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Amsterdam apuesta por la energía limpia

La apuesta por la electricidad de Amsterdam se basa en que la mayor parte proviene de fuentes renovables. Por un lado, de la eólica, con molinos en la ciudad, sobre todo en el área del puerto. Y además se promociona la energía solar con subvenciones para poner estaciones a pequeña escala, tanto fotovoltaicas como para calentar de agua.

Los coches lo tienen cada vez más complicado para circular en la capital de los Países Bajos. Amsterdam está rodeada por una gran ronda, el A10, y diversas medidas tratan de reducir el tráfico desde esta hacia el centro de la ciudad. Y, además, apuestan por la energía eléctrica limpia, no sólo para los edificios, sino también para los vehículos.

Las bicicletas son una de las imágenes típicas de Amsterdam, y no es para menos. Son el medio de transporte en el 57% de los desplazamientos dentro de la ciudad, mientras que los coches sólo se utilizan para el 25% de los trayectos de menos de cinco kilómetros. Y esto se ha conseguido, en buena parte, por las medidas disuasorias para los conductores.

El bolsillo, aliado en la guerra a los coches

En 1992, los habitantes de Amsterdam votaron en referéndum que querían que el centro de la ciudad tuviera poco tráfico de vehículos de motor. En comparación con 1990, la cifra de trayectos en coche ha bajado un 14% dentro de la ciudad, y un 32% entre el centro y los alrededores.

Aparte de la concienciación ciudadana, diversas medidas desaniman a los residentes de Amsterdam a la hora de coger el coche. El aparcamiento en las calles de prácticamente toda la ciudad es de pago, un equivalente a nuestra zona azul, con tarifas que suben cada año y que son más caras cuanto más cerca se está del centro. Además, en los últimos años han disminuido el número de plazas para dar más lugar a parkings de bicicletas y el transporte público.

Así, aparcar es casi una odisea, y se paga bastante caro. La alternativa para quienes vienen de fuera de la ciudad son cada vez más numerosas áreas de «Park and Ride» que se hacen a lo largo de la A10.

Son lugares donde poder aparcar el coche por un precio mucho más bajo que el de la ciudad, y desde donde coger el transporte público o bicicletas de alquiler. Los usuarios ahorran dinero y, además, ganan tiempo, porque no tienen que sufrir los atascos de tráfico ni buscar aparcamiento en la zona urbana.

Dentro de la ciudad, las bicicletas tienen todas las facilidades, incluyendo nuevos parkings y un sistema de registro -como unas matrículas locales- para evitar los robos. Y hay nuevas medidas para promocionar el transporte público: las entradas de espectáculos sirven como ticket de transporte o para abonar el parking de bicicletas, y se ofrece un pase de transporte gratuito de tres meses para quienes devuelvan el carnet de conducir.

Un ferry gratuito conecta el centro con la parte norte de la ciudad para peatones y ciclistas, con una frecuencia de ocho trayectos por hora. Y un nuevo autobús en la zona del casco antiguo, llamado ‘Opstapper’, recorre el cinturón de los canales cinco veces por hora y permite parar, dentro de la ruta, allí donde lo necesitan los pasajeros.

También se ha creado un nuevo abono de larga duración más barato, y se pide la colaboración de las empresas para que paguen el transporte público en lugar del kilometraje a los empleados que dejen el coche en casa. Y se va aún más allá, con incentivos a las compañías tecnológicas que estimulen el teletrabajo, que tiene un impacto directo en la disminución del tráfico.

Coches compartidos, y limpios

Toda esta situación ha propiciado también la extensión del carsharing. Además de resultar más barato que tener un coche propio, estos vehículos tienen el aparcamiento gratuito, lo que promociona el sistema. Hoy por hoy la flota supera las 700 unidades, repartidas por todos los barrios, de manera que el 90% de la población tiene un coche de carsharing accesible a menos de 400 metros de su casa. Y quienes se deshacen de su propio coche para apuntarse al sistema, tienen la suscripción subvencionada los primeros meses.

