidense posterior al Día de Acción de Gracias se ha convertido en un fenómeno de consumo que marca el ritmo del comercio mundial. Las tiendas físicas se preparan para recibir multitudes, mientras que las ventas en línea se intensifican con promociones irresistibles. El frenesí, año con año, parece no tener freno.
Pero en medio de ese entusiasmo surge una pregunta que incomoda: ¿cuál es el impacto ambiental del Black Friday? Detrás de cada compra se despliega una cadena logística que exige más transporte, más energía y más recursos. Las emisiones se disparan, los residuos aumentan y los modelos de consumo acelerado ponen a prueba la sostenibilidad del planeta. El reto es tan grande como urgente.
El verdadero impacto ambiental del Black Friday
De acuerdo con un artículo de Clean Hub, el Black Friday ya no es un día ni una semana: es una temporada completa que impulsa compras masivas alrededor del mundo. En 2023, las ventas presenciales crecieron solo 0.7 %, mientras que el comercio electrónico aumentó 14.6 %, impulsando miles de entregas adicionales. Este cambio hacia el consumo digital ha multiplicado la demanda logística, generando un incremento notable de emisiones.
Forbes reportó que, en 2024, las entregas del Black Friday provocaron picos de contaminación urbana. Transport & Environment estimó que 1.2 millones de toneladas de CO₂ provienen de camiones que trasladan paquetes en Europa durante esta temporada, un 94 % más que una semana normal. Con estas cifras, el impacto ambiental del Black Friday en 2025 apunta a ser incluso más severo.

Tendencias que agravan el impacto ambiental del Black Friday
La presión por entregar rápido está llevando a las empresas a operar con rutas menos eficientes, multiplicando los transportes de corta distancia. Cada trayecto suma emisiones que, a gran escala, se convierten en un problema ambiental significativo. A esto se suma el auge de compras impulsivas que no siempre corresponden a necesidades reales, sino a una respuesta emocional a los descuentos.
Las devoluciones complican aún más el panorama. Durante el Black Friday, el porcentaje de productos devueltos se dispara, lo que genera nuevos desplazamientos, uso adicional de embalaje y, en muchos casos, productos que no pueden revenderse y terminan desechados. Esta dinámica crea un círculo de impacto ambiental del Black Friday que es difícil de desacelerar.
El papel de los embalajes y las devoluciones
Aunque parezca pequeño, cada paquete representa una suma considerable de recursos. En Black Friday, los embalajes suelen ser más voluminosos, con capas adicionales de protección que rara vez se reciclan. Para el sector logístico, la prioridad se vuelve la velocidad y no la eficiencia, lo que aumenta el uso de materiales desechables y emisiones asociadas al transporte.

Las devoluciones siguen siendo una de las prácticas más dañinas en términos de huella ecológica. Muchos artículos regresan al almacén solo para ser descartados o destruidos porque su reventa no es rentable.
Esta práctica, multiplicada por millones, hace que el impacto ambiental del Black Friday se expanda más allá de la compra inicial, afectando toda la cadena de valor.
Un sector minorista que ya tiene un peso considerable
Según Boston Consulting Group, el sector minorista representa cerca del 25 % de las emisiones de carbono globales cada año. Esto convierte cualquier pico de consumo estacional en un desafío ambiental mayor. Cuando se combina esta base estructural con un evento de consumo tan masivo como el Black Friday, las consecuencias se amplifican de forma exponencial.
Si la tendencia de crecimiento anual continúa, las emisiones derivadas del Black Friday podrían convertirse en uno de los mayores contribuyentes a la contaminación generada por el comercio minorista. La falta de regulaciones o límites en el volumen de envíos y promociones hace que este escenario sea especialmente preocupante para la comunidad de especialistas en sostenibilidad.

Las cifras y las tendencias dejan claro que el impacto ambiental del Black Friday es un tema que ya no podemos ignorar. La temporada de descuentos, más allá de su atractivo comercial, expone una dinámica de consumo acelerado que afecta directamente al planeta. Emisiones, residuos, devoluciones y logística desbordada conforman un cuadro que nos invita a repensar nuestras decisiones de compra.
Sin embargo, también es una oportunidad. Empresas, consumidores y responsables de políticas públicas pueden transformar la narrativa hacia modelos más responsables: compras conscientes, logística optimizada, embalajes sostenibles y campañas que prioricen el ciclo de vida del producto. Está en nuestras manos decidir si el Black Friday seguirá siendo un impulsor de impacto negativo o una ventana de cambio responsable.