Además, las empresas que se encargan de gestionar el carsharing están empezando a comprar sólo vehículos limpios, algunos eléctricos, que se pueden recargar en diversas estaciones habilitadas no sólo para coches, sino también para ciclomotores y pequeñas embarcaciones recreativas que ya funcionan con electricidad de fuentes renovables.

También se incentiva la compra de vehículos eléctricos para particulares, con créditos a muy bajo interés para quienes jubilan un coche viejo y contaminante y compren uno limpio, para el que durante un tiempo también tendrán aparcamiento gratuito.

Alternativas para el transporte de mercancías

Las limitaciones del tráfico urbano se aplican de forma aún más estricta a los camiones y furgonetas de transporte de mercancías. Los vehículos con motor diesel que no cumplen la normativa de emisiones Euro II tienen totalmente prohibida la circulación de la ronda hacia dentro de la ciudad. Se controla con campañas de vigilancia especial y la grabación con cámaras de las matrículas que van hacia la ciudad.

Y se buscan alternativas al transporte con combustibles fósiles, aunque tengan los filtros adecuados. Una opción es el reparto de mercancías en un barco eléctrico especial con grúa para las empresas que están cerca del borde de los canales, sobre todo restaurantes, hoteles y tiendas. Los últimos tramos hasta los destinos finales se hacen, si cabe, con camiones eléctricos, que pueden aprovechar la amplia red de vías y conexiones de los tranvías. Y así se ahorra todo el recorrido en furgonetas diesel desde los centros de distribución de las afueras hasta los establecimientos del centro.

Y si vale para llevar cosas, el sistema también debe servir para llevárselas: se está estudiando un sistema parecido para la recogida de residuos que cambie los camiones por embarcaciones que funcionen con electricidad o hidrógeno.

Electricidad sostenible

La apuesta por la electricidad de Amsterdam se basa en que la mayor parte proviene de fuentes renovables. Por un lado, de la eólica, con molinos en la ciudad, sobre todo en el área del puerto. Y además se promociona la energía solar con subvenciones para poner estaciones a pequeña escala, tanto fotovoltaicas como para calentar de agua. El sistema de calefacción por barrios, y los metros y tranvías, funcionan con la energía proveniente de la biomasa de la basura y del biogás que generan las aguas residuales.

Por otra parte, se están tomando diversas medidas para rebajar el consumo energético. Por ejemplo, los supermercados están obligados a poner puertas a las neveras para evitar el derroche de energía y garantizar la calidad de los alimentos. Esto ahorrará la mitad de la energía que consumen estos aparatos. Y existe un plan de formación para convertir a los jóvenes que dejan la escuela pronto en asesores de ahorro energético en los barrios más humildes. En las visitas a las casas, además de información, ofrecen bombillas de bajo consumo y un ‘stanby killer’ por vivienda. Se trata de una especie de mando a distancia que facilita apagar del todo los aparatos electrónicos que no se están usando, en lugar de dejarlos en stanby, que sigue gastando energía.

Almacenar energía bajo tierra

En Amsterdam han conseguido hacer funcionar un nuevo sistema para almacenar energía según las estaciones del año. En invierno pueden guardar frío bajo tierra para usarlo en verano, y al revés. Se trata de un sistema de tuberías de agua que, cuando corre por los edificios, refrigera o calienta el aire del interior.

El sistema comenzó de manera experimental en el Rijksmuseum y se ha demostrado que es eficiente y viable económicamente. Ahora se aplicará a toda una nueva zona de edificios comerciales, industriales y de oficinas -180.000 metros cuadrados en total- en la isla de Oosterdocks, y también incluirán mejoras de aislamiento térmico en las ventanas, tejados y fachadas para maximizar su eficacia. Si se compara con la generación tradicional de calefacción de gas y aire acondicionado, esta fórmula ahorrará 3.200 toneladas de CO2 cada año, el equivalente a más de 8.000 paneles solares.

Todas estas medidas tienen como finalidad un objetivo común: convertir Ámsterdam en una de las ciudades más sostenibles y con mayor calidad de vida del mundo dentro de una década. Y parece que lo conseguirán.

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